miércoles, 24 de junio de 2015

El regreso de los Yithianos

Harvey Pickman se sentía extrañamente optimista, incluso sonreía abiertamente y se permitía lanzar alguna que otra sonora carcajada mientras caminaba tranquilamente por la calle. Tras los desastrosos acontecimientos del encuentro con el alcaldable, y la breve pero relajantemente tranquila y sin sobresaltos ceremonia en honor del recientemente fallecido Sir Christoper Lee, todo parecía ir bien. Alguien más suspicaz habría sospechado que todo iba demasiado bien, y ese alguien era Harvey. Sin embargo, acostumbrado a la montaña rusa que podía ser la vida en Arkham, sabía que habían que aprovechar y disfrutar de esos momentos de paz. Por ello, ya que los estudiantes estaban demasiados concentrados en sus exámentes y demás tareas docentes, y el comienzo del verano parecía haber pacificado la ciudad, al menos temporalmente, decidió poner en marcha algo que había pospuesto demasiado tiempo: reanudar los contactos con la pequeña comunidad yithiana de Arkham.

La Gran Raza de Yith eran unos seres alienígenas capaces de proyectar su mente en el tiempo, para intercambiar sus cuerpos con un habitante de otras épocas en un extraño programa de intercambio científico. El yithiano que se trasladaba se dedicaba a acumular todo tipo de conocimientos y saberes de la época, y la mente abducida recibía la invitación a poner por escrito el total de su saber. Y, puesto que estos seres eran pacíficos y tenían un mero interés científico en todo este asunto, los Pickman habían optado por no intervenir y dejar que se ocuparan de sus propias cuestiones. En la Miskatonic, así como en otros sitios donde tenían por costumbre realizar estos “intercambios”, contaban a menudo con un pequeño culto de magufos chiflados que les apoyaban. Generalmente eran inofensivos, y, por suerte, no habían llamado demasiado la atención de Robert Pickman. O simplemente el crédulo pariente de Harvey estaba demasiado ocupado con sus propias teorías conspirativas y su manía de vigilar a Summanus.

En cualquier caso, al detective de lo oculto le gustaba mantenerse al día de las actividades y movimientos de los distintos colectivos de entidades alienígenas, extradimensionales y demás seres sobrenaturales que pululaban por Massachusets, sobretodo en la zona de Arkham. Durante la última navidad, los Pickman organizaron una cena en la residencia a la que acudieron los representantes de los diferentes colectivos que más presencia tenían en la zona: desde Innsmouth, un sacerdote de la Orden Esotérica de Dagon y su mujer, ambos profundos; unos gules desde el cementerio más cercano; El que Legisla tras el Umbral, el abogado primigenio de La Llave y la Puerta; el cíclope Brontes, dios griego del trueno y profesor emérito de Ingeniera Dimensional; Nyarlathotep, que se presentó como el Faraón Negro con todo un séquito formado por dos guardias nubios y un grupo de sensuales esclavas desnudas; y, por supuesto, los yithianos, que, por algún tipo desfase o lag temporal, no acababan de acertar con la moda, y habitualmente aparecían vestidos con ropa que les hacía llamar bastante la atención. Sin embargo, la cena no había acabado demasiado bien, ya que estalló una guerra de comida y los yithianos se fueron bastante descontentos.

Durante los últimos meses, los diferentes vaivenes, desastres  demás acontecimientos que se habían convertido en la “normalidad” en la ciudad de Arkham, habían provocado que los Pickman estuvieran lo bastante ocupados como para no poder ocuparse debidamente de reanudar las relaciones con estos alienígenas crono - viajeros, por lo que el asunto se había quedado aparcado. Hasta que, finalmente, Harvey había aprovechado ese lapso de tranquilidad, que sabía que no iba a durar demasiado, para así retomar este asunto. Y hacia una cafetería próxima a la universidad se dirigía. Había elegido aquel local porque estaba lo bastante alejada de la Miskatonic y la residencia como para no verse demasiado afectados por cualquier lío de última hora, pero lo bastante próxima como para que los yithianos con sus llamativas vestimentas no llamaran demasiado la atención en comparación con los estudiantes: una panda de hipsters, nerds, magufos, aprendices de Aleister Crowley, barbies y kens universitarios y demás fauna propia de una institución educativa. Y tal como esperaba, no le decepcionaron: una mujer negra ataviada como una pin up de los años 50, y un hombre blanco que había copiado el estilo James Dean. No los conocía personalmente, ya que los representantes de los yithianos habitualmente eran dos sujetos que parecían haber surgido de una fantasía conspirativa de hombres de negro o de una oficina de mediados del siglo XX, pero se alegró por el cambio. Tal vez con esta pareja fuera más fácil tratar. Estaban sentados en una mesa disfrutando de unos refrescos cuando vieron llegar a Harvey. El detective se acercó con una sonrisa en la cara y se presentó:

-Hola, soy Harvey Zoltan Pickman, detective ocultista y representante de La Llave y la Puerta. Encantado de conocerles.

Tendió una mano que los yithianos miraron con ligera confusión y que luego tomaron con suavidad, como si no estuvieran muy seguros de si lo hacían bien. “Seguramente son nuevos y llevan poco tiempo en esta época” pensó para sí Harvey. Los dos se presentaron con el nombre sus “identidades civiles”: Amanda Ashford y John Rice. Tomaron asiento y se dispusieron a hablar. La conversación se desarrolló de forma fluida, al principio sobretodo por parte Harvey, quien trató de hacer que se sintieran cómodos los dos yithianos. Fue explicándoles como funcionaba la vida en la residencia y la universidad y hablándoles de la actividad que realizaban los Pickman para tratar de mantener un equilibrio entre las diferentes facciones sobrenaturales, extra dimensiones y alienígenas que ejercían sus actividades en la zona. Por supuesto, mencionó a la Fundación Wilmarth (“una jodida molestia”), y su obsesión de combatir a estas mismas facciones, aunque con una mezcla de inocencia, terquedad, estupidez y mala puntería proverbiales que hacía que su índice de éxitos real fuera asombrosamente bajo. Poco a poco, los dos yithianos comenzaron a soltarse y tomar parte más activa en la conversación. Se excusaron por el tema de que sus compañeros que fueron a aquella cena navideña fueran más estrictos y hubieran reaccionado así.

