miércoles, 29 de abril de 2015

El regreso del fantasma de Canterville


Un homenaje a "El fantasma de Canterville" de Oscar Wilde.

Todo empezó con la mancha de sangre en mitad del vestíbulo de “La Llave y la Puerta”. Si tenía que empezar en algún lugar, no podía ser otro para lograr el mayor efecto melodramático. Por supuesto, la mañana en que fue descubierta, se desató la tormenta perfecta: Harvey Pickman furioso, Anna Pickman iracunda y Araknek subiéndose por las paredes (literal y metafóricamente) mientras clamaba contra el autor de la bromita. Por supuesto, tuvo que intervenir la policía, aunque no tardó en descubrise que era sangre de vaca, probablemente comprada en cualquier carniceria y derramada por algún estudiante con un macabro sentido del humor. Pero habían abierto la caja de los truenos, y la furia de los Pickman y su arácnida empleada se canalizaría para hallar al culpable. Pronto se puso la residencia en pie de guerra, aplicando una estricta ley marcial y sometiendo a interrogatorio a los sospechosos habituales (es mejor tenerlos habituales que luego ir buscándo a quien investigar), pero sin obtener resultado alguno. Los poco habituales fueron sometidos al mismo tratamiento, con idéntico resultado. Los raramente habituales tampoco aportaron luz sobre el asunto, y los habitualmente inocentes tampoco sabían nada.

Tras poner patas arriba la residencia durante todo el día y acabar con algunos trabajadores al borde de un ataque de nervios, los Pickman se convencieron de que no había sido ninguno de sus “huespedes”, al menos directamente. Sin embargo, la cosa no se quedó sólo en la mancha de sangre. Mientras se sometía a interrogatorio a los estudiantes de la residencia, en la Miskatonic ocurrían más fenómenos extraños (más de lo habitual, está claro). Seabury Pickman estaba atareado revisando el material audiovisual para su próxima clase cuando escuchó fuera de su despacho el reudio de hierros viejos que se acercaban. Con un estremecimiento, le echó una rápida mirada al grueso tomo con las obras completas de William Hope Hodgson que tenía en una de sus estanterías, recordando las extrañas circunstancias en que acabó en sus manos. Temeroso de que sucediera algo parecido, al principio dudó, pero finalmente se armó de valor y se acercó a la puerta. Al abrirla, vió ante él un viejo terrible (más terrible que el Anciano Terrible que vivió en Kingsport): sus ojos parecían carbones encendidos, una larga cabellera gris caía en mechones revueltos sobre sus hombros. Sus ropas, de corte anticuado, estaban manchadas y en jirones y de sus muñecas y tobillos colgaban unas viejas y oxidadas cadenas y grilletes. Seabury, sorprendido, cerró la puerta de golpe, tomó aire profundamente y trató de tranquilizarse. Rápidamente dió con la solución: avanzó hacia un armario de su despacho, lo abrió y sacó un espray lubricante. Con gesto decidido, se dirigió de nuevo hacia la puerta, al otro lado de la cual seguía esperando la aparición, y, con voz segura, le dijo:

-Distinguido señor, permítame recomendarle este excelente producto lubricante para que engrase sus cadenas. Es una fórmula diseñada por unos estudiantes de esta institutución y le aseguro que es completamente eficaz contra el óxido y la herrumbre acumulados con el tiempo. Y ahora, con su permiso, tengo que volver al trabajo. Si desea hablar conmigo, le invito a que pida una cita en la secretaría de la facultad.

El fantasma, sorprendido, cogió el bote de lubricante mientras el flemático profesor se despedía y cerraba de nuevo la puerta para volver al trabajo. El fantasma, inmóvil de indignación, no sabía como reaccionar, hasta que, con un alarido de ira huyó por el corredor (eso sí, llevándose el lubricante). Durante el resto del día, apariciones similares se dejaron ver por toda la universidad y la residencia: un esqueleto leyendo un diario íntimo mientras bailaba la “Skeleton Dance” (aquí el fantasma se hizo un pequeño lío), una mano verde tamborileando en los cristales (y perseguida tenamente por Araknek, que no le gustaba que le llenaran de huellas de dedarros las ventanas), una armadura completa (que luego se supo que pertenecía al atrezzo del grupo de teatro de la universidad) ocupada por un espectro, una niebla fosforescente de la que emanaban carcajadas satánicas, un gran perro negro de aspecto demoníaco, etc.

Como se trataba de un ente fantasmal, Anna Pickman se lo tomó como un desafío personal. Comenzo interrogando a todos los testigos de las apariciones y anotandolo todo con pelos y señales. Tal abundancia de manifestaciones espectrales no podía ser casual, tenía que haber una pauta, un esquema que se escapaba a su entendimiento. Por ello, decidió dar un paso más allá, y, fruto de un momento de inspiración, decidió investigar las actividades recientes realizadas según el programa de la Universidad. Con la ayuda del resto de los Pickman y la colaboración interesada de Brontes (el cíclope quería darle una lección al fantasma que, ataviado con un sombrero de ala levantada por un lado y caída del otro, con una pluma roja, y un sudario deshilachado por las mangas y el cuello y armado con un puñal mohoso, le dió un susto al presentarse por sorpresa a sus espaldas mientras estaba concentrado en el estudio de un diseño propio), juntos no tardaron en vencer la resistencia del cuerpo administrativo y su ingobernable legión de secretarias y secretarios, siempre dispuestos a usar la burocracia como arma de asedio contra el invasor que pretenda adentrarse en su mundo. Tras analizar toda la información recopilada, dieron con lo que parecía ser la clave del asunto: Todas y cada una de las manifestaciones observadas, partiendo de la mancha de sangre, correspondían a las caracterizaciones y manifestaciones de Sir Simon de Canterville, a quien Oscar Wilde diera vida en su historia corta “El fantasma de Canterville”. Esta había formado parte del temario de un seminario que se había realizado sobre la obra del escritor, poeta y dramaturgo irlandés, por lo que la investigación tenía que tomar un nuevo rumbo. Con la lista de asistentes al seminario, Anna realizaría una nueva tanda de entrevistas, pero esta vez ya sabia que tenía que preguntar.

