martes, 28 de febrero de 2017

Reptilianos y Conspiraciones: La inauguración en Dunwich

Camino a Pánico en los túneles (parte 1)

No estaba siendo el mejor de los días para El que Legisla Tras el Umbral. Y la cuestión es que no había razón para ello, o, al menos, no debería haberla. Sin embargo, parecía perseguirle la mala suerte. De camino a su despacho en La Llave y la Puerta (era, probablemente, el único abogado que ejercía desde una residencia universitaria), había pasado a desayunar por el EldritchBurguer pero se les había acabado el zumo de naranja y el distribuidor se había retrasado. Por ello, tuvo que tomarse un café en lugar de su bebida habitual. Al salir se encontró con la Hauptmann Ammetu y su eterno subordinado, el Unterfeldwebel Bazzu de los einsatzgruppen del ejército de los Reptilianos Nazis del Lado Oscuro. Como Primigenio abogado no tenía demasiados reparos en con quien tenía que tratar. A fin de cuentas, era el único experto mágico-ancestral-legal que había en toda Nueva Inglaterra y, muy probablemente, en toda Norteamérica. Sin embargo, los invasores lacerto-fascistas podían llegar a ser una auténtica molestia. Su obsesión por el orden y la eficiencia era legendaria, aunque a veces chocaba con su capacidad, también prácticamente legendaria, para hilvanar y poner en marcha planes completamente absurdos para cumplir sus objetivos. A saber:
  1. Derrotar al Equipo Exile de la Unión de Tribus Socialistas Morlocks.
  2. Establecer un régimen lacerto-nazi.
  3. Encontrar la realidad en donde se halla la Tierra Hueca.
Hasta el momento, habían resultado unos expertos en no conseguir sus objetivos. Habían logrado éxitos tan memorables como los alces zombis nazis que devoraban cerebros veganos o aquella vez que, al ir a hacerle una consulta legal desataron un desajuste interdimensional de consecuencias imprevisibles pero que fue rápidamente atajado. Lo curioso es que, incluso sus extraños y, a veces, absurdos planes, llegaron una vez a buen fin. Por suerte, en esa ocasión, que produjo un futuro distópico y, en parte post-apocalíptico, se pudo frustrar debido a que enviaron desde el futuro a un robot para avisar de lo que iba a pasar. Curiosamente, Katherine Ashford le tocó lidiar con el enviado del futuro, que no parecía funcionar demasiado bien y también acabo liada con el asunto aquel del desajuste dimensional que, precisamente, causó Ammetu... En fin, cosas que pasan en Arkham. Sin embargo, los reptilianos nazis, debido a su competente incompetencia, habían acabado formando parte del extraño mundo de la ciudad.

La cuestión era que, una vez más, allí tenía ante él a la capitana y su satélite. Había que reconocer que, últimamente, estaban de lo más tranquilos, cosa que era de agradecer. Sin embargo, también podía ser que se estuvieran preparando para algo importante. Aún coleaba el asunto aquel de Dunwich el año anterior, cuando participaron en aquella guerra de un día junto a las fuerzas de Omicron Scorpions contra la alianza de morlocks comunistas, Alfa Strike y Harvey Pickman. La cuestión era que, precisamente este día, El que Legisla no tenía ninguna cita en su agenda ni había dejado nada pendiente. Ese día lo tenía reservado y no podía dedicarse a nada del trabajo. Pero aún así, decidió escuchar a la hauptmann. Con su siseante acento germano reptiliano, la oficial trató de explicarle el problema que la había llevado hasta él.  Esta vez no se trataba de antiguos grimorios o extraños artefactos. Era algo diferente. Algo nuevo había en los túneles. O por lo menos, algo que ya estaba pero que no se había vuelto molesto hasta hacía relativamente poco. 

Decía mucho de Arkham en general y la Universidad Miskatonic en particular que un tipo muy alto y flaco con cuatro brazos, piel blanca, calvo y un ojo trilobulado estuviera hablando tranquilamente con una reptiliana vestida de oficial nazi en las proximidades del campus. Sin embargo, lo que le explicaba la lagarta poco tenía de tranquilizador. Los túneles bajo la ciudad eran antiguos. A lo largo de la historia se usaron como refugio para sectas y brujas, para el contrabando, para atajar de un lado a otro, para tener sexo a escondidas, etc. Tras la última reconstrucción de la ciudad, una parte de la red de túneles se adecentó, urbanizó y arregló, incluso se cartografió. Pero hay zonas que nadie ha explorado, o si lo ha hecho, no ha vuelto para explicarlo. En algún lugar bajo la ciudad y sus alrededores, tienen los morlocks y los reptilianos sus respectivas bases. Por lo que El que Legisla sabía, tal vez incluso pudiera haber una conexión con las Tierras del Sueño realizadas por los gules. La cuestión era que los túneles eran raros hasta para los estándares de Arkham y cualquiera sabe que podría haber allí abajo o quien se podría haber instalado sin que nadie se enterara. O, por lo menos, sin causar molestias a sus vecinos, en este caso los reptilianos, hasta hace poco. La cuestión era que el abogado no podía hacerse cargo del asunto en esos momentos. Por ello, aunque percibía que algo se estaba preparando, tomó nota mental para investigar más a fondo y le dijo a la capitana que volviera a verlo al día siguiente. La oficial lacerto-nazi se tuvo que resignar y partió junto a su  subordinado.

Una vez ya libre, El que Legisla se dirigió a su despacho. Era cierto que ese día no iba a ocuparse de nada más, pero aún así quería pasar a revisarlo todo por última vez. Como su curiosidad y su deformación profesional así se lo indicaron, aprovechó para dejar preparados los informes que tenía con respecto a los reptilianos y lo poco que había sobre los túneles. Mientras acababa con el asunto, miró la hora. Por suerte iba bien de tiempo. Acabó con lo que tenía entre manos y bajó a la recepción. Allí se encontró con Brontes y Kali, que acababan de llegar. Tras los saludos de rigor, los dos dioses y el Primigenio se encaminaron al exterior y se dirigieron hacia el coche de la hindú. Lo cierto era que Brontes no sabía conducir, y se apañaba muy bien desplazándose en una enorme bicicleta modificada que se había fabricado, y Kali, que había llegado a la ciudad durante las navidades para convertirse en instructora de esgrima de Welcome, era mucho mejor conductora que el abogado. Por ello, dejaron que fuera ella quien les llevara.