Todo iba bastante bien cuando se inició lo que Harvey denominaba el “factor Arkham”: tarde o temprano alguien la liaba en esa ciudad. En este caso, ese alguien consistía en una bicicleta que pasó a toda velocidad por la calle, haciendo sonar el timbre de forma frenética, algo que sonaba como un camión en marcha desplazándose muy rápido, una voz femenina demasiado familiar lanzando gritos, insultos e imprecaciones, y un caballo al galope cuyo jinete combinaba gritos en inglés, aklo y nórdico antiguo. Todo esto sucedió a espaldas del detective que ni siquiera se molestó en girarse para ver que estaba pasando: lo veía todo muy claro en las sorprendidas expresiones de los yithianos, que no parecían dar crédito a lo que veían.

-¿Acaba de pasar un tipo enorme ataviado como un hoplita heavy en una bicicleta enorme modificada, seguido por una chica ataviada de vikingo y armada con una espada montada en un tanque del tamaño de un utilitario y seguida a su vez por un guerrero vikingo pelirrojo sobre un enorme caballo negro?

La atónita y sorprendida Ashford apenas daba crédito a sus palabras al hacer esta pregunta a Harvey. De hecho, era exactamente lo que había visto, y es que, aunque el principal núcleo de actividad yithiana era la Miskatonic, estos habían pasado los últimos meses fuera, de viaje para contactar con otros alienígenas y cultos innombrables. A causa de ello, habían perdido temporalmente el contacto con la rutina de Arkham, y, como sospechaba Harvey, eran dos yithianos que llevaban poco tiempo en esta época, por lo que no se habían acostumbrado a los vaivenes de la vida diaria de la ciudad. De hecho, lo que había pasado es que Brontes estaba huyendo montado en su bicicleta adaptada a su peso y tamaño y modificada por él mismo. Tras él iba Welcome armada con la Cortatormentas y montada en uno de los minitanques del ejército RNLO recuperados y reparados tras la batalla con el equidna ciborg, y, tras ella, cabalgaba Loki montado en su destrero negro hijo de Sleipnir. ¿Por qué razón Brontes era perseguido por Welcome montada en un minitanque y armada con una espada matadioses del trueno que seguramente había arrebatado a Loki, quien corría tras ella para recuperarla? En cualquier caso, ya se enteraría si era algo importante. Mientras tanto, con una sencilla y amplia sonrisa, Harvey habló serenamente:

-Bienvenidos a un día más en la vida de Arkham. No se preocupen, que todo se acabará solucionando de una forma u otra y satisfactoriamente... para alguien. En cualquier caso, si hubiera algo que fuera lo bastante grave, empezaría a recibir llamadas al móvil para reclamar mi presencia.

En ese momento, la música de Anvil of Crom, de Basil Polidouris comenzó a sonar desde el smartphone de Harvey. Éste, sorprendido, sacó el teléfono del bolsillo, miró el número con expresión de desconcierto y descolgó.

-¿Sí?
-...
-Sí, soy yo, Harvey Zoltan Pickman, digame.
-...
-No, no me interesa.

Colgó de forma brusca y guardó de nuevo el teléfono.

-Falsa alarma, telemarketing, una de las plagas de nuestros días. ¿Por donde íbamos?

Harvey pidió nuevas bebidas, esta vez con alcohol, pues ayudaría a recuperarse a los yithianos, y siguió hablando con ellos. A fin de cuentas, fuera lo que fuera lo que estaba pasando, no le necesitaban para nada. Hacía un buen día, una temperatura agradable, y Brontes sabía de sobra que no valía la pena cabrear a Welcome, y la chica, por muy furiosa que estuviera, no haría al final ningún desaguisado importante, y el Herrero Mentiroso tendría que aprender que Evangeline era alguien con quien no valía la pena descuidarse. A fin de cuentas, probablemente fuera todo una trama elaborada por Loki, y un poco de animación no les iba a venir nada mal.

Cuando llegaron las bebidas, Harvey alzó la suya y brindó por un nuevo comienzo. Los dos yithianos, aun sin recuperarse por completo de la sorpresa, respondieron con gesto automático. El detective Pickman volvió a sonreir y siguieron hablando tranquilamente. A fin de cuentas, esto no era más que un día normal, pues la normalidad es aquello que no sale de los esquemas a los que se habitúa la gente. Y comparado con las cosas que habían pasado en la ciudad, aquello tampoco era tan raro. Echando la vista atrás, desde que abrieron las puertas de la residencia, se habían encontrado con gente que juega con temas que no comprende, un Devorador de Galletas extra dimensional, un grupo de seres cerdo que interrumpe una clase para secuestrar a un profesor, un aprendiz de re-animador que organiza una horda de pavos zombie, abogados de Yog-Sothoth, un fantasma salido, la fallida cena de navidad, una fiesta de fin de año en la que nunca se supo que había pasado, una temporada de exámenes movida por culpa de estudiantes dispuesto a todo por aprobar, una tormenta eléctrica que provoca un apagón general que hace que los despertadores y alarmas no funcionen, el “crimen” del Becario, el Thunder-verse en las Tierras del Sueño, la muerte de Terry Pratchett y la aparición de Pequeña T'auin, un fantasma de Canterville, la locura de Brontes con la Ilíada, el extraño viaje de Unglaublich a los túneles, el viaje nocturno de Welcome a las Tierras del Sueño, la batalla con el equidna ciborg del futuro alternativo y la muerte de Christoper Lee. Tras todo eso, una simple persecución por las calles de Arkham no es para tanto.

