sábado, 24 de febrero de 2018

El ataque de las mujeres leopardo de Venus

Las operaciones de Alfa Strike, tanto las que se organizaban reaccionando a algún movimiento de la multinacional NWE como las que actuaban de forma preventiva, seguían un mismo patrón: Loki se ocupaba de la labor de inteligencia, seleccionaba a los miembros del equipo que participarían en la misión, los reunía para darles instrucciones y ejecutaban la operación. Pero a veces las cosas no salían como se esperaba. Loki tenía que improvisar, los candidatos más apropiados no estaban disponibles, la situación era difícil de manejar por diversos motivos, etc. En este caso no hubo tiempo para poder gastar en medidas previas y al nórdico le tocó montar una operación rápida con lo que tenía a mano y, ciertamente, no era lo que él habría preferido. Sobretodo cuando los únicos miembros del equipo disponibles en ese momento eran Raijin, Fujin, Pkaurodlos y Summanus. Raijin y Fujin, los dos onis japoneses, eran deidades del trueno y el viento respectivamente, mientras que Pkaurodlos era un dios de la tormenta y los buenos modales, mientras que Summanus era un dios etrusco de las tormentas nocturnas. Pero la cuestión era la diferencia de temperamento y carácter. Los dos nipones, aunque se ganaban la vida como músicos, a menudo recordaban a dos samurais de la era Tokugawa: honorables, respetables y severos. Hasta que les ponían delante a sus fans o a cualquier otra fémina de buen ver y erótico ánimo, momento en que perdían el norte. Por lo menos resultaban bastante de fiar y no se dejaban llevar por el combate como Thor o Perun. Sin embargo, estaban catalogados como tropas de choque del equipo, debido a su descomunal fuerza. Por otro lado, Pkaurodlos era un antiguos dios de la tempestad mesoamericano e ibero (¡¿?!) que también tenía potestad sobre la urbanidad y los buenos modales. Así que era un tanto desconcertante ver a una enorme serpiente emplumada hablando con la cortesía de un gentleman inglés. Además, en términos generales era bastante pacífico, un hábil sanador y dotado de grandes dotes para la informática avanzada y la ciberseguridad, por alguna extraña razón. Summanus, que por su pálida piel parecía un vampiro vestido con un sobrio traje oscuro, era un experto en fuegos artificiales y otras cosas que explotan. Su poder era mayor durante la noche y, aunque disfrutaba con una buena demolición o un espectáculo bien elaborado de fuegos artificiales, compartía con Pkaurodlos el talante pacífico y reposado. Eso sí, como a cualquiera de los dos lograran sacarlo de sus casillas, podían resultar bastante peligrosos.

Debido a esta disparidad, Loki decidió intervenir personalmente en la acción y actuar como líder sobre el terreno. Y es que lo que estaba sucediendo no tenía precedentes en las Tierras del Sueño. En Celephais, Dylath-Leen y Ooth-Nargai estaban sufriendo extraños ataques relámpago que dejaban a los habitantes de las ciudades completamente desconcertados. Unos invasores sin identificar se lanzaban desde los aires disparando rayos, aterrizaban, secuestraban hombres preferentemente jóvenes, y se escabullían a toda marcha. Pero lo más llamativo del suceso era lo tremendamente repentino que había sido. Esos ataques relámpago habían impedido cualquier tipo de defensa hasta que fue demasiado tarde. Por ello, y como los ataques se habían repetido, Loki tenía que actuar con la mayor celeridad posible antes de que se produjeran una vez más.

Así pues, concentró sus esfuerzos en Dylath-Leen. Si los ataques se seguían produciendo con el mismo patrón, la ciudad de torres de basalto sería la siguiente en recibir una nueva incursión. Por ello, el equipo entero se encontraba allí preparado para hacer frente a cualquier amenaza que cayera de los cielos. Los lugareños los miraban con una mezcla de esperanza y resignación, pues no sabían si iba a ser peor el remedio que la enfermedad. Pero, al menos, no estaban causando muchas molestias en la ciudad. Loki los había puesto por parejas: Raijin y Fujin por un lado y Pkaurodlos y Summanus por otro. Él, por su parte, se ocuparía de coordinar los movimientos de ambos. Como no sabían que iban a encontrar, el Herrero Mentiroso les había recomendado que fueran armados. Los onis llevaban sus enormes porras de metal, capaces de causar graves daños en mano de las dos deidades. Pkaurodlos, debido a su naturaleza pacífica y no beligerante, había optado por llevar una cimitarra más por el mero hecho de tenerla que por intención de usarla. A fin de cuentas, sus poderes de dios de la tormenta no eran precisamente inofensivos. Y Summanus se había decantado por llevar una gladius romana. Aunque, como sucedía con Pkaurodlos, confiaba más en sus poderes, incluso de día, cuando no era su hora natural. Pero el hecho de que Dylath-Leen fuera una ciudad de estilo más sombrío, con sus edificios construidos en basalto dándole un toque más oscuro y con las misteriosas galeras que comerciaban con rubíes de grandes dimensiones a cambio de esclavos negros de las selvas de Parg, hacía que el etrusco se sintiera más cómodo.

Durante gran parte del día la ciudad había logrado desarrollar su vida normal, aunque se notaba una atmósfera de tensión en espera del siguiente ataque. No había forma de saber cuando se produciría, aunque los antecedentes indicaban que muy probablemente se produciría durante las horas nocturnas. Sin embargo, eso no ayudaba demasiado a calmar los ánimos. Sin embargo, ver a los dioses patrullando si que infundió un sentimiento de esperanza entre los habitantes de la ciudad.  Fue ya al anochecer cuando se produjo el primer grito de alarma: en el puerto alguien había visto algo. Los dioses de Alfa Strike se dirigieron rápidamente hacia el lugar de los hechos, preparados para combatir si fuera necesario. Cuando llegaron a los muelles encontraron la causa de las perturbaciones que les habían hecho ir corriendo hacia aquel lugar: un byakhee de Byakhee Express estaba haciendo una entrega (sí, también trabajan en las Tierra del Sueño. Byakhee Express, llegamos a donde otros no llegan. Envíos rápidos y seguros. Confía en Byakhee Express) y la histeria había hecho el resto. Pero los dioses prefirieron mantener sus posiciones en la zona. A fin de cuentas, en el resto de la ciudad, la población se había encerrado en sus casas y en el puerto es donde aún se podía encontrar vida, además de que sería más fácil tomar al asalto un barco que uno de esos edificios de basalto. Y no se vieron defraudados.

Una hora más tarde se produjo el ataque. A  una velocidad terrorífica, un nutrido grupo de esculturales y bellas mujeres vestidas con ajustados monos de leopardo y montadas sobre dragones serpentiformes de 3 metros de longitud descendieron de los cielos lanzando rayos desde unas gemas que tenían montadas en cascos redondos sobre sus cabezas. Se trataba de las mujeres leopardo del planeta Venus. Pero no del Venus real, sino de las Tierras del Sueño de Venus. En esta dimensión Onírica, el planeta era un reflejo de las locas ideas del pulp: un mundo cubierto por selvas y pantanos, habitado por dinosaurios y extrañas y exóticas civilizaciones con escaso vestuarios y mujeres esculturales y de gran belleza que, a menudo, dirigían sus naciones como princesas amazonas. Estas mujeres leopardo de Venus eran originarias de uno de esos imperios dominados por féminas de desbordante atractivo y vestidas de forma absurdamente sexy, pues, aunque el mono que llevaban les cubría todo el cuerpo, este era extremadamente ceñido, por lo que marcaba todo su contorno y parecía una segunda piel.

Y, cuando llegaron a tierra, tras desatar el caos con sus disparos, demostraron que no sólo eran bellas y esculturales mujeres vestidas con ceñidos monos de leopardo, sino que eran féminas de desbordante atractivo y excitantes curvas ataviadas con ajustadísimos trajes de una pieza que les marcaba toda su figura y que, además, tenían poco o nada de tiernas y frágiles damas. De hecho eran feroces guerreras amazonas del planeta Venus y no se andaban con tonterías a la hora de enfrentarse con los pocos marineros que se atrevían a plantarles cara. Con gran eficacia, fruto del entrenamiento y de la práctica que habían adquirido, se arrojaron sobre los barcos y sobre las tabernas que no habían tenido la precaución de barrar y atrancar las puertas y se llevaban consigo a hombres. Estos eran preferiblemente jóvenes y sanos y demostraban tener pocas posibilidades contra las aguerridas y sorprendentemente fuertes mujeres. En su afán de saqueo y secuestro, tampoco se quedaron cortas a la hora de llevarse algunos de los esclavos negros que aguardaban en la cubierta de una galera negra, así como a algunos de los tripulantes de la misma. Aquello parecía el rapto de las sabinas pero a la inversa, con marineros, esclavos y otros habitantes masculinos de la ciudad siendo raptados por feroces, aguerridas y esculturales mujeres quien sabe con que ignotos propósitos.

Pero Loki y los demás dioses no podían dejar que esto pasara sin su intervención. Por ello, se lanzaron al combate para tratar de impedir el secuestro de los hombres de las Tierras del Sueño. No es que no se tratara de dioses poderosos y aguerridos, que lo eran. Y habían demostrado en muchas ocasiones que eran capaces de causar graves daños en combate. Es que las mujeres leopardo de Venus estaban hechas de otra pasta. De una pasta bastante dura y potente. Y es que las que habían sido enviadas a las Tierras del Sueño de la Tierra no eran tiernas florecillas ni combatientes comunes. Eran la élite entre las suyas, las más feroces, fuertes y esculturales, las más peligrosas y bellas guerreras, poseedoras de una fuerza sobrehumana y entrenadas para ser las mejores luchadoras. Por ello, y aunque los dioses lo intentaron, las cosas no salieron del todo bien. Bueno, no salieron. Está bien, fueron un completo desastre. De alguna manera, las incursoras se las arreglaron para capturar a Loki, Raijin, Fujin y Summanus. De hecho, los dos onis se dejaron llevar por su líbido y eso les distrajo. Summanus trató de ayudarles, pero también fue derrotado. Loki, por su parte, viendo como estaba la situación, optó por rendirse y tratar de aplicar su propio punto de vista al asunto. Estaba claro que la fuerza no iba a resultar, así que había que utilizar otros métodos, por lo que se dejó capturar y le hizo un guiño a Summanus para hacerle entender que tenía un plan. Los dos nipones ni se enteraron, ya que les habían dejado inconscientes.

Así, cuando las mujeres leopardo de Venus se fueron, dejando atrás el caos del puerto y un magullado Pkaurodlos, recaía en éste último el tratar de hacer algo. El dios supuso que no le habían secuestrado debido a su aspecto de serpiente emplumada. Por ello, trató de no sentirse ofendido por esta discriminación especista y se puso a pensar en alguna solución. Algo que sabía era que los seres sobrenaturales y deidades de carácter reptiliano, como él, destacaban habitualmente por su urbanidad y cortesía y siempre estaban dispuestos a mantener una educada conversación. Sin embargo, los dragones serpentiformes que usaban las incursoras no le habían hecho el más mínimo caso. Esto le hizo pensar en dos posibles opciones: o bien aquellos seres estaban entrenados para ignorar las normas de cortesía cuando estaban en una misión, o bien no le habían entendido por ser de Venus y no hablar la misma lengua.