Tomaron dirección a Dunwich, pues, por fin, tras un largo, intenso y curioso proceso de obras, reformas y burocracia asaltada al más puro estilo El que Legisla tras el Umbral, habían logrado finalizar las instalaciones de los Alojamientos Rurales La Llave y la Puerta y ese día iban a proceder a la inauguración. Tras la guerra en Dunwich contra BioGen, las welclones y su líder Evangeline "Welcome" Parker se habían constituido en un culto de la Cabra Blanca de Tres Cabezas, un curioso avatar de Shub-Niggurath. A consecuencia de esto, se lanzaron a "pacificar" la comarca, que estaba dividida entre los adoradores de Tsathoggua y los de Yog-Sothoth. A continuación, con el apoyo de los Pickman, usaron a la empresa Damage Control Inc., que no sólo trabajaba rápido, sino bien. Ya se encargaron de reparar los daños de la ciudad durante el incidente de Mad Arkham of Battlecraft e hicieron también un excelente trabajo en Dunwich. Mientras tanto, las clones se prepararon de forma intensiva con Summanus y El que Legisla Tras el Umbral para saber como gestionar unos alojamientos turísticos. Y por fin llegaba su prueba de fuego.

Para la gran inauguración habían preparado un pequeño acto de inauguración seguido de una espectacular comida a cargo de Unglaublich como chef. Y es que el servidor de los Otros Dioses había demostrado ser un genio de la cocina. Y, para empezar a lo grande, iban a tener un lleno al 100% desde el primer día. Esto era debido a que iban a alojar al Equipo Exile de morlocks comunistas que iban a celebrar un congreso, y a Alfa Strike, que, ya que habían luchado para liberar a las clones y se enfrentaban a las locuras de su nemesis, la corporación multinacional NWE, habían decidido tomarse unas vacaciones y pasar unos días en el campo dedicándose a la holganza y la procrastinación.

Cuando Kali, Brontes y El que Legisla llegaron a Dunwich, se encontraron con la gente congregada en torno al edificio principal de los Alojamientos Turísticos La Llave y la Puerta. Estos se componían de un complejo formado por un edificio administrativo, otro donde se encontraba la recepción y un restaurante junto con una serie de habitaciones dobles y un grupo de chalets distribuidos por los alrededores imitando el estilo arquitectónico característico de la zona. Encontraron a todo el grupo de valquirias, soldados veteranas y expertas en misiones de rescate. También pululaban por la zona el resto del equipo Alfa Strike, a los que se podía clasificar como lo más granado, selecto y variado de los panteones divinos, es decir, la mayor colección de borrachos, pendencieros, fornicadores, bravucones y busca líos que haya podido adorar alguna vez el género humano. Pasado el núcleo de población andaban los morlocks comunistas, con sus trasnochados, sorprendentes y alucinógenos vehículos, una variada selección de medios de transporte personalizados con placas de blindaje, pinchos, asientos extra, ruedas extra, motores trucados, etc, como un viaje ácido de un fan de Mad Max. En conjunto todo parecía ir bien, cosa que El que Legisla sabía apreciar. 

Ciertamente, la acumulación de poder en bruto que había allí concentrada era un importante método disuasorio. La guerra de Dunwich, conocida como el Largo Día de Furia, demostró de lo que podían ser capaces el equipo completo de Alfa Strike junto con el Equipo Exile de morlocks comunistas. Y, tal y como era de esperar, todo se estaba desarrollando bien. La breve ceremonia de inauguración se condujo sin incidentes y la comida fue todo un éxito. Tras la misma, y tras realizar el check-in al grupo de morlocks, convirtiéndose oficialmente en los primeros huéspedes, tras lo cual, siguieron celebrando ya en el exterior. Sin embargo, El que Legisla seguía con la mosca en la oreja. Tenía la sensación de que algo iba a ir mal. Y no solía equivocarse.

Un par de horas después de la comida, mientras la fiesta estaba en una fase más tranquila y las welclones andaban algo más relajadas tras la tensión de las primeras horas. Fue entonces cuando comenzaron los problemas. Tras una colina comenzó a aparecer una monstruosa figura, y una segunda, y una tercera tras ellas. Se trataba de robots gigantes. de forma básica humanoide, con los brazos acabados en palas excavadoras y la cabeza con grandes ojos rojos. El diseño en general recordaba al de los robots gigantes de los Reptilianos Nazis del Lado Oscuro. Pero, aunque el símil era válido, resultaba difícil reconocer el diseño original. Parecía un robot gigante nazi, pero rediseñado por dos personas al mismo tiempo: una con el gusto kitsch por la ciencia-ficción retro estilo pulp y otra con afición por los robots gigantes japoneses que no fueran posteriores a Mazinger Z. La mezcla de estilos sobre la base reptiliana era... peculiar. Por decirlo sin eufemismos: era un atentado contra el buen gusto.

A medida que se acercaban los robots gigantes, que iban decididamente hacia Dunwich, y sin saber cuales serían sus intenciones. Por ello, los dioses de Alfa Strike comenzaron a reunirse, los morlocks comunistas se dirigieron hacia sus vehículos y no tardaron mucho en oírse rugir a los motores y las welclones se dispusieron en torno a su líder, Evangeline "Welcome" Parker, y Kate, junto con Summanus y Unglaublich, animaron a los "civiles" a retirarse y dejar a los combatientes espacio. Por su parte, El que Legisla tras el Umbral, se aproximó a las clones, y fue a hablar directamente con una de ellas, Buhonera. Tras tener un breve intercambio de frases, sacó el teléfono y realizó una llamada.

De inmediato, Buhonera usó sus poderes para crear portales y teleportarse para traer desde Arkham la espada Ouroboros de Welcome. Al entregarse a la joven, esta la desenvainó, alzo la hoja hacia el cielo y clamó:

-¡Yo soy Delta Wave Welcome! ¡Yo tengo el poder!

Con un trueno para crear efecto melodramático, se transformó equipándose con su ropa de batalla. Junto a ella se reunieron las welclones y se prepararon para la pelea. Unglaublich, que había acabado sus tareas en las cocinas, salió a ver que estaba pasando. Al ver llegar a los robots gigantes, se situó junto a las chicas aguardando el momento de iniciar el combate. Los dioses no habían venido preparados para la lucha, pero no les hacían demasiada falta las armas. Por su parte, las valquirias, que tampoco habían esperado esto, aprovecharon para asegurar el perímetro y mantener a los civiles a distancia.

