sábado, 25 de mayo de 2019

End Time (parte 7): Todo acaba en Caos...

Todo acaba en Caos. A fin de cuentas el caos es el estado al que todo acaba por derivar, aunque los físicos digan que hay un orden subyacente. Pero la entropía es el fin último, el estado final, hacia lo que todo deriva. Es por ello que Nyarlathotep confía en que su victoria final sea ineludible, inevitable, incondicional. A fin de cuentas, es el Caos Reptante, la esencia última de la entropía, mensajero de los dioses y servidor de Azathoth, el Caos Nuclear. Por ello, el hecho de que la guerra en Arkham se hubiera estancado no suponía una especial preocupación para él. A fin de cuentas, esto era sólo un interludio en el avance de la entropía. Así pues, mientras los dioses combatían a los robots reggaetoneros y las demás fuerzas luchaban en el campus universitario contra las amebas caribeñas, Nyarlathotep todavía tenía algún as en la manga.

Al mismo tiempo, en la vecina Kingsport, Harvey, viajando a través de Byakhee Express para reunirse allí con la Cabra Blanca de Tres Cabezas y Tiamat. La primera era un avatar de Shub-Niggurath a la que rendían culto (más o menos) Welcome y las welclones. Era una enorme cabra del tamaño de un caballo, de un blanco inmaculado, con la mitad anterior de su cuerpo cubierta de un gruesa y larga melena y una amplia caja torácica. Las patas acababan en grandes pezuñas de las que surgían tentáculos vestigiales que pisaban la hierba de un parque mientras espantaba alguna mosca con sus largas y delgadas colas. Las tres cabezas, una con una mancha negra en forma de rombo en la frente, otra con cuernos negros y la tercera con manchas negras en los ojos, miraban con atención a Harvey. A su lado, Tiamat, una escultural y voluptuosa mujer de rasgos sumerios y piel reptiliana negra, con dos grandes alas con plumas de los colores del arco iris, rumiaba sobre lo sucedido hasta el momento. Lo que trataba de conseguir Harvey era el apoyo de la diosa y el avatar de Shub-Niggurath. Juntas podían ser la clave para hacerse con la victoria en Arkham.

Pero en la ciudad universitaria la situación no iba a tardar en empeorar. Entre el frente universitario y el edificio de La Llave y la Puerta comenzaron a abrirse nuevos portales. De los mismos comenzaron a surgir ejércitos de tcho-tchos gigantes de 2 metros de altura (recordemos que este pueblo está formado por pigmeos con una estatura de 1,20 como máximo) armados con una especie de pistolas de agua y porras. Ante la aparición de este nuevo frente, Lady Tcho-Tcho, la welclon surgida de la hibridación del material genético de Welcome con el de este pueblo pigmeo, encabezó una parte de las tropas para hacer frente a los invasores. Y es que, su peculiar herencia genética la hacía no sólo más rápida y ágil, sino que, además, le daba una gran capacidad mágica y potencia para poder comprender mejor a estos adversarios en concreto. Sin embargo, no estaba preparada para lo que iban a hacer. Las pistolas de agua disparaban chorros de detergente que hacían que el suelo se volviera sumamente resbaladizo, por lo que dificultaban el avance de las tropas para combatir en cuerpo a cuerpo. Esto hizo que la pelea resultara un tanto estrambótica, con resbalones caídas, y una ridícula música de fondo para ambientar el absurdo resultado.

Lamentablemente, el resbaladizo combate contra los tcho-tchos gigantes no estaba yendo demasiado bien, además de lo ridículo que estaba resultando. Esto hacía que se perdiera impulso bélico en el frente contra las amebas caribeñas al estar las fuerzas divididas. Pero aun quedaban actores por entrar en escena. Y fue en medio de la deslizante pelea cuando hicieron su llegada los tres grupos que aún no habían aparecido: los Reptilianos Nazis del Lado Oscuro (RNLO), Zeta-Reticulanos Nazis (ZRN) y el Equipo Tiamat de GodHunters de la empresa Omicron Scorpions. No habían podido unirse antes a la batalla debido a que Nyarlathotep había abierto de forma subreticia más portales en otras zonas de Arkham, en concreto en los túneles bajo la ciudad cerca de la principal base reptiliana y en los almacenes de Omicron Scorpions en las afueras, donde se guardaban las armaduras de combate y se les hacía el mantenimiento. Los RNLO y los ZRN se habían tenido que enfrentar a un nuevo ataque de los RALO (Reptilianos Anarcocapitalistas del Lado Oscuro). De esta manera, se había llevado a cabo una cruel y terrible lucha escamosa y alienigena bajo la ciudad sin que otros fueran testigos de las heroicas acciones para defender Arkham bajo el subsuelo. Por ello, una vez superado este obstáculo, los lacertonazis y los grises se encaminaro hacia la superficie. A fin de cuentas, si alguien tenía que conquistar Arkham tenían que ser ellos y no se lo iban a poner fácil a unos advenedizos extradimensionales.

Por otro lado, las mujeres del Equipo Tiamat, con Ashley Johnson a la cabeza, se habían tenido que enfrentar a robots de diseño manga transformables pintados de diferentes colores y que hacían poses absurdas. Estos adversarios venían de la misma dimensión que los robots reggaetoneros, pero no hacían uso de la antimúsica para atacar. Debido a que el ataque inicial fue por sorpresa, no estaban preparadas, y tuvieron que atrincherarse y defender sus posiciones con armamento personal. Pero una vez que lograron detener la embestida inicial, pudieron montarse en las armaduras de combate GodHunter, lo que, decididamente, inclinó la balanza a su favor. Por ello, tras derrotar a sus adversarios, se dirigieron hacia lo más encarnizado del combate: el campus de la Universidad Miskatonic y el edificio de La Llave y la Puerta.

No hace falta decir que la llegada de refuerzos ayudó a rebajar la presión sobre los defensores, aunque los portales no dejaban de vomitar nuevas tropas, tanto tcho-tchos como amebas caribeñas. Sin embargo, esto no impedía que las tropas aguantaran lo mejor posible. Y es que el contar con el apoyo de las tropas reptilianas, que incluían infantería de élite, armaduras de combate, mini tanques y un robot gigante era un apoyo muy considerable al esfuerzo bélico. Por otro lado, el Equipo Tiamat contaba con la mejor tecnología de exoesqueletos potenciados que tenía disponible Omicron Scorpions y que había sido desarollada en base a las armaduras reptilianas. Además, las de clase GodHunter estaban diseñadas para enfrentarse a dioses, por lo que sus capacidades y especificaciones eran algo muy superior a lo que podían desplegar los propios RNLO. Así pues, a medida que las fuerzas recién llegadas para apoyar a los defensores lograban ocupar posiciones estratégicas, lograban hacer retroceder a los atacantes. Tan sólo el interminable flujo de estos últimos parecía ser capaz de impedir una victoria completa. Si tan sólo pudieran lograr cerrar los portales, los defensores de Arkham podrían alzarse definitivamente con la victoria. Mientras tanto sólo podían aguantar y mantener el ritmo en esa guerra de desgaste.