Mientras tanto, el fantasma había sido visto de nuevo: un esqueleto blanqueado por el tiempo daba vueltas a cuatro patas alrededor del monumento en memoria de Sir Terry Pratchett, moviendo los ojos en sus órbitas, para asombro de Pequeña T'auin. La tortuga del mundo contemplaba asombrada este espectáculo y parecía más divertida que asustada, para desgracia de la aparición.

Con los nuevos datos obtenidos, la investigación se condujo directa y rápida, sometiendo a interrogatorio a los sospechosos hasta que lograron que la verdad saliera a la luz. La culpa de todo la tenían unos estudiantes aficionados al espiritismo y todo lo relacionado con los fantasmas y sus manifestaciones. Casi parecían amigos de Robert Pickman, en opinión de Anna. Estos genios, que habían participado en el seminario sobre Wilde, decidieron probar suerte e invocar al fantasma de Canterville, sin darse cuenta de que este era una criatura de ficción. Lamentablemente había gente así: no diferenciaban (o no querían hacerlo) la realidad de la ficción con determinadas cosas. Parecían haber tenido éxito, pues salieron ahuyendo ante la primera manifestación de Sir Simon: un viejo espectral ataviado con un largo sudario salpicado de moho de cementerio, con la quijada ataada con una tira de tela y una linterna y un azadón de sepulturero. Tras este “éxito”, decidieron dejar correr el asunto y dedicarse a cosas más “materiales”, sin embargo, el fantasma seguía suelto y había que detenerlo. Para ello, Anna elaboró un plan que incluía el uso de un cebo: una joven que se disfrazara de Virginia Otis, la muchacha virginal que logra redimir al fantasma. Debido a las prisas para detener estas manifestaciones sobrenaturales, no había tiempo de organizar un casting en condiciones, por lo que acabaron embutiendo a Welcome en un vestido que parecía sacado de alguna ilustración gótico-romántica y que la hacía parecer más una vampiresa ninfómana que una virginal doncella americana.

-Al menos, si realmente es Sir Simon, no se resistirá a tus obvios “encantos”- expresó Anna haciendo referencia a los generosos pechos de la joven, que el vestido realzaba más que disimular.

Con una mueca de desencanto, Welcome se avino a hacer su papel, ya que, a fin de cuentas, no era mala actriz, esperando que la cosa no se demorara demasiado. Decidieron tender la trampa en la estatua en memoria de Sir Terry Pratchett, donde Welcome se apoyó lánguida en espera de la llegada del espectro. Cuando éste hizo su aparición, ataviado como un monje benedictino vampiro, Evangeline hizo una buena interpretación de la joven dulce y virginal que atrajo al fantasma. En el momento oportuno, la chica hizo una señal y una red tejida con la seda de Araknek fue lanzada sobre el espectro que se vió atrapado y sin posibilidad de escapar ante ese tejido de otro mundo. Llegado el momento, y una vez capturado, Anna, Welcome y Araknek se acercaron al ente para interrogarle y buscar la forma de exorcizarlo.

Con gesto decidido, y en la mejor tradición del show de Scooby-Doo, Anna arrancó la máscara que ocultaba los verdaderos rasgos del espectro. Aquel no era Sir Simon de Canterville, un personaje ficticio, sino... ¡¡el fantasma de Oscar Wilde!! Ante la sorpresa de la revelación, el propio autor irlandés explicó lo sucedido:

-Aquellos estudiantes pretendían invocar a mi creación, más, siendo esta ficticia, eso era imposible. En su lugar, lograron atraerme a mí. Y ya que me encontraba aquí, decidí seguirles el juego y caracterizarme como Sir Simon para divertirme un poco. Cuando vi a la dama caracterizada de esta manera, sentí curiosidad por la trama que habíais organizado y, por ello, he sido capturado. Bien, reconozco que ha sido divertido, pero ya es hora de marcharme. Tal vez vuelva de nuevo por este lugar, pues me ha resultado gratamente sorprendente.

Y con la elegancia de un caballero decimonónico y el ingenio de un hombre único en su género, se despidió de los presentes para, por su propio pie, una vez liberado de la red, alejarse y desaparecer tras una esquina.

miércoles, 22 de abril de 2015

Agradecimientos / Todo Thunder-verse

El 9 de octubre de 2014, La Llave y la Puerta inició su andadura oficial. En esa peculiar fecha, la más alocada, estrambótica, absurda y sobrenatural residencia universitaria abrió sus puertas. Durante estos meses hemos asistido a inferencias interdimensionales, pavos zombis, abogados, una desastrosa cena navideña, villanos de opereta, un homenaje a Guy de Maupassant, el día después de la celebración de fin de año, y a Thunder-verse, una conspiración para matar a los dioses del trueno. Los personajes de este blog han hecho de todo y aun les queda mucha andadura por delante.