Cuando los robots estaban casi en los límites de la aldea, llegaron volando un equipo de byakhees de Byakhee Express cargando una serie de voluminosas cajas. Al aterrizar, hicieron firmar la entrega a El que Legisla tras el Umbral, que era quien había encargado el porte. Tras el trámite, el abogado se dedicó a abrir aquellos paquetes y repartir su contenido: se trataba de las armas de los dioses y, de paso, algo de arsenal para las valquirias. Con eficacia profesional de guerreras profesionales, las mujeres enseguida se equiparon y se dispusieron al combate. Por su parte, los dioses, con N'kari y Perun organizando las posiciones de ataque, no tardaron mucho en empezar la lucha.

No hizo falta esperar más. Los tres robots gigantes nazis-retro-anime comenzaron a lanzar rayos por los ojos para tratar de sembrar el caos entre los defensores. Sin embargo, no tenían previsto la respuesta que les esperaba. Como un sólo cuerpo, las valquirias, las welclones y los dioses de Alfa Strike se lanzaron a la carga. Parecía una acción suicida, pero las primeras iban equipadas con armas mágicas, las segundas eran todas clones mutantes y no iban cortas en equipo hechizado y los terceros eran unos bestias sin par cuando se desataban. Así, mientras las guerreras de Odín se dedicaban a acribillar los torsos de los robots, las welclones junto con los dioses se repartieron para atacar las piernas de los gigantes metálicos. Es cierto que el equipo de Alfa Strike, al estar formado principalmente por dioses del trueno, podrían haber invocado el relámpago para destruir a los invasores. Pero el derribarlos a golpes era mucho más satisfactorio.

Aunque los robots tenían la eficaz ingeniería reptiliana nazi, no eran rivales para el torrente de destrucción que se lanzaba sobre ellos. Tal vez por las modificaciones recibidas, o simplemente porque los dioses estaban desatados, Los golpes caían sin cesar, machacando la coraza de las piernas. A estos, había que añadir el ataque de las propias welclones: fuego, frío, electricidad, disparos realizados con una puntería envidiable, golpes realizados con fuerza sobrehumana, y, sobretodo, muchas ganas de descargar toda la tensión acumulada durante los días previos. Unglaublich también puso su parte. No era fácil para los robots coordinar sus ataques ante tantos objetivos y que les atacaban desde tantos lugares a la vez. Ciertamente, los que los habían construido o modificado habían subestimado a sus objetivos, por lo que se encontraron con que los robots no eran tan eficaces como deberían y estaban recibiendo una soberana paliza.

El potencial concentrado de combate resultó finalmente demasiado para los robots gigantes modificados, que no estuvieron a la altura de las circunstancias. Apaleados por todos lados y sin poder devolver los ataques de forma decisiva, acabaron por ser derribados, convertidos en unas cuantas toneladas de chatarra inservible. Sin embargo, en sus sistemas podía estar la clave para encontrar su origen. Por ello, tras el combate, aprovechando que todos comenzaron a celebrar la aplastante victoria, El que Legisla tras el Umbral se hizo cargo de la recuperación de los restos y su posterior investigación. Empezaba a formarse una sospecha en su mente y al día siguiente tenía una cita con Ammetu, y tenía la impresión de que la reptiliana podía darle una información interesante y útil.

viernes, 24 de febrero de 2017

Un día en la vida de Daisy Springwood

El despertador sonó temprano, con los primeros rayos del sol asomando por el cielo. Daisy Springwood recibió el nuevo día con buen humor, pues estaba totalmente en contra de al filosofía de madrugar de mala leche. Hizo un poco de ejercicio matutino, se duchó, se arregló y tomó un ligero desayuno, tras lo que recogió su maletín para dirigirse a la Universidad Miskatonic.

Salió a la calle con los cascos puestos y su reproductor de MP3 sonando "Everyday" de Buddy Holly. Le gustaba ir caminando a la universidad, en vez de hacer como los vagos que cogían el coche hasta para ir a la carnicería. Saludó a un par de vecinos con la mano. Aunque llevaba poco tiempo en la ciudad ya había comenzado a establecer lazos. Algunas de estas personas le advertían de cosas raras que sucedían, pero ella sólo veía la superstición y las tonterías que se llevaban diciendo demasiado tiempo de una tranquila ciudad universitaria como aquella. Tanto hablar de cosas extrañas y, desde que ella había llegado, no había visto ni un sólo monstruo, ni OVNI's ni lo que fuera que se decía que pululaba por allí. Exageraciones y desinformación, eso era lo que había hecho que tanta gente de la ciudad y sus alrededores hablaran de ese tipo de sucesos.

Se acercó al local donde, diariamente, pedía lo que sería su almuerzo. Le gustaba más que lo que servían en las cafeterías de la universidad. Mientras esperaba a ser servida, en el exterior del local, una criatura de diez patas y del tamaño de un caballo iba lanzando coches con las mandíbulas insectiles que tenía en su cabeza. Frente a ella, Delta Wave Welcome la combatía, asegurándose de que los ocupantes de los coches no recibieran ningún daño. La criatura pareció cansarse de la molestia de la joven y decidió atacarle directamente... decisión que pagó cara, cuando Delta Wave Welcome le cortó la cabeza con su espada. La criatura decapitada comenzó a sufrir una especie de colapso e implosionó. Delta Wave Welcome pasó a su alter ego normal.

Daisy Springwood salió del local con el almuerzo en una bolsa de papel y se encontró con lo que parecía un accidente de circulación. Afortunadamente no había habido heridos, pero los coches estaban bastante hechos polvo. Vio allí a una alumna de la universidad que conocía y la saludó.

-Buenos días, señorita Parker -dijo Daisy.

-Igualmente, señorita Springwood -le respondió jovialmente la estudiante mientras seguía su camino.

Daisy enfiló su camino habitual hacia la universidad cruzando una de las mayores avenidas de Arkham. El tráfico era elevado, dado que era la hora en que todo el mundo se dirigía a su trabajo. Una de las razones por las que Daisy prefería ir caminando con tranquilidad y no meterse en esos follones, más habituales de una gran ciudad y no de un lugar como aquél.

A mitad de la gran avenida se encontró con algo fuera de lo normal. La gente parecía huir despavorida de un punto en concreto y ella miró en aquella dirección para ver si había pasado algo o era la típica histeria colectiva de la ciudad.