Más tarde, con los yithianos ligeramente ebrios y habiendo llevado la conversación a buen término, Harvey pagó la cuenta y les dejó, regresando a paso tranquilo a la residencia. Si realmente necesitaban su ayuda, no tardarían en localizarlo. Mientras, hacía un buen día y no era cuestión de dejar que se estropeara. A fin de cuentas, había conseguido su objetivo: reanudar relaciones con los yithianos.

miércoles, 17 de junio de 2015

Christopher Lee y los inmortales

Era el anochecer en Arkham cuando el último individuo extraño entró en el bar de la residencia estudiantil La Llave y la Puerta. No es que el encargado del local viera especialmente extraña la presencia de tipos raros en el edificio, de hecho esto era de lo más habitual, pero todos estos parecían tener algo en común, aunque claramente todos eran de orígenes distintos.

El recién llegado tenía un porte noble y exquisito, vestía unos ropajes decimonónicos y una capa que le llegaba hasta los pies, negra por fuera y roja por dentro. Su aspecto era pálido, como si de un cadaver reanimado se tratara. Caminaba despacio, como lo haría un depredador acercándose a  su presa, y cuando llegó a la barra, saludó con un gesto al resto de individuos extraños.

-Bienvenido sea, señor conde ¿va a tomar algo? -le dijo uno de ellos, de aspecto inglés, bien vestido, con chaqueta y corbata, y una pipa en su mano derecha.

-No -respondió el recién llegado -, yo nunca bebo... vino.

-Usted se lo pierde -le dijo otro de ellos, un estereotipo oriental, con el típico bigotillo chino y todo, vestido con kimono, un sombrero chino y con unos artilugios en sus manos que hacían más largas a sus uñas.

-Nunca entenderé vuestro gusto por las bebidas alcohólicas, que no hacen otra cosa que obnubilar el cerebro -les dijo el último del grupo. Era un anciano de largo cabello canoso y una barba tremenda. Iba vestido con una larga túnica blanca y se apoyaba en un extraño bastón que acababa en algo parecido a unas garras cogiendo una bola blanca.

-A mi me gusta que los occidentales gusten del vino, así estarán ebrios cuando el poderío del imperio chino se lance sobre ellos como un tigre en la noche -susurró con voz siniestra el oriental.

El inglés pareció ignorar este comentario y sacó de su bolsillo un reloj, al que echó un rápido vistazo.

-Bueno -dijo -, ya estamos todos. Ahora sólo falta que venga el señor Pickman a recibirnos.

-Espero que no se demore -dijo el recién llegado. -Tengo asuntos que requieren de mi presencia esta noche.

-Espero que no esté queriendo decir usted que lo que estamos haciendo aquí no le parece de importancia.

-Por supuesto que me parece de importancia, Holmes, pero un hombre debe alimentarse...

-oh, señor conde, la alimentación es importante. Sólo espero que no se alimente en exceso, eso sería contraproducente.

El inglés dio una chupada a su pipa y expulsó una nube de humo.

De pronto, la puerta del local se abrió y todos giraron la cabeza hacia allí. El encargado del bar también lo hizo y vio aparecer a alguien que conocía. Esperaba que fuera otro tipo raro, pero no, este era de lo maś normal. Se trataba de Seabury Pickman, uno de los dueños de la residencia, y a todos los efectos, era su jefe. el hombre se dirigió al grupo de individuos extraños con una sonrisa en la cara.

-Caballeros, me alegro de verles -dijo.

-Un placer, señor Pickman -le dijo el inglés ofreciéndole la mano.

Seabury se la estrechó.

-El placer es mío, señor Holmes -Seabury se giró hacia el hombre pálido y también le ofreció la mano -. Espero que el cambio de horario no le haya ocasionado problemas, señor conde.

-No, señor Pickman, no ha habido ningún problema.

-Honorable Fu Manchú, espero que esté disfrutando de la hospitalidad occidental -le dijo Seabury al oriental.

-Todo está bien, aunque no llegue al nivel del inmortal imperio chino.

Finalmente se volvió al último de ellos y le estrechó las manos.

-Noble Saruman, espero que el viaje hasta este mundo no haya sido molesto.

-La intención y la importancia del asunto son más importantes que las molestias -le respondió.

El encargado del bar torció el gesto al oir los nombres de los extraños individuos. ¿Fu Manchú? ¿Saruman? ¿Holmes? Y el individuo de capa y palidez ¿un conde? ¿Un conde transilvano quizás? Dejó caer un vaso sin darse cuenta mientras los miraba atónitos.

-¿Algún problema, Martin? -le preguntó Seabury.

-No... pero... pero... ustedes son... ¿Fu Manchú? ¿Sherlock Holmes? ¿El conde Drácula? ¿Saruman?

-Así es, Martin -le respondió Seabury.

-Pero... ¿no deberían estar todos muertos?

Los invitados rompieron a reir descontroladamente ante la pregunto del barman.

-¿Muertos? -dijo el conde -¿Cree usted que Drácula puede morir?

-Señor Martin -le dijo Holmes con la pipa en la mano -. Nosotros somos más que mortales, somos personajes de ficción, y como tal, somos ideas. Una idea no puede morir y un personaje de ficción siempre vivirá mientras alguien lea sus historias o vea sus películas.

Martin pareció aceptar esa respuesta con lógica y una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

-Pues... es un gran honor tenerles aquí ¿para qué han venido?

-Hemos venido a honrar a alguien que ayudó a perdurar nuestra memoria -le respondió Saruman.

-Alguien que ya no está entre ustedes... pero que a su manera es como nosotros -dijo Drácula con un aire de misterio.

-¿Como ustedes? -preguntó Martin sin entender.