Los autores de este blog queremos agradecer a los lectores del mismo su presencia, pues es gracias a ellos que La Llave y la Puerta sigue adelante. Con sus visitas nos alientan a continuar este divertido y curioso proyecto. Pero también deseamos aprovechar esta oportunidad para recibir humildemente los agradecimientos de aquellas personas que, con su trabajo y su obra, nos han servido de inspiración para La Llave y la Puerta y que hemos conseguido no demostrar su influencia en la historia, por lo que nos ahorramos las demandas por difamación, plagio y daños morales. Por ello, aceptamos la gratitud y reconocimiento de:
  • Todos aquellos expertos en mitología cuyo trabajo nos hemos dedicado a deconstruir y montar según nuestra propia perspectiva cual un Lin Carter cualquiera.
  • Terry Pratchett, a quien ya homenajeamos en La Llave y la Puerta, y cuyo talento narrativo y su habilidad para la parodia y el humor no dejan a nadie indiferente.
  • Alberto López Aroca, que desmitifica los Mitos de Cthulhu y la lía más aún que nosotros en las Tierras del Sueño en "Necronomicón Z".
  • Brian Michael Bendis, escritor de comics y adalid del decompressive storytelling, ese estilo de escritura que hace que las lineas argumentales y los sucesos se desarrollen muy lentamente, dando mucha importancia a los aspectos secundarios. Gracias a él tenemos la excusa perfecta para que Thunder-verse se extienda tanto.
  • Cels Piñol, cuya obra "Fanhunter" ha demostrado que el humor épico decadente es una forma muy apropiada de contar una historia.
  • Dan Slott, escritor de comics, por crear Spider-verse, el evento arácnido de Marvel Comics que ha reunido versiones de Spider-Man de diferentes universos y que ha inspirado la creación de Thunder-verse.
  • Guy de Maupassant, a quien homenajeamos su "Crimen del tío Bonifacio" en una de las entradas, porque es uno de los grandes de la literatura fantástica y de terror.
  • H. P. Lovecraft, Clark Ashton Smith y Robert E. Howard, sería injusto no mencionar a los "Tres mosqueteros de Weird Tales", cuya obra es la base de este blog.
  • Josep Oliver y Bartolo Torres, autores de "El joven Lovecraft", el comic on-line publicado por Diábolo ediciones que demostró que se puede hacer una parodia divertida y sana sobre H.P. Lovecraft con ingenio y mucho buen humor.
  • El equipo de la tienda on-line Mirmidonia, que nos han prestado su apoyo y amistad en todo momento.
  • Nacho Fernandez, que revolucionó al fandom español con "Dragon Fall", demostrando que una buena parodia no tiene nada que envidiar al original.
  • Rosa Mária Gómez Vico, que con su novela "El vagón de metro" nos dio un empujón adelante a la hora de mezclar el pulp con otras temáticas.
A todos los citados, y a aquellos que no los hemos citado porque nuestra vida correría peligro si lo hiciéramos, queremos reiterar la aceptación de sus agradecimientos por su inspiración en esta magna obra. Y, debido a la larga extensión en el tiempo de nuestra gran saga de los dioses del trueno, queremos aprovechar para poner a disposición de los lectores constantes y habituales y de los ocasionales y recién llegados, la lista completa y ordenada de todo Thunder-verse:

lunes, 20 de abril de 2015

Thunder-verse: Epílogo

Cuando Brontes vio el conocido edificio que servía de base a la residencia La Llave y La Puerta no pudo evitar una sonrisa complacida. No había estado fuera más que un par de días, pero había sido todo tan caótico, tan peligroso, y tan oníricamente absurdo, que encontrarse en un lugar al que podía llamar hogar le llenaba de alegría.

Cuando el ciclópeo dios atravesó las puertas de la residencia pudo respirar el aroma del producto de la limpieza que usaba Araknek, escuchar los sonidos normales del lugar, y sentir la potente luz de los tubos de iluminación. Definitivamente sí, estaba en casa. Cerró la puerta detrás de él y entró en el lugar avanzando con paso decidido, aunque estaba tremendamente cansado. Como dios que era, no tenía necesidades humanas como dormir, pero agradecía enormemente echarse y relajarse un rato en la habitación que había alquilado en la residencia al poco tiempo de llegar a Arkham.

Antes de que pudiera avanzar mucho, de detrás del recibidor apareció el estirado dinosauroide que trabajaba para los Pickman, ataviado con su habitual disfraz de "humano normal", que consistía en ropas holgadas y una barba falsa... como si hubiera alguna forma de ver normal a un tío con la piel ligeramente cobriza y marrón, pero como esto es Arkham, nadie había notado nada. Una sonrisa dentuda llenó el rostro de Summanus y, sin dar tiempo a nada al cíclope, le abordó.

-¡Brontes! ¡Has vuelto! ¿Pero dónde te habías metido?

Brontes miró extrañado al dinosauroide.

-Ni que no fuera normal que estuviera fuera un par de días...

-¿Días? -preguntó Summanus -Pero si has estado fuera dos meses...

Brontes se quedó pensativo unos momentos.

-Aaah, claro... es que el tiempo en Las Tierras del Sueño corre de forma distinta al mundo de la vigilia.

El cíclope siguió avanzando seguido de Summanus.

-¿Entonces has estado en Las Tierras del Sueño? -preguntó el dinosauroide.

-Sí -respondió Brontes -, pero no de visita. Las perturbaciones meteorológicas que sentimos antes de mi desaparición tuvieron respuesta allí. Básicamente, un idiota había secuestrado a los dioses de las tormentas, el rayo, y el trueno de distintos lugares con la intención de acabar con todos... pero resultó ser un inútil presentador del tiempo de la tele, así que no costó nada acabar con él. Ya sabes que los asuntos de los dioses suelen ser complicados, así que esta tontería nos llevó más tiempo del que debería... pero bueno, mientras yo no he estado ¿ha pasado algo por aquí?

-Oh, sí, bueno... primero hemos erigido una estatua en honor al gran escritor Terry Pratchett, que lamentablemente murió durante tu ausencia.

-Vaya, es una gran pena, apreciaba a ese buen señor -dijo Brontes con el semblante entristecido.

-Después de eso sufrimos la invasión.

-¿La invasión? -preguntó el cíclope.

Llegaron hasta las escaleras y fueron subiendo hacia el primer piso.

-Sí, aunque conseguimos que ningún alumno hiciera ninguna estupidez durante el período de exámenes, en cuanto este terminó un chaval que estudiaba Física Teórica abrió inadvertidamente un portal hacia una dimensión paradójica, allí la comida se come a las personas.

-Vaya, qué paradójico -susurró Brontes.

-Pues bien, antes de que pudiera cerrar el portal, toda la ciudad fue invadida por una horrible horda de croquetas... ¡croquetas asesinas!

-¡Oh, no!

-Sí, eran de jamón, y también había de bacalao.

-¿Y cómo es que la invasión fue abortada? -preguntó Brontes según cruzaban el primer piso.

-Pues aunque las croquetas eran muy buenas en estrategia militar, no tuvieron en cuenta el tremendo hambre que pasan los alumnos de intercambio... fueron irremediablemente devoradas por un grupo de estudiantes alemanes con un hambre voraz.

-Oh, triste final para las croquetas asesinas... ser devoradas por un grupo de hambrientos estudiantes.