Por ello, la llegada de Harvey Pickman con un byakhee supuso un alivio y una súbida de ánimo para los defensores. Como sacerdote de Yog-Shototh sabía cerrar portales, aunque lo complicado era que pudiera acercarse lo suficiente para hacerlo. Pero su aparición también significaba que había logrado finalmente su objetivo. Y es que, un poco más tarde, mientras Harvey se ponía al día sobre la situación de la guerra, se oyó un clamor y un estruendo, como el producido por un millar de cabras a la carga encabezadas por una cabra gigante de tres cabezas.

Desde Garrison Street llegó el caprino ejército de la Cabra Blanca de Tres Cabezas: mil cabras a la carga encabezadas por el avatar de Shub-Niggurath que entraron en tropel en el campo de batalla y comenzaron a embestir, morder y patear a toda ameba caribeña y tcho-tcho gigante que se encontraban. Muchas se quedaron allí, pero aproximadamente la mitad del ejército caprino se dirigió hacia el frente de batalla donde los dioses y morlocks combatían a los robots reggaetoneros, aportándoles unos bien recibidos refuerzos.

Fue entonces cuando Nyarlathotep se manifestó en uno de sus avatares monstruosos: el dios de la lengua ensangrentada, un coloso enorme con tres patas y cuya cabeza era un gigantesco y largo tentáculo rojo bajo el cual se abría una boca aullante. El Caos Reptante, furioso por como se estaba desarrollando la situación, había decidido entrar en acción directamente y sembar el caos, la muerte y la destrucción a su paso. Pero la Cabra Blanca de Tres Cabezas no le iba a dejar actuar libremente y cargó contra él. ¿Un avatar de Shub-Niggurath y un avatar de Nyarlathotep? Eso era sin duda alguna una lucha épica que valía la pena contemplar. Lamentablemente, el resto estaban demasiado ocupados combatiendo para poder prestar atención a la pelea de dioses.

Así, mientras el caos se desataba por la ciudad y la guerra parecía no tener fin, llegó el último recurso que había preparado Harvey. Un gran dragón negro con un robusto cuerpo como el de un oso y de piel escamosa, con pico de pájaro y grandes alas de plumas con los colores del arcoiris llegó al campus universitario. Tiamat, diosa madre del Caos, había hecho su entrada en su forma monstruosa. Era extremadamente raro verla con esa apariencia. Normalmente se manifestaba como una voluptuosa y escultural mujer con o sin alas y las plumas repartidas por su cuerpo en este último caso. Su aspecto bestial como dragón del caos sólo lo adoptaba en situaciones muy concretas, normalmente para liberar su furia. Y estaba realmente furiosa. Como deidad caótica, se nutria del Caos, cuanto más puro y extenso mejor, y aquella guerra era una fuente de caos, pero extraña, anormal, llena de fluctuaciones causadas por los flujos de energía interdimensionales debido a las injerencias en el continuum provocadas por los múltiples portales. Así pues, siguiendo las instrucciones de Harvey, había estado aguardando. Ella era el último recurso, el arma de destrucción masiva que iban a utilizar si no había otro remedio. Y se había llegado a esa situación en la que no había otra opción que liberar a Tiamat.

Así pues, Tiamat, diosa madre primigenia del Caos, entró como un elefante en una cacharrería, arrasando todo lo que se encontraba en su camino, pero con una precision envidiable, pues con su embestida y ataques sólo golpeaba a los adversarios de los defensores de Arkham. Al mismo tiempo, su presencia, combinada con la saturación de Caos que había en la ciudad, comenzó a provocar una serie de efectos aleatorios a pequeña escala. Al principio eran cosas insignificantes, bolígrafos que salían volando para caer al instante, monedas que intercambiaban la cara y la cruz, esas cosas. Pero se fueron retroalimentando y amplificando por la presencia de la diosa. De manera que pronto las maracas de las amebas estallaban o les salían ramas, o se convertían en cosas absurdas, como un juego de té. Las porras de los tcho-tchos gigantes se volvían de goma, o soltaban nubes de perfume cuando golpeaban. Los robots reggaetoneros sufrían repentinos cambios de sexo, cortocircuitos y cambios aleatorios en su programación que les quitaban la inmunidad a su antimúsica, por lo que se autodestruían. Así, cada fenómeno caótico incrementaba el caos presente, lo que hacía que Tiamat fuera más poderosa, lo que provocaba que el caos presente se ampliara y los fenómenos caóticos aumentaran en número y efecto, lo que incrementaba el caos presente, etc.

Finalmente, cuando el nivel de aleatoriedad y entropía alcanzó una masa crítica, Tiamat absorbió todo ese poder hacia sí misma, lo que hizo que su cuerpo resplandeciera como si tuviera una bombilla en su interior. Esto provocó una ausencia de cambio, por lo que todo empezó a estropearse y dejar de funcionar o romperse. Una vez que la diosa había absorbido todo el poder de Caos, lo canalizó en forma de un chorro de llamas tornasoladas que escupió hacia Nyarlathotep. Éste, al recibir aquella condensación de poder, no pudo hacer otra cosa que tratar de resistir, inútilmente, y su cuerpo fue total y completamente destruido, reducido a cenizas. Pero ese no era el final del Caos Reptante, pues sólo habían destruido un avatar. Sin embargo, iba a tardar en volver a la Tierra a preparar nuevas maquinaciones y, al menos, eso haría que tuvieran un tiempo de tranquilidad. Por otro lado, con Nyarlathotep fuera de la ecuación, algunos de los portales comenzaron a colapsar por sí mismos, debido a que era el dios el que los mantenía abiertos. Esto provocó que los atacantes, desprovistos del apoyo de su deidad, sumidos en la confusión y con menos portales abiertos, se vieran incapaces de mantener el esfuerzo bélico. Ante esta situación, los defensores de Arkham en todos los frentes empezaron a lanzar una contraofensiva.

No les resultó difícil imponerse contra los atacantes y obligarles a replegarse hacia los portales que quedaban activos. Aun así, las bajas fueron cuantiosas, pues había núcleos de resistencia que se negaban a claudicar. Pero eso no les importaba a los defensores. Tan sólo querían despejar la ciudad y acabar con la amenaza que suponían estos invasores extradimensionales. Por ello, no se detuvieron hasta que todos los atacantes habían huído o habían caído. Y así, tras lograr expulsarlos definitivamente, pudieron cerrar los portales.