-Sí -le dijo Fu Manchú -, inmortal.

Tras decir esto, el pequeño grupo siguió a Seabury, que les condujo fuera del bar de la residencia y les llevó por los jardines. La oscuridad de la noche ya se había adueñado de la ciudad, y el canto de los grillos se podía escuchar entre los árboles. Seabury se detuvo en una concurrencia de caminos en el jardín, lugar donde había una inmensa sábana cubriendo algo.

-Y aquí, señores, está nuestro sentido homenaje a aquél que les dio vida a ustedes más allá de las páginas de la historia.

Seabury cogió la sábana y, de un tirón, hizo que esta cayera al suelo descubriendo una inmensa estatua de bronce. La estatua representaba a un hombre que, con su sola presencia, imponía respeto y admiración. De algún lugar pudieron escuchar acordes de músical metal. Nadie podría decir de dónde venía, quizás de un lugar más allá del mundo conocido.

-Con todos ustedes, Christopher Lee -dijo con satisfacción Seabury.

Los cuatro personajes de ficción hicieron una reverencia ante la estatua de aquél que los interpretó en el cine y se fueron acercando respetuosamente. Sherlock Holmes dejó su pipa ante la estatua, Fu Manchú hizo lo mismo con el artilugio de sus dedos, Saruman dejó su bastón de mago y, finalmente, el conde Drácula depositó su capa.

-Nosotros tenemos algo de él, y ahora él tiene algo de nosotros -dijo solemnemente Saruman.

Seabury sonrió a los invitados y una corriente de viento sopló en dirección hacia la estatua. Miró hacia ella y pudo sentir el poderío que solía acompañar al actor allí donde iba, una presencia que siempre perduraría. Cuando Seabury se volvió hacia los personajes de ficción, descubrió con sorpresa que ya no estaba allí, pero ¿acaso habían estado alguna vez? Puede que realmente estuvieran siempre, mientras alguien los recordara, así como Christopher Lee estaría allí siempre mientras alguien viera sus películas. inmortales y eternos, como las leyendas que perduran por los siglos de los siglos.

Seabury se dió la vuelta y volvió a la residencia dejando a la estatua con sus regalos. Pronto sería visitada por mucha más gente, pero eso sería en otro momento. Su homenaje había terminado por hoy, pero realmente éste perduraría en el tiempo.

lunes, 8 de junio de 2015

Noches del Futuro Chalado


El esperado final de Días del Futuro Chalado.

El equidna ciborg, aun algo confuso por el salto cuántico temporal, ignoró las escaleras para salir del sótano y deambulo sin rumbo fijo hasta entrar en uno de los accesos a los túneles bajo la ciudad. Sus sentidos incrementados habían detectado algo que identificó como una posible fuente de ayuda.

Mientras tanto, Robert había dejado su habitación para partir en busca de posibles aliados, ya que Anna y Harvey no parecían demasiado convencidos. Trató de recordar en quien podía confiar sin que le tomaran por loco, pero no era fácil. En su futuro, Brontes había desaparecido, Summanus había caído en la lucha contra los equidnas ciborg, y Welcome.... mmm.... la joven Evangeline tal vez podŕia resultarle de ayuda. Siempre había sido una mujer de acción y en su tiempo había acabado liderando un comando de la resistencia. Tal vez ella pudiera aceptar los hechos y convencer a los demás para impedir el atentado contra Billington. Si tan sólo lograra que uno le creyera, habría dado un importante paso adelante. El tiempo corría en su contra, debía darse prisa.

En los túneles, el asesino cibernético del futuro no tardó en perderse. Tras la creación del ejercito de equidnas, los túneles no tardaron en convertirse en refugio de la resistencia, que realizó sus propios planos de los mismos mientras cegaba pasillos, excavaba nuevos pasos subterráneos y modificaba todo el entramado. Incluso dieron rienda suelta a algunas de las cosas que habían permanecido allí abajo. A causa de ello, no había datos fiables sobre los mismos, tan sólo los caminos marcados en un alegre folleto que repartían los guías turísticos que realizaban las excursiones por los túneles para los visitantes. Por ello, el equinda no tardó en acabar perdido. Necesitaba más información y seguramente en la biblioteca de la universidad o en el ayuntamiento podría encontrarla. Pero para ello, debía salir de los túneles y encontrar un disfraz. Eso era importante. Si se dejaba ver tal cual, todo el plan fracasaría, pues un equidna cibernético sobre dimensionado llamaría mucho la atención. Por ello, buscando en sus bancos de datos y comparando los planos conocidos de los túneles con el mapa de la ciudad en 2015, creyó hallar un camino que le conduciría a un lugar donde poder encontrar el disfraz apropiado. Durante unos instantes dudó, como si hubiera algo que no acabara de encajar, pero lo achacó al crono mareo, el jet lag provocado por el viaje en el tiempo.

Robert recorrió a la carrera los pasillos de la residencia, patinando al borde del desastre cuando pasó por una zona recién fregada mientras Araknek corría tras él recriminandole que le pisara lo fregao. El salvador del futuro, ignorando a la araña, siguió sin detenerse, tropezando con estudiantes, girando esquinas y esquivando por los pelos una lámina de cristal que dos empleados transportaban y que surgieron de repente por una interesección. Finalmente, llegó al sitio que estaba buscando, la habitación de Welcome. Llamó insistentemente a la puerta, hasta que la joven, molesta por el escándalo que estaba armando, abrió. Apenas tuvo tiempo de abrir la boca cuando, Robert, henchido de felicidad por ver a la chica tan joven y sin los estragos causados por la lucha, se abalanzó sobre ella, abrazándola y haciéndola retroceder hasta que tropezó y cayo en la cama con el alocado Pickman sobre ella cubriéndola a besos.