-Pero eso no fue nada -siguió Summanus mientras subían al segundo piso -. Después de un tiempo, fuimos atacados por una extraña raza alienígena de más allá del Sistema Solar... un ataque por parte de tremendamente educados extraterrestres.

-¿Extraterrestres educados?

-Sí, era horrible, todo lo hacían con una educación impecable, no podía superarla ni el estudiante más disciplinado del colegio más costoso de Inglaterra. De hecho, gracias a su exquisita educación, su galantería y sus modales, conquistaron el planeta entero.

-¡¿Qué?! ¿Eso quiere decir que ahora los dueños del planeta son unos extraterrrestres educados?

Llegaron al segundo piso, donde Brontes tenía su pequeña habitación, y se dirigieron al pasillo donde esta se encontraba.

-Oh, no, resulta que Anna Pickman les convenció de que conquistar un planeta ajeno era algo de muy mala educación, así que los alienígenas se disculparon mucho y después se fueron.

-Así me gusta, me encanta que hayáis sido capaces de solucionar todos vuestros problemas.

Los dos llegaron hasta la puerta de la habitación, que se encontraba junto a una ventana que daba al exterior, y Brontes abrió con la llave.

-Bueno, no todos los problemas están resueltos, ahora está el tema del gigante...

-¿El gigante?

Por la ventana, repentinamente apareció un gigantesco ojo que miró con curiosidad al interior de la residencia y después se alejó.

-Aaay, hogar dulce hogar -dijo Brontes entrando en su habitación.

-Pero espera... ¿no nos vas a ayudar con el gigante?

Se pudo escuchar un tremendo estruendo y vieron pasar volando por fuera un coche de bomberos.

-Verás, Summanus, he estado fuera dos meses y ahora lo único que quiero es echarme un rato y escuchar un poco de música.

-Pero si dices que para ti sólo han sido dos días.

El cíclope se quedó mirando fijamente al dinosauroide.

-¿Sabes que he conocido a otro Summanus? Pásalo bien.

Le dio un tirón a la barba del otro y, repentinamente cerró la puerta.

Definitivamente, Brontes se alegraba de estar en casa.

lunes, 13 de abril de 2015

Thunder-verse (parte 9): Ultharpocalypse!!

Especial King-in-Yellow Size con el esperado final de Thunder-verse.

El espectáculo que se encontraron Brontes, Raijin, Summanus, el oso Misha y Karakal no tenía descripción posible, pero como se nos ha agotado el saldo de adjetivos lovecraftianos y de excusas para escaquearnos de estas situaciones, allá va: Ulthar hace unas horas era un tranquilo pueblo de las Tierras del Sueño, hace media hora, los gatos comenzaron a ponerse nerviosos y buscar formas de escapar, hace quince minutos, el aullido del viento era ensordecedor y la tormenta lo cubría todo, hace cinco minutos, no quedaba un gato en Ulthar, ahora, no queda Ulthar. En el lugar donde se alzaba la otrora reposada villa, se hallaba una población arrasada por la caída de múltiples rayos y retruecanos y una enorme galera de las bestias lunares destrozada de tal manera que haría las delicias de cualquier fanático de los puzzles. En el epicentro de la destrucción, yacían, durmiendo la mona, Thor y Perun, rebozados en astillas y cubiertos de trozos de madera, mientras N'kari trataba de recuperarse del, posiblemente, naufragio más absurdo de la historia, y Zeus trataba de sacar la cabeza de un ojo de buey.

En esos momentos, mientras la diosa negra y el griego de los rayos trataban de recuperar la compostura y la dignidad, hacían su entrada el grupo de perseguidores: Brontes, Raijin, Summanus, Karakal y Misha. Sorprendidos por encontrar aquel caos, se habían quedado sin palabras. Ulthar tardaría en volver a ser la misma, pues sería necesario mucho trabajo de limpieza, desescombro y reconstrucción. Sin embargo, los gatos, que parecían haberse recuperado más rápidamente de la impresión, no tardaron en volver a ocupar su hueco en las calles, disfrutando del nuevo paisaje urbano, lleno de trozos de madera con los que jugar, escondites que explorar y alturas que escalar. Cuando finalmente los dioses se reunieron, no tardaron en demostrar sus sentimientos ante el esperado reencuentro:

-¿Pero se puede saber que coño habéis hecho? ¿Cómo os la habéis montado para destrozar Ulthar de esa manera? -empezó Karakal -Espero que no se haya dado cuenta de esto, porque como venga entonces si que se puede armar una buena.

N'Kari, que parecía estar más recuperada del accidente, le miró extrañada y le interrogó al respecto:

-¿Qué pasa? ¿De quién hablas?

-¿De quién va a ser? ¡Bastet! Con la que habéis liado con los gatos, será un milagro que no venga a ver que ha pasado.

-No exageres, no ha sido para tanto.

Pero Karakal ya se llevaba las manos a la cabeza temiéndose lo peor mientras N'Kari, ignorándolo, se acercó a Zeus para ayudarle a desincrustarse del ojo de buey. Por su parte, los demás dioses se dispusieron a ayudar a los ebrios Thor y Perun y a comenzar a despejar la plaza central de Ulthar. Pero no tardó mucho en materializarse lo que Karakal tanto temía. Hecha un basilisco y ataviada tan sólo con un faldellín egipcio de lino, con sus divinos pechos rebotando de furia mientras la felina diosa avanzaba escoltada por un numeroso grupo de gatos, Bastet hizo su entrada en la plaza, clamando por los responsables. Karakal trató de interceptarla, pero temible es la furia de una mujer, aterradora la de una gata, y cataclísmica la de un dios. Y si se trata de una diosa de los gatos, se juntan las tres en una, con lo que más vale que busques un lugar seguro... en otro universo.

Mientras Karakal trataba de contener infructuosamente la terrible marea de furia de Bastet, Zeus había logrado sacar su cabeza del ojo de buey, y, algo mareado, se apercibió de la presencia de la diosa felina, cosa que, en su estado, le hizo soltar un comentario muy poco apropiado:

-Que buena está la gata.