Tras un intenso esfuerzo bélico, los defensores de la ciudad habían logrado salvar Arkham del Fin del Tiempo preparado por Nyarlathotep. Y es que si ellos hubieran caído, se habrían convertido en el primer paso para que el Caos Reptante se alzara triunfante sobre el mundo para así provocar el anticipado regreso de los Primigenios. Pero con su derrota, tal vez Arkham pudiera retornar a algo parecido a la normalidad. Al menos, hasta que surgiera una nueva amenaza que convocara a sus defensores a luchar por la ciudad.

sábado, 18 de mayo de 2019

End Time (parte 6): La resistencia de la Universidad Miskatonic

Si en la Universidad Miskatonic hay algo peor para los alumnos que la época de exámenes, es la época de exámenes unida a una de las habituales crisis de la ciudad. La casualidad quiso que el plan de Nyarlathotep contra Arkham fuera a mediados de mayo, en la cercanía de los exámenes finales del curso, por lo que el caos habitual se veía sumado a la presencia de robots gigantes reaggetoneros por las calles de la ciudad. Por fortuna para estudiantes y profesores, los combates no habían llegado hasta el campus propiamente dicho. Hasta ahora.

Seabury Q. Pickman escuchó una tremenda explosión y se asomó por la ventana de su despacho. Pudo ver a lo lejos cómo un robot de aspecto excesivamente japonés salía disparado al cielo con una estela de humo tras él. Negó con la cabeza. La crisis de los portales de Nyarlathotep estaba siendo un desastre para la ciudad. Vale que tenían una buena cantidad de defensores, pero eso no quitaba el daño que se estaba haciendo. Él había estado en las reuniones de los defensores en los primeros días de la crisis, pero pronto vio que su presencia no ayudaba mucho, ya que al fin y al cabo él no era más que un antropólogo. Poco después decidió volver a su trabajo en la universidad. No dejaría que todo aquello afectara a sus quehaceres diarios. Eso sí, mantenía una vigilancia constante para evitar que la locura inundara el campus. Por suerte, parecía que los alumnos no estaban llevando tan mal todo aquel caos. La mayoría iban a estudiar a la biblioteca general de la universidad, ya que estudiar en sus casas o en sus cuartos en las fraternidades era imposible con tanta explosión, gritos, y lo que era peor, robots reaggetoneros. Así, una extraña normalidad reinaba en el campus entre los ruidos de los combates en la ciudad. Una llamada a la puerta del despacho de Seabury fue lo que acabó con la aparente normalidad.

Seabury invitó a pasar a quien había llamado y se encontró con que se trataba nada más y nada menos que del becario de la Fundación Wilmarth. Sabía que este lamentable grupo se había unido en la defensa de la ciudad, pero sus ataques consistían en tirarles piedras con forma de estrella a los portales dimensionales, cosa que servía de bien poco. La prohibición del uso de explosivos se la estaban tomando muy en serio. Seabury no tenía relación alguna con miembros de la fundación, así que la presencia del becario sólo podía relacionarse con lo que estaba sucediendo en toda la ciudad.

-Doctor Pickman, los horrores extradimensionales han llegado a la universidad -dijo el becario nada más cruzar la puerta-. Me han dicho que usted era el encargado de la defensa del campus.

-Sí, bueno... cuando se prepararon las defensas de la ciudad, el consejo universitario me eligió como el encargado de esa tarea. Pero está claro que no soy el más indicado para esos menesteres.

-No importa si se es el indicado o no, la llamada del deber le espera. Se ha abierto un portal. Está dentro de la universidad, y lo que sale de su interior está atacando a los alumnos y destruyendo propiedades muy valiosas. Nosotros somos los encargados de la defensa de esta universidad, no podemos quedarnos quietos.
-Que me aspen si me esperaba tal discurso de un miembro de la Fundación Wilmarth. Pero, en contra de lo que cualquiera podría esperar, tus palabras me han inspirado lo suficiente. Llévame a ver ese portal.

Seabury siguió al becario tras salir de la facultad. En las calles de la universidad ya escuchaba sonidos de batalla. Podía ver humo saliendo detrás de la facultad de biología, lo que no era nadad bueno. Cómo no, se cruzaron con la típica multitud de ciudadanos aterrorizados que corrían a voz en grito en la dirección contraria a las explosiones. Siguieron en dirección a la facultad de biología y Seabury no tardó en ver de qué se trataba el ataque.

Un portal en el aire rompía el tejido del espacio-tiempo a pocos metros de la facultad de biología. De aquella puerta a otros mundos salían cosas que sólo podían ser descritas como amebas gigantes. Estas amebas gigantes iban cubiertas por lo que parecían trajes de fiesta caribeños, y con sus pseudópodos movían algo parecido a maracas. Todo esto podría parecer de lo más inofensivo si no fuera porque cada vez que realizaban un baile, de las maracas salían disparados unos rayos de energía que volatilizaban todo lo que tocaban. Algunos miembros de la Fundación Wilmarth estaban enfrentándose a pedradas con las amebas, pero esto no era suficiente. Detrás del monumento a Herbert West, Seabury pudo ver lo que cualquier persona podría pensar que era un individuo delgado y de una altura excesiva, que podría parecer un jugador de baloncesto necesitado de comida si no fuera por su cantidad inusual de brazos y su cabeza sin rostro concreto. Para Seabury estaba claro quien era, se trataba de El que Legisla tras el Umbral, el primigenio legal de La Llave y La Puerta. Esquivando las explosiones y los rayos de las maracas de las amebas, Seabury corrió hasta allí.

-¡¿Qué es esto?! -le preguntó Seabury al primigenio legal, que atacaba con sus fusiles de asalto a las amebas.

-¡La crisis ha llegado a la universidad! ¡Parece que el enemigo se ha dado cuenta de que la destrucción estaba pasando de largo del campus universitario, así que ha decidido abrir un portal a la dimensión de los unicelulares salseros, un lugar donde criaturas unicelulares microscópicas utilizan bailes caribeños para atacar a sus enemigos!

-¡¿Y si son criaturas unicelulares microscópicas por qué miden dos metros y medio?! -exclamó Seabury.

-¡Está claro que al cruzar el umbral crecen un poco... un poco bastante!

-¡Pues hay que detenerlos! -dijo el becario entre aspavientos.

-¡¿Y este pardillo quién es?! -preguntó El que Legisla.

-Un becario de la universidad muy interesado en la defensa del campus...

En ese momento, el becario se dio cuenta de que estaba hablando con un individuo más alto que un ser humano y con más brazos de los que cuenta una persona normal.

-Tú... tú no eres humano -dijo.

-Enhorabuena por ser tan observador -le contestó El que Legisla.