En el lugar indicado, Anna Pickman y Harvey Z. Pickman estaban haciendo frente a una manifestación de más allá de la dimensión J, una entidad completamente incorpórea pero que afectaba a la mente de las personas que estuvieran cerca haciendo que se pusieran a bailar la conga hasta caer desfallecidos del cansancio. Harvey realizaba con velocidad toda clase de hechizos mientras Anna frenaba los ataques de la entidad, que no gustaba de que esos dos entrometidos le estropearan la diversión... y alrededor del combate había varias congas que se cruzaban y, de vez en cuando, sumaban a alguien.

Daisy se miró el reloj y volvió su atención a donde estaba aquella gente haciendo aquellas cosas tan variopintas. Congas y una pareja haciendo bailecitos excéntricos. No era asunto suyo, pero aquella gente, que claramente aún estaba de fiesta desde la noche anterior, debería irse a casa a dormir la mona, porque estaban dando un espectáculo bastante lamentable. Decidió no dedicarle más tiempo a aquellos juerguistas y siguió su camino con tranquilidad. Ya lo lamentarían cuando la resaca les llegara.

Llegó a la universidad un rato antes de comenzar las clases y se pasó por su despacho para organizar el día. Mientras hacía su trabajo, en los pasillos de su facultad estaba comenzando una invasión de zombies. De alguna manera, Vinnie West había convertido a los profesores en esclavos de su voluntad e iban gritando ecuaciones hasta que se cruzaban con alguien y le daban un bocado, tras lo que este pobre infortunado también comenzaba a gritar ecuaciones. Entre todo este lío, Brontes iba evitando los mordiscos de los zombies algebraicos con intención de llegar hasta Vinnie, que estaba en todo su esplendor, vamos como no lo había visto nunca, subido a una mesa y liderando las hordas. Brontes intentaba no hacer daño a los profesores y alumnos convertidos en zombies, pues sabía que no se trataba de muertos vivientes, así que sólo los apartaba lo suficiente para lanzarlos contra la pared y tirarlos por los suelos.  No tardó en llegar hasta Vinnie, al cual no le iba a importar nada soltar un buen tortazo. Cosa que hizo, lanzando al pobre al suelo y dejándolo inconsciente. En ese momento, todos los afectados por el hechizo de zombies algebraicos cayeron al suelo también sin sentido.

Daisy abrió la puerta de su despacho con su primera clase preparada y se encontró el pasillo lleno de profesores tirados por el suelo, algunos alumnos en la misma condición y en medio de todo aquello el tipo aquél grandote que trabajaba en la sección de Física.

-En serio ¿se va a pasar todo el año con ese disfraz de cíclope? Halloween ya pasó hace meses. ¿Y qué hacen todos estos profesores en el suelo? -Brontes fue a responderle, pero Daisy alzó la mano -No, no me lo diga, seguro que ha sido algo paranormal que, casualmente, ha sucedido mientras yo no miraba.

-Pues mire, señora, no voy a mentirle, es lo que ha pasado -respondió Brontes.

-No sé cómo no les da vergüenza todo este espectáculo. Al final llamaré a que se haga una inspección. Que la superchería y las creencias absurdas hayan llegado hasta las facultades de una universidad que en los años '30 formaba parte de la Ivy League es algo que todos deberíamos lamentar.

-Encima de que arreglo todo el entuerto, me echa la bronca a mi... pues vaya -dijo Brontes mientras Daisy se marchaba dando largas zancadas.

El resto de la mañana la pasó dando sus respectivas clases, donde al menos la normalidad y la ciencia imperaban, y no la locura que era demasiado habitual en la ciudad. Llegada la media mañana fue a almorzar a una de las zonas ajardinadas de la universidad. Mientras lo hacía, se encontró con un pequeño grupo de profesores  vestidos como si fueran a la guerra y con unas piedras con forma de estrella en las manos. Parecían estar buscando por el campus algo que no terminaba de entender. Sabía quienes eran aquellos individuos. Se trataba de La Fundación Wilmarth, un grupo de profesores y asociados ocultistas que dejaban en evidencia a la universidad en cuanto abrían la boca y soltaban una de sus teorías sobre seres extraterrestres poderosísimos que pretendían destruir a la raza humana. Ella ya había hecho lo posible por que ese grupo se desvinculara de la Universidad Miskatonic, pues no le hacía ningún bien que se les relacionara con ella, pero nadie le hacía caso. Mientras pensaba estrategias para que la universidad se librara de esos profesores y la dichosa fundación se fuera a otro sitio donde sus estrafalarias conductas fueran más habituales, el grupo se giró hacia ella y se lanzaron corriendo con las piedras estrelladas por delante, como si de un crucifijo contra un vampiro se tratara. Por un momento pensó que se dirigían hacia ella pensando que sería un alien, pero cuando llegaron a donde estaba pasaron de largo. Ella se giró y vio cómo atosigaban a un pobre estudiante que vestía de una forma un tanto rara. Parecía que había sacado prendas aleatorias del armario de forma que iba con chaqueta de vestir, una camisa y pantalones de obrero, por no hablar de los zapatos de baile.

-¡¡¡Monstruo alienígena!!! ¿Pensabas que no te encontraríamos? -exclamó uno de los profesores.

-No tienes donde esconderte, te rodearemos con símbolos arcanos y te expulsaremos de esta dimensión -le dijo otro mientras el grupo rodeaba al pobre individuo.

Daisy fue a darles una reprimenda. Vale que el estudiante fuera bastante estrafalario por su forma de vestir, pero de ahí a que fuera un extraterrestre había un gran abismo. Ese era el problema de la gente de esa universidad. La cuestión es que antes de que se levantara, apareció otro profesor, Seabury Q. Pickman, con su sempiterna pipa y un caminar tranquilo.

-Compañeros profesores ¿qué están haciéndole a este pobre hombre?  -preguntó.

-No es un probre hombre -respondió uno de los profesores -, es un miembro de una raza alienígena venido de un lugar conocido como Yith. Intercambian sus mentes con personas para realizar sus pérfidas misiones.

-Todo lo contrario -respondió Seabury. -Este hombre es un estudiante bastante brillante, pero tras un golpe en la cabeza tiene un serio problema a la hora de elegir ropa y de comportarse en algunos ambientes de sociedad. Su médico está haciendo todo lo posible por ayudarle y ustedes están haciendo mucho daño con estas acusaciones.