Cuando Bastet escuchó esto, hirvió más de furia, quitando de en medio a Karakal de un golpe, y avanzó directa hacia Zeus que no podía (o no quería) apartar los ojos de los pechos de la diosa. Al llegar hasta él, y sin mediar palabra, le soltó un gancho a la mandíbula que hizo salir al griego por los aires y completamente noqueado. Una vez desahogada con el puñetazo, no tardó en exigir explicaciones. Entre los dioses que quedaban en pie y, con sumo tacto, trataron de explicarle a Bastet lo que había pasado, y como se había acabado desencadenando ese desastre sobre la ciudad donde está prohibido hacer daño a un gato. Mientras estaban en plena faena, Thor y Perun comenzaron a dar señales de recuperar la conciencia, y cuando, tras varios intentos, lograron ponerse en pie, se acercaron tambaleándose hacia el grupo de divinidades. Sin embargo, la resaca nivel Dios que arrastraban provocaba que no estuvieran ni de lejos en plena posesión de sus facultades, por lo que Perun, con un dolor de cabeza épico, se tropezó con sus propios pies, trastabillando hasta chocar con Bastet, con tan mala suerte que acabó estampando una mano en el culo de la diosa. Ésta, agraviada, se giró para soltar un guantazo al eslavo, que, con una técnica que sería la envidia de cualquier Maestro Borracho, pero sin hacerlo a propósito, sino como consecuencia de su estado, logró esquivarlo con un extraño requiebro y la torta se la llevó Thor que acabó proyectado contra Raijin y Brontes. Esto era la gota que colmaba el vaso de la paciencia de los dioses más controlados y la señal para comenzar una épica batalla entre panteones que sería la envidia de cualquier videojuego o película de Michael Bay y a la que una Zeus con un ojo morado por el golpe de Bastet se dirigía para participar también.

En medio de semejante trifulca de deidades, una lucha con nueve dioses (Brontes, Raijin, Summanus, Karakal, Zeus, Thor, Perun, N'kari y Bastet) y unos doce bandos, mientras el oso Misha se dedicaba a contemplar el espectáculo comiéndose un panal lleno de miel (quien sabe de donde lo sacó), hicieron su entrada en medio de una nube de humo Loki y el Señor de las Tormentas, ignorados por todos menos por los gatos que también estaban disfrutando del espectáculo.

-Aquí los tienes, los que se habían escapado y no había manera de encontrarlos. Con estos tendrás suficiente poder para ser inmortal e invencible, y con un control total sobre las tormentas y el clima.

Ante la aseveración de Loki, el Señor de las Tormentas lanzó una risotada maligna y desenvainó a Cortatormentas. Confiado en el poder de su espada encantada, el infame villano declamó con voz que pretendía ser profunda pero que parecía de afonía:

-Oh deidades tronadoras, he aquí el que se encargará de poner fin a vuestra tiranía sobre el clima y que será vuestro castigo. Yo seré el nuevo, definitivo y todopoderoso Dios del Trueno y nunca más se verán mis planes afectados por vuestro designio.

Volvió a reír de forma maligna y se lanzó contra la melé divina en la que, algún que otro dios (Zeus, está claro), estaba aprovechando para meter mano a las diosas y esperando que, con suerte, la pelea acabara en orgía. Cuando el osado y vicioso Señor de las Tormentas cargó contra la divina pelea, no tuvo en cuenta que hasta ahora se había enfrentado a espíritus elementales, diosecillos, seres mitológicos semi olvidados, un entrenador del Betis y demás morralla divina, ahora estaba haciendo frente a dioses de primera división. Por eso, mientras Bastet le pegaba una patada en las joyas de la corona a Zeus y Perun se lanzaba contra ella para tratar de placarla, Raijin, con un revés de su tetsubo que golpeó a Thor, alcanzó también al villano que salió despedido por los aires. Cuando éste logro recuperarse del golpe, volvió a cargar para recibir, esta vez, un puñetazo por parte de Summanus que le aseguraba un ojo morado y que, nuevamente le propulsó fuera de la pelea. A la tercera, intentando una aproximación diferente, dio de lleno contra el martillo de Brontes que ejecutaba un giro tras golpear a N'kari que, con sus afiladas uñas trataba de aferrarse a Karakal. Este tercer impacto, propinado por el martillo de trueno del griego, fue el golpe de gracia que impulsó al Señor de las Tormentas contra el muro del templo de los Grandes en Ulthar. Y de esta manera se pone fin a la andadura del más terriblemente patético villano de opereta surgido desde Pete Pote de Pasta (¿en qué estaría pensando Stan Lee cuando lo creó?).

Mientras tanto, Loki, que se había sentado a disfrutar del espectáculo junto a Misha y que devoraba unas palomitas de maíz, se puso en pie y comenzó a llamar al orden a los dioses. Cuando las deidades comenzaron a darse cuenta de que el Herrero Mentiroso les estaba reclamando, dejaron de pelearse para ver que quería de ellos el nórdico. Por supuesto, Thor tenía algo más que palabras con Loki:

-¡Loki! ¡Maldito! ¡Sabía que tenías que ser tú y no el Nyarlatoloquesea ese que dice el pesado de Brontes!

-¡Nyarlathotep!

-¡Lo que sea! Ahora veras Loki, te vas a enterar de lo que es bueno.

Thor, resacoso y vapuleado cargó contra el Herrero Mentiroso que no tuvo problema en esquivarlo sin esforzarse demasiado, cosa que acabó con Thor estampado contra una pared y más calmado. 

-Bueno, creo que os debo una explicación -comenzó a decir Loki-. Veréis, la cuestión es que llegó a mis oídos la existencia de un villanuelo de tercera regional que quería vengarse de los dioses del trueno por no se que estúpida razón. Seguramente quería dominar el mundo o algo así, lo típico. Y acabó investigando el mundo de los libros prohibidos, por lo que, más por suerte que por talento, se topó con algunos ejemplares realmente peligrosos. Como veía que, con su ineptitud iba a provocar algún desastre o, ¡peor!, invocar a Nyarlathotep -aquí viene un ¡Lo sabía! de Brontes-, decidí meterme por medio y, ya de paso, fabricarme mi propia arma chula, la Cortatormentas.