El becario quedó claramente extrañado al ver que una criatura seguramente alienígena estaba ayudando en la defensa de la universidad, pero al menos no le lanzó ninguna piedra estrella.

Las amebas salseras estaban llenando la zona y no parecían sufrir mucho con los disparos de El que Legisla. Las piedras estrella que les lanzaban los de la Fundación Wilmarth, como era de esperar, tampoco les hacían nada. Al contrario de los ataques de los defensores, los rayos que disparaban con las maracas eran muy efectivos y lo estaban destruyendo todo.

-¡¡¡Eh, microbios sobredesarrollados!!! Si queréis destruir la universidad, tendréis que pasar por encima de mi -dijo alguien que salió de dentro de la facultad de biología. Era una mujer joven, de cabello rubio y una cinta guerrera en la frente, su bata de científica ondeaba al viento, que había salido de algún sitio para darle más dramatismo a la escena, y en ambas manos portaba algo que parecían armas futuristas. Era Daisy Springwood. Parece que después de abrir los ojos a la realidad de Arkham, no estaba dispuesta a que criaturas de otra dimensión lo destruyeran todo. La joven salió corriendo disparando con sus armas de rayos, que golpeaban a las amebas y, para sorpresa de todos, sí que les hacían daño. Las amebas se dieron cuenta de que eran vulnerables a estas nuevas armas, así que cambiaron de estrategia y empezaron a cubrirse además de disparar. Aunque habían caído unas cuantas, del portal seguían saliendo más y más. el ataque de Daisy había sido efectivo, pero no era suficiente.

-¡Daisy! ¡Aquí! -le llamó Seabury.

Daisy cruzó la distancia que les separaba esquivando disparos de las amebas. Una vez allí, al ver que los fusiles de El que Legisla no hacían daño a las amebas, le pasó uno de sus rifles futuristas.

-Esto son blásters desarrollados por el departamento de ingeniería pulp. Los he cogido en cuanto he visto que comenzaba este desastre. -explicó.

-Esto hace una diferencia, pero no es suficiente, seguimos siendo muy pocos-dijo El que Legisla.

Seabury sacó el teléfono móvil de su bolsillo y llamó a Harvey, que estaba organizando parte de la defensa de la ciudad desde la residencia La Llave y La Puerta. Se sentía como esos personajes de las películas de guerra  que hablaban por teléfono con sus superiores en las trincheras, entre las explosiones y los disparos del enemigo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que, efectivamente, estaba en una guerra.

-¡Harvey!- exclamó para hacerse oír entre las explosiones-. ¡La universidad está siendo atacada y aquí somos muy pocos. Han abierto un portal del que no paran de salir amebas caribeñas. Todo hay que decirlo, tienen mejor gusto musical que los robots reaggetoneros, pero están destruyéndolo todo! ¡Necesitamos ayuda!

Entre las explosiones y los sonidos de batalla, Seabury escuchó cómo Harvey le decía que se encargaría de mandar ayuda. Utilizaría un hechizo que abriría portales desde la residencia y la universidad, para ahorrar tiempo.

-¡Tranquilos! ¡Viene ayuda! -exclamó Seabury tras guardar el móvil.

Un disparo directo hizo explotar el monumento a Herbert West, haciendo que la cobertura del grupo se redujera bastante. El que Legisla salió entre la nube de polvo y disparó certeramente largas ráfagas que hicieron caer un numeroso grupo de amebas. El resto de seres unicelulares, sabiendo que la defensa venía sobre todo de aquella zona, se estaban dirigiendo allí para acabar con esos molestos incordios. Los miembros de la Fundación Wilmarth, conscientes de que los destrozarían comenzaron a lanzar piedras estrella cargadas con explosivos. Aquella era una situación especial, y la prohibición podía esperar hasta el final de la crisis.

El ataque de los miembros de la fundación hizo su trabajo y llamó la atención de muchas de las amebas, que dejaron de atacar la zona del destrozado monumento y se dirigieron hacia ellos. Aunque siempre habían sido un desastre a la hora de luchar contra lo que ellos llamaban las CCC, sabían bastante de tácticas de combate, por lo que aquello comenzó a ser una verdadera batalla.

Ese fue el momento indicado para que un portal se abriera cerca del que ya existía, pero este no llevaba a una dimensión extraña, sino a un edificio en concreto de la ciudad, y de allí salió un ser arácnido armado con sus inconfundibles fregonas de combate, una criatura amorfa con rasgos lejanamente parecidos a los de un sapo y una tortuga con un pequeño mundo en forma de disco sobre su concha, armada a su vez con dos cañones.

-¡Parecéis muy valientes atacando una universidad llena de estudiantes y científicos que no saben cómo defenderse! -exclamó Araknek.

De la boca de la criatura amorfa surgió algo que parecían palabras en un idioma extraterreno y formó pseudópodos punzantes y afilados.

-¡Araknek! ¡Unglaublich! ¡Pequeña T'Auin! -dijo Seabury con una sonrisa en el rostro.

Los recién llegados se lanzaron al combate. La araña, con una agilidad superlativa, iba destrozando amebas con sus fregonas de combate. Unglaublich se había convertido en una picadora de amebas, a las que hacía pedazos y después se comía para hacerse más grande. Pequeña T'Auin, con la paciencia que sólo una tortuga puede mostrar, comenzó a lanzar cañonazos sobre el portal, para que las amebas que cruzaban fueran debidamente recibidas. La defensa de la universidad Miskatonic ya comenzaba a ser algo serio.

El portal que llevaba hacia la residencia estudiantil seguía abierto, y de él salieron cuatro individuos que portaban un trono enjoyado y glamuroso. Seabury se le quedó mirando y torció el gesto.

-¿En serio! ¿El Gran y Poderoso E? ¡Pero si sólo es un sillón! ¡¿Que va ha hacer en medio de una batalla como esta?! ¡¿Servir de asiento?!

-Ay de los incrédulos, porque ellos verán la luz -dijo uno de los adoradores de El Gran y Poderoso E.

Para sorpresa de Seabury, el trono comenzó a brillar con una luz muy luminosa, tanto que hacía daño a los ojos. Un potente estallido hizo que del trono saliera una bola de luz que flotó sobre el campo de batalla. Dentro de ella se podía adivinar algo, una especie de silueta que no era enteramente humana. La silueta realizó un movimiento y una multitudd de rayos cayeron haciendo volar a decenas de amebas caribeñas.

-Espera... ¡¿Que de verdad hay un Dios en el dichoso sillón?! -exclamó Seabury.

-A mi también me ha pillado por sorpresa -dijo El que Legisla.