-Sí, claro. Seguro que eso es lo que dice él ¿cómo puede demostrarlo? -recriminó uno de los otros.

-Bueno... tenéis esas mortíferas piedras antiextraterrestres. Sólo tenéis que acercaros y ponérsela encima. Si se pone a sufrir cual Drácula ante un enfrentamiento con Van Helsing, supondremos que tenéis razón ¿no?

El grupo de profesores debatieron en susurros entre ellos y volvieron  a apuntar con las piedras al hombre vestido de forma extraña.

-Cierto. las Criaturas del Ciclo de Cthulhu no pueden soportar el poder del símbolo arcano -dijo el que parecía ser la voz cantante. Este se acercó con prudencia al hombre vestido de forma extraña y, estirando el brazo todo lo que pudo para no tocarlo, le pasó la piedra por la cara. El estudiante no se inmutó. Tan sólo se quedó mirando con curiosidad el comportamiento de aquellos supuestos respetables profesores. Esto desconcertó al grupo, y entre murmullos y quejas se fueron de allí.

Daisy suspiró al ver que al menos un profesor de aquella universidad parecía mantener la cordura por encima de las tonterías que imperaban en los otros. Y, mientras Seabury se iba alejando de allí con el Yithiano, fue disculpándose ante el ser por el comportamiento de sus compañeros profesores, aunque el miembro de la Gran Raza le aseguró que le había parecido muy divertido que pensaran que una piedra con forma de estrella serviría como alguna especie de amuleto antialienígenas. Era algo digno de estudio, que es para lo que ellos venían a nuestra época.

Terminado el almuerzo, Daisy volvió a sus tareas habituales, en su despacho, realizando trabajos de investigación. Mientras estaba enfrascada en ello, desde la ventana se podía ver una incursión de reptilianos nazis del lado oscuro que habían abierto un agujero en el suelo y salían con sus mortíferas máquinas. Se disponían a atacar y tomar el control de la universidad, pero inmediatamente, un grupo de morlocks llegaron con sus vehículos y fuertemente armados. El enfrentamiento apenas duró unos minutos y los reptilianos huyeron entre palabrotas en alemán, metiéndose por el agujero del que habían salido. Los morlocks fueron tras ellos para evitar que escaparan.

Cuando Daisy acabó su trabajo se levantó, estiró el cuerpo y echó un vistazo por la ventana. Alguien había hecho un inmenso boquete en uno de los paseos del campus y había varias señales de lucha. Por si no era suficiente con los supersticiosos y los que creían en teorías absurdas, ahora tenían que lidiar con vándalos. Se quejaría a la seguridad de la universidad.

Una vez finalizada su jornada de trabajo, Daisy recogió sus cosas y las metió en su maletín, salió de su despachó y se despidió de los varios compañeros con los que se cruzó. Por un momento le pareció ver uno transparente o, de algún modo, etéreo, pero supuso que se trataba de las horas de trabajo que le habían afectado. Conocía las historias del profesor ectoplásmico de física, pero ella, por supuesto, no creía en esas tonterías.

Dejó atrás el campus y, según iba caminando, se dio cuenta de que alguien la estaba mirando fijamente. Cuando se paró para comprobar quien era, no pudo evitar un bufido al ver que era aquél familiar de Seabury Pickman que creía en toda teoría de la conspiración que pudiera ocurrírsele. Ya había evitado varias charlas que había pretendido realizar, así como simposios sobre chemtrails y otras tonterías.

-¿Qué pasa? ¿Acaso me está espiando? -le preguntó Daisy.

-La misma pregunta iba a hacerle yo -le respondió el pobre tipo. -Yo sólo venía a ver a Seabury, pero ¡qué casualidad! Aparece usted... me está vigilando ¿verdad? Sabe que estoy cerca de algo y pretende ocultarlo.

-Sí, está cerca de acabar en un hospital después de que le eche encima mi spray antivioladores. Déjese de tonterías y márchese.

-Así que amenazas ¿eh? Que sepa que lo voy a poner todo en mi blog... -dijo mientras se alejaba de espaldas. -Y en mi canal de youtube también lo voy a poner... y en el foro de Maguferío.com ¡no crea que esto termina aquí! -Se tropezó con una piedra, cayó de espaldas y después se levantó con toda la dignidad que pudo. -¡Esto no termina aquí!

Daisy se giró sin saber si sentir pena o rabia ante aquél individuo tan molesto, pero en cuanto conectó su reproductor de música se olvidó de él.

Con el sol dejando un bonito crepúsculo, Daisy llegó a casa y lanzó el maletín al  sofá. Se sentó relajando todos los músculos de su cuerpo y se dispuso a pasar una agradable velada. Un buen día de trabajo. Un día más en Arkham en el que no había visto ni un indicio de cosas paranormales. Tarde o temprano convencería al resto de que allí no pasaba nada y que era un lugar tan normal como cualquier otro.

Mientras Daisy se relajaba, una manifestación de profundos pasó por su calle reclamando mares limpios y quejándose de la industria portuaria. Un día normal en Arkham...

miércoles, 15 de febrero de 2017

Alfa Strike: Big Culo Wars

Un especial #BigCuloDay

Sala de reuniones de Alfa Strike, hogar de Loki en las Tierras del Sueño

Una vez más, Loki había convocado a algunos de los dioses del equipo Alfa Strike para cumplir una misión. Esta vez no se trataba de frustrar algún descabellado, absurdo y/o desconcertante plan de NWE, la corporación multinacional que había declarado la guerra a los dioses y a todo lo sobrenatural. Esta vez era algo diferente. Había que defender las Tierras del Sueño de una invasión. Para ello, Loki había reunido a los miembros del equipo que consideraba más apropiados para esta misión: Brontes, Perun y su oso Misha, los japoneses Raijin y Fujin, la africana N'kari y Delta Wave Welcome. En resumidas cuentas, salvo a Thor, había convocado a los más poderosos y destructivos miembros del equipo. Claro que Delta Wave Welcome no era una diosa, sino una heroína cósmica y valquiria oficial, pero no tenía nada que envidiar a los demás en cuanto a potencial destructivo cuando estaba de mal humor. Así, Loki pasí a explicarles la situación:

-Bien, se trata de Nyarlathotep...