-Pero has hecho que mate a dioses del trueno -le acusó Summanus

-Sí, pero daros cuenta de lo que ha pasado cuando se ha intentado enfrentar a vosotros. Los únicos dioses que ha matado han sido los de regional preferente, seres de muy poco poder que no han sido capaces de defenderse contra un capullo nerd con una espada que no sabe usar. Así que lo he tenido mareando de un lado a otro de las Tierras del Sueño, haciendo que ganéis tiempo hasta estar todos juntos y así que os lo quitéis de encima de una vez. Y eso es lo que habéis hecho. Ahora bien, con vuestro permiso, y una vez completado mi trabajo, me retiro.

-Un momento, ¿pero quien era el tipo ese? -preguntó nuevamente Summanus.

-Ni idea, un capullo integral de Arkham, alguien relacionado con la televisión.

Brontes, que empezaba a sospechar de quien se podía tratar, se acercó al cuerpo caído del difunto villano y vio a un tipo bastante anodino, no era particularmente atractivo, ni feo como el pecado. No tenía cara de hurón ni parecía especialmente astuto o cruel, tan sólo un meteorólogo de segunda de un canal de televisión local que no acertaba en sus predicciones ni de casualidad.

-Ya se quién es, es un pardillo sin talento que no acertaba con sus predicciones meteorológicas. El típico perdedor resentido y amargado. Entonces, si ya ha acabado todo, creo que podemos irnos a nuestros respectivos hogares.

De esta forma, los dioses del trueno fueron separándose y citándose para verse posteriormente en ElderGodBook, decididos a tomar unas vacaciones tranquilitas y sin tanto jaleo. Loki sonrió mientras las deidades se alejaban, solas o por parejas, con Perun y Misha cabalgando hacia el horizonte (con música de Ennio Morricone) y Bastet y N'kari decididas a probar los placeres sáficos. Zeus, por su parte, se tuvo que contentar con los recuerdos de los aérobicos momentos vividos con la diosa africana mientras regresaba hacia el Olimpo.

Una vez se habían ido todos los dioses, Loki, satisfecho por que una vez más se había salido con la suya en una broma, cogió la Cortatormentas y su vaina, que nadie se había acordado de la espada, y se fue tranquilamente.

Tras la marcha de Loki, dos figuras ataviadas en traje negro y corbata, salieron de la taberna de Ulthar. Una de ellas, alta, muy delgada, con cuatro brazos y piel pálida y carente de rostro, y la otra de piel morena y rasgos faraónicos. El que Legisla tras el Umbral sonrió mientras le tendía una mano a Nyarlathotep y le comentaba:

-Ya te lo dije, siempre puedes contar con Loki para organizar un buen espectáculo, y si hay por medio dioses del trueno, los fuegos artificiales no van a faltar.

-Tenías razón, he perdido la apuesta. Aquí tienes, un dolar.

El billete cambió de mano mientras el primigenio legal disfrutaba de su victoria.


Fin de Thunder-verse

jueves, 9 de abril de 2015

Thunder-verse (parte 8): Dreamlands Party Hard

-¡¡Sois los dioses más idiotas con los que he tenido el infortunio de cruzarme!! -exclamó N'Kari.

Puede que aquello fuera una exageración, pero por otro lado no estaría muy desencaminada, si se analiza la situación en la que se encontraban en ese momento.

Estaban todos ellos, N'Kari, Zeus, Perun y Thor, atados a una inmensa roca circular en el interior de una oscura tienda, tan sólo iluminada por antorchas de danzarín fuego. Las cuerdas que les ataban estaban hechas por algún tipo de material que no podían romper con su fuerza divina, aunque a algunos de ellos eso no parecía importarles mucho. Esos en concreto eran Perun y Thor, que yacían roncando y con la cabeza moviéndose armoniosamente al ritmo de su respiración. Zeus estaba despierto y no cesaba de intentar romper las cuerdas con sus dientes, pero lo único que conseguía con ello era llenarlas de saliva divina. ¿Y cómo habían acabado en alquella situación? Pues no era sencillo de explicar.

Los dioses de la tormenta habían salido del castillo de Kadath seguidos por la luz del poderoso rayo y se habían encontrado con que éste se encontraba en lo alto de unas montañas. Esto sería un problema para cualquier persona, pero ellos no eran personas propiamente dichas. Con la fuerza de los vientos invocados por N'Kari, los cuatro dioses salieron de allí volando, pero nadie contó con que la susodicha estaba cabreada, muy cabreada, y cuando esto sucede, los vientos rugen y se encabritan, convirtiéndose con el tiempo en gigantescos huracanes. El huracán terminó arrastrando a los dioses por casi toda la superficie de Las Tierras del Sueño. Cruzaron Leng en un suspiro, apenas se dieron cuenta de pasar Sarkomand, cuyos perplejos habitantes vieron pasar el vendaval, que cada vez cogía más fuerza. Cruzar el mar hizo que la tormenta absorbiera litros de agua y se volviera más poderosa, así que, cuando llegó a la tierra de Ooth-Nargai, aquello era un huracán de niveles gigantescos... un huracán que terminó desembocando en la eterna ciudad de Celephaïs. Los guardianes de la ciudad imperecedera vieron llegar las gargantuescas nubes negras, pero no tuvieron tiempo de advertir de lo que venía, pues pocos segundos después, un diluvio cayó sobre ellos, acompañado de poderos rayos que cayeron sobre las torres más altas de la ciudad, y trayendo con ellos algo peor, algo que había acelerado como un bólido que iba directo a chocar contra la ciudad... bueno, concretamente eran cuatro algos.

Los cuatro dioses chocaron provocando una destrucción que haría las delicias de Roland Emmerich y que dejó a la ciudad imperecedera en una situación que no había conocido jamás. Los habitantes de la desafortunada ciudad apenas tuvieron tiempo de represalias, porque los cuatro dioses  no tardaron en ir al puerto, donde encontraron una gran cantidad de barcos de lustrosas velas y una siniestra galera que parecía totalmente fuera de lugar. Tras un rato discutiendo cual tenía mejor pinta, decidieron votar, en un momento inusualmente democrático para ellos, y salió ganando la galera negra con los votos de los tres dioses varones. A N'Kari no le gustaba la pinta de ese barco, pero decidió subir con ellos, partiendo así de Celephaïs, que tardaría en olvidar ese día.