Por ello, y antes de preparar ningún plan descabellado, Pkaurodlos actuó con lógica y sentido común: Optó por ir a Ulthar, ya que el templo de los dioses de aquella población tenía una abundante biblioteca donde seguramente encontraría alguna pista sobre el lenguaje de Venus. Y, igual con suerte, los gatos podían ayudarle a localizar a Bastet. Un poco de ayuda no le vendría mal.  Debido a sus poderes divinos y a que el tiempo y el espacio pueden ser relativos en las Tierras del Sueño, el dios mesoamericano e ibero logró llegar en muy poco tiempo a la ciudad donde una antigua ley prohíbe hacer daño a un gato. Una vez allí, fue agradablemente recibido por los gatos, sobretodo cuando entro en una taberna y pagó una ronda de platos con leche para todos los felinos que hubiera cerca. A continuación se dirigió al templo para hablar con Atal, el sumo sacerdote. Éste no tenía una experiencia demasiado agradable con los dioses en general, salvo con los Grandes Dioses de las Tierras del Sueño y los Otros Dioses a los que simplemente prefería tener cuanto más lejos mejor y el mínimo trato posible. No tenía ganas de llamar la atención de Nyarlathotep. En cuanto a los dioses más terrenales, en particular los de Alfa Strike, tenía sentimientos ambivalentes, ya que durante la crisis de los dioses de la tormenta, el Thunder-verse, habían acabado por destrozar la pequeña ciudad. Así que no le hacía particular gracia tener a los miembros de Alfa Strike demasiado tiempo allí. Había excepciones claro. Bastet era siempre bien recibida. Y Welcome, al no ser una diosa, gustarle los gatos y caerle bien Atal también era acogida con agrado. El hecho de que la joven aprovechara su estancia para otorgarle sus favores sexuales al sacerdote era algo secundario, por supuesto.

Pero volviendo al tema, Pkaurodlos siempre lograba ser bien recibido debido a su cortesía y buenos modales, así que, no tuvo problema en entrevistarse con Atal. Bastet seguía sin estar disponible, así que tendría que ocuparse él de todo. El sacerdote, al escuchar las explicaciones del dios, le guió a la biblioteca del templo y le dejó trabajar tranquilo. Allí, Pkaurodlos se sumergió en los conocimientos sobre las Tierras del Sueño de Venus (que parecían extrapolados de diversas obras pulp y no eran demasiado abundantes) y el lenguaje que allí se utilizaba. Una de sus capacidades divinas era un don para el lenguaje, lo que era causa de su buen manejo de los ordenadores y dominio de la ciberseguridad. Y es que, al poder asimilar cualquier lenguaje en muy poco tiempo había provocado que fuera capaz de adquirir la capacidad de hablar con los sistemas informáticos en su propia lengua. Así pues, poco a poco había adquirido los conocimientos del protocolo y etiqueta de los ordenadores, lo que le facilitaba su trabajo con ellos, aunque algunos fueran particularmente pedantes, restrictivos o extraños. Por ello, en muy poco tiempo logró asimilar los rudimentos de la lengua de Venus y adquirir un nivel medio no le llevó mucho más. Así, una vez preparado, se hizo con una botella de hidromiel espacial (Atal solía tener algunas de buena cosecha en la pequeña bodega del templo, donde se almacenaban los vinos para uso litúrgico o personal) y, tras darle un trago, se lanzó volando hacia el espacio. Pkaurodlos podía volar y levitar de forma convencional y era su forma habitual de desplazamiento. En las Tierras del Sueño también podía viajar hacia otros mundos, pero para ir más allá de la Luna prefería usar un poco de hidromiel espacial como apoyo. Así el viaje se le hacía más rápido.

Al llegar a las proximidades de Venus se encontró con un problema a tener en cuenta: no sabía exactamente de que lugar concreto procedían las mujeres leopardo. Afortunadamente vio otro grupo incursor que regresaba al planeta tras un ataque con éxito. Por ello, manteniendo las distancias, las siguió. Mientras lo hacía, no podía evitar preguntarse que les estaría pasando a sus compañeros. Esperaba que no fuera nada demasiado desagradable, aunque Raijin y Fujin, que debido a su origen nipón resultaban bastante machistas, no estarían pasándolo tan bien como esperarían en una situación similar. Era cierto que el trato con diosas de otros panteones, así como con Welcome les había hecho rebajar su nivel de testosterona y les había vuelto más tratables. Sin embargo, el verse sometidos a un nación de esculturales y bellas amazonas que les someterían a estrictos rituales reproductivos (si es que se ceñían a algunos tópicos) no les iba a resultar tan agradable como creerían. Lo que no sabía es que sucedería con Loki y Summanus. Tal vez hicieran a los dioses participar en combates en un coliseo, o los reservarían para algún tipo de sacrificio ritual donde acabarían por emascularlos y conservar sus penes como juguetes sexuales para las sacerdotisas. Pero Pkaurodlos decidió dejar de lado las especulaciones. A fin de cuentas, no le resultaban útiles y le distraían.

A medida que se aproximaba a su destino contempló una floreciente ciudad de exótica arquitectura situada en medio de una abundante selva. En el centro de la misma se erguía un fastuoso palacio al que se dirigieron las mujeres leopardo a las que estaba siguiendo. Una vez allí, fue interceptado por unas guardias, vestidas con una variación del habitual vestuario femenino pulp consistente en algún tipo de bikini preferiblemente escueto, que mantenía el esquema de leopardo, aunque las lanzas que llevaban y la forma en que las blandían indicaba que no eran meras figurantes usadas por su atractivo sexual. Así pues, Pkaurodlos hizo gala de sus conocimientos recién adquiridos sobre la sociedad y cultura de Venus combinados con sus dotes para la diplomacia y el protocolo.

Aunque no fue fácil, logró que le condujeran ante la soberana de aquella nación. El salón del trono era todo lo que había esperado: amplio, fastuoso y rico. También se percató durante el trayecto que se veían muy pocos hombres y algunos los identificó como nativos de las Tierras del Sueño de la Tierra. La soberana era una mujer de espectacular belleza y cuerpo escultural, ataviada de forma sumamente escueta y, al mismo tiempo ricamente adornada. Tenía el pelo negro y abundante y la piel bronceada. Si sus súbditas eran de gran atractivo, la reina era como una diosa entre mortales, una mujer por la que matar y por la que emprender épicas campañas para ganar su corazón. Todo muy pulp. Con suma cortesía, Pkaurodlos planteó el objeto de su visita: saber que había sido de sus compañeros y conocer el motivo de las incursiones. La reina, para responderle, hizo pasar a Loki. Éste parecía estar en su ambiente, moverse con soltura, ataviado con un correaje y unos bombachos de exótico diseño. El Herrero Mentiroso le explicó a Pkaurodlos lo sucedido: a saber, que el problema ya estaba prácticamente solucionado. Todo había empezado cuando una extraña y selectiva enfermedad había acabado con un 80% de la población masculina del planeta. Esto suponía un importante problema, ya que, además de las consecuencias normales derivadas de un descenso importante de la población, también había otras dificultades: la cuestión sexual y reproductiva. La primera no era tan grave al ser todas las mujeres de las Tierras del Sueño de Venus bisexuales, pero la segunda era más importante. Podían complacerse sexualmente entre ellas, pero no engendrar hijos. Así que optaron por enviar incursiones de su mujeres leopardo para capturar hombres en otras Tierras del Sueño y llevarlos allí para que se ocuparan de las necesidades reproductivas y, de paso, dar placer a aquellas mujeres que les apeteciera sexo ocasional con un hombre. Loki, con su habitual ingenio, había logrado llegar hasta la reina y había logrado pactar con ella una solución: un intercambio cultural entre las Tierras del Sueño de Venus y la Tierra. Organizar viajes entre ambos mundos para que así las mujeres de Venus vieran satisfechas sus necesidades ante la desbordante falta de hombres que tenían.  Y los hombres secuestrados serían devueltos a sus hogares si así lo deseaban. Por otro lado, quedaba la cuestión de saber que había pasado con Summanus, Raijin y Fujin. Loki, con el permiso de la soberana, le acompañó a verlos. El etrusco estaba satisfecho, rodeado de bellas mujeres de Venus a las que estaba instruyendo en las artes pirotécnicas que él tan bien dominaba. En aquel mundo era algo desconocido y el dios no tenía reparos en enseñarles sus secretos, y eso era algo que le satisfacía y le motivaba. Por otro lado, los dos onis no habían resultado muy afortunados. Tal y como esperaba Pkaurodlos, su líbido y su machismo les había hecho tomar malas decisiones. Así pues, habían sido entregados a las masas de venusianas para que los dos dioses vieran “satisfechos” sus sueños: fueron sometidos a interminables sesiones de sexo con una larga cola de mujeres venusianas que aguardaban su turno para probar a esos fornidos y resistentes dioses. El resultado: acabaron extenuados, drenados de toda energía y con sus miembros viriles exprimidos hasta la última gota, irritados y muy doloridos.

Así pues, con todas las incógnitas resueltas, Pkaurodlos y los demás dioses pudieron regresar a las Tierras del Sueño de la Tierra, junto con gran parte de los hombres secuestrados. De esta manera se inicio el intercambio entre ambos mundos, con erótico resultado.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Harbinger: Estamos reuniendo un equipo

Camino a Crisis of Infinity Kates (parte 1)

Era uno de esos momentos de relajación, de descanso, donde podías olvidarte de todo y esperar a que la Ley de Murphy actuara y viniera alguien a joderlo, pero mientras tanto podías disfrutar de ese tiempo. Y Katherine Ashford siempre agradecía esos instantes de paz y tranquilidad. Se sentía sumamente satisfecha y relajada, sentada en el sofá del salón del piso compartido en el que vivía, con Bastet recostada a su lado, dormitando en modo felino. Kate aprovechaba para acariciarle la cabeza y dejarse llevar por el momento de tranquilidad.  Habían pasado una agradable tarde juntas y ahora sólo procrastinaban. A la joven le sorprendía siempre lo bien que se llevaba con la diosa egipcia de los gatos y lo bien que se compenetraban las dos como amigas y amantes. Al final había acabado por aceptar el hecho de que era extrañamente atractiva sexualmente para todo tipo de deidades y entidades sobrenaturales, lo cual no dejaba de tener sus ventajas. Pero, en cualquier caso, si tenía que elegir, se quedaba con Bastet. Era su mejor amante sin contar a Evangeline, su novia, y las clones de esta, y como a Kate le encantaban los gatos eso hacía que le gustara más a la diosa. Pero, llegó el momento en que la Ley de Murphy entró en acción cuando alguien llamó a la puerta. Kate se sintió molesta por la interrupción, pero su sentido de la responsabilidad la incitaba a levantarse y ver quien era. Por ello, se levantó con cuidado para no molestar a la diosa y se acercó a la entrada del piso. No le sirvió de mucho, pues Bastet tenía un oído muy fino y no tardó en seguir a la joven. Se acercó a la puerta y abrió. Ante ella se encontraba una morlock. Las mujeres de esta especie de posthumanos de un lejano futuro eran de personalidad fuerte y eran de tropas de élite entre las filas del Equipo Exile de la Unión de Tribus Socialistas Morlocks. Esta en concreto no vestía uniforme militar ni las ropas estilo postapocalíptico chatarrero o soviético habituales, sino que iba ataviada con una camiseta negra, un mono de trabajo de color verde oliváceo con la cremallera bajada hasta el abdomen, y recias botas. Había algo en el rostro albino y posthumano que le resultaba familiar a Kate, pero no acababa de centrarlo. Tras las presentaciones oportunas, la joven hizo pasar a la morlock, que se llamaba Yekaterina y, tras tomar asiento, esta última entró prontamente en materia:

-Tu estirpe, tu línea hereditaria a lo largo de la historia está en peligro, camarada Katherine Ashford. Los morlocks, con nuestra tecnología, hemos detectado una serie de perturbaciones espaciotemporales que afectan específicamente a tu árbol genealógico y que parecen destinadas a exterminarlo a lo largo del tiempo y el espacio por motivos que desconocemos. No hace falta decir que, cuanto más atrás en la historia se produzca la extirpación de tu estirpe, más gente se verá afectada. No sólo tú dejaras de existir, sino que todos aquellos que descienden de algún antepasado en común con tu línea familiar también desaparecerán, y todo aquello que has hecho o hicieron tus ancestros o harán tus descendientes y los de los demás descendientes de tus ancestros no se producirá. Esto provocará una oleada de alteraciones y cambios en el tejido del espaciotiempo y la realidad, causando una paradoja que podría acabar por destruir el universo tal y como lo conocemos.