-¿Robert? ¡Robert! ¡Calma hombre! Que si quieres follar no tienes más que decirmelo, no hace falta que me atropelles de esa forma, hombre. No sabía que estuvieras tan salido, tómalo con calma que me vas a desgastar.

Robert, recuperando la compostura, se le levantó y apoyó las manos sobre la joven. Mirándola con seriedad inusitada en él, comenzó a hablar:

-Evangeline, necesito tu ayuda. Y no tiene nada que ver con sexo. No soy el Robert Pickman que conoces, vengo del futuro, de una línea temporal que surgirá mañana, cuando se produzca un atentado contra el candidato Alphonse Billington. Perdona que me haya emocionado, pero la última vez que te ví, te preparabas para repeler una incursión del ejercito de equidnas cibernéticos al mando de tus hombres. Estabas tan mayor y gastada, con tu preciosa cara llena de cicatrices, y con un brazo cibernético. Y ahora eres tan joven y llena de energía, con tanta esperanza para el futuro. ¡Por favor, creeme! Debemos impedir el atentado de mañana.

Welcome le miró sorprendida. Ciertamente no parecía el Robert de siempre, un freak magufo conspiranoico que se pasaba el día rastreando a Summanus con algún ridículo disfraz y al que ella había tenido que distraer en la cama cuando se volvía demasiado molesto. Por un momento pensó que tal vez ya se había vuelto completamente chiflado, pero parecía demasiado coherente. Seguía sorprendida por la impulsiva entrada de Robert y lo miró pensativa durante un minuto.

-Welcome stranger, creeré en tí, aunque sea una completa locura lo que me dices. Vamos a hablar con alguien más que nos ayudará y me confirmará tu versión. Y puedes soltarme las tetas, por favor.

Robert, azorado, se separó de la chica y esperó a que se arreglara las ropas y se reajustara el sujetador. Entonces, Welcome, como un tifón hecho mujer, se llevó al alocado Pickman en su estela de camino al despacho de El que Legisla tras el Umbral.

El equidna salió de la tienda ataviado con un atuendo que esperaba le ayudara a pasar desapercibido. Pero sentía que algo seguía sin ser como debía. Ignorando esos pensamientos y haciendo caso a las instrucciones de su programación, volvió a los túneles en busca de la mejor posición desde donde lanzar su ataque. Mientras, en “Disfraces del Mundo, tienda de disfraces y trajes típicos de todos los países”, el propietario del local todavía se preguntaba para que demonios querría un equidna cibernético gigante el atuendo que se había llevado. No le sentaba nada bien.

El que Legisla tras el Umbral tampocó se libró de la euforia del “nuevo” Robert. En cuanto abrió la puerta del despacho, el espigado abogado de cuatro brazos y carente de rostro encontró a una Welcome que le miraba con cara rara y a un inesperado Robert que parecía inusualmente contento de verle. Y cuando alguien se alegra de ver a un abogado es que pasaba algo raro y, seguramente, caro.

-¡Estás aquí! ¡Y con tu impecable traje de siempre! ¡Cómo echaba de menos esa corbata roja! ¡Que gusto verte de nuevo! ¡Por favor, tienes que creerme, debemos impedirlo, debemos impedir el futuro!

Es difícil sorprender, incluso desconcertar a un primigenio, a un ser cósmico extra-dimensional y alienígena, pero Robert lo había conseguido con el abogado. Una vez que pasaron dentro, el renovado Pickman le explicó todo lo que iba a pasar y la causa de su viaje temporal. El que Legisla miró con atención al ex-magufo y a la joven estudiante, y posó sus cuatro manos sobre la cabeza de Robert. Tras unos instantes, el primigenio legal le soltó y cruzó sus brazos. Parecía meditar durante unos minutos hasta que, finalmente, se expresó en estos terminos:

-Bien, parece que dices la verdad, no hay locura (o al menos más de la habitual en Robert), y lo que cuentas es mucho más disparatado que tus habituales paranoias. Además, he recibido un memorandum de los abogados de Yog-Sothoth menciando no se que viajes temporales ilegales. Supongo que he de confiar en tí. En fin, lo ideal es reunir a los demás y prepararnos para lo que pueda pasar mañana.

En los túneles, el equidna cibernético con su nuevo atuendo comenzó a seguir la pista de unas huellas de oruga y los ecos de exabruptos en un alemán seseado.

El equipo Robert – Welcome – El que Legisla tras el Umbral fue creciendo con las incorporaciones de Araknek y Summanus, a los que costó convencer que aquello no era otra nueva locura de Robert o un estrafalario plan para demostrar que Summanus era un reptiliano. Pero la intervención del primigenio legal era señal de que algo raro estaba pasando. Mientras tanto, Anna y Harvey ultimaban los detalles para el encuentro del día siguiente, desconocedores del caos (no reptante) que se estaba gestando.

Al día siguiente, todo estaba preparado. El encuentro se iba a realizar al aire libre, en los jardines de la residencia. Ya se habían dispuesto las sillas, la megafonía, el atril desde el que hablaría el político, y todo parecía normal. Harvey tenía la impresión de que algo fallaba, de que todo iba demasiado normal, pero no quiso transmitir sus dudas a Anna. Sin embargo, ambos se preguntaban donde pararía Robert y si se había calmado ya. A medida que se acercaba la hora del evento, los estudiantes y demás empleados y habituales de la universidad y la residencia que tenían un rato libre se fueron acercando. Todo iba bien. Incluso Brontes, que había acudido y se había puesto en un lugar algo retirado para no llamar demasiado la atención, parecía más tranquilo de lo habitual. En una esquina, Harvey vio a El que Legisla tras el Umbral discutiendo con los abogados de Yog-Sothoth, pero eso no le pareció particularmente raro, sólo esperaba que el asunto no fuera demasiado caro.