El campo de batalla estaba lleno de cuerpos de amebas que habían sido destruidas por los rayos lanzados por El Gran y Poderoso E, pero del portal seguían saliendo multitudes de esas criaturas unicelulares con sus maracas y sus bailes caribeños. Entre todo el montón de seres, Seabury pudo ver uno que era distinto. Este no iba vestido como las demás amebas, sino que llevaba un uniforme militar con galones que le señalaban como algún tipo de oficial del ejército de las amebas. Con su llegada, el combate se detuvo unos instantes, con sus compañeros dejándole avanzar hasta una distancia relativa de sus enemigos, que se encontraban todos enfrente.

-Moradores de este mundo, no tenéis nada que hacer contra nosotros. Somos imparables y nuestro número es infinito. La victoria para nuestro gran señor Nyarlathotep está asegurada, así que rendíos antes de ser aplastados. -Estas palabras surgieron entre borboteos y sonidos líquidos de la ameba vestida de oficial militar dejando bastante sorprendidos a los defensores de la universidad.

El becario de la Fundación Wilmarth se levantó entre los restos del monumento a Herbert West y señaló a la ameba líder.

-Si esperáis que dejamos que destruyáis la Universidad Miskatonic en nombre de un DCC, no sabes contra quién te enfrentas -le espetó el becario.

-No tenéis ninguna oportunidad. Somos miles y vosotros estáis solos.

Tras decir esto, la ameba líder realizó un baile y de sus maracas salió un rayo que alcanzó al becario, tirándole al suelo. Seabury se giró hacia el caído, estupefacto ante aquel acto de maldad por parte de la ameba líder. El becario estaba tirado en el suelo y no paraba de retorcerse.

-¡Aaah! ¡Duele! -decía. El disparo le había rozado el hombro y le había destrozado la ropa, pero no se trataba de nada más que una herida superficial-. Véngueme, doctor Pickman, coja mi piedra de estrella y luche por la Miskatonic.

El becario alargó el brazo ofreciendo su arma al sorprendido Seabury.

Justo en ese momento, una voz sonó tras el pequeño grupo.

-No están solos.

Quien había hablado era una mujer de cabello oscuro y una voz de tenor. Cualquiera que la mirara y conociera a Evangeline Parker, vería un parecido más que relativo, y es que la recién llegada no era otra que Buhonera, la welclon. A su alrededor comenzaron a abrirse portales, en total 20. A través de ellos cruzaron el resto de welclones, armadas con sus características especiales y cañones de plasma.

-Welcome, strangers -dijo Buhonera con una sonrisa.

Seabury miró a las recién llegadas. Miró al otro lado, a la multitud de amebas y a su cruel líder. Miró al becario ofreciéndole la piedra estrellada. Seabury cogió la piedra estrelladad y la apretó en su puño. Miró fijjamente a los enemigos y dijo con una potente voz:

-¡Defensores de la Miskatonic... REUNÍOS!

Con este grito de guerra, Seabury, El que Legisla y Daisy Springwood salieron corriendo en dirección al enemigo. Tras ellos no tardaron en lanzarse Araknek, Pequeña T'auin y Unglaublich, con el cuerpo brillante de El Gran y Poderoso E iluminando sobre ellos. Los miembros de la Fundación Wilmarth se lanzaron con sus piedras explosivas. Y finalmente, con toda su capacidad destructiva, las welclones, poderosas e imparables, corrieron y volaron trayendo la destrucción con ellas.

La batalla final por la Universidad Miskatonic había comenzado.

sábado, 11 de mayo de 2019

End Time (parte 5): Robocalypse antimusical

Los grandes éxitos de Metallica, Iron Maiden, AC/DC y Black Sabbath servían como banda sonora para la brutal, épica y extraña batalla que se estaba desarrollando en las calles de Arkham. Tras lograr parar la invasión de kaijus de peluche, y tras el anterior fracaso de los Reptilianos Anarcocapitalistas del Lado Oscuro, Nyarlathotep había cambiado de táctica. Había dejado atrás el ataque relámpago y el despliegue de colosales tropas de gran poder destructivo individual. Así pues, había dado paso a la siguiente etapa de su plan: la guerra de desgaste mediante un ataque masivo y continuado. Para ello, los portales que se habían abierto simultáneamente en diversos puntos de la ciudad se habían convertido en el acceso de un, en apariencia, interminable flujo de entrada de robots que parecían diseñados por un mangaka loco. Estos seres mecánicos, que parecían un cruce entre los más disparatados diseños de robots jamas creados en un manga y con un esquema de colores agresivamente llamativo, tenían dos peculiaridades que los hacían especialmente notables, además de su aspecto: antes de atacar, gritaban lo que iban a hacer como si les fuera la vida en ello y, además, tenían altavoces por los que se oía de forma inmisericorde y a un alto volumen reggaeton y trap. De esta manera lograban aunar el atentado contra el buen gusto y el sentido común de su estética con un pandemonio antimusical capaz de enloquecer a cualquiera.

Para contraatacar y defender la ciudad, los dioses de Alfa Strike y las demás deidades que se habían apuntado a la lucha (a las que se había sumado la diosa Kali, que a ser capaz de hacer kebab de robot con cada uno de sus brazos simultáneamente era de mucha ayuda) utilizaban todas sus destrezas marciales y, además, habían invocado el poder del rock. Se habían planteado llamar a los Dioses Arquetípicos, pero la idea era que la ciudad siguiera en pie tras la victoria. Así pues, con ayuda de los morlocks comunistas habían logrado montar un improvisado sistema de sonido móvil sobre varios vehículos que circulaban por la ciudad combatiendo la antimúsica de los robots.

Pero si había algo que caracterizara aquella batalla era que resultaba bastante peculiar en cuanto a su desarrollo. Y es que los combatientes, al menos los dioses y morlocks, habían decidido minimizar los daños colaterales. De manera que se estaba desarrollando una modalidad de lucha muy poco usual, en la que una melé en la que participaban Thor y Perun se desplazaba hasta que encontraba un semáforo en rojo y se esperaba a que cambiara de nuevo para poder seguir avanzando o cruzar la calle. De esta manera, la vida normal, o lo que en Arkham pasa por la misma se producía en torno a los combates. Se trataba, quizá, de la más peculiar batalla urbana que se había visto.