Un coro de abucheos, suspiros de tedio, y murmullos mezclados con maldiciones dedicadas al Caos Reptante le interrumpieron, aunque el Herrero Mentiroso contaba con ello. Cuando su público se calmó, Loki siguió hablando:

-Sí, el pesado este vuelve a la carga. Ya trató de destruir las Tierras del Sueño una vez a través de su avatar de nariz gigante, y ahora lo va a intentar de nuevo. Aunque esta vez el plan es bastante... desconcertante. Os explico: Durante los últimos meses ha lanzado una campaña masiva de virus meméticos que han provocado una oleada de fetichismo de culos. Según las estadísticas que he recopilado, la aparición de imaginería erótica y pornográfica de culos, así como poses de culos en personajes sexualizados del mundo del comic y el manga se han incrementado en un 200%...


-Ya decía yo que últimamente sólo me venían guiones con muchas escenas de sexo anal... -intervino N'kari. La diosa se ganaba la vida como actriz de cine para adultos, además de tener una productora. A nadie se le pasó por alto que se removió en la silla, como si tuviera alguna molestia en la zona de apoyo.

-Sí -continuó Loki tras la interrupción-, parece ser que se ha notado bastante y, como os decía, esto ha provocado algunos cambios en las Tierras del Sueño. Al verse afectada las mentes de una buena parte de la humanidad por este exceso de culos, esto ha afectado al mundo onírico. Así, este fetichismo también ha comenzado a afectar a la población autóctona, y esto ha acabado por provocar un efecto llamada. Desde la Dimensión Caótica Desconocida han llegado unos... invasores un tanto peculiares que pretenden conquistar este mundo.

El dios guardó silencio unos instantes antes de continuar mientras observaba los rostros de su audiencia y se daba cuenta de como ataban cabos. Excepto Misha. El oso simplemente parecía descansar plácidamente.

-Bueno, se trata de culos gigantes. ¿Habéis visto El ataque de los tomates asesinos, esa película de bajo presupuesto de 1978? Pues algo así pero con lo que podrían ser perfectamente réplicas del culo de Y'golonac o de los grandes cuartos traseros de Tsathoggua. Como dos enormes pelotas de playa embutidas en un saco de piel. En fin, la cosa es que hay que detenerlos antes de que logren conquistar las Tierras del Sueño.

-¿Y cual es el problema? Nos hemos enfrentado a cosas más amenazadoras y extrañas que unos culos gigantes... -replicó Brontes.

-Sí, ahí está la cuestión, que hasta el momento han demostrado ser invulnerables a todo tipo de ataques y a la magia. Sin embargo, por casualidad, se ha descubierto un punto débil. Antes de que digáis nada, ya os aviso que es mejor no preguntar. La forma en que se descubrió tuvo mucho de suerte y resultó bastante desagradable. La cuestión es que, precisamente esa vulnerabilidad que tienen se puede aprovechar. Para ello, he traído unos objetos que podéis usar como armas.

Loki, antes de que le hicieran preguntas, abandonó la sala y regresó un poco más tarde con una caja. La abrió y sacó una serie de paquetes rectangulares y bastante alargados, del tamaño de una baguette y del grosor de un puño. No tenían ninguna etiqueta ni distintivo que indicase que había dentro, pero pasó a repartirlos entre los presentes y, finalmente, recogió uno para él, ya que estaba dispuesto a participar en la lucha. Delta Wave Welcome fue la primera en abrir su paquete y extraer un objeto cilíndrico de silicona de color púrpureo. Tras observarlo unos instantes, puso cara de sospecha y lo examinó detenidamente ante la atónita mirada de sus compañeros. De repente, estalló en una sonora carcajada. N'kari, que había prestado especial atención a las acciones de la joven heroína, abrió su caja y no tardó en atar cabos. Lo que Loki les había entregado eran enormes consoladores. De hecho, no sólo eran de un tamaño francamente antinatural, sino que, además, en uno de los extremos se podía ver grabado lo siguiente:

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-A ver si lo he entendido -dijo la diosa africana-, nos has dado unos consoladores tamaño familiar para que luchemos contra unos culos gigantes que están atacando las Tierras del Sueño. Y encima son de una empresa tuya... Que morro hay que tener... ¿Y que se supone que tenemos que hacer con estos aparatos? ¿Introducírselos por vía anal? -comentó N'kari.

-Pues ya que lo dices -respondió Loki-, sí, esa es la idea y el único punto débil que tienen. Si les taponas el orificio mueren. Y en cuanto a lo de la marca... Bueno, aquí todos hacemos negocios para ganarnos la vida... No veo que tiene de malo que uséis algo de una empresa que tengo.

Los dioses le miraron con una mezcla de emociones enfrentadas, entre la risa, el fastidio, el cabreo y las ganas de estar en otro lugar en ese mismo momento. Finalmente, asumieron la situación, por ridícula que esta fuera. Si no había otro remedio, tendrían que hacer esgrima con consoladores para derrotar a unos culos gigantes que estaban invadiendo las Tierras del Sueño. Aunque seguían considerando la situación bastante ridícula, tuvieron que aceptarla tal y como era. Satisfecho, Loki pasó a mostrarles la armería. Invitándoles a seguirle, les llevó a una sala anexa donde tenía expuesta su amplia colección de armas: desde espadas toledanas hasta rifles de asalto. Con un poco de atención se podía localizar la espada Cortatormentas y la Lanza de Lud entre el maremagnun de armas. Pero lo que el Herrero Mentiroso quería enseñarles estaba en una mesa en el centro de la sala cubierto por una tela que pasó a retirar cuando los dioses entraron. Ante ellos podían ver una serie de armas modificadas de curiosos diseño. Loki pasó a explicarles su utilidad:

-Bien, Está comprobado que la única manera de matarlos es como ya os he dicho, pero otros experimentos han demostrado que hay ciertas formas de dañarlos aunque no pongan de inmediato fin su vida. Como ya os dije antes, mejor no preguntéis como se averiguó esto... Bueno, la cosa es que sabemos que se les mata directamente como ya os he explicado, pero se les puede herir usando, ejem, consoladores. Para ello, os he preparado esto: una ametralladora gatling para Brontes y una escopeta de dos cañones para N'kari, modificadas para usar como munición lo que ya os he comentado. Para Perun, como se que le gusta cargar con lanza montando a Misha, he preparado eso mismo, una lanza. Los demás sois diestros con la esgrima, así que no creo que necesitéis objetos adicionales.