Billington llegó puntual y tuvo una pequeña charla intrascendente con Anna, que repasó con el los detalles del evento. Mientras tanto, Harvey seguía con la mosca en la oreja. No había visto a Welcome en todo el día, y Summanus y Araknek también parecían haber desaparecido. Incluso Pequeña T'auin y Unglaublich estaban inusualmente discretos. La mosca comenzaba a ser un enjambre en la oreja de Harvey. Tratando de mantener la calma, se unió a Anna y Billington, dando el visto bueno a la preparación. Tan sólo esperaba que sus sospechas fueran sólo eso y que no preparan nada muy gordo.

Con apenas unos minutos de retraso, Billington comenzó su discurso para los estudiantes, con sus dotes de populismo y demagogia. Lo típico que pudieras esperar de un alcaldable, aunque entre tanta retórica aun dejaba caer consignas interesantes y hablaba de un programa electoral que pudiera contener detalles de interes. Durante la intervención del político, todo parecía andar como una rosa, y el turno de preguntas que se abrió también se inició con normalidad. Hasta que pasó lo que tenía que pasar. De improviso, desde una esquina apareció un minitanque decorado con insignias de la alemania nazi y esvásticas, pilotado por un reptiliano ataviado con un uniforme alemán de la II Guerra Mundial y acompañado por un equidna cibernético sobredimensionado vestido con lo que parecía... ¿Una bata de cola propia de una bailarina de flamenco española? ¿”adaptada” para un cuerpo que ni siquiera era humanoide? El tanque abrió fuego con una mala puntería antológica, seguido por el marsupial gigante, que desplegó desde el interior de su cuerpo mecánico un arma laser con la que demostró la misma habilidad para disparar que el artillero del vehículo blindado.

Entre consignas tipo ¡Heil RNLO! ¡Larga vida al Reich Reptiliano del Lado Oscuro de los 1000 años! ¡Por la Tierra Hueca! Y similares, el tanque seguía con su peśima puntería de disparos, lo que ayudó a que la gente se dispersara rápidamente con mínimos daños. De improviso, un canal se abrió entre los fugitivos, y por el llegó Welcome, a la carga mientras disparaba una ametralladora contra el tanque y el equidna. Por otro lado apareció un comando liderado por ¡¿Robert!? y formado por ¡¿Summanus?! y ¡¿Araknek!?, armados con rifles de asalto y disparando munición perforante con sorprendente puntería. De improviso, mientras aparecían dos nuevos minitanques, Unglaublich y Pequeña T'auin se asomaron desde el tejado de la residencia. El Servidor de los Otros Dioses portaba un lanzacohetes y la tortuga le hacía de cargador. Con un certero disparo, lograron destruir uno de los vehículos blindados de los RNLO.

Aquello se había convertido en una batalla campal en toda regla a medida que los Einszatsgruppen de los RNLO acudían para apoyar a sus minitanques y las fuerzas de la residencia se atrincheraban. Anna y Harvey, a quienes aquel despliegue bélico les pilló por sorpresa, lograron reaccionar rápidamente llevandose a Alphonse Billington con ellos sano y salvo. Juntos se fueron hasta el despacho de Harvey en la residencia, donde se hicieron fuertes y prepararon todo tipo de defensas y armamento mágico para hacer frente a cualquier amenaza contra la vida del político. Mientras, tuvieron que reconocer que Robert parecía tener razón.

Mientras tanto, el disparato comando dirigido por Robert, seguía en su lucha contra los incansables reptilianos. El lanzacohetes de Unglaublich sirvió para poner fuera de combate a los minitanques, pero el equidna folclórica era más duro de pelar. En lo más encarnizado del combate, cuando, encabezados por el marsupial cibernético, los RNLO lanzaron una nueva ofensiva, un ruido de motores se hizo cada vez más fuerte. Surgiendo de improviso, las fuerzas móviles del Equipo Exile de la Unión de Tribus Socialistas Morlock hizo su entrada sobre la más tronada y lisérgica variedad de vehículos biplaza y monoplaza personalizados según los criterios de una película de acción post-apocalíptica: motos, ciclomotores, quads, bicicletas, carricoches, vespas, etc. Con la llegada de estos refuerzos, ambos bandos quedaron más igualados en fuerzas, pero su entrada inesperada supuso el tomar por sorpresa a los reptilianos. Estos, ante la aparición de sus archi-enemigos, que les habían sorprendido por la espalda, optaron por contener las bajas y retirarse en la mejor tradición de la blitzkrieg marcha atrás. Los morlocks, mientras coreaban sus consignas comunistas en pro de la utopía socialista y el final del capitalismo, se dividieron en dos grupos: uno que mantuvo la persecución de los RNLO y otro que se quedo a combatir al equidna cibernético folclórica.

De esta forma, el marsupial se vió superado en fuerzas, pero ni eso le hizo rendirse. Los combatientes de la residencia, al ver que se iban quedando sin balas mientras su rival aun aguantaba pese al duro castigo recibido y la llegada de refuerzos, comenzaban a estar desesperados. ¿Es que no había forma de detener a esa imparable máquina cibernética de muerte y destrucción? Pero, en el peor momento, cuando ya vaciaban los últimos cargadores, cual deus ex machina creado por un escritor que no sabe como narices resolver la situación que ha creado, un potente y devastador rayo cayó sobre el marsupial folclórica, sobrecargando sus sistemas, fundiendo sus baterías y quemando las partes biológicas. En resumidas cuentas, el equidna quedó reducido a un montón de chatarra humeante que apestaba a carne quemada. Mientras esto sucedía, un nuevo rayo bajó del cielo, mientras era usado por Brontes como barra por la que deslizarse. El dios del trueno, que había estado ausante un par de días, acababa de regresar y había decidido hacer una entrada espectacular, con la suerte de que lo había hecho en el momento más apropiado.

