sábado, 13 de mayo de 2017

Pánico en los túneles (Parte 6): La guerra de los (infra) mundos

Los ovnis nazis huían por los túneles a toda velocidad, esquivando rocas, estalactitas, estalagmitas, y buhoneros que les ofrecían toda clase de artículos para comprar.  Pensaban que eran una raza superior y, que con ello, podrían arrasar tranquilamente con los infra-seres que vivían en aquellos túneles. Lo que no habían tenido en cuenta es la furia de los morlocks... en este caso, de un morlock en concreto. Un morlock que había hecho nuevos amigos.

El arma del profesor Arbogast dio en la rueda derecha de uno de los ovnis, haciendo que perdiera totalmente el control y chocara contra una pared. El conductor del vehículo hacía lo posible por salir, mientras varios compañeros intentaban contraatacar, pero Konstantin ya se había lanzado cantando la internacional y disparando rayos a todo lo que se movía.

-Aliens nazis... si pensaban que iban a poder conmigo, no sabían dónde se habían metido -dijo el morlock.

Mientras Konstantin seguía con su trabajo, Robert M. Pickman se grababa con la cámara delante del espectáculo.

-Lo que podéis ver es una ofensiva contra unos inmundos invasores del espacio exterior. Estos grises, seguramente parientes de los que se estrellaron en Roswell, han atacado con armas sofisticadas, pero la valiente humanidad se ha alzado contra ellos. No importa que El Nuevo Orden Mundial esté con ellos. Conseguiremos vencerlos ¡La victoria es nuestra!

Por el lado, el becario apareció tirándole piedras estrella con el tirachinas a uno de los grises que había intentado emboscarles. El signo arquetípico, evidentemente, no le hacía nada, pero un pedrusco seguía siendo un pedrusco.

-¿Quieres parar de tirarles piedras? Estás dejando en evidencia a la resistencia humana -se quejó Robert.

-Estos aliens deben ser sirvientes de las DCC, si no mira, cada vez que le da una piedra estrellada, el ser siente dolor. Está claro que sirve a los DCC.

El alien, harto de las pedradas, fue a dispararles con su rayo, pero ante él se puso Lady Olsen, que le dio una patada en la mano que llevaba el arma, dejando indefenso al extraterrestre.

-Vamos, atrévete a luchar conmigo. He sido entrenada por las amazonas de la ciudad perdida de las mujeres, no tienes nada que hacer conmigo y mis técnicas de lucha femenina.

El alien torció el gesto, pero antes de que pudiera hacer nada más, Lady Olsen le hizo una llave matriarcal que lo dejó en el suelo sin sentido.

-Y, para que veas, no me hace falta mataros.

-Tenemos que llevarnos a uno, tenemos que llevarnos a uno. Mostrarlo al público. Que salga en la tele. Pruebas, pruebas, pruebas... pero antes lo publico en mi blog, claro -decía Robert dando saltos alrededor de Lady Olsen.

-¿Habéis dejado de jugar ahí? -dijo Konstantin mientras se acercaba.

-Hemos acabado con todos los alienígenas -dijo el profesor Arbogast. -Pero aún quedan muchos ahí fuera, en los túneles, atacando a lo que se encuentran. Como explorador, no puedo permitir que esos seres tan hostiles vayan por ahí matando a todo lo que se encuentran. Todos los descubrimientos, los secretos que pueden ocultar estos túneles, deben ser preservados.

-Todos no, dejémoslo en la mayoría -le respondió Konstantin.

El grupo hizo inventario de las armas que habían podido recoger de los alienígenas caídos. No tenían ni idea de cuantas cargas tenían ni cómo recargar las armas, así que iban recogiendo todo lo que dejaban los aliens caídos. La ayuda de Arbogast y Lady Olsen había servido a Konstantin mucho más de lo que hacían los dos idiotas que le acompañaban, aunque había que decir que las pedradas del miembro de la Fundación Wilmarth dolían. Una de ellas le había dado al morlock por error y aún le picaba en el sitio donde le había dado. Aunque sólo fuera por ello, le había aconsejado que las fuera recogiendo después de los encuentros que tuvieran, ya que el muy inútil tendía a lanzarlas y olvidarse de ellas, pensando que explotarían o algo así.