Las armas en cuestión parecían un tanto desproporcionadas en cuanto al calibre de los cañones. Según les explicó Loki, se trataba de unos diseños experimentales que había "obtenido" de la división de armamento avanzado de Omicron Scorpions. Tras el fracaso del ataque a Cthulhu cuando se alzó R'lyeh, estaban creando nuevas armas con un calibre mayor para uso de las armaduras potenciadas Acorazado y GodHunter. El Herrero Mentiroso tenía guardados los planos de las armas, y, ante esta contingencia, había usado sus habilidades con la forja y la fabricación para llevarlos a la práctica con las modificaciones apropiadas. Así, tenían unas armas un tanto grandes y de aspecto algo paródico, pero capaces de disparar la munición que necesitaban para esta ocasión. Eso sí, el alcance era corto, que se le iba a hacer. En cuanto a la lanza, bueno, ahí Loki no había tenido demasiados problemas. Era, simplemente, una asta a la que habían sustituido la punta metálica por un consolador. No tenía más misterio.

Tras entregarles las armas y la munición que iban a necesitar, así como las cananas, Loki pasó a explicarles el plan de batalla.

En las calles de Dylath-Leen, tras la llegada de Alfa Strike

La ciudad de basalto de Dylath-Leen, con sus finas torres angulares y tenebrosas e inhospitalarias calles, se había convertido en un campo de batalla en el que los culos de la Dimensión Caótica Desconocida tenían la retaguardia de su invasión (porque no tenían cara y, a fin de cuentas, para ellos las posiciones de vanguardia y retaguardia estaban invertidas, porque no dejan de ser culos), se enfrentaban a Alfa Strike.

La mayor parte de los ciudadanos se habían refugiado en sus casas y en las tabernas. Otros, como los oscuros y extraños marineros que venían en siniestras galeras a por oro y esclavos negros de Parg, se refugiaban en sus barcos. Uno de estos, con sus peculiares turbantes que formaban dos bultos sobre sus cabezas, observaba sorprendido lo que estaba sucediendo en los muelles. Un par de invasores glúteos acababan de surgir de una esquina y avanzaban con prisa dando botes. Eran enormes traseros de gruesas nalgas de color pajizo, lo que les daba un aspecto poco atractivo. Tras ellos apareció un coloso, un gigantón construido a base de músculos y vestido como un heavy con armadura pectoral de hoplita diseñada por H. R. Giger. Era un corpulento cíclope pelirrojo armado con una extraña arma de múltiples cañones y una larga cinta de munición. Al localizar a sus objetivos, preparó el arma y comenzó a disparar unos extraños cilindros que, pese a no llegar demasiado lejos, si que lograron impactar en los extraños culos que parecían haberse apoderado de la ciudad y se expandían por las Tierras del Sueño.

Las enormes posaderas acusaban el impacto de los consoladores pero no se daban por vencidas. Trataban de escapar y buscar algo de cobertura en las tiendas y tabernas portuarias, pero Brontes no les daba ni un respiro, acribillándolos sin parar cada vez que se ponían a tiro. Entonces, saltando desde la ventana de una de las torres, una escultural y voluptuosa mujer negra de larga cabellera blanca y vestida con un uniforme militar de camuflaje urbano, botas de campaña y chaleco de protección. Llevaba en una mano una desproporcionada escopeta de dos cañones y en la otra un consolador del tamaño de una baguette y prácticamente del grosor de un puño. Al caer sobre uno de los glúteos, éste trato de desmontarla, pero N'kari se aferró fuertemente con las piernas mientras alzaba el consolador y se preparaba. Al grito de "¡A tomar por culo!", lo hundió entre las nalgas, de manera que cerca de la mitad del largo juguete sexual se introdujo por vía rectal, provocando así que el glúteo invasor sufriera un espasmo y acabar por fallecer. Sin perder tiempo, N'kari desmontó y volvió a repetir la acción con el otro culo alienígena. Tras hacerse con la victoria, se reunió con Brontes y juntos se dirigieron en busca de sus siguientes objetivos.

Al mismo tiempo, en las afueras de la ciudad, junto al río Skai, se situaba el campamento base de los culos de la Dimensión Caótica Desconocida. Allí llegaban glúteos invasores con alarmantes mensajes sobre como estaban siendo atacados y vilmente sometidos a sondas anales por extraños sujetos armados de enormes consoladores. Las cosas no iban bien. El último mensajero acababa de llegar dando botes para informar de como una mujer joven vestida de guerrera vikinga acababa de empalar por la retaguardia a otra patrulla. Sin embargo, no iba a poder llegar mucho más allá ni completar su misión. Ante él se produjo una rasgadura del tejido de la realidad, y, por la misma, apareció un largo y grueso consolador que se hundió entre sus orondas nalgas y puso fin a su frenética carrera. Delta Wave Welcome extrajo el juguete sexual y acabó de cruzar el portal que acababa de abrir con su espada mágica, Ouroboros. Tras ella apareció Loki. El Herrero Mentiroso era conocido por la intrincada sutileza de sus planes, por ser engañoso, traicionero y manipulador, pero, como buen dios nórdico, disfrutaba también de una buena pelea de vez en cuando. Sin embargo, no podía evitar aprovechar los poderes de la espada de Welcome para hacer una entrada por sorpresa en el campamento principal.