Kate y Bastet se quedaron estupefactas ante esta revelación. Cuando la joven logró recuperar la palabra dijo:

-¿Y qué puedo hacer yo? ¿No hay acaso otros “descendientes” que se puedan ocupar de esto mejor que yo?
-Bueno, la verdad es que estoy aquí por dos motivos: el primero es que, aunque podría haber, literalmente, cientos o miles de personas emparentadas lejanamente contigo a través de las ramificaciones de la historia, hemos descubierto que las perturbaciones en la trama espaciotemporal, a medida que avanzan en el tiempo van dirigiéndose por la rama que conduce a tí. El segundo motivo es que tú eres la más capacitada para ayudar a resolver este conflicto. Tienes experiencia en lo extraño, desconcertante, paranormal y sobrenatural, además de haber compartido vivencias con el equipo Alfa Strike. Así que, en el Equipo Exile me han encomendado reunir un equipo para combatir estas perturbaciones en el espaciotiempo, seleccionando a las candidatas más apropiadas. Mientras, en la base morlock tratarán de triangular el origen de las alteraciones y podremos atacarlo para poner fin a este problema.

-Espera, espera un momento... ¿candidatas?

-Sí, claro. Perdona, se me había pasado decírtelo: vamos a recoger Kates a lo largo de la historia. Todas las personas afectadas son mujeres de tu árbol genealógico, lesbianas o bisexuales, y muchas de ellas, por algún motivo, tienen tu nombre o una variedad idiomática o que fonéticamente suenan similares en algún grado. Yo misma soy una Kate, de una rama del lejano futuro, y tengo una conexión genética contigo. Soy algo así como la Kate de dentro de un millón de años.

En ese momento, Katherine sintió como le temblaban las piernas de la impresión. Bastet se acercó a ella y la abrazó para darle apoyo. La diosa, que había sido mudo testigo con curiosidad felina, también estaba muy sorprendida por las revelaciones realizadas, aunque también se le ocurrió pensar en las posibilidades de tener no sólo a una Kate, sino a varias como amantes. Sería algo parecido a las welclones. Las posibilidades que tenía el asunto eran embriagadoras. Pero no podía dejarse llevar por sus apetitos sexuales en esos momentos. Así pues, planteó la cuestión a tener en cuenta: ¿cual iba a ser su primer paso? Yekaterina les explicó que su primera parada sería el antiguo Egipto, al reinado de Nefrén-Ka, último faraón de la Tercera Dinastía. Durante su gobierno prosperaron los sacerdocios de Bast, Anubis y Sebek. No está claro si era un avatar de Nyarlathotep o sólo le rendía culto. Pero en cualquier caso eso es algo que ahora mismo no nos concierte. Nuestro objetivo es Ka-Neferu, una sacerdotisa de Bastet o Bast. Deberían viajar en el tiempo, localizarla y extraerla. Una vez conseguido esto, tendrían que regresar al presente y la dejarían en la base morlock, donde, con ayuda de Bastet, si la diosa aceptaba, la ayudarían a asimilar el salto temporal y el choque cultural. Mientras tanto, seguirían buscando Kates en el tiempo.

El problema de las anomalías espaciotemporales era precisamente ese, que se producían en el continuo espaciotiempo, y tenían la particularidad de ser difícil de precisar el punto cero de las mismas. No era como moverse por un río, en una dirección u otra. Era más bien como un laberinto con cuatro dimensiones en el que alterar una parte del mismo podía provocar todo tipo de ondas, reflejos, cambios y paradojas que harían aparecer nuevos laberintos y podías acabar perdido en una línea temporal completamente diferente. Y eso explicándolo de la forma más simple posible. Por ello, había que rastrear las alteraciones y anomalías a través de las posibles sucesiones temporales hasta que se produjera un colapso de la onda espaciotemporal que indicara el punto exacto en donde se iba a producir o se estaba produciendo el incidente. Así pues, el trabajo de los morlocks encargados de rastrear las anomalías era bastante peliagudo. Era algo a medio camino entre un físico cuántico trabajando con un acelerador de partículas de bajo presupuesto tratando de identificar una determinada propiedad de una partícula subatómica, un detective de novela negra y un teórico de la conspiración atando cabos para elaborar su hipótesis de como los vampiros diurnos controlan las multinacionales del gobierno.

Determinar en que momentos concretos se iban a producir las anomalías y que Kates eran las más apropiadas para formar el equipo de respuesta entre todas las que podían ser objetivos de ataques espaciotemporales era una labor ardua, dura y muy lenta. Por otro lado, estaba la barrera idiomática y el choque cultural. Eran dos asuntos importantes. De ambos se podían encargar los morlocks, que, debido a que habían tenido que viajar por diferentes dimensiones y momentos temporales siguiendo el rastro de los Reptilianos Nazis del Lado Oscuro, habían acabado por desarrollar especialistas en estas cuestiones. Y es que, además de tener algunos expertos psicólogos que ayudaban a superar el trauma del shock de verse enfrentados a una cultura y tecnología completamente diferentes, también habían logrado desarrollar unos trayectores universales que no funcionaban con tecnología del traductor de Google: estos sí que lograban una correcta traducción sintáctica, gramatical y ortográfica sin perder el sentido ni la coherencia en el camino. Además, habían logrado miniaturizarlos de manera que se podían llevar de forma muy discreta dentro del oído y lograban una traducción simultánea sin apenas retraso.

Así pues, tras las debidas explicaciones y tras asimilar la situación, Yekaterina, Bastet y Kate se dirigieron hacia los túneles bajo la ciudad y, una vez allí, utilizando un vehículo morlock, se dirigieron a la base del Equipo Exile de la Unión de Tribus Socialistas Morlocks. La máquina del tiempo era un extraño vehículo, extraño incluso para tratarse de un vehículo morlock. Se trataba de un camión basado en el GAZ-69 soviético, con las características modificaciones de estos posthumanos que lo hacían parecer sacado de una película de Mad Max: chapas de blindaje con remaches y soldadas, pinchos, un parachoques tamaño XL, etc. Además, incorporaba en la cabina una pequeña selección de armas de mano y fusiles AK morlocks. Pero, además de todo esto, que era lo normal, había que añadir una serie de conductos y manojos de cables que recorrían la carrocería y que parecían acabar en un complejo tecnológico que parecía un cruce entre una caldera doméstica y una nave Soyuz. Tal y como les explicó Yekaterina, aquello era la máquina del tiempo. Habían usado como base el camión porque era un vehículo sólido, resistente y robusto, y, como estaba construido con la tecnología morlock, era muy duro y fácil de reparar. Y, puesto que ya que ibas a utilizar un vehículo como base para una máquina del tiempo, lo mejor era hacerlo con estilo. Y ese camión era puro estilo morlock. También comentó como de pasada que, cuando llegaron a ese tiempo siguiendo a los Reptilianos Nazis del Lado Oscuro, tuvieron algunos problemas de ajuste, y llegaron alguna década antes, en concreto, a los años 80 del siglo XX. Por casualidad, se toparon con unos cineastas que les robaron la idea del vehículo máquina del tiempo, adaptándola al decadente estilo americano y usando un Delorean como base. Pero, indudablemente, el camión morlock era insuperable. Y además funcionaba.

Tras presentarles la máquina del tiempo, y equiparlas con los traductores universales, Yekaterina las invitó a subir al camión. El cuadro de mandos era más sencillo de lo que parecía, siendo el mismo de un vehículo normal de su tipo, pero con el añadido de un módulo donde establecer las coordenadas espaciotemporales. La morlock puso el motor en marcha, introdujo el lugar y tiempo de destino y accionó el condensador de flujo de taquiones. Entonces, saltaron en el tiempo. En ocasiones se ha usado como recurso narrativo para este tipo de traslaciones el paso acelerado del sol y la luna, calendarios que van pasando los días y meses, o incluso un maniquí que no se cambiaba durante décadas y que iba reflejando los cambios de la moda. También estaba el despliegue de efectos especiales para generar un túnel de luces estroboscópicas, estereoscópicas o producto de un interesante alucinógeno. Pero, en este caso, bien por falta de presupuesto, bien por el pragmatismo morlock o porque el viaje en el tiempo es así, se produjo un destello de luz y el camión desapareció de su hangar en la base morlock y apareció en el Antiguo Egipto, próximo a un templo. Era de noche, y el cielo estaba despejado. Por ello, las estrellas y la luna aportaban una visibilidad bastante buena para esas horas. Afortunadamente, eso les garantizaba la intimidad necesaria, pues el vehículo temporal habría llamado demasiado la atención a plena luz del día, aunque el edificio estuviera algo alejado del núcleo urbano. Varios gatos que pululaban por la zona se aproximaron ronroneantes a su diosa cuando las mujeres bajaron del vehículo. Bastet se agachó para acariciarlos y hacerles mimos y conversar con ellos en maullidos.

Tras una breve conversación, la diosa se irguió y contempló los alrededores con expresión molesta. Informó a Yekaterina y Kate que había extraños en la zona. Los gatos habían localizado a un grupo de personas vestidas de forma peculiar y que se movían sigilosamente en dirección al templo. Por ello, la morlock fue a buscar algunas armas al camión, dándole una pistola a Kate y quedándose ella con una pistola y un fusil de asalto. Tras esto, las instó a darse prisa. Posiblemente habían llegado a tiempo de prevenir un ataque contra una Kate. Así pues, entraron en el templo, donde encontraron a una mujer, una sacerdotisa por sus atavíos, realizando algún tipo de ceremonia nocturna y acompañada de varios gatos. Se trataba de Ka-Neferu. Por ello, se aproximaron a ella y, cuando la egipcia percibió su presencia, se dio la vuelta sorprendida y algo asustada aunque dispuesta a plantar cara. Al ver a su diosa, aunque vestida con unas extrañas ropas (Bastet no había llegado a cambiarse, por lo que iba vestida con vestimentas del siglo XXI), se sorprendió. Entonces, la deidad le habló en egipcio antiguo. Mientras hacía esto, Kate se fijó en los rasgos de la sacerdotisa. Ciertamente no había duda de que era una nativa de Egipto, aunque algo en su porte y rasgos le resultaba familiar, como ya le había pasado con Yekaterina. Pero, mientras la mujer y la diosa hablaban, los extraños se aproximaban. Así, la morlock se dirigió a la entrada del templo y se preparó para repeler a los intrusos si estos tenían, como esperaba, intenciones agresivas. Por su parte, Bastet le hizo una versión abreviada y adaptada a Ka-Neferu de lo que estaba pasando. Tras esto, le presentó a Kate e indicó a la joven del siglo XXI que pusiera a su homóloga egipcia el traductor universal para facilitar la comunicación. Por su parte, la diosa salió a ayudar a Yekaterina, que había empezado a abrir fuego.