-Tenemos que acorralarlos en algún sitio. Hacerles ver que no será tan fácil desatar sus ataques en los túneles bajo Arkham, y si es posible, expulsarlos -dijo Konstantin. -Aún así, este que ha dejado inconsciente Lady Olsen nos lo llevamos para que sea interrogado en la base morlock.

-¿Os hacéis llamar morlocks? -preguntó Robert. -Bonito homenaje a H. G. Wells.

-Eh... sí... eso... homenaje, sí. -dijo Konstantin. -No somos morlocks de verdad... es un homenaje... y espero que eso es lo que digas en tu dichoso blog.

-Claro, claro -respondió Robert. -Todo el mundo sabe que los morlocks no existen.

Momento de silencio. Una pequeña ráfaga de aire traída por los túneles removió el polvo del suelo.

-¿Y dónde crees que podremos acorralarlos? -preguntó Arbogast. Era un hombre intrépido. Por lo que le había contado a Konstantin, había realizado expediciones a toda clase de lugares ocultos y llenos de peligros. Había luchado contra tribus de caníbales, tribus de enanos con mala leche, toda clase de fieras salvajes, y no se había achantado contra nada, aun siendo un hombre de considerable edad. Lo mismo se podía decir de su ayudante Lady Olsen, intrépida aventurera que, aunque solía engancharse la ropa en todas partes y quedar medio en cueros, era una perfecta luchadora y sabía defenderse con toda clase de armas. En estos momentos, de su ropa sólo quedaba los shorts y  un poco de la camisa que le cubría lo que tenía que cubrir. Por lo visto, esta pareja era afectada por algún tipo de regla de la literatura pulp, por lo que él debía ser duro e intrépido aun siendo de avanzada edad y ella debía ir perdiendo prendas y trozos de ropa en cada combate. Si en la ciudad de arriba estaba lo que se conocía como "el efecto Arkham", a Konstantin no le extrañaba que hubiera un "efecto pulp" en algún otro sitio.

-Su camino les lleva hacia los túneles superiores. Aquella zona es más conocida por los míos, así que están yendo hacia una trampa.

-No recuerdo tanta acción desde que huimos de la ciudad perdida de los simios telepredicadores -comentó Lady Olsen.

-Pues cuando alcancemos a los demás aliens, habrá más acción, señorita -le dijo el morlock. -Pensando que nosotros vamos a pie y ellos hacen uso de estos artefactos, creo que sería lógico que cogiéramos uno para no perderlos.

-¿Vamos a usar aparatos de estas inmundas criaturas? -preguntó el becario. -Pero son CCC, sería repugnante.

-¿Te suena de algo un tal Laban Shrewsbury? -le dijo Konstantin.

-Claro. En la fundación le tenemos gran estima. Le pegó un pepinazo al Gran Cthulhu y se dedicaba a quemar casas de profundos. Es toda una inspiración.

-Pues hacía uso de magia relacionada con lo que llamáis CCC, así como Byakhees. Usa el arma de tu enemigo contra tu enemigo -explicó el morlock.

Al becario pareció gustarle esa idea y no volvió a quejarse.

-Dejadme un momento para que estudie la navie alienígena -dijo Arbogast. -En unos momentos sabré cómo conducir esto.

-¿Pero vamos a caber todos? -preguntó Robert.

-Aunque sea apretujados. Vamos a alcanzar a esos aliens nazis y se van a enterar.