Cuando el rayo se deshizo, Brontes alzó los brazos, triunfante mientras exclamaba:

-¡Taraaaaaaaa! ¡Ya estoy de vuelta chicos! ¿Me he perdido algo?

Al darse cuenta del caos que reinaba a su alrededor, y de que estaban todos sucios, agotados y armados hasta los dientes, así como del pequeño equipo de morlocks que ya se retiraban se quedó desconcertado, sorprendido y sin palabras. ¿Pero qué había pasado mientras estaba fuera? Mientras, Robert, que ya había cumplido su cometido, cayó inconsciente. Unas horas más tarde, al despertar en la enfermería de la residencia, con Welcome a su lado vestida con un traje de enfermera sexy, se preguntó por qué le dolía tanto la cabeza y porque la chica parecía mirarle de forma tan agradecida. Una vez resueltos los problemas, ya quedó en manos de Harvey y Anna realizar el control de daños: reparar los edificios y jardines dañados por el combate, y crear una historia tapadera para ocultar el desmadre producido. Pero aquello era algo cotidiano para ellos, y se alegraron de que Welcome se ocupara de Robert en la enfermería, así era algo menos de lo que ocuparse, al menos por ese día.

miércoles, 3 de junio de 2015

Días del Futuro Chalado

Un lamentable ¿homenaje? a la famosa obra de Chris Claremont.

El día había comenzado como otro cualquiera en la residencia estudiantil más famosa de Arkham por la cantidad de cosas extrañas que sucedían en, y alrededor de, ella. Nadie podía sospechar, a esas horas tempranas de la mañana, que ese día podía ser decisivo para su futuro.

Como cada mañana, Robert Pickman iba siguiendo sigilosamente a Summanus, mientras tarareaba una banda sonora de película de espías y se escondía en cada esquina. Suponía que vistiendo con ropas oscuras y gafas de sol no podrían reconocerle y podría seguir con su himbestigasion, pero cada vez que se cruzaba con alguien, este se giraba a mirarle. El camuflaje definitivo...

Por su parte, como cada mañana, Summanus estaba hasta el gorro del friki de Robert. No había forma de quitárselo de encima y, lo que es peor, le había pegado la dichosa musiquilla que iba tarareando. Si seguía así, algún día iba a cometer alguna locura, como invocar a una criatura extradimensional para que se lo comiera o mandarlo a una tertulia de 13TV. Además, los últimos días lo estaba relacionando con la presencia de Pequeña T'Auin, y no hacía más que comentar a cualquiera que cometiera el error de hablar con él, que la conspiración reptiliana estaba utilizando una tortuga mutante para sus malvados propósitos.

Ese día en particular no tenía muchas ganas de aguantar al pesado de todas las mañanas, así que decidió quitárselo de encima de la manera más sutil posible... o más bien la primera que se le ocurrió. Cogió prestado un cubo del armario de limpieza de Araknek, lo llenó con pintura rosa fosforescente y, cuando cruzó una puerta que llevaba a los pasillos de mantenimiento, lo dejó colgando sobre ella, de forma que, cuando abriera alguien, el cubo derramaría su contenido. Sólo esperaba que el dichoso friki no tuviera poderes telekinéticos...

El dinosauroide dejó todo preparado y  se giró para seguir con su trabajo, pero no podía aguantar la curiosidad de ver cómo respondería Robert a la caída del cubo ¿creería que era un ataque del Nuevo Orden Mundial? ¿Los alienígenas? ¿Los masones del gobierno? ¿Los vampiros diurnos? Al final no pudo aguantar la curiosidad y decidió quedarse escondido en la esquina del pasillo. 

Apenas un minuto después, Summanus pudo escuchar la musiquilla de la banda sonora de Robert. El dinosauroide se frotó las manos ante el inminente momento hilarante y no pudo evitar una sonrisilla siniestra en su rostro. La puerta del pasillo se abrió y el pobre Robert entró con lo que él suponía que era un movimiento furtivo, pero antes de que pudiera dar un paso más, el cubo cayó sobre su cabeza cubriendo su ropa negra de brillante rosa. El joven comenzó a dar vueltas con el cubo incrustado en la cabeza e intentando decir algo (lo único que conseguía era "mmmmmm" "mmmmm" pero eso no parecía una  frase muuy coherente), salió por la puerta que acababa de cruzar y, como supuso Summanus que pasaría, dejó de seguirle. Lo que siguió fue el recorrido de las escaleras que llevaban al sótano.

Summanus se disponía a partirse de risa cuando, del otro lado de la puerta, pudo escuchar el tremendo escándalo de alguien poniéndose muy cariñoso con unas escaleras y estampándose en el suelo. Durante un breve instante sintió una punzada de culpabilidad, pero ¿qué diantres? Ese loco se lo tenía merecido. Como no tenía muchas ganas de estar ahí cuando se levantara, salió corriendo por el pasillo de mantenimiento.


Mientras todo este lamentable incidente tenía lugar, Harvey y Anna Pickman caminaban por los pasillos de la residencia comentando cómo iban a organizar un evento que podía convertirse en el más importante de lo que llevaba de año, y querían que todo saliera a la perfección. El evento se trataba de un encuentro entre el candidato a la alcaldía de Arkham Alphonse Billington con los estudiantes de la Universidad Miskatonic. Alguien había decidido que el encuentro debía realizarse en un lugar donde hubiera una gran cantidad de estudiantes, pero que no fuera la propia universidad, y ¿qué mejor lugar que la residencia estudiantil más famosa de la ciudad?

-Lo primero que debemos hacer es quitarnos de en medio a Robert para evitar que piense que el candidato es un reptiliano, un miembro de los illuminatti o un periquito disfrazado de ser humano -dijo Harvey-. La cuestión es que no sé qué hacer esta vez, porque Welcome está ya un poco harta de que, cada vez que se organiza algo importante, tengamos que endosárselo a ella y se tenga que perder el espectáculo.