Así, en las inmediaciones de la Universidad Miskatonic, N'kari, junto con Bastet, Pkaurodlos y Perun, dirigía las defensas coordinando a los dioses con las tropas morlock. El despliegue de artillería de los morlocks comunistas lograba mantener a distancia a los robots al tiempo que la música rock lograba compensar la influencia nefasta de la antimúsica. Al mismo tiempo, en el barrio conocido como French Hill, Zeus, Ares y Brontes encabezaban el esfuerzo bélico apoyados por algunos escuadrones morlocks y varios pelotones de ninfas y dríadas, que, acudiendo a la llamada de los dioses griegos, habían acudido a combatir la amenaza robótica reggaetonera. Y es que una cosa era tener que aguantar lo que algunos habitantes de la ciudad entendían por música, pero aquello era una aberración acústica que sólo servía para contaminar el ambiente. Por su parte, Odín, Thor y Loki ponían su grano de arena en la batalla, a la que incluso el Herrero Mentiroso se había unido empuñando la Lanza de Lug y combatían en la orilla norte del Miskatonic apoyados por una combinación de tropas morlock, la diosa Hela (que no estaba dispuesta a que triunfaran unos energúmenos mecánicos con tan mal gusto musical), Atenea y Niqtakik, diosa de los vientos de los esquimales lideraban las defensas a las que, por motivos puramente pragmáticos, se habían unido los Zeta-Reticulanos Korporativos. Así pues, los dioses se veían apoyados por Hombres de Negro grises con sus armas de rayos. Y es que, en momentos de necesidad, había que dejar atrás las diferencias y luchas por una causa común. Por su parte, las Kate Rangers colaboraban con Delta Wave Welcome y las valquirias, prestando apoyo móvil donde más se las necesitara y tratando a los heridos.

Mientras tanto, con las fuerzas combinadas de dioses, criaturas de la naturaleza, morlocks, valquirias, Kate Rangers y Zeta-Reticulanos, es posible que alguien se pregunte que ha pasado con la Fundación Albert N. Wilmarth. Bien, obviamente, todo el caos montado no iba a pasar desapercibido para ellos. Pero estamos hablando de una serie de gente cuya idea de combatir amenazas paranormales y extradimensionales es arrojarles piedras estrella aunque esto no tenga ninguna efectividad o ponerles bombas que, según el caso, va a tener un efecto variable.

Por otro lado, en las profundidades de la base morlock, Pum'muki y Konstantin supervisaban los trabajos que estaban realizando los morlocks sobre los tres robots Constructo Social que tenían disponibles. Los mecánicos trabajaban a toda velocidad, tratando de acabar cuanto antes. Y es que de su labor podía depender el futuro de la contienda. Lo que estaban haciendo era modificar los dos robots gigantes para instalarles un equipo de sonido muy potente y altavoces distribuidos por todo el cuerpo de manera que produjeran un efecto envolvente para reproducir música a todo volumen y acabar de contrarrestar los efectos neurológicos degenerativos provocados por la antimúsica de los robots invasores.

Cuando, finalmente, los mecánicos morlocks lograron dar por finalizados sus trabajos, lo dispusieron todo para inicializar los Constructos Sociales modificados. Konstantin, el veterano mecánico; Pum'muki, la morlock cafeinómana y Sojat, líder expedicionario de los morlocks comunistas, habían sido designados como pilotos de los tres robots. Dos de ellos mantenían el diseño estandar de Constructo Social, pero el tercero, el pilotado por Pum'muki, había sido creado con una forma más femenina. Con los pilotos en las cabinas inicializando los robots, el techo del gigantesco hangar comenzó a abrirse y la plataforma los elevó para sacarlos a la superficie en las afueras de Arkham. Al activar los sistemas de sonido, comenzó a sonar el tema principal de Mazinger Z cantado en ruso por algún motivo. Una vez los robots estuvieron en la superficie, se encaminaron hacia los portales y las zonas donde la batalla se presentaba más difícil. Mientras, durante el trayecto, cambiaron la música y se empezó a escuchar La Internacional en ruso.

De esta manera tres robots gigantes con su propia banda sonora en ruso se adentraron en la ciudad. Aunque La Internacional no era lo que se esperaba como respuesta a la terrible antimúsica de los robots, si que parecía tener efecto sobre estos. Luego ya, cuando empezaron a escucharse los primeros compases del Himno nacional soviético, muchos robots cortocircuitaron y sufrieron graves daños internos. Pero como lo que se había demostrado que mejor funcionaba era el rock duro y el heavy metal, los morlocks comunistas tuvieron que ser pragmáticos y cambiar los temas de la banda sonora.

Con este nuevo apoyo, los ejercitos combinados de los defensores lograron empezar a imponerse. La potente música surgida de los Constructos Sociales que se complementaba con los equipos de sonido de las tropas a pie servía como potente barrera sónica. Esto hacía que los robots invasores fueran menos efectivos en la lucha y que la balanza se fuera decantando poco a poco hacia los arkhamitas. Sin embargo, Nyarlathotep no iba a dejar que todo acabar así. Con la invasión contenida, aunque no detenida, comenzaron a abrirse nuevos portales. Una nueva amenaza se estaba gestando.

sábado, 4 de mayo de 2019

End Time (parte 4): El ataque de los kaijus de peluche

El tráfico era el normal a esa hora de la mañana en el centro de Arkham. Los coches avanzaban lentamente con sus conductores dirigiéndose a sus trabajos con rostros de poca emoción, excepto para los cuatro workoholicos que estaban deseando llegar a su puesto. Aunque era una ciudad preparada para todo tipo de eventualidades, nadie se esperaba lo que sucedió sin previo aviso. A unos cinco metros por encima del tráfico, un portal dimensional apareció en la nada y comenzó a crecer a la vista de todo el mundo. Los conductores miraron con una mezcla de emociones al recién aparecido portal. Aquello podría conllevar atascos, o daños materiales, o todo a la vez.  Todo esto pensaban mientras una pata gigantesca salió del portal y pisó el asfalto haciendo que el suelo temblara ligeramente. El dueño de la pata surgió lentamente, provocando en los que lo veían cosas peores que temblores.

Mientras una criatura gigantesca aterrorizaba a los ciudadanos de la ciudad de Arkham, un grupo de dioses tomaban algo en el local El Divino. Desde que habían recibido el aviso de los planes de Narlathotep para provocar el caos, todos los días se veía un grupo más o menos numeroso por allí, cosa que alegraba al dueño del bar, que veía sus ganancias incrementadas... bueno, excepto cuando Perun y Thor se emborrachaban demasiado, que solían romper jarras y sillas en pleno fervor alcohólico. Ese día, el grupo no era muy numeroso, aunque ellos solos podrían acabar con un pequeño ejército.

-Hace un par de días del ataque de los reptilianos anarcocapitalistas y todo parece estar en el ámbito de la normalidad en Arkham -decía Brontes al grupo-. ¿Alguien cree que el maléfico plan de El Caos Reptante era simplemente soltar un ejército de lagartos interdimensionales?

-A Nyarlathotep le gusta jugar como a un niño junto a un hormiguero. Dudo mucho que eso fuera todo -contestó Atenea. Desde el día de la reunión inicial, esta diosa griega se había quedado en la ciudad, ya que sus competencias en estrategia militar serían muy útiles en caso de batalla.
-Pues si su intención es atacar con lagartos de otra dimensión, no sabe lo que se hace -dijo Perun mientras acariciaba a Misha-. Con nuestros músculos podemos golpear a cientos... ¡no! ¡Miles de esos lagartos!