Dejaron al profesor Arbogast estudiar el aparato alienígena mientras Lady Olsen tomaba notas. Como había predicho, en pocos minutos sabía cómo pilotar aquel aparato. No tenía mucha complicación. Era como un ovni de los años '50 y no había que ser un genio para saber para qué servía cada botón.

En cuanto todos estuvieron en el interior del aparato -apretujados, como habían supuesto-. Arbogast conectó la nave y salió disparado por los túneles siguiendo la estela de las otras naves. Esquivó con presteza todos los obstáculos, evitó atropellar a buhoneros y otros habitantes de los túneles, llegaron hasta la zona superior del túneles que a Konstantin le sonaban más que las zonas inferiores de los hombres topo y otros seres extraños, y tuvieron delante al grupo de ovnis que se dirigían a algún sitio para seguir masacrando.

-Profesor Arbogast, active las armas de la nave y dispare a esos hijos de führer -dijo Konstantin con una sonrisa.

 El ovni comenzó a disparar rayos que alcanzaron a la nave más cercana haciéndola saltar por los aires, con todo tipo de pirotecnia. Cuando el resto de alienígenas se percataron del ataque, viraron para enfrentarse a la nave pilotada por Arbogast, pero este abrió la cúpula que les cubría, permitiendo que Konstantin y Lady Olsen pudieran salir, armados y con intención de hacer una buena escabechina. El ataque de los alienígenas se centraba en el ovni de Arbogast, pero este esquivaba los disparos con presteza, mientras Konstantin y Lady Olsen aprovechaban para disparar a las naves enemigas. Cuando una de ellas cayó bajo el fuego de los atacantes, varias de las naves abrieron sus cúpulas y fueron surgiendo grises gritando cosas en alemán. Lady Olsen soltó el arma, que había agotado sus cargas, y se lanzó contra los aliens, haciendo uso de sus artes marciales matriarcales,  mientras Konstantin disparaba a los que intentaban hacer lo propio. Desde la nave de Arbogast, el becario lanzaba sus piedras estrelladas, que  al golpear en las cúpulas de los ovnis de los grises, hacían que estos tuvieran menos visibilidad. Esto era aprovechado por el profesor para dar certeros tiros que acababan con las naves antes de que pudieran defenderse. En pocos minutos, consiguieron acabar con los invasores sin recibir ni un sólo daño.

-Increíble victoria de la humanidad, señores -decía Robert a su cámara mientras saltaba de la nave y grababa el resultado de la batalla. -Como pueden ver, los miembros de la resistencia humana han acabado con la avanzadilla invasora de estos extraterrestres. Pero esto es sólo el comienzo. Hay más como ellos allí de donde han venido. Tenemos que estar preparados. ¡Despertad! ¡Que no os oculten la verdad! ¡Los extraterrestres están entre nosotros y...!

-¡¡¡A tomar por culo!!! -exclamó Konstantin interrumpiendo el apasionado discurso de Robert.

-Oye, así no hay manera -se quejó el otro cortando la grabación.

Konstantin se dirigió a la nave de Arbogast y saludó efusivamente al doctor, tras lo cual, sacó del cajón donde lo habían metido, al prisionero.

-Bien, señor alienígena nazi... te vamos a llevar a la base morlock y allí te interrogaremos como Marx manda. Que los de tu especie sepan que las tribus de morlocks comunistas no se pararán ante vuestra amenaza. Sean reptilianos, aliens grises o ratas del espacio, no hay nazi que se nos resista.

El prisionero gritó algo en alemán. Debió ser un taco.

-Bien,  voy a comunicarme con el otro grupo de incursión en los túneles. Estos tipos no son miembros de la conspiración que buscábamos, o al menos no lo parecen, pero seguro que les interesa saber que tenemos un prisionero de una raza invasora bastante maleducada -expuso Konstantin.

-¿Otra conspiración? -preguntó Robert. -¿Entonces esto no ha terminado?

-Amigo -le respondió Konstantin. -Puede que esto sea sólo el principio.

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