La galera iba tripulada por unos extraños individuos vestidos con turbantes y ropas que les venían demasiado grandes, pero a ojos de los dioses parecían bastante simpáticos, a todos menos a N'Kari, que veía algo repugnante en ellos. Haciendo honor a la verdad, realmente le costaba encontrar algo que no fuera repugnante en ellos y le hacían vibrar su sentido del peligro, pero los otros tres ya estaban festejando con ellos. Habían estado hablando con los marineros de que iban buscando a un malvado enemigo que los había engañado y al que pretendían enfrentarse. Los extraños individuos habían sacado unos barriles de licor, momento en que Perun y Thor comenzaron una encarnizada lucha por ver cual aguantaba más. Teniendo en cuenta la que ya llevaba encima Thor, no era muy dificil adivinar quién era el ganador, aunque el segundo puesto tampoco es que aguantara mucho, pues acabó por los suelos como él después de beberse un barril cada uno. Zeus aprovechó la distracción para volver a tirarle los trastos a N'Kari, pero su humor era volátil como los vientos y no tenía ningunas ganas de volver a hacer lo que estaban haciendo cuando llegaron a los reinos oníricos. De algún modo la consiguió acorralar después de una lamentable persecución por toda la cubierta del barco. Uno de los marineros le sugirió a Zeus que bebieran una copa de vino, que el suyo era afrodisíaco, y Zeus accedió, dándole una copa a N'Kari, que reacia, terminó bebiendo. Puede que el vino fuera afrodisíaco o no, lo que era seguro, es que era narcótico.

Y allí estaban ahora, en una tienda de campaña espaciosa, con dos de ellos dormidos, uno mordisqueando una cuerda y otra enfadada Se  estaba preguntando de dónde habían sacado unas cuerdas que no pudieran romper, cuando la tienda se abrió y pudo ver cómo entraban tres seres. Dos de ellos eran como inmensas ranas que se hubieran comido todo un Burger King, varias pizzerías y un restaurante buffet libre, con la diferencia de que, si fuera ranas, no tendrían tentáculos en la cara. El que les acompañaba no eran tan bizarro (del inglés bizarre, no que no fuera valiente [tu diccionario amigo y los false friends]). Se trataba de un ser de apariencia humana, vestido con un traje de negocios y de piel oscura. Con él venían además dos pequeños felinos que no hacían más que lamerle las manos.

-Aquí tiene, mi señor -dijo uno de los sapos gigantes.

El individuo moreno se paró delante de la gigantesca piedra y miró a los dioses.

-¿Y para qué me habéis traído a estos? -dijo mirando de soslayo a los pequeños leones.

-Eh... dijeron que estaban buscando a un enemigo engañoso que se había burlado de ellos... no nos costó mucho adivinar que se referían a vuesa majestad.

-Pues yo estoy muy ocupado ahora para estas tonterías.

El extraño individuo hizo un gesto con sus manos y las cuerdas explotaron, seguidas de un chisporroteo y pequeños fuegos de artificio. A Zeus se le cerró la boca de golpe y casi se mordió la lengua y los dos dioses dormidos cayeron al suelo. N'Kari se levantó velozmente y encaró al oscuro.

-¡Alto ahí, amigo! ¡Claramente eres aquél al que buscamos, pues tus cuerdas podían retenernos y el  vino que tus sirvientes nos dieron consiguieron dormirnos. Somos dioses y eso no es fácil de conseguir... ¡eres  tú el enemigo, así que en guardia!

-¿Enemigo? -preguntó el moreno ajustándose el traje -Yo más bien soy un prestidigitador, ahora me ves...

Repentinamente sonó un ¡plop! y el extraño hombre de negocios ya no estaba allí. Ni él ni los leones.

-¡Brujería! -exclamó N'Kari -Es él, es el enemigo... ¡Zeus, despierta a los otros, vamos en su búsqueda!

Zeus miró a los otros dos y, percatándose de que no sería fácil despertarlos, prefirió cogerlos y cargar con ellos.

-Bella N'Kari, salgamos de aquí ahora mismo.

Los dos sapos gigantes salieron corriendo de la tienda como si de repente hubieran recordado que tenían algo muy importante que hacer en otro sitio y los dos dioses los siguieron, saliendo de la tienda y descubriendo ¡¡¡que estaban en La Luna!!! Esto hizo que N'Kari se enfadara más, lo que conllevó la aparición de fuertes vientos otra vez. Estaban rodeados de tiendas de campaña y de una buena cantidad de sapos obesos que iban de aquí para allá como hormigas a las que alguien ha removido el hormiguero. Los vientos azotaron y destrozaron el campamento hasta que una de las bestias sapo se acercó a N'Kari y suplicó clemencia.

-Dinos cómo salir de aquí, repugnante ser -le dijo N'Kari con todo el orgullo de una diosa africana.

-Por allí -le respondió el ser -, podrá ver un camino que le llevará a un puerto de basalto, donde hay galeras. Coja la que quiera, pero deje de destrozar el poblado.

-Contemplad mi magnanimidad dejándoos con vida... pero que no se vuelva a repetir ¿eh?

El ser batracio negó con la cabeza.

-Muy bien... ¡Zeus, vamos!

-Oye ¿quién te ha nombrado jefa? -se quejó el olímpico.

-¿Quieres salir de aquí? -dijo ella.

-Pues claro.

-Pues entonces ¡vamos y calla!

Los dos corrieron por el camino cargando a los dioses dormidos y llegaron hasta el puerto. Allí había algunos de aquellos hombres de los turbantes, pero los ignoraron totalmente y cogieron prestada una galera, con la que salieron despedidos de La Luna como si de un cohete se trataran. La galera aceleraba y aceleraba según se iba acercando a La Tierra, comenzaba a coger demasiada velocidad. Poco a poco el mapa del mundo fue haciéndose grande y más grande ante los ojos de los dos dioses, hasta que vieron cómo se acercaban cada vez más a la ciudad de Ulthar.