-¡¡¡Sí!!! -exclamó Thor, que estaba junto al dios eslavo, al que estrechó la mano, mostrando ambos sus poderosos bíceps.

-¿De verdad es necesaria esas exhibición de testosterona digna del cine estadounidense de los años '80? -preguntó Niqtakik, diosa de los vientos de los esquimales y ferviente feminista.

-Para ellos sí, es indispensable -bromeó Brontes.

De repente comenzó a sonar una alarma sobre la barra del bar. El dueño del local dio un respingo y miró perplejo allí. En efecto, había un aparato que hacía sonar un estridente ruido.

-¿Pero esto qué es? -se preguntó el hombre.

-Lo lamento, encantador barman, decidí instalar una alarma en el local conectada a la radio de la policía de Arkham en caso de emergencia -le explicó Atenea.

-Pero... pero... ¿cuando? ¿Sin avisarme? 

-Son asuntos divinos -dijo Atenea mostrándole al barman una placa similar a la de un cuerpo de policía -. Muchachos, vamos a ver qué requiere de nuestra atención.

-¡¡¡Síííí!!! -exclamó Perun bebiéndose de un trago la jarra de cerveza que había pedido.

-¿No es muy pronto para emborra...? eh... da igual. -Brontes prefirió dejarlo ahí al darse cuenta de que hablaba con el dios eslavo. Bebía alcohol a todas horas del día.

Los dioses salieron a la calle y vieron cómo una patrulla de policía pasaba a toda velocidad delante de sus narices. Miraron la dirección hacia la que iba y Atenea les hizo un gesto para que la siguieran.

Tras la estela del vehículo, los dioses cruzaron las calles de Arkham  que separaban el bar El Divino del lugar de la acción. Cuando llegaron allí, vieron al coche patrulla detenerse con un derrape. Estaban en la zona céntrica de la ciudad, pero no en la parte histórica, sino la de edificios de moderna construcción. Allí vieron todo un destacamento militar, con soldados yendo de aquí para allá y oficiales lanzando berridos.

-¿Quién ha llamado al ejército? -preguntó Brontes.

Los soldados iban y venían o apuntaban sus armas hacia una zona en la que se veía una gran polvareda que llegaba a la altura de varios pisos. Tras la nube de polvo se podía adivinar una figura gigantesca caminando torpemente. La polvareda comenzó a disiparse y los dioses pudieron ver de qué se trataba. Era una criatura descomunal, del tamaño de un edificio, con la forma de un oso, un oso de peluche, de los del tipo Teddy Bear. El monstruo caminaba torpemente con un tanque en la mano, cogido del cañón y lanzaba terroríficos rugidos.

-¿Un oso de peluche gigante? Esto sólo puede pasar en Arkham -dijo el cíclope.

Una vez a la vista, el oso gigantesco lanzó el tanque contra una pared e hizo que la gente corriera de aquí para allá despavorida. Los soldados seguían yendo de aquí para allá, pero no hacían más que eso.

Atenea se acercó a uno de los oficiantes militares y le llamó la atención.

-Oiga ¿Ya que están aquí, por qué no atacan al monstruo gigante?

-Lo intentamos, pero es que es tan mono... -fue la respuesta del militar.

Atenea torció el gesto y vio cómo en los rostros de los soldados había una expresión de ternura al mirar al gigantesco oso. En efecto les parecía demasiado mono para dispararle.

-Bien -dijo dirigiéndose a los dioses-, esta gente no va a hacer su trabajo, así que tendremos que detener nosotros a la criatura, lo primero que haremos es...

-¡¡¡A LA CARGA!!! -exclamó Perun cabalgando a los lomos de Misha , seguido de cerca por Thor, que salió volando en dirección al oso gigante.

-¿Ese par sabe seguir órdenes? -preguntó molesta la diosa.

-Cuando están sobrios, a veces sí -respondió Brontes.

La carga de los dioses de la tormenta alcanzó al oso de peluche gigante. Mientras Perun atacaba las piernas del monstruo, Thor le lanzó un garrotazo con el mjolnir a la testa de la criatura. El gigantesco oso se tambaleó hacia los lados mientras intentaba atrapar al dios que volaba a su alrededor lanzando golpes de martillo. Abajo, Misha le estaba mordiendo las patas y sacándole el relleno como un animal furioso mientras Perun le asestaba golpes que se hundían en su blando cuerpo. El ataque combinado finalmente hizo efecto y el peluche gigante cayó al suelo con tremendo ruido y volviendo a alzar el polvo que se había asentado. Este fue el momento que Perun aprovechó para sacar su lanza y clavarla en el torso del oso gigante, lugar al que fue Misha para rajar las costuras y seguir sacando el relleno del interior.

-Ya está, amenaza derrotada -dijo Thor subido a la cabeza del monstruo caído. A su alrededor, la calle estaba llena de relleno de oso de peluche.

De repente, otro rugido surgió de detrás del edificio por el que había aparecido el oso de peluche y los dioses vieron aparecer una nueva amenaza. Esta vez se trataba de dos criaturas gigantescas, una parecía ser un tiranosaurio de peluche del tamaño de un edificio, el rugido no podía ser suyo, porque su boca de peluche era muy tosca y no podía ni moverse, lo peligroso en él eran las gigantescas patas traseras y la cola que zarandeaba lanzando coches y golpeando paredes. El otro ser era un tigre antropomorfo de peluche con un chaleco azul y una corbata al cuello. Igual que su compañero, era de tamaño descomunal, y avanzaba torpemente lanzando rugidos.

-Esto tiene que ser una broma ¿de dónde salen esos peluches gigantescos? -preguntó Atenea. Antes de que Perun y Thor pudieran lanzarse a un ataque descerebrado, los hizo llamar y se reunieron todos a su alrededor-. A ver, Thor y Perun, encargaos del tigre, utilizad la misma estrategia que con el oso. Brontes y yo atacaremos al tiranosaurio. Mientras nosotros nos encargamos de ellos, quiero que Niqtakik haga un vuelo de reconocimiento y encuentre alguna pista de dónde vienen estos bichos ¿de acuerdo?

-¡¡¡Sí, señora!!! -exclamaron Perun y Thor al unísono.

-Bien, mostrémosles la ira de los dioses ¡¡¡A por ellos!!!