Los atacantes eran unos sujetos que parecían haber salido de la película Stargate y haber acabado en el vestuario de una unidad de comandos. Vestían de forma bastante peculiar, ya que combinaban un uniforme militar de camuflaje con faldellines de lino y otras piezas de atuendo estilo egipcio junto con unas mascaras o cascos de alta tecnología que imitaban la cabeza de dioses egipicos. De esto se percató Bastet al ver las lentes de visión nocturna en los ojos de las mismas. Y, como armamento, contaban con fusiles de asalto. Sin embargo, un comando militar, aunque fuera vestido de forma tan extravagante, poco podía hacer contra una diosa cabreada. A Bastet no le gustaba que atacaran SU templo y a SU sacerdotisa que, además, era una antecesora de SU mejor amante y amiga. Le habían tocado las narices a base de bien. Grave error. La diosa, que era la experta en infiltración, sigilo y tácticas de comando del equipo Alfa Strike, no era por ello menos terrible en combate directo. Cayó sobre sus enemigos con la furia de un gato y la fuerza de una deidad, sajando, desgarrando, bufando, golpeando y dándoles cuatro clases de palizas diferentes. Aunque trataron de defenderse, poco podían hacer contra Bastet en pleno modo diosa gata furiosa. Así pues, aquello fue breve. Pero, a medida que eran derrotados, es decir, acababan con un variado surtido de lesiones graves de esas que un médico describiría con una larga lista de palabras, iban desapareciendo. Fuera quien fuera su adversario, tenía una tecnología espaciotemporal muy buena, capaz de implantar en el equipamiento de sus hombres balizas temporales conectadas a sus constantes vitales para que regresaran en cuanto acaban malheridos. Así lo supuso Yekaterina al ser testigo de lo que pasaba.

Pero habían averiguado algo más de todo aquello: las tácticas y armamento podían darles algunas pistas. Que ellas supieran, sólo había tres facciones con tecnología espaciotemporal lo bastante avanzada: el Equipo Exile de la Unión de Tribus Socialistas Morlocks, los Reptilianos Nazis del Lado Oscuro y New World Enterprises que era la némesis de Alfa Strike y había adquirido su tecnología de los invasores lacerto nazis. Y la forma de actuar de aquellos atacantes les había recordado a los comandos de Omicron Scorpions, la empresa de seguridad y ejercito privado de NWE. ¿Estaría la NWE implicada en el asunto de algún modo? No parecía tan descabellado si recordaban el incidente Weird Bio-Hazard del año anterior. Pero, mientras tanto, no podían hacer otra cosa que regresar al siglo XXI con Ka-Neferu. Una vez solventada la crisis, la harían regresar justo después de llevársela, para evitar problemas con la línea espaciotemporal.

El equipo estaba comenzando a reunirse:
  • Yekaterina, soldado de élite morlock.
  • Katherine Ashford, estudiante de Historia del Arte.
  • Ka-Neferu, sacerdotisa de Bastet.

jueves, 15 de febrero de 2018

Especial Big Culo Day: La crisis de los palos en el trasero

La luna ya brillaba en el cielo cuando Abel W. Mason salió de su despacho en la facultad de Filosofía y Letras. Había pasado años yendo y viniendo de una carrera a otra, hasta que se acomodó lo suficiente en la de Filología Germánica como para quedarse, graduarse y conseguir una plaza como profesor e investigador mientras terminaba su tesis "Cómo decir una frase en alemán sin acabar escupiendo a tu interlocutor: Una introducción al tono agresivo y las esdrújulas imposibles del idioma germánico". Había estado trabajando en dicho estudio hasta bien tarde, aunque en el proceso contó el argumento entero de una película alemana, y ya iba siendo hora de volver a casa.

En el campus nocturno reinaba una inesperada niebla que cubría todo y llenaba de humedad la ya de por sí fría atmósfera de Nueva Inglaterra. Abel sacó la linterna que siempre llevaba encima y se la puso en el bolsillo delantero de su chaleco. Fue caminando hacia el aparcamiento y, cuando ya casi estaba allí, comenzó a escuchar como unas interferencias de radio. Se detuvo y miró a su alrededor. Sólo niebla y oscuridad... aunque parecía que oía algo que se le acercaba. No sabía discernir desde qué dirección, pero algo venía hacia él mientras el sonido de radio sin sintonizar cada vez se oía más fuerte. No tuvo tiempo para evitar el ataque. Sólo un grito desgarrador rompió el silencio de la noche.

La mañana siguiente, el frío invernal saludó al becario de la Fundación Wilmarth mientras caminaba por el campus de la Universidad Miskatonic. Llevaba meses trabajando en su pequeño proyecto especial (contactar con los Dioses Arquetípicos. Los de verdad, no como les pasó la última vez. Convencerlos de que esa ciudad estaba llena de CCC (criaturas del ciclo de Cthulhu y esperar que hicieran su trabajo), pero no avanzaba mucho. Pensando en cómo podría llevar a cabo esta misión, se cruzó con un compañero becado, Abel W. Mason. No eran becarios de la misma carrera ni de la misma facultad, pero cada año se celebraba un partido de hockey entre todos los becados en la Miskatonic, así que, quisieran o no, todos se conocían un poco. Pero hoy Abel parecía extraño. Caminaba muy firme y hablaba mecánicamente con un vocabulario tedioso y difícil de seguir. Normalmente era una persona más vivaracha, así que la alarma saltó en el cerebro del becario. Abel W. Mason no se comportaba como él. Esto era síntoma de la influencia de alguna CCC, o peor, de una DCC (Deidad del Ciclo de Cthulhu). Era el momento de trabajar.

El becario sacó su Walkie-Talkie especial de la Fundación Wilmarth (llenos de arenilla hecha con piedras con el símbolo arcano, para que nadie pudiera intervenir la llamada) y llamó a sus compañeros, les comunicó lo que había visto y esperó nuevas instrucciones. La respuesta fue que esperara allí con el sujeto afectado.

Siguiendo las órdenes de sus superiores, el becario detuvo a Abel, que ya se marchaba desfilando como un soldado, y empezó una conversación de besugo, a la que el otro respondía como si fuera la persona más sosa jamás concebida. No sabía lo que le habían hecho esas maléficas criaturas, pero recibirían su merecido. Una buena ración de piedras con el Símbolo Arcano. La Fundación había comprado al por mayor a un fabricante chino y tenían de sobra.

Minutos después llegaron dos miembros de la Fundación Wilmarth. Uno de ellos era profesor de la universidad, y el otro era agente de campo. El becario les mostró a la posible víctima de las DCC y sus superiores lo estudiaron. Sí, se comportaba de una manera muy extraña. Quizás como si hubiera sido alterado por esas CCC que hacían intercambios mentales con humanos. Sabían perfectamente que todos los años había al menos uno de esos seres en la universidad disfrazado como humano normal. Decidieron hacer un estudio más profundo y encontraron algo escalofriante. Abel W. Mason no había sido intercambiado por una CCC. Tenía un palo. Un palo metido por el culo.

Mientras la Fundación Wilmarth hacía este inquietante descubrimiento, Seabury Q. Pickman se tomaba un café minutos antes de iniciar su primera clase. Estaba disfrutando de su cafeína concentrada cuando vio entrar en la cafetería a un grupo de estudiantes que caminaban de una forma muy peculiar. Todos iban muy rectos,  como si estuvieran en un desfile militar, y hablaban entre ellos como si fueran la voz en off de un documental soporífero. Esto no habría sorprendido a Seabury si no fuera porque iban con sudaderas de Alpha Beta Kappa, una de las fraternidades más fiesteras de la universidad. Si habían sido aceptados en ella no podían ser tan sosainas. Algo extraño estaba pasando... y no tardó en averiguar qué era.

Las puertas de la cafetería se abrieron de golpe, mostrando a un grupo de estudiantes que intentaban entrar corriendo, pero algo  que les seguía consiguió agarrar a uno de ellos y sacarlo al exterior. Seabury vio esto, ya imaginando que alguna criatura ultraterrena había sido invocada por error, pero cuando fue a mirar lo que sucedía se sorprendió aún más.

No, no era una criatura ultraterrena, sino una especie de fotocopiadora con patas, que iba capturando estudiantes con unas pinzas, los acercaba a su cuadrangular forma y les hacía algo, algo muy rápido que Seabury no conseguía ver bien. Después de lo que fuera que hacía la máquina, el alumno adquiría el comportamiento sosainas que había contemplado antes. Eso quería decir una cosa buena y otra mala. La buena era que no estaban siendo invadidos por vainas del espacio exterior. La mala era que no tenía ni idea de cómo detener a ese trasto. Bueno... al menos sí sabía cómo no detenerlo, pues se percató de la presencia de varios miembros de la Fundación Wilmarth que iban persiguiendo a la máquina y le lanzaban piedras estrelladas. Seabury pensó, por primera vez en su vida, que era una lástima que ya no dejaran a los de la Fundación lanzar explosivos dentro de los límites de Arkham.

-¡Apartaos, compañeros! ¡Esta máquina está siendo controlada por una entidad alienígena y tenemos que detenerla! -iba diciendo uno de los miembros del grupo de perseguidores, alentando a los demás estudiantes a que se apartaran. La máquina se lanzó a por él y no pudo escapar. En cuestión de segundos era un sosaina más.

¿Podía estar en lo cierto y la máquina estaba siendo utilizada por inteligencias alienígenas? Podía ser, aquello era Arkham y no le sorprendería demasiado. Ese chisme podía ser obra de los reptilianos nazis... pero ellos normalmente les ponían insignias a sus máquinas, y esta no llevaba ninguna. ¿Quizás obra de los aliens grises que habían llegado a la ciudad recientemente? Seabury iba pensando en posibilidades hasta que se dio cuenta de que el trasto estaba casi sobre él, y parecía haberle echado el ojo. Se dispuso a huir de la máquina, pero esta le cogió del pie derecho con una de las pinzas ¡Le iba a convertir en un sosaina!

Seabury ya estaba rezando a todos los dioses cuando un trueno sonó en el cielo y se vio libre del ataque de la máquina. Estaba con los ojos cerrados con fuerza esperando que la máquina le hiciera lo que fuese que le hacía a los demás, pero no le había hecho nada. La máquina le había soltado. Seabury abrió los ojos con cautela y vio que delante de él ya no estaba la máquina, sino un gigantón de más de dos metros, lleno de músculos y con una armadura que le sonaba mucho. ¡Brontes al rescate!

-Ey, Seabury ¿cómo te va? -dijo Brontes.

-¿Que cómo me va? Esa cosa iba a... a... lo que sea que haga ¡¡¡¿cómo quieres que esté?!!!

-Pero ya estás a salvo, ahora déjame a mi. Conozco perfectamente a este chisme.

-Que lo conoces... ¡Ya me estás diciendo qué es esta cosa y cómo sabes lo que es.

La máquina estaba intentado capturar a Brontes, pero este estaba realizando una danza bastante lamentable, con la que conseguía evitar ser capturado. mientras lo hacía, respondió a Seabury.

-Verás, siempre se ha dicho que los que se gradúan en la facultad de económicas salen de allí como si les hubieran metido un palo por el culo... pues no es una metáfora. Esta máquina tan inquieta es la que se utiliza para meter un palo por el culo a los alumnos cuando terminan la carrera. La cuestión es que hace días se estropeó y la dejaron a que la arregláramos, y yo... esto... le dejé el trabajo a unos colaboradores perfectamente cualificados.

-Brontes -dijo Seabury muy serio-. Dime inmediatamente a quien les dejaste este trasto.

-A unos ayudantes muy trabajadores...

-Sí, unos ayudantes tan trabajadores que han lanzado a este cacharro a meterle palos por el culo a todos los que se cruza ¡¡¿A quien dejaste la reparación?!!

-Eh... a los becarios...

Por un momento, Seabury sintió deseos de estrangular al cíclope, que seguía con su danza ridícula, con tanto ritmo que un individuo dejó a su lado un radiocasete de los '80 con una música que casaba perfectamente con el baile de Brontes.

-¡¿Y por qué no lo has fulminado ya con un rayo?!