-También debemos evitar que la cosa acabe como la última cena de navidad, así que nada de invitar a nadie que tengo menos del 99'9% de ADN humano -comentó Anna -. Dejando fuera de esto a Summanus y Araknek, evidentemente. Lo último que queremos es que haya otra batalla campal entre especies enfrentadas. Tuve que estar presente en la firma del tratado de paz entre gules y profundos y allí olía peor que en la boca de un fumador compulsivo que ha estado comiendo ajos.

-Tambien debemos llevar cuidado con el buffet libre. El último que contratamos venía de Innsmouth y los invitados tuvieron que combatir con los chipirones de los entrantes, que parece que eran muy frescos. Después, todo el personal de la residencia tuvimos que enfrentarnos a la lubina del plato principal, que era el plato típico de la ciudad, sólo que ésta pretendía comernos a nosotros. La cosa acabó de tal modo que aparecieron unos individuos que venían de una tal H. P. Lovecraft Historical Society trayendo el postre, que...

Harvey no pudo terminar la frase pues, cuando fueron a descender las escaleras que llevaban a los sótanos, encontraron en el fondo a su primo Robert Pickman tumbado en una postura que no parecía muy cómoda. Llevaba un cubo de fregona por sombrero y estaba cubierto de algún tipo de tinte rosa.

Ambos Pickman descendieron corriendo las escaleras y llegaron hasta su accidentado familiar, que ante su atónita mirada, comenzó a moverse. Robert Pickman se quitó el cubo de la cabeza y miró a su alrededor con expresión de desorientación, después clavó su mirada en Anna.

-¿Anna? ¿Eres tú? Estás muy joven...

-Eh... ¿gracias? -dijo ella.

-Harvey, no tienes las cicatrices... eso quiere decir que... ¡¡¡LO HE CONSEGUIDO!!!

Robert se levantó triunfante y sus dos primos lo miraron extrañados, estaba más raro que de costumbre. Después de mirar a su alrededor con una sonrisa en su cara, se volvió hacia ellos y y les cogió a cada uno de un brazo.

-¡Tenéis que escucharme! ¡Estáis ante un grave peligro! Yo lo sé porque... ¡¡¡VENGO DEL FUTURO!!!

Anna y Harvey se le quedaron mirando fijamente. 

-Robert, te has caído por las escaleras y tenías un cubo en la cabeza, creo que no hace falta que te explique que debes tener una...

Harvey no pudo terminar de hablar porque el otro le interrumpió con los ojos inyectados en sangre.

-No, tenéis que creerme, no estoy diciendo esto producto del golpe en la cabeza o por tener más rosa que un dibujo de Hello Kitty, soy el Robert Pickman del futuro, vengo desde el 2013...

-Pero estamos en 2015, 2013 es el pasado -le dijo Anna.

-Bueno, quizás sí esté un poco confundido, pero no es por el golpe, sino debido al viaje temporal que he realizado. Mi cuerpo está ahora mismo inconsciente en el futuro mientras mi mente está aquí delante de vosotros.

Anna le pasó el brazo por el hombro y le fue conduciendo por las escaleras hasta la planta baja.

-Mira, tú lo que vas a hacer es sentarte un ratito y tomarte algo caliente...

-¡Que no, leñe! Lo que tengo que deciros es importantísimo, tenéis que escucharme porque si no consigo evitar mi futuro, vuestro sufrimiento será horrible.

-Que sí, que sí, tú tranquilo que ya tenemos bastante sufrimiento...

-¡¿Pero me vais a escuchar?!

-Que sí, podemos escucharte mientras te llevamos a tu habitación -le respondió Harvey.

-Bien, pues escuchad, es vital que sepáis esto. He venido desde el futuro, porque debemos evitar que maten al candidato a la alcaldía de Arkham, Alphonse Billington. En mi linea temporal, hubo un atentado durante la charla que realizó en esta residencia, lo que, por alguna razón que no llego a entender, llevó a que se  estableciera un poderoso ejército de equidnas cyborg que serían los encargados del control y la seguridad ciudadana, pero estos se saltaron su programación y dieron un golpe de estado. No, no me miréis con esa cara, no habéis visto lo terribles que son esos equidnas, son imparables. Después de conquistar Estados Unidos, expandieron su poder, y consiguieron dominar todo el planeta, que ahora se encuentra subyugado por un estado totalitario liderado por los equidnas cyborg.

Durante un momento, Harvey y Anna se quedaron callados mirando a Robert. Definitivamente, esto era más extraño de lo habitual en él.

-Espera un momento -le dijo Anna, llevándose aparte a Harvey.

-Creo que ha perdido definitivamente la chaveta -le dijo él en cuanto estuvo seguro de que Robert ya no les oía.

-Pero ¿cómo es posible que sepa de la charla que dará Billington? Lo hemos mantenido en secreto para que él no husmeara.

-Vale, eso es raro... pero aún así... Vamos a llevarlo a su habitación y después hablaremos con calma de esto.

Harvey y Anna volvieron con Robert.

-Tranquilo, Robert, nosotros nos encargaremos de que esos malvados equidnas no nos revienten la fiesta -le dijo Harvey.

Los dos le fueron conduciendo hacia su habitación con un sentimiento que no sabían cómo interpretar.


Y mientras los Pickman se dirigían hacia sus aposentos, en los sótanos de la residencia, parecía que alguien hubiera invitado a Electro, el villano de Spiderman. Unos rayos azul eléctrico (valga la redundancia) chisporroteaban por las paredes. De repente hubo una explosión de luz y algo surgió del estallido. El equidna cyborg miró a su alrededor mientras acostumbraba su cuerpo al salto cuántico temporal. La resistencia había enviado a alguien para detener el asesinato de Billington, pero por la madre Australia que nadie impediría que tuviera lugar su futuro.

¡¡¡CONTINUARÁ!!!