jueves, 14 de mayo de 2015

Un día más en la vida de Unglaublich (parte I)

Eran las primeras horas de la mañana, esas en las que tan sólo los madrugadores y los estudiantes que habían abusado de trasnochar estaban "activos", era ese momento del día en que comenzaba la actividad operativa y funcional en La Llave y la Puerta. Unglaublich había iniciado el día (aún estaba por determinar si una criatura protoplásmica, ameboide y multiforme alienígena necesitaba dormir, pero se atenía habitualmente a los ciclos de trabajo de los humanos) de forma convencional. Abandonó su refugio en uno de los desvanes de la residencia y se dispuso a iniciar las tareas del día. Si hubiera sido humano (o al menos de alguna especie que se supiera tenía sentimientos y emociones interpretables por alguien de carácter homínido), se diría que estaba satisfecho. Había pasado una buena noche haciendo de bogeyman por algunas zonas de la ciudad, cosa que hacía como hobby. Lamentablemente los niños de ahora no son como los de antes, y, aunque generalmente se asustaban la primera vez que lo veían, y algunos seguían asustándose, otros tomaban la iniciativa, lo que podía querer decir cualquier cosa: lo habían atacado con almohadas, lanzamiento de juguetes y otros objetos, le habían amenazado con pistolas de agua y pistolas auténticas (estos americanos y su permisividad con las armas de fuego, solía pensar en esos casos), aunque ambas tenían la misma efectividad en su fluida anatomía. Una vez se coló por accidente en una casa donde unas adolescentes celebraban una fiesta de pijamas y... digamos que el resultado fue más que sorprendente. Tras los gritos iniciales, resultó que eran unas otakus chifladas y con cierto interés por el porno con tentáculos que no tardaron en ver las posibilidades que el ser ofrecía. Aquello había resultado instructivo para Unglaublich, aunque agotador. Sin contar con los críos que, tras la primera impresión, lograban que acabara desafiándoles con algún videojuego. Sin embargo, esa última noche en particular no había sido nada del otro mundo. Pero claro, el día que empezaba parecía normal y tranquilo, parecía...

Brontes había vuelto a la normalidad tras el "Incidente de los aqueos", y parecía ya más controlado, cosa que sucedía normalmente tras una bronca por parte de Harvey Pickman y, si el asunto no se solucionaba así, se producía una escalada en el correctivo y le tocaba el turno a Anna Pickman. Eso sí que era terrible. Por suerte no había sido necesario. Mientras tanto, Unglaublich se acercó al despacho de Summanus, que también era bastante madrugador, para averiguar si necesitaba alguna cosa en particular de él. Al llamar a la puerta, su ocupante le invitó a pasar, cosa que el servidor de los Otros Dioses hizo sin esperar más. Una vez dentro, se amoldó a una silla y extrajo de alguna parte de su cuerpo una flauta y esperó a recibir las instrucciones del día. Summanus contempló a la masa negra sentada ante él y comenzó a explicarle cual iba a ser su trabajo para ese día.

-Hoy necesito que bajes a los túneles bajo la ciudad. Como ya sabes, no están del todo cartografiados, pese a que, tras la inundación que sufrió la ciudad durante los años 80, se incluyeron en el programa de reconstrucción y se rehabilitaron las vías más concurridas. Sin embargo, siguen existiendo zonas a las que no es recomendable acudir, y quien sabe que puede aguardar en esos pasillos olvidados. La universidad ha recibido algunas quejas sobre sucesos extraños en algunas intersecciones: ruidos inexplicables, cambios bruscos de temperatura, ectoplasmas, etcétera. Enviaron a un equipo de la Fundación Wilmarth, pero se pasaron dos semanas perdidos sin encontrar nada interesante. Aunque sospecho que la gente de esa fundación no encontraría un filete en una carnicería... En fin, que al final nos han derivado el problema a nosotros, y como Harvey y Anna andan algo ocupados, he pensado que tú podrías acercarte a echar un ojo. Toma esto, te ayudará y así de paso haces un registro en vídeo de lo que encuentres.

El dinosauroide extrajo de un cajón de su escritorio una cámara de vídeo y un mapa de los túneles cartografiados, con las zonas peligrosas e inexploradas marcadas. Aquello no parecía muy difícil, y ahí abajo seguramente no habría nada más peligroso que algún vagabundo, ratas y puede que algún que otro gul ocioso. Por ello, Unglaublich extendió un seudópodo para recoger ambos objetos y los introdujo en su cuerpo. Hizo un gesto para despedirse de Summanus y abandonó el despacho con su peculiar forma de desplazarse.

Mientras se encaminaba hacia uno de los accesos a los sótanos, donde había al menos una entrada a los túneles que recorrían el subsuelo de la ciudad cual líneas de metro primigenias que nadie sabía quien había excavado, se topó de repente con un obstáculo: 270 kg de tortuga de las Galápagos con cuatro damanes sobre su caparazón, y sobre los mismos un disco nevado con un fresno árbol del mundo bonsai y circundado por un dragón serpentiforme. Pequeña T'auin y Unglaublich mantenían una extraña relación odio-odio. Por alguna razón, el quelonio y el servidor de los Otros Dioses se toleraban pero no iban más allá de la fría cortesía. En realidad, parecían detestarse mutuamente, aunque sin llegar al enfrentamiento. Pero, en ese momento, la situación parecía haber alcanzado un punto crítico y la tortuga parecía dispuesta a poner fin a la disputa de una vez por todas con un duelo de miradas.

Unglaublich se plantó frente a su rival y adoptó la forma de un batracio de cuya espalda emergían centenares de cilios y seudópodos. T'auin reafirmó sus patas y clavó sus penetrantes ojos sobre su adversario. Por el hilo musical de la residencia comenzó a escucharse música de Ennio Morricone y los dos contendientes se miraron. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder, pero ante la furia ocular del quelonio, que parecía taladrar a su adversario, el servidor, carente de órganos visuales, no desmerecía a su rival. Y ambos aguantaron la mirada del otro, desafiantes y testarudos en su obsesión por derrotar al contrario y establecer su supremacía.

Una banda sonora de Ennio Morricone más tarde, ambos, simultáneamente, cedieron y aceptaron el resultado de tablas. Habían demostrado su valor y su entereza ante el adversario y se habían ganado el respeto a regañadientes de su némesis. Unglaublich, dándose cuenta del tiempo que había perdido, explicó a la tortuga el trabajo que tenía que hacer y esta, con un gesto de cabeza, le indicó que le acompañaría.

Juntos descendieron a través de los distintos pisos de la residencia, y se adentraron en los oscuros sótanos, dominio de las serpientes sagradas de Yig y las arañas de Araknek, cruzaron pasillos y salas cual exploradores de un dungeon cualquiera en una partida de Dungeons & Dragons en vivo y, finalmente, alcanzaron una de las entradas de los túneles. Estaba perfectamente iluminada, pavimentada y con las paredes enlucidas de cemento. Era una de las vías utilizadas por los estudiantes para acceder desde la residencia a la universidad y viceversa, no había nada extraño allí. Pero tanto Pequeña T'auin como Unglaublich sintieron un escalofrío de horror cósmico. ¿Qué oscuros misterios se ocultaban tras algunos recodos y encrucijadas de aquella innominada red de túneles?

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