-Porque los de económicas le pusieron un revestimiento de adamantium. No podemos destruir tan fácilmente a esta cosa -. Mientras decía esto, Brontes recibió el impacto de una piedra con forma de estrella-. ¡Ey, cuidado con las piedrecitas!

El aparato pareció cansarse del baile de Brontes y se giró en dirección a los de la Fundación Wilmarth, que le esperaban armados con sus piedras con símbolo arcano. Alcanzó a dos de ellos y, rápidamente, les introdujo un palo por donde la espalda pierde su nombre.

-Brontes ¿cómo vamos a detener a este trasto? -preguntó Seabury -. Normalmente llamaría a Welcome, pero se ha ido con Kate a celebrar San Valentín a Dunwich y llevan allí más de dos días.

-Pues tiene que ser algo que se nos ocurra antes de que convierta a toda la Fundación Wilmarth en sosos con un palo en el culo. Aunque igual eso es mejor, así dejan de buscar tantas DCC y CCC.

Una bombilla pareció encenderse sobre Seabury.

-Creo que ya sé cómo parar esto. Tenemos que ir a Martini Beach y hacer que la máquina nos siga.

-¿Y cómo hacemos eso? -preguntó Brontes.

Minutos después, un ciudadano normal de Arkham se disponía a comprar el periódico, cuando ante él pasó, a toda velocidad, un coche en el que iba conduciendo un individuo con una pipa en la boca y al lado había un gigantón con el culo por fuera de la ventanilla, como si le estuviera haciendo un calvo a toda la ciudad. Detrás de ellos iba una especie de fotocopiadora con patas que intentaba coger al del culo, pero el coche era más rápido. El ciudadano de Arkham se estrechó de hombros y siguió su camino al kiosco.

-¿Puedes ir un poco más despacio? Se me está helando el trasero -le dijo Brontes a Seabury.

-Si vamos más despacio, nos alcanzará, y no creo que quieras un palo metido por el culo.

Brontes pareció replantearse la idea de ir a menor velocidad. El coche de Seabury cruzó la ciudad lo más rápido que pudo y llegó a la costa. Una vez en Martini Beach, dio un frenazo y aparcó casi en la arena. Bajó del coche y fue corriendo a la playa, donde había un grupo de profundos acampados. Se trataba de un grupo de los que estaban en la ciudad haciendo protestas contra la contaminación de las aguas. Brontes salió del coche y la máquina fue detrás de él, dando saltos, como si se hubiera obsesionado con el culo del cíclope.

-Lo que se te haya ocurrido, mas vale que lo hagas pronto. Este chisme me ha cogido  tirria -dijo Brontes esquivando a la máquina.

Seabury estaba hablando con los profundos. Después de explicarles lo que quería de ellos, un profundo que parecía ser parte de los líderes de las protestas se acercó a las aguas y comenzó un cántico en dirección al mar. Momentos después, varios de los otros profundos se unieron al cántico. Minutos después, algo que parecía una ola se fue acercando a la orilla de manera imparable, la ola se convirtió en un géiser del que salió una inmensa criatura. Gigante cual Polifemo, el ser parecía un profundo del tamaño de un edificio de cinco pisos. Se trataba del mismísimo Padre Dagón.

-¡Brontes! ¡Corre hacia Dagón! -exclamó Seabury.

El cíclope no lo dudó ni un instante. Ya estaba harto de la máquina de las narices. Corrió hasta la orilla y se tiró en plancha al agua. La máquina de meter palos en el culo pareció perder de vista a Brontes, pero se encontró con algo que le atraía más. Era un culo gigante, el culo más grande al que se había enfrentado, el culo del padre de los profundos.

La máquina comenzó a trepar por las piernas de Dagón, ante la atónita mirada de éste. Las poderosas zarpas del padre de los profundos intentaban quitarse esa cosa, pero la máquina saltaba de una pierna a otra. Finalmente, el aparato consiguió llegar al culo de Dagón y se dispuso a realizar su operación, pero aquel era un culo demasiado grande, con un palo no le bastaría, ni con dos, ni con tres, ni con... La máquina comenzó a echar humo y se soltó de los glúteos del padre de los profundos, momento que éste aprovechó para darle un zarpazo que la mandó directa al paseo de Martini Beach. Allí, el aparato se quedó echando humo y chispas. Antes de que Dagón pudiera cabrearse por aquello, los profundos aplacaron al ser con cánticos y alabanzas, por lo que éste se quedó contento y volvió al mar.

-¡Eso ha sido fantástico! -exclamó Brontes.

-Se me había ocurrido que nuestro problema era que ni podíamos detener al aparato por su blindaje. Teníamos que conseguir que él mismo parara de intentar meter palos por el culo. Intentar hacer esto con el inmenso culo de Padre Dagón ha debido cortocircuitarlo y dejarlo inútil.

-Sabía estratagema, Seabury.

-Sí... pero tú vas a volver a la universidad inmediatamente, y vas a arreglar ese trasto con un equipo verdaderamente cualificado, y además, pedirás disculpas a mis alumnos por llegar tarde a la clase.

-Como si que faltes a una clase y tengan una hora libre fuera una tragedia -musitó Brontes.

-Pues... ¡da igual! Volvamos inmediatamente a la universidad.

Brontes cogió la máquina, que seguía echando chispas y se metió el coche con Seabury. Allí, en la playa, se quedaron los profundos despidiéndose. No sabían exactamente qué había pasado, pero ver a Padre Dagón darle un sopapo a la fotocopiadora con patas había bastado para que no se hicieran preguntas. Había sido algo digno de ver.

sábado, 10 de febrero de 2018

Al dios más varonil y atractivo

Un especial King-in-Yellow Size

Todo comenzó con una estatuilla. Era de oro, y representaba una figura masculina que recordaba a un oscar pero con con la musculatura definida como si se tratara de un culturista. Y en su base se podía leer la leyenda “Al dios más varonil y atractivo”. Era algo inocente, que no tenía porque tener la mayor importancia. Sólo alguien como mucho ego o vanidoso podría discutir y pelearse por la posesión de esta inocua estatua. Inocua en apariencia, claro. Nadie sabía de donde había salido. Loki pareció ser el primero en verla, y, en cuanto le echó un ojo con mirada profesional, se deshizo de ella al instante. Y, como no podía ser de otra manera, la dejó, de forma bastante sutil, en manos de Thor. Éste tampoco es que fuera una lumbrera, y si que tenía un punto destacado de ego y vanidad. Para ser sinceros hay que reconocer que el dios nórdico del trueno no era un tonto rematado. Simplemente era demasiado impulsivo y dado a la acción antes que pararse a pensar. Y, como muchos dioses, tenía un elevado concepto de sí mismo y no rechazaba un halago. En su caso no se trataba de la típica retorica adulatoria, a fin de cuentas era un dios del trueno. Y, para caer en estereotipos, hay que reconocer que le gustaba mucho la bebida fuerte y la carne en grandes cantidades. Pero, pese a todo, también eran un dios susceptible a la subida de testosterona, o su equivalente divino. Así pues, cuando el trofeo cayó en sus manos, le faltó tiempo para presumir de ello en ElderGodBook. Loki, por su parte, se preparó un buen cubo de palomitas y se dispuso a disfrutar del espectáculo. Hay que decir que no fue el único, ya que el creador de la estatuilla estaba frotándose las manos de placer ante lo que estaba por venir. También hubo otros en la red social de dioses y seres sobrenaturales que se prepararon para ver un gran espectáculo. No quedaron defraudados. Para seguir los acontecimientos en directo y no perderse nada, Loki pidió a El que Legisla tras el Umbral que se ocupara del asunto. Así, tras negociar los emolumentos que cobraría el abogado, éste se dedicó a seguir a Thor, tablet en mano, para transmitir en directo a ElderGodBook. Para justificar su presencia, el primigenio legal le explicó al nórdico que, ya que era el dios más varonil y atractivo, seguro que a muchas diosas le interesaría conocerle. Por ello, grabarle en vídeo durante su día a día le ayudaría a promocionarse. Ni que decir tiene que la líbido del dios, ante las posibilidades que se le ofrecían, tomó el mando y aceptó de inmediato tener a El que Legisla como séquito y camarógrafo.

Pero claro, si Thor era el más varonil y atractivo tenía que presumir de ello también fuera de la red. Por ello, se fue en busca de otras deidades. Primero pensó en Brontes, pero el griego le daba poca importancia a estas cuestiones. A fin de cuentas, el cíclope, con un físico tipo armario ropero, que le hacía parecer el primo pelirrojo y sin piel verde de Hulk, no necesitaba que le doraran la píldora. Era consciente de su físico y de su sexualidad (como buen dios griego, le daba a todos los palos, y al decir todos es TODOS). Así que un trofeo de esa categoría le resultaba indiferente salvo por los posibles intereses en cuanto a los materiales con los que estaba hecho o su proceso de fabricación. Por ello, pensó a continuación en N’Kari, pero la diosa estaba fuera de la ciudad por motivos de trabajo. Así pues, optó por encaminarse al EldritchBurguer y tomar algo allí mientras reflexionaba sobre que dios podría encontrar ante el cual presumir de su logro.

Fue en estas circunstancias donde la fatalidad del destino se manifestó al entrar Thor en el restaurante de comida rápida. Y es que allí se encontró con Ares y Perun que estaban comiendo algo y comentaban alguna batallita pasada durante su pertenencia a Alfa Strike. Esto no era particularmente raro. Aunque en Arkham existían otras cadenas de restaurantes de comida rápida, el EldritchBurguer era muy popular y estaba a la altura de la competencia en cuanto a clientela. Había que reconocer que, a menos que no te gustara el pescado, era un lugar muy bueno para comer y con unos precios asequibles. Además, la materia prima le venía de Innsmouth, por lo que era de muy buena calidad. Por ello, era una opción muy solicitada por parte de los estudiantes de la Miskatonic, de los profundos de la acampada de protesta y de una parte de la ciudadanía en general. Y, claro, también de los dioses residentes. La principal competencia directa era la cafetería y restaurante de La Llave y la Puerta, pero es que el cocinero era Unglaublich y era el mejor en su trabajo. Resultaba muy curioso que un engendro ameboide protoplasmático alienígena extradimensional, es decir, un Servidor de los Otros Dioses, fuera tan excelente en la cocina para humanos, pero así era. Sin embargo, los Pickman y de la Vega, el dueño del EldritchBurguer habían alcanzado un acuerdo de colaboración mutua para no perjudicarse. Por ello, las relaciones entre la residencia y el restaurante eran muy positivas.

Cuando Thor vio a sus compañeros de equipo, no dudó un momento en acercarse a ellos para presumir, seguido por El que Legisla que, para sus adentros, se lo estaba pasando bien. El nórdico no dudó un instante en plantar el trofeo sobre la mesa, ante la estupefacta mirada de los otros dos dioses. Obviamente, les comentó que había acabado en sus manos porque era obvio que era el que merecedor justo del mismo. Por supuesto no fue sucinto, sino que se recreó en describir sus cualidades: su rudo atractivo nórdico, su cuerpo musculado, el sex appeal que tienen los vikingos desde que se empezó a emitir una serie sobre ellos en la que todos los personajes son absurdamente atractivos y sexis, lo gran amante que era y como podía superarles en comer y beber y que, por supuesto, no había comparación con su varonil belleza. Aquello fue como echar una cerilla encendida a un charco de gasolina. Pero esto requiere un poco de explicación.