-Oye ¿sabes frenar este cacharro? -preguntó Zeus al ver que el choque era inevitable a menos que hicieran algo.

-¿Frenar? ¡Si ni siquiera sé cómo lo estoy manejando!

Y la explosión del choque se pudo oír por casi todo el reino.



En esos momentos, en el gigantesco castillo de Kadath, sentado en un trono de marfil, Nyarlathotep, todavía vestido con el traje de negocios y con los leones lamiendo sus manos, sonrió pensando en la cara que pondría Brontes al encontrarse con el estropicio que habían provocado sus amigos.

miércoles, 1 de abril de 2015

Thunder-verse (parte 7): Tras los fugados


Más allá de los Montes Tanarios se extiende el Valle de Ooth-Nargai, y en el mismo, la hermosa ciudad de Celephaïs, donde Kuranes gobierna. Lugar de dicha, belleza y paz, donde el tiempo no existe, tan solo la eterna juventud. Y a aquel lugar idílico, surgido de los sueños de un hombre quien ahora es su soberano, llegaron Summanus, Brontes, Raijin y Karakal siguiendo al oso Misha. Al cruzar las puertas broncíneas y pisar el pavimento de ónice, el grupo de dioses y su plantígrado guía se encontraron con una extraña bienvenida: Un grupo de caballeros de reluciente armadura montados sobre caballos ruanos les recibieron con gesto preocupado.

-¡Caballeros de Celephaïs, soy Karakal de los Grandes! Buscamos a otros dioses que tal vez hayan pasado por vuestra hermosa ciudad y tal vez vuestro monarca Kuranes sepa decirnos que ha sido de ellos.

-Mi señor Karakal -comenzó a decir el líder de los caballeros-, cierto es que han pasado por aquí aquellos a quienes buscais, pero ya partieron y, por ello, os pido a vosotros que también partáis, pues grave fue la visita de vuestros predecesores y aun no hemos logrado recuperarnos de su visita. Partid por tanto y sabed que, tras su escala en Celephaïs, que tanto ha alterado nuestra paz, decían que marcharían en busca de otros destinos, por mar. La última vez que fueron vistos, partían en una galera rumbo a los Pilares de Basalto del Oeste.

-¡Maldición! ¿Y qué hacemos aun aquí? Sigamos su rastro, no pueden haber ido demasiado lejos- exclamó Raijin furioso.

Ante el exabrupto del japones, Karakal asintió y reunió a dialogar a sus compañeros para explicarles la situación: Los Pilares de Basalto del Oeste marcaban el fin del mundo, la catarata por la que caían aquellos barcos que no estaban preparados para navegar por el espacio y que más allá podrían encontrar cualquier cosa. Raijin intervino solicitando premura, pues no podían estar indefinidamente allí dándole vueltas al asunto, cosa con la que Brontes y Summanus estuvieron de acuerdo, por lo que, siguiendo nuevamente la pista rastreada por Misha, se dispusieron a tratar de alcanzar nuevamente a los dioses fugados.

Con la debida persuasión por parte de Karakal, y la intimidante presencia de Brontes y Raijin, no les costó hacerse con un barco, y los conocimientos del dios de los Grandes les permitirían prepararlo para volar a través del espacio. Las habilidades combinadas de los dioses les permitirían viajar rápido, invocando los vientos y controlando la tempestad, por lo que esperaban dar alcance rápidamente a los impetuosos Thor, Perun, Zeus y N'Kari. Lo que no esperaban es que el rastro seguido por Misha les condujera a la Luna de las Tierras del Sueño. Viajando más allá de la catarata tras los Pilares de Basalto del Oeste, navegaron por el espacio, evadiendo a las larvas de los Otros Dioses, y llegaron finalmente al oleaginoso mar selenita en el que navegaban las galeras de las Bestias Lunares. Atracaron en un muelle de basalto donde no fueron objeto de ningún recibimiento por parte de los batracios blanquecinos que habitaban el satélite. Al desembarcar, hallaron una ciudad aparentemente desierta, por la que parecía haber pasado un huracán. Siguiendo a Misha, exploraron aquella urbe oscura y abandonada pero nada hallaron que les indicara la presencia de los dioses fugitivos, por lo que, tras la inspección que tan sólo les permitió hallar rastros que no pudieron o no quiseron identificar, así como alguna maltrecha bestia lunar y sus hombres de leng esclavizados, decidieron seguir camino hasta lograr dar con los desaparecidos. ¿Hasta donde habrían llegado? ¿Qué habría pasado? Ya darían con las respuestas, pero lo primero era encontrar a sus compañeros fugados.

Tras el fracaso de las dos paradas que habían realizado en su viaje, volvieron a embarcar y, nuevamente guiados por el oso de Perun, regresaron a las Tierras del Sueño. A medida que progresaba su viaje, Misha daba señales de estar cada vez más cerca de su objetivo. Navegaron por mares que les condujeron finalmente hasta una orilla donde desembarcaron junto a la desembocadura de un río que, al seguirlo, les condujo hasta la proximidades de Ulthar. A medida que se aproximaban, vieron columnas de humo, gatos que salían espantados del pueblo y gente aterrorizada. Cuanto más se acercaban más rastros de de caos y destrucción hallaban a su paso, como si hubiera pasado un ejército saqueador o un grupo de dioses alborotadores y con ganas de fiesta y de armar follón. Karakal se temía lo peor, y sus compañeros, Brontes, Summanus y Raijin tampoco esperaban nada bueno. ¿Qué encontrarían en el tranquilo pueblo? ¿Qué habrían hecho los dioses fugados? A medida que se aproximaban sus temores e inquietudes se incrementaban. Finalmente, cuando entraron en las primeras calles de Ulthar, contemplaron boquiabiertos, sorprendidos, horrorizados, lo que ante ellos se hallaba. Tal dantesco espectáculo, propio de las pesadillas de Goya o del Bosco no podía ser el tranquilo lugar donde estaba prohibido dañar un gato. ¿Qué había pasado? ¿QUÉ HABÍA PASADO?