Mientras los cuatro dioses salían en dirección a sus objetivos, Niqtakik llamó al viento invernal, que la levantó en los aires. Subió más allá de la altura de los edificios de la zona, lugar desde el que podía tener una vista general de todo. Podía ver cómo Perun y Thor se encargaban del tigre de peluche. El nórdico estaba cogido de la corbata y, con la otra mano, lanzaba enormes golpes con el martillo mágico. Abajo, Perun, cabalgando a Misha, se encargaba de los cuartos traseros del tigre, que sufrían los golpes de la lanza y los zarpazos de Misha. A una distancia corta de este combate, podía ver a Brontes y Atenea encargándose del tiranosaurio de peluche. El cíclope había invocado a los rayos, que caían en torrente sobre la cabeza del monstruo, mientras la diosa griega lanzaba su escudo de batalla para desestabilizar al dinosaurio. Niqtakik apartó su atención del combate y miró a su alrededor. Entre edificios derruidos y otros daños a la propiedad pudo ver algo que no debería estar allí. Un portal gigantesco, que parpadeaba y vibraba en el aire y a través del que se podía adivinar otro lugar, quizás otra dimensión. La diosa esquimal se acercó discretamente al portal y lo observó con atención desde más cerca. Pudo ver lo que había al otro lado, y esto la perturbó.

El tiranosaurio de peluche cayó con la cabeza gravemente dañada, llena de agujeros de los que salía relleno chamuscado y arrugado que olía fatal. El tigre no duró mucho más, afectado seriamente por los golpes de los poderosos dioses. Perun y Thor ya estaban celebrando la victoria, pero la llegada de Niqtakik acabó con la alegría.

-Ya sé de dónde vienen estos monstruos -explicó la diosa-. Hay un inmenso portal dimensional a un par de calles de aquí. He podido ver lo que hay al otro lado. Es otro mundo, un mundo lleno de gigantes, monstruos de peluche gigantescos, algunos más grandes de lo que podéis imaginar. Mientras ese portal esté allí, los monstruos podrán seguir cruzando y destrozando la ciudad.

-¿Un portal a otra dimensión? -dijo Brontes pensativo-. Esta forma de atacar es demasiado similar a la de los RALO del otro día. Claramente esto forma parte del plan de Nyarlathotep.

-¿Su plan es una invasión de peluches gigantes? -preguntó extrañada Niqtakik.

-No, es su forma de extender el caos -le dijo Brontes.

-Pues será mejor que acabemos con ese portal antes de que crucen más cosas como estas -dijo Atenea.

Los dioses avanzaron a través de los restos de los monstruos caídos y caminaron hasta el lugar donde el portal brillaba en el aire. Vieron lo que había al otro lado y su horror fue inmenso.

-¡Hay que cerrarlo! ¡¡¡Ahora!!! -exclamó Atenea.

-Pero ¿cómo? ¡¿Cómo?! -decía Brontes mientras gesticulaba azorado.

-Sea lo que sea, se nos tiene que ocurrir cuanto antes, mirad al portal -dijo Niqtakik.

Los dioses volvieron la mirada al agujero interdimensional y vieron lo que se acercaba inexorablemente hacia la puerta a otro mundo. Un rebaño de ovejas de peluche trotaban hacia ellos, en cuestión de momentos habrían cruzado al otro lado. Pero eso no era lo peor, detrás del rebaño de peluches había algo mucho más grande, algo que caminaba abotargado y amenazante, un peluche de Chibi Cthulhu de tamaño al natural.

-¡Rápido! Tenemos que evitar que ese rebaño cruce y destroce todo en una estampida de peluches. Brontes, Thor y Perun, lanzad rayos al portal para desestabilizarlo. Niqtakik, quiero que convoques a los vientos para dispersar o detener a las ovejas. Necesitamos cerrar el portal antes de que llegue ese chibi Cthulhu.

-¡Adelante, compañeros! ¡Traigamos la furia de los rayos! -exclamó Brontes alzando el puño.

Las nubes de tormenta se agolparon sobre el barrio central de Arkham y comenzaron a escucharse truenos acompañados de relámpagos.  De las nubes comenzó a caer una fría lluvia concentrada en esa zona, y en breves instantes, los rayos hicieron aparición, zigzagueando en los cielos y cayendo sobre el portal dimensional.

Mientras la tormenta hacía su trabajo, Niqtakik llamó a los vientos del norte, que vinieron a velocidades huracanadas y cruzaron al otro lado del portal. El rebaño de ovejas de peluche, que corrían enloquecidas hacia el portal, recibieron el impacto del huracanado viento, haciendo que las primeras ovejas cayeran al suelo. Esto provocó que las que veían detrás tropezaran y se amontonaran, dispersando a las que les seguían, que ya no sabían si seguir en la misma dirección. El problema del rebaño de ovejas de peluche gigantes parecía resuelto, pero el chibi Cthulhu seguía acercándose como una montaña que caminaba.

-¡El primigenio de peluche sigue viniendo! -exclamó Niqtakik entre la furia del viento.

-Tenemos que hacer algo cuanto antes -dijo Atenea mientras pensaba y pensaba en alguna forma de cerrar el portal.

-¡Ya sé cómo solucionarlo! ¡Crucemos los rayos! -exclamó Brontes-. Con esto invertiremos la polaridad del portal y este se cerrará.

-¿En serio pretendes cerrar el portal con un plan extraído de una película de los años '80? -le preguntó la diosa griega.

-¡Eh, a ellos les funcionó! -fue la respuesta del cíclope.

Atenea se encogió de hombros, con lo que los demás entendieron que tenían vía libre. Así, los rayos que caían del cielo se concentraron en uno solo, poderoso y brillante como un sol, que alcanzó el portal en el momento justo en el que el chibi Cthulhu estiraba el brazo para cruzar al otro lado. Una explosión destruyó el portal justo a tiempo, con un estampido que hizo tronar y una onda expansiva que rompió los cristales de todos los edificios cercanos. El portal había desaparecido, y el primigenio de peluche no había alcanzado la puerta a tiempo.

-Ufff, eso ha sido estresante -dijo Brontes mientras resoplaba.

-No entiendo cómo ha funcionado esto... lo que utilizaban en la película no eran rayos de electricidad, eran de...

-Nah, lo importante es que ha funcionado -dijo el cíclope interrumpiendo a Atenea.

-¡¡¡Esto es una victoria!!! -exclamó Thor!!!

-¡¡¡Sí!! -le acompañó Perun, que comenzó a saltar y a chocar con su compañero.

-Oh, no... comienza la exhibición de testosterona -masculló Niqtakik.

Pero el sonido de un teléfono móvil les interrumpió. Se trataba del de Brontes, que el cíclope llevaba guardado en el bolsillo de su gabardina. Sacó el móvil y vio que era una llamada de Harvey Z. Pickman. Descolgó y escuchó lo que tenía que decirle. Los otros dioses pudieron ver expresiones de preocupación en su cara, y cuando colgó se volvió hacia ellos.

-Ha aparecido otro portal en otro punto de la ciudad... creo que es hora de reunir a Alfa Strike.