Ares era el dios griego de la guerra, y en sus tiempos la testosterona (o su equivalente divino), le salía por las orejas a chorros. Además, como tampoco era raro entre los de su panteón, no le resultaba fácil mantener el pene quieto. De esta manera engendró a algunos seres mitológicos bastante peculiares y fue amante de Afrodita, precisamente durante un tiempo en que la diosa del amor estaba emparejada con Hefesto, o así lo dicen los mitos. En realidad lo que pasó fue que Afrodita, que era de culo inquieto y sexo ardiente, y que, si se supiera la verdad, desbancaría de lejos a Zeus en cuanto a longitud de su lista de amantes, estaba manteniendo una intensa relación sentimental/amatoria con Brontes. Pero como la diosa era de relaciones abiertas y a veces Brontes no podía satisfacerla en condiciones por tener que ocuparse de otros problemas técnicos (cosas de ser el único que tenía una mínima idea de mantenimiento en un panteón de juerguistas, festeros y fornicadores compulsivos), le dio a la diosa por liarse con Ares. Brontes, que era bastante pragmático, no puso pegas a la relación, aunque el hecho de que la iniciaran a escondidas provocó que les gastara una pequeña broma relacionada con una red pegajosa arrojada precisamente en uno de los momentos en que Ares y Afrodita se dedicaban a darse placer. Tras eso, se despreocupó y no le dio más importancia al asunto. Pero volviendo al asunto que nos incumbe, el dios de la guerra siempre había sido bastante… belicoso e impulsivo, aunque acabó por aprender comedimiento con el transcurso del tiempo. A fin de cuentas, por mucho que exageraran los cronistas, la Batalla de las Termópilas distaba mucho en cuanto a magnitud y poder destructivo de, por ejemplo, las Guerras Napoleónicas. La escalada armamentística y bélica había hecho que Ares se plantara y dijera: “Un momento, creo que nos estamos pasando un poco, ¿no?”. Por ello, comenzó a moderar su temperamento tras ver la primera cruzada. Pese a todo, se podía sacar al dios de la guerra, pero no a la guerra del dios. Y el desafío implícito de Thor pedía guerra. Ares, que en su tiempo fue el amante favorito de Afrodita, no estaba dispuesto a dejar que un advenedizo del norte de Europa se alzara con unos laureles que le podrían corresponder a él.

Por el otro lado tenemos a Perun. Era un dios eslavo del trueno, líder de su panteón y también con atribuciones sobre la guerra. Además de hablar inglés con un fuerte acento ruso y de contar habitualmente con su casi inseparable compañero, el oso Misha, que, en esos momentos disfrutaba de las atenciones de las welclones en Dunwich (a Welcome y sus clones les encantan los animales, y Misha siempre recibía muchos mimos de ellas), era un dios temperamental, muy varonil y cargado de testosterona (o su equivalente divino), bastante directo y algo brusco. Durante mucho tiempo había sido una figura a tener en cuenta en el panorama de la Europa oriental y Rusia, siendo un dios destacado y respetado. Sin embargo, aunque la llegada del cristianismo le dejó en un segundo plano, se supo adaptar y mantener su nicho. Incluso durante la existencia de la URSS logró sobrevivir. Como dios destacado del panteón eslavo, llevaba mucho tiempo emparejado con la Rodina, la Madre Patria, la encarnación de Rusia, que, con la ayuda de los comunistas se hizo más fuerte y poderosa, además de una excepcional amante y destiladora de un vodka capaz de resucitar a un muerto. A todo esto había que añadir que Perun era un dios orgulloso de su fornido físico, y, debido a que tenía el aspecto de un hombre maduro, con una barba y cabellera canosas, el resultado era curioso. Así pues, parecía un veterano del ejército ruso ya entrado en años y con el físico de un culturista.

De esta manera, al juntarse los tres dioses y, siendo imposible para Thor no vanagloriarse y presumir, el resultado estaba más que claro: los tres comenzaron a discutir porque cada uno creía que era el más apropiado para ser poseedor de la estatuilla. La discusión no fue más allá del intercambio verbal, a fin de cuentas, con el paso del tiempo los dioses habían tenido que aprender autocontrol, y ya no tenían héroes que lucharan en su nombre como en los viejos tiempos. Así que, viendo que aquello parecía haber caído en un punto muerto, El que Legisla tras el Umbral optó por intervenir y hacerles una propuesta que no podrían rechazar: ya que los tres no se ponían de acuerdo, lo mejor era que optaran por un juez imparcial, alguien que no tuviera ningún interés o favoritismo personal hacia uno u otro dios. Inmediatamente pensaron en Welcome, pero ella y Kate estaban metidas en plenos asuntos universitarios, estudiando para exámenes y preparando trabajos. Y era mejor no molestarlas a menos que fuera algo de importancia y que requiriera cierta urgencia. El último que lo intentó apareció en medio de un desconcertado grupo de hongos de Yuggoth que estaban realizando un ritual en algún lugar de las montañas de Vermont. Y es que Kate usó la espada Ouroboros de Welcome, que en sus manos hacía que sus objetivos se teleportaran a lugares aleatorios, normalmente ridículos, absurdos o peligrosos, o una combinación de esos factores. Anna estaba descartada. Era la mujer más peligrosa de Arkham y, sin duda, les iba a mandar a tomar a la porra en cuanto se lo plantearan. Tal vez alguna morlock estuviera dispuesta a actuar como jueza, ya que querían que la decisión la tomara una fémina. Pero, entonces, como un evento marcado por el destino, se abrió la puerta del restaurante y entró Ashley Johnson. La capitana de las fuerzas de élite GodHunters de la empresa de seguridad Omicron Scorpions comía a veces en el EldritchBurguer, sobretodo cuando se le acumulaba mucho trabajo en la oficina y quería desconectar un rato sin irse demasiado lejos. Y, aunque técnicamente Alfa Strike era némesis de la empresa para la que trabajaba y se habían enfrentado en diversas ocasiones, ella tenía el suficiente sentido común para colaborar con ellos cuando la situación lo requería. Y, que demonios, estaba en su hora de comer, no estaba oficialmente en el trabajo. Por ello, acostumbrada en Arkham a ver dioses, seres sobrenaturales, fenómenos paranormales y estudiantes variados, no mostró especial sorpresa al ver allí reunidos a Thor, Ares y Perun junto con El que Legisla tras el Umbral. Si que le pareció curioso que, al entrar ella, se la quedaran mirando y, de improviso, comenzaran a cuchichear entre ellos. Pero decidió hacer caso omiso y se encaminó al mostrador a pedir la comida.

Unos minutos más tarde, mientras disfrutaba de su pedido, los tres dioses se acercaron a ella con una extraña sonrisa en el rostro. Ashley, que se veía venir algún asunto extraño y absurdo, dejó la hamburguesa de pescado que se estaba comiendo y los miró interrogativa. Fue El que Legisla el que, ejerciendo de portavoz, le explicó el asunto que tenían por dirimir y le pidió que ejerciera de jueza imparcial para elegir entre los tres al ganador de la estautilla. Ciertamente eso no era lo que esperaba, y se quedó unos instantes sin palabras. Pero, finalmente, aceptó. Y, ya que aún no había acabado de comer y quedaban unos días para el fin de semana, días que iba a tener algo cargados de trabajo, optó por aplazar la decisión. De esta manera, le pidió a El que Legisla que se encargara de organizarlo todo para el sábado, que buscara algún lugar tranquilo donde los dioses pudieran exhibir sus méritos para ser considerados merecedores del título del “Dios más  varonil y atractivo” y se ocupara de organizarlo todo. Por ello, despidió al grupo de deidades y se dedicó a acabar su comida. Tenía la esperanza de que la dejaran en paz y tranquila hasta el sábado, y, de todas formas, se temía que aquello no iba a salir tan bien como esperaba.

De regreso a la oficina aprovechó un momento de descanso para ponerse en contacto con Loki. El asunto de la estatuilla le sonaba a una de las bromas de este dios, y, ya que se había acabado por meter en medio de todo aquello, quería saber un poco más. Tras una larga e instructiva conversación con el dios nórdico del engaño volvió al trabajo mientras rumiaba sobre los futuros acontecimientos.

Pero, obviamente, Ashley no iba a poder quedarse tranquila hasta el fin de semana. Ese mismo día, algo más tarde, tras finalizar su jornada laboral, mientras se encaminaba a su casa, se encontró, “casualmente”, con Perun. Ella ni siquiera se hizo la sorprendida, pues, conociendo el ego que podían tener algunos dioses, y sabiendo que no siempre actuaban de forma muy limpia, no le extrañó que trataran de ganar algo de ventaja. Así pues, ya que le tocaba ejercer de Paris en este juicio divino, iba a hacer algo más que llevarse la promesa del amor de Helena. Si tenía que elegir a la mejor entre tres deidades, iba a sacar algo a cambio. Tal y como esperaba, el eslavo fue bastante directo al grano. No le ofreció grandes dones en la batalla, pues sabía de sobra que la mujer era una soldado y oficial competente y eficiente, y tampoco era cuestión de tentar al destino y que su bendición se aplicara en un enfrentamiento contra Alfa Strike. Sin embargo, sabía que ella, en esos momentos, estaba soltera, sin novio y optaba por evitar los lugares donde se congregaban los estudiantes de fiesta, ya que tenían la costumbre de entrarle a toda entidad femenina o masculina que les resultara atractiva cuando estaban de juerga. Por ello, Perun le ofreció su compañía en una velada más o menos romántica. Ashley, con una sonrisa retorcida, aceptó, teniendo en mente una idea clara de como podían acabar por desarrollarse los acontecimientos. El dios había aparecido preparado para la ocasión, por lo que llevaba varias bolsas cargadas de alimentos y de las que asomaba alguna que otra botella de alcohol. Lo cierto era que, para ser una deidad eslava del trueno que parecía sacada de un relato de Robert Howard, estaba siendo bastante comedido. Y eso le hizo gracia a la mujer.

El resto de la velada fue sorprendentemente agradable. Habían ido directos al piso de Ashley y Perun había demostrado ser un cocinero bastante bueno, agasajándola con una cena de gastronomía rusa que la dejó satisfecha culinariamente. En ningún momento salió a colación el tema de la estatuilla, cosa que sorprendió a la mujer gratamente, pero, una vez finalizada la comida y recogido todo, fue cuando Perun fue al grano. Tras una breve introducción pidiéndole a Ashley que tuviera en cuenta su varonil e interesantemente maduro atractivo, pasó a despojarse de la ropa de la parte superior de su cuerpo y mostrar sus poderosos músculos. Ciertamente Perun no era ningún enclenque y su torso era fuerte y tonificado, como el que podría haber lucido Conan en cualquiera de las aventuras escritas por Howard. También había que destacar que, pese a la tradición estética de los bárbaros culturistas de fantasía perfectamente depilados, Perun lucía con orgullo el vello gris en sus fornidos brazos y amplio pecho que habrían servido como ilustración para un manual de anatomía. Mientras hacía poses para resaltar su fisionomía, la capitana se permitió disfrutar del espectáculo. Ciertamente no era habitual que un hombre tan arquetípicamente varonil y que parecía un cliché maduro de héroe de espada y brujería, se interesara por ella. Por ello, su mirada recorrió todo el cuerpo del dios y, al pasar por su entrepierna no se lo pensó demasiado. Así pues, se levantó y procedió a despojarse ella tal y como había hecho Perun. Con el torso completamente desnudo, se plantó ante el dios. Éste pudo admirar la anatomía de la mujer, un cuerpo atlético y bien formado por el entrenamiento y el ejercicio y unos pechos firmes y turgentes, similares a los de Kate y hermosos. Volviendo a tomar la iniciativa, Ashley agarró al dios y se lo llevó directo al dormitorio. No tardaron mucho en quedar tiradas por el suelo el resto de sus ropas y la capitana se dedicó a fondo a disfrutar aquella noche con erótico resultado.

A la mañana siguiente, Perun, satisfecho a varios niveles, dejó el piso de Ashley. Había dejado un buen listón como amante, había encontrado a una mujer que en la cama no tenía nada que envidiar a su querida Rodina, la Madre Rusia, y que tampoco se le quedaba a la zaga a Welcome. Y, de paso, había inclinado la balanza a su favor en cuanto a la decisión de quien iba a ser considerado el dios más varonil y atractivo. O eso pensaba él. Por su parte, la capitana también estaba contenta. Acostarse con Perun había resultado intenso, potente y muy satisfactorio. Cuando acabaron, tras repetir tres veces, se sentía como si hubiera salido de una película para adultos, con uno de esos amantes infatigables y potentes que entraban más en el terreno de la fantasía que la realidad. Había dormido muy bien después, y, tras compartir el desayuno con Perun y dejar que fuera el dios quien se fuera en primer lugar, se preparó para iniciar el día. Teniendo una idea de como funcionaba la mente de los dioses (el haber trabado amistad con Welcome, la única integrante mortal del equipo Alfa Strike le había resultado útil en ese aspecto), tan sólo esperaba cual sería el próximo que quisiera acostarse con ella para influir en su resultado.

El día se desarrolló con tranquilidad, aunque Ashley se sentía satisfecha y optimista tras la noche pasada y con curiosidad por saber quien iba a ser el siguiente. La rutina del trabajo se vio salpimentada con algún que otro comentario de las mujeres que conformaban su equipo, que, debido a su insistencia y habilidad indagatoria con respecto a su jefa y oficial superior, no tardaron en averiguar lo que había pasado. Por lo demás, fue una jornada de trabajo bastante habitual. Fue al final de la misma cuando los acontecimientos se desarrollaron de una manera diferente. Ashley estaba acabando de concretar unos detalles para el día siguiente. Tenían programado un entrenamiento y quería asegurarse de que todos los detalles estaban solventados. Así pues, se quedó un poco más de tiempo en la oficina con su teniente, Helen Hicks. Ambas mujeres estaban repasando los datos cuando entró Ares. Tenía el físico que cualquier podría imaginar al pensar en un dios helénico: un cuerpo atlético idealizado, prácticamente perfecto, que dejaría en mal lugar a Brad Pitt haciendo de Aquiles, y un rostro esculpido que parecía sacado de una estatua griega creada por un maestro en su oficio. Para ser un antiguo colérico dios de la guerra colérico y brutal, patrón de Esparta, era definitivamente atractivo.

Las dos mujeres se miraron entre ellas y se produjo una comunicación muda entre ambas. Fue Ashley la primera en actuar. Se acercó a Ares y le preguntó por el motivo de su visita. Éste, como deidad de las artes bélicas y especialista en historia de la guerra y tácticas y armamento, le ofreció una ligera escusa sobre saber como funcionaba a nivel interno una empresa de seguridad como la suya, sabiendo que su equipo estaba formado por soldados profesionales muy competentes y, añadió, bellas. Ashley, viendo por donde iba la situación, optó por acelerar los trámites. Le daba lo mismo si el dios pensaba que era más o menos femenina por tomar la iniciativa y, ya que en Alfa Strike contaban con Delta Wave Welcome, que era una mujer bastante directa, supuso que no se asustaría. Y si lo hacía, peor para él. Así pues, con una sonrisa seductora, comenzó a soltarse los botones de la blusa y le habló claramente: él estaba allí para tratar de ganar su favor, por ello, era mejor que se dejara de esos preliminares y empezaran con los “otros” preliminares. A fin de cuentas, allí tenía a dos mujeres soldado atractivas que no iban a dejar pasar la oportunidad de acostarse con el dios de su profesión. Ares ciertamente se sorprendió ante aquel movimiento, pero se encogió de hombros y comenzó a besarse con las dos. A continuación, se despojó de la ropa mostrando un cuerpo que podía clasificarse de prácticamente perfecto y que supuso gran regocijo para ellas. Así pues, usando la oficina como escenario, iniciaron sus escarceos con erótico resultado. Al igual que sucedió con Perun, Ares también demostró estar a la altura. Era un amante diferente, aunque igualmente esforzado, apasionado y vigoroso, cosa que se demostró durante la siguiente hora por, prácticamente, toda la oficina y, más tarde, en el piso de Ashley con las dos mujeres.

Con la llegada del tercer día, la capitana de GodHunters y su teniente, ambas plenamente satisfechas y, una vez más por parte de Ashley y por primera vez en cuanto a su subordinada, se sentía como si hubiera salido de una película para adultos y se planteó si era así como se sentía habitualmente Welcome, conocida por ser la mujer más poderosa sexualmente de Arkham. En cualquier caso, llevaba una larga temporada sin tener buen sexo y esto la estaba compensando con creces. Por ello, aguardaba con impaciencia la llegada de Thor. Tenía ganas de ver que era capaz de hacer el dios del trueno nórdico. Pero, primero, las dos mujeres tenían que cumplir con sus actividades programadas para ese día: el entrenamiento en la comarca de Dunwich. No hace falta añadir que fueron la envidia de sus compañeras.

Como ya sucedió las dos jornadas anteriores, Thor se presentó al finalizar el día. Las GodHunters se habían reunido a descansar tras los entrenamientos en el restaurante de los Alojamientos Rurales La Llave y la Puerta. Allí, mientras comían algo y charlaban entre ellas, hizo acto de presencia Thor. El día había sido largo y las mujeres estaban en su descanso tras finalizar la jornada. Además, Ashley, que tenía un punto de irreverente travesura que hacía las delicias de Loki, decidió que sería interesante ver como actuaba Thor ante todo su comando de mujeres soldado. A fin de cuentas, pensó la capitana, sus subordinadas también tenían derecho a disfrutar de una intensa sesión de placer sexual con un fornido dios nórdico. Por ello, tras un breve intercambio verbal con Thor en el que la mujer le dejó claro que sabía que aquello no era un encuentro casual y que obedecía a un determinado motivo que a ella no se le escapaba, le hizo una proposición que no podía rechazar: un encuentro, con erótico resultado con el equipo completo. ¿Se atrevería el nórdico a demostrar que su varonil fuerza y su potente virilidad eran capaces de satisfacerlas a todas ellas? En cuanto al lugar, no había problema, pues, debido a que estaban en temporada baja, las welclones tenían algunas cabañas libres. Y, si Ashley y sus mujeres y Thor no tenían problema, estaban dispuestas a colaborar en la demostración.

Al día siguiente, Ashley, que había dormido muy bien y que había quedado plenamente satisfecha, recordaba con placer el musculoso y fornido cuerpo del nórdico, donde cada músculo estaba perfectamente definido y que nada tenía que envidiar a los vikingos de cualquier serie, más bien al contrario. Y recordó también como Thor había demostrado estar a la altura del desafío. Ciertamente, hombres con esa resistencia y potencia, combinadas con ese varonil atractivo escandinavo no se les podía encontrar fuera del cine para adultos. Lo que sí la sorprendió fue despertarse desnuda (bueno, eso no tanto) y con Tóxica abrazada a ella, también desnuda. Pero, a fin de cuentas, sabía que, pese a lo atractivas que pudieran ser las welclones, ella no tenía interés sexual en las mujeres y, a fin de cuentas, las clones tenían un fuerte código ético en cuestiones de sexo y, aunque le habían demostrado su interés en ella, no se aprovecharían. Y el abrazo de la clon venenosa era más el de alguien que busca el calor ajeno y con más cariño por amistad que interés sexual. Por ello, la rodeó con sus brazos y aprovechó para descansar un poco más.

Más tarde, ese mismo día, de vuelta en Arkham, Ashley tenía que emitir su veredicto sobre quien iba a ser considerado el dios más varonil y atractivo. Antes de dejar Dunwich, había tenido una conversación telefónica con El que Legisla tras el Umbral, y esperaba que éste lo hubiera dejado todo preparado según las instrucciones que le dio. Una vez en la ciudad, en el salón de actos de La Llave y la Puerta, se reunió con el abogado y éste le confirmó que todo había salido bien. Allí presentes estaban los tres dioses. Una cámara conectada a un ordenador portátil emitiría en directo el fallo en ElderGodBook y estaban presentes también las compañeras de equipo de Ashley y algunas clones que tenían el día libre. Las demás lo verían por la red social de dioses. Loki también había acudido. No estaba dispuesto a perderse la conclusión del asunto. Y, un poco apartado, se encontraba El que Comenta en la Oscuridad, el avatar de Nyarlathotep que parecía haber hecho de Arkham su residencia habitual. No es que el Caos Reptante evitara manifestarse bajo otras formas. Tuvo su etapa en la que no era raro que se presentara como el Faraón Negro, pero, de un tiempo a esta parte, se dejaba ver como este aspecto suyo.

Tras revisar todo el equipo, El que Legisla invitó a Ashley a iniciar el evento. Ésta subió al escenario, cogió un micrófono y agradeció su asistencia a todos los asistentes. Hizo una breve presentación del acto en cuestión y, sin más preámbulos, pasó a emitir su fallo. La tensión se podía palpar en el ambiente. Los tres dioses, Ares, Perun y Thor, estaban nerviosos, rumiando sobre el posible fallo. Y fue entonces cuando la capitana habló y los dejó a todos boquiabiertos:

-Y el ganador del trofeo al dios más varonil y atractivo es… ¡El que Comenta en la Oscuridad! Es merecedor de este premio ya que ha conseguido que tenga tres noches de sexo increíbles y difíciles de superar y, además, ha sido el instigador de todo este asunto.

Claro, la reacción fue de estupefacción total y absoluta, ya que nadie esperaba este resultado. Además, los tres dioses se dieron cuenta de que todos ellos habían tratado de usar la misma táctica para inclinar a Ashley de su lado. Así pues, furiosos por haber sido manipulados de esa forma, aunque tenían que reconocer que la capitana había demostrado ser una gran amante, se encaminaron hacia Nyarlathotep. Por su parte, Loki no podía evitar partirse de risa ante la jugada final de la mujer. Él, desde el primer momento, sabía que aquella estatuilla había sido obra de El que Comenta en la Oscuridad. A fin de cuentas, no era fácil timar a un timador, entre pillos anda el juego y podía reconocer una trampa como aquella a la legua. Así, mientras Ares, Thor y Perun se llevaban a El que Comenta para tener una “charla” con él, El que Legisla cogió cámara y portátil y se encamino tras ellos. Aquello iba a ser digno de ser registrado en ElderGodBook. Por otro lado, Ashley y sus mujeres y las clones, aprovechando que ya estaban allí, decidieron pasar el resto del día de descanso en Arkham junto con Loki. El nórdico había disfrutado mucho de la jugada de la capitana y su respeto por ella había aumentado, así como el aprecio de ella por el fullero dios. Así, mientras las clones y GodHunters se dedicaban a pasar una tarde de ocio y diversión, Loki y Ashley se retiraron hacia la metafórica puesta de sol, en camino hacia un erótico resultado.

sábado, 3 de febrero de 2018

La herencia maldita de los Peabody

En días tan fríos como aquel, con poco que hacer  y ningunas ganas de salir a la calle, Anna Pickman decidía darse el equivalente de un viaje por la red en el plano astral. En el plano astral, además de no hacer frío, podía ir de aquí para allá y comentar algo con otros viajeros o con entidades habitantes de este plano. Había unos seres incorpóreos que sabían la receta de unas costillas de cerdo con salsa muy buena. Y lo mejor es que, en comparación con la navegación por internet, el plano astral no estaba lleno de anuncios molestos ni de spam. Como mucho, tenía que evitar a los comerciales de empresas de seguros, que habían visto una posibilidad de mercado en el plano astral.

Pero el tranquilo viaje astral de Anna fue interrumpido en el plano físico. Alguien estaba tocando a la puerta, y por mucho que prefiriera estar volando entre seres inmateriales, debía abrir a quien llamaba. Su esencia volvió a entrar en su cuerpo y volvió a sentirse en el plano físico. Se levantó de la alfombra donde había dejado su cuerpo y fue a ver quien le estaba interrumpiendo. Se trataba de uno de los camareros de la residencia estudiantil.

-Señorita Pickman, hay un señor buscándola en recepción -dijo el joven. Por sus pintas debía ser de los nuevos, y creería que ella le cortaría la cabeza por interrumpirle en lo que fuera que hacía. Era una leyenda que se contaba entre los novatos, que ella misma había difundido para evitar molestias inoportunas.

Anna bajó a recepción y allí se encontró con un individuo vestido con una gabardina, bufanda, guantes gruesos y gorro. Todo esto le hizo pensar que, fuera quien fuese, no era de Nueva Inglaterra. Esa cara de témpano no podía tenerla alguien acostumbrado al invierno de Massachusetts.

-¿Es usted Anna Pickman? -preguntó el individuo mientras se quitaba los guantes para estrecharle la mano.

-Esa soy yo ¿cual es el problema?

-Verá... soy Richard Peabody. Vengo desde Florida porque he heredado unas propiedades en esta ciudad. Mi tío abuelo Elijah Peabody tenía pocos familiares, así que me ha legado a mi la mansión ancestral de la familia.

Anna se le quedó mirando unos instantes. El hombre se había quedado callado como si, con aquella escueta explicación, le hubiera quedado todo claro.

-Bien... yo no soy una agente inmobiliaria ¿para qué me ha hecho llamar? -preguntó.

-Pueees... me han llegado rumores... cosas extrañas sobre esta ciudad. Alguien me dijo que usted se encarga de problemas sobrenaturales...

-Paranormales -le interrumpió ella -. Para lo sobrenatural tendría que hablar con Harvey, que es detective de lo extraño, o con los dioses.

-¿Los dioses? -dijo Peabody perplejo.

-Sí, aquí hay de vez en cuando unos cuantos, y en la universidad trabaja una antigua deidad del trueno.

La cara de incredulidad, sorpresa, o lo que fuera que tenía Peabody le dejó a Anna bien claro que era nuevo, pero nuevo nuevo en la ciudad. Suerte que no se lo había tragado ningún ángulo no euclidiano. Quizás sería porque, de una  vez, el ayuntamiento estaba arreglando esos pequeños errores espaciotemporales que se tragaban a visitantes, repartidores de pizzas y similares. Estaba bien que se  eliminaran esas cosas de la ciudad. Le daban mala publicidad.

-Bueno... usted trabaja en asuntos paranormales, por lo que tengo entendido ¿es cierto?

Sí. A veces trabajo con cosas sobrenaturales, pero lo mío es lo paranormal y lo oculto.

-Pero si antes ha dicho...

-Vaya al grano -le interrumpió Anna.

-Bueno, pues eso... que usted es experta en lo paranormal y el ocultismo y todo eso. Alguien me dijo que en la casa podía venir como regalo algún asunto sobre... paranormal, que es algo habitual en esta ciudad, y que usted se encargaba de arreglar esos problemas. No se preocupe, pienso pagarle por sus servicios. Soy un diletante con una modesta fortuna que me permite vivir de forma acomodada.

¿Por qué aquél tipo hablaba como un estereotipo? Anna no lo sabía, pero sí que era verdad que su herencia podía venir con sorpresa si hablábamos de una mansión en Arkham.

-Bien, dígame donde está su mansión e iré a echarle un vistazo Si ve algo raro por la ciudad, no le haga caso.

Richard Peabody le dio la dirección a Anna y, juntos, se dirigieron caminando a la mansión. Se encontraba en las afueras de la ciudad, cerca de una arboleda. Cuando llegaron allí, Anna se encontró con una construcción de época victoriana, o quizás anterior, llena de ventanas y tejados puntiagudos. Un edificio como ese debería estar en el centro de la ciudad, no en las afueras, y eso le extrañó mucho. En el siglo XIX ni siquiera existía esa zona de la ciudad. Aquello era matorral y campo antes del crecimiento de Arkham a lo largo del sigo XX. Una mansión victoriana en medio del campo era, como mínimo, sospechoso.

Peabody abrió la puerta con la pesada llave y Anna entró sin pedirle permiso ni nada. Prefería explorar la atmósfera de la mansión antes de que entrara su nuevo dueño.

-Espere un momento, sr. Peabody.

Anna utilizó sus dotes de medium para sentir el ambiente de la mansión. En pocas palabras, aquella casa apestaba a paranormal. Fuera que lo fuese, algo había en aquella mansión esperando a su nuevo dueño. Anna pasó al salón y fue mirando la inmensa librería que había en la pared frente a la entrada. Pasó sus ojos sobre los vetustos lomos y se quedó perpleja al leer ciertos títulos ¿Un ejemplar del Nameless Cults, otro del Liber Ivonis, otro de los Manuscritos Pnakóticos y, lo que era más extraño, un Necronomicon en la versión de John Dee? Se supone que quedaban muy pocos ejemplares de esos libros, y la mayoría estaban guardados bajo llave en lugares con una protección propia de Fort Knox ¿qué hacían aquellos libros en las estanterías de un don nadie en mitad del campo y sin que nadie se hubiera enterado? Ella sabía perfectamente que los cazadores de libros raros y los sectarios más fanáticos harían lo posible por hacerse con un ejemplar de esos libros.

En ese momento, Anna sintió una fuerte emanación surgiendo tras una robusta puerta. Fue allí y la atravesó, viendo un despacho o una sala de estudio. En el escritorio vio un cuaderno en cuya portada podía leerse "Diario de Elijah Peabody". Anna ojeó el escrito y su perplejidad creció más. El tal Elijah estaba contando sus estudios sobre lo oculto y, sin venir a cuento, había soltado un párrafo entero con nombres de deidades de las que los de la Fundación Wilmarth habrían llamado DCC. Si no fuera suficiente con esto, el párrafo seguía con nombres de razas alienígenas que solían servir a estas deidades, o que se habían cruzado con ellos en algún momento de la historia. Y para terminar de dejar a Anna estupefecta, el tal Elijah se había puesto a hablar de una guerra entre Dioses Primordiales y Bondadosos Dioses Arquetípicos. ¿Es que ese diario lo había escrito Brian Danforth o qué?

Este último pensamiento hizo saltar un resorte en el cerebro de Anna, que salió del estudio y volvió al salón. Se acercó a la biblioteca y cogió el ejemplar de Liber Ivonis, lo abrió por una página al azar y se encontró con párrafos y párrafos en los que aparecía una sola frase "Stultus Qui Leguit". Anna pasó varias páginas y la frase se repetía en todas ellas. Dejó el Liber Ivonis encima de una mesa y sacó de la estantería el Nameless Cults y repitió la misma operación. Todas las páginas, en un inglés anticuado rezaban "Tonto El Que Lo Lea". No le hizo falta mirara los otros volúmenes para saber lo que leería en ellos.

-Señor Peabody ¿puede venir aquí? -dijo Anna.

Richard Peabody cerró la puerta tras él y fue hasta donde estaba Anna.

-En este lugar hay algo paranormal. Pero no es lo que parece. Verá, hace años descubrí una dimensión en la que habitaban unos seres que disfrutaban creando ilusiones y se lo pasaban de fábula visitando nuestro mundo. Los llamamos Los Ilusionistas, una panda de graciosillos que alteran las percepciones de la gente para divertirse a su costa. Cuando me harté de ellos les dejé bien claro que no los quería volver a ver por aquí. Entendieron el mensaje... creo que a alguno de ellos aún le dolerá en alguna parte de su cuerpo. Pero parece que un Ilusionista no captó la idea y ha venido aquí ha hacer el tonto. En pocas palabras, nos ha metido en un relato de Brian Danforth. Seguramente en algún lugar de esta mansión habrá algún horror tentacular esperándonos, pero no es una criatura real, se trata de otra de las jugarretas del Ilusionista. Al principio he sospechado que el ser sería usted, porque... esto... sin ofender, pero es usted un cliché andante de los relatos de Danforth, un heredero rico con mucho tiempo libre, pero no capto nada paranormal en usted. Puede que usted sea un cliché andante, pero no es el Ilusionista. Él está aquí, escondido en algún lugar, pero no tengo ganas de mirar todas las habitaciones, me sentaré aquí y entraré al plano astral, donde lo cogeré y lo traeré al nuestro. Siguiendo la lógica de su ilusión, tomará la forma de algo que aparecería en un relato Brian Danforth, así que no se asuste cuando vea algo con muchos tentáculos.

-Pero... ¿quién es Brian Danforth? -preguntó Peabody desconcertado.

-Un dolor de cabeza para unos cuantos, pero que ya no hace daño a nadie. Ahora espere aquí.

Anna  se sentó con las piernas cruzadas en mitad del salón y cerró los ojos. Tras unos instantes de meditación, su forma astral salió de su cuerpo y entró en el mundo de colores invisibles del plano incorpóreo. Se quitó de encima a varios comerciales de seguros que ya se dirigían a intentar venderle algo y fue en busca del Ilusionista. No le sorprendió nada el lugar donde estaba el ser. Se encontraba encerrado en la buhardilla. Los Ilusionistas, en su estado natural, no tienen una forma concreta, lo que Anna tenía delante era un sinsentido en constante movimiento que tomaba todas las formas posibles y ninguna a la vez. El ser, al ver a Anna en el plano astral intentó escaparse, pero ella fue más rápido y le cayó encima como una leona cazando en la sabana.

los ojos del cuerpo físico de Anna se abrieron en el plano físico y escuchó un desgarrador grito, tras lo que vio a Richard Peabody desmayarse -pero qué tipo más cliché-. Anna se giró y vio lo que había hecho que el pobre hombre se desmayara. Se trataba de un profundo de dos metros de altura, pero sus manos terminaban en un centenar de dedos tentaculares, al igual que sus pies. Tenía la cara parecida a la de una rana que le mirada con odio.

-Muy bien, amigo -dijo Anna -. Les dejé bien claro a los de tu dimensión que no os quería aquí, así que ya me estás diciendo a qué has venido antes de que te dé la paliza del siglo.

El horror tragó saliva sonoramente.

-Me dijeron que no había huevos a venir a esta dimensión...

-Así que eres la pobre víctima de una demostración de lo macho que eres. Bien, muy bien. Ya puedes decirle a tus amigos que sí que has tenido huevos... lo que no sé es si los conservarás cuando vuelvas a casa...

Anna fue acercándose haciendo crujir los dedos, y el horror intentó retroceder, pero tenía las mismas oportunidades de huir que había tenido en el plano astral.

Richard Peabody abrió los ojos, aún atontado y se encontró en lo que, hace un rato, era una mansión victoriana. En el rato en que había estado inconsciente se había convertido en una granja de las de toda la vida. Anna Pickman estaba delante de él, con una sonrisa y con salpicaduras de algo que prefería no saber manchando su ropa.

-Señor Peabody, me alegra decir que he expulsado a la presencia que habitaba en sus tierras. Ni él ni ninguno de sus conocidos volverá a molestarle. Como ve, al marcharse, su ilusión ha desaparecido. Disfrute de su vida como granjero, y si no le gusta, pues véndala.

Richard Peabody le dio las gracias a Anna de todas las formas posibles y, como había prometido, le pagó una suculenta suma de dinero. Anna lo aceptó sin rechistar y se marchó de la propiedad de Peabody mientras pensaba que le apetecía una hamburguesa del Eldritch Burguer. El combate contra el Ilusionista había sido pan comido, pero el rato que estuvo dentro de un relato de Brian Danforth era una de las cosas más horribles que había vivido... por lo absurdo, claro. A estas alturas, ninguna tontería de ese estilo sería capaz de asustarla.