Así, los glúteos, sorprendidos, se vieron obligados a iniciar un combate en su propio cuartel general. Mientras N'kari y Brontes los acosaban en las calles de Dylath Leen, Delta Wave Welcome y Loki empezaron el combate. La estrategia de Loki consistía en golpearles en su centro neurálgico, la cabeza de invasión que habían establecido en la ciudad portuaria situada en el estuario del río Skai. Si lograban contenerlos allí, impedirían que recibieran más refuerzos y detendrían su avance. Una vez expulsados de ahí, los que estuvieran por el resto de las Tierras del Sueño caerían más fácilmente, desorganizados y sin un liderazgo que los uniera. Pero el ataque a su centro de invasión no lo dirigían sólo Welcome y Loki. Ellos eran la distracción y, al mismo tiempo, el ataque quirúrgico, ya que aparecerían en medio de su alto mando. Mientras tanto, Perun, lanza-consolador en ristre, cargaba contra las defensas exteriores montado en Misha. La imagen era ciertamente inquietante: un hombre maduro, fornido y musculoso, que lucía una poblada y larga barba gris, un raído uniforme militar ruso combinado con una armadura de escamas y un casco medieval montaba con expresión amenazante y lanza en posición de ataque un gran oso pardo rugiente que trotaba hacia el campamento de los culos. La embestida de Perun y Misha se llevó por delante todo lo que encontraba, sembrando el caos a su paso. Demostrando su pericia en el combate, el dios eslavo no tardó en empalar a un glúteo invasor que no pudo apartarse a tiempo. Tras extraer la lanza, desenvainó el consolador de tamaño familiar y se lanzó hacia un grupo de culos que trataban de organizar las defensas. Un poco después, mientras el caos reinaba y se iba extendiendo por el lugar, Raijin y Fujin, ataviados con hakamas, sandalias y amplios cintos, donde, en lugar del tradicional daisho, llevaban los largos consoladores que les había dado Loki se lanzaron al ataque desde otro flanco. Lucían sus musculosos torsos desnudos, de piel roja Raijin y azul Fujin. Los dos onis, ya que no podían llevar sus motos a las Tierras del Sueño, habían optado por una opción más local, así que iban montados en sendas cebras. No era una gran estampa heróica, pero no dejaron que eso les detuviera.

La curiosa y algo esperpéntica imagen de los dos musculosos onis montados en cebras, algo más pequeñas que los caballos, resultaba cómica, sobretodo cuando atravesaron las líneas de retaguardia de los culos azotándolos con los consoladores XXXL y embistiéndoles cual carga de irreductibles galos. Invasores glúteos volaban a su paso, arrojados por el ímpetu de la carga de ¿caballería? ¿cebrarería? Sin importar el término exacto, los onis entraron en el campamento como un elefante en una cacharrería: arrasandolo todo a su paso y montando un caos tremendo. Prácticamente sin detenerse, golpeaban a sus adversarios, los azotaban, los empalaban y sus monturas los atropellaban y coceaban. Puede que fueran inmunes a todo lo que no fueran ataques con consoladores, pero les estaban sacudiendo a base de bien. Y eso sin tener en cuenta la destreza de los dos japoneses con la esgrima. Aunque lo que estaban haciendo era luchar con un peculiar estilo propio que les hacía manejar sus particulares armas a veces como espadas, lanzando estocadas, y otras como tetsubos, usándolos como enormes porras. Pese a lo característico, poco ortodoxo y algo salvaje de su forma de combatir, estaban arrasando con todo lo que se ponía en su camino.

Tras cruzar salvajemente el campamento base de los culos invasores de la Dimensión Caótica Desconocida, Raijin y Fujin detuvieron sus monturas y dieron la vuelta. Una vez más, se lanzaron al ataque, pero esta vez pretendían detenerse en el centro del lugar, para unirse al combate junto a sus compañeros. Un poco antes, Loki y Delta Wave Welcome luchaban desenfrenadamente contra sus adversarios. Los dos, ataviados con ropas y armaduras propias de los vikingos, ensartaban, penetraban, estocaban y taladraban a sus glúteos adversarios sin descanso. Luchando espalda contra espalda, uno al lado de la otra, con Welcome subida a caballito a la espalda de Loki, sobre los hombros del dios, bailando una giga... estoooo... que se nos va de las manos. La cuestión es que, de improviso, vieron a los dos japoneses, Raijin y Fujin, pasando como una exhalación mientras arrasaban todo cuanto se ponía en su camino. Un poco más tarde, los onis regresaron, bajaron de sus cebras y se unieron a la pelea. Perun no tardó mucho en seguirles e incorporarse al combate, aun montado sobre Misha y enarbolando su lanza-consolador. Los culos atacaban por todos lados, sin cesar y, cada vez que derrotaban a uno, otros dos aparecían para ocupar su lugar. Los invasores habían llamado a todas sus tropas para contener la amenaza de Alfa Strike.

Loki no tardó en comprender que habían conseguido en parte su objetivo: detener el avance de la invasión, aunque fuera obligando a sus adversarios a concentrar sus fuerzas en ellos. Pero necesitaban más potencial de combate si querían acabar de inclinar la balanza a su favor. Por ello, le indicó a Delta Wave Welcome lo que tenía que hacer. La joven valquiria clavó su espada en el tejido de la realidad de las Tierras del Sueño e hizo un corte. Se asomó a través del mismo y dio un grito de aviso. Al apartarse, cruzaron a través de la rasgadura N'kari y Brontes. Una vez reunidos todos, la verdadera batalla para detener la invasión de los culos de la Dimensión Caótica Desconocida comenzó de verdad. Con una caótica, desenfrenada y desconcertante coreografía, a mitad de camino entre un espectáculo musical de Broadway, un baile Morris y una exhibición acrobática, los componentes de Alfa Strike se lanzaron al combate. Con Misha y Perun como elementos centrales, los demás dioses y la valquiria danzaron, saltaron, hicieron volteretas y se movieron al unísono para golpear, penetrar, perforar, estocar y lanzar volando por los aires a todo aquel culo invasor que se pusiera a su alcance. La potencia de combate reunida en tan pequeña unidad cogió por completo por sorpresa a los glúteos, que, pese a su superioridad numérica no podían hacer nada. Se entorpecían mutuamente, lo que facilitaba el trabajo de sus adversarios, y, al tratar de aplastarlos lanzándose contra ellos en masa, se veían repelidos por la fuerza divina de Brontes, Perun, Raijin y Fujin, que no tenían problema en golpear con lo que tenían a mano (en ocasiones, incluso uno de los culos) a todo aquel enemigo que se pusiera a su alcance.

Finalmente, cuando la situación parecía que iba a alargarse más allá de la tremenda resistencia del equipo, los glúteos invasores, aterrados ante la férrea resistencia que habían encontrado, acabaron por desistir. Dando la orden de retirada en su peculiar lenguaje de rebotes y ventosidades, los culos se retiraron en rápida desbandada hacia el portal por donde habían entrado a las Tierras del Sueño. Los componentes de Alfa Strike les siguieron de cerca, para asegurarse de su huida y regreso a la Dimensión Caótica Desconocida. Cuando por fin cruzaron todos el portal, Welcome usó su espada para volver a sellarlo. Finalmente, habían conseguido alzarse con la victoria y eliminar la amenaza que se cernía sobre las Tierras del Sueño. Podían retirarse y regresar al mundo de la vigilia. Por su parte, Loki, satisfecho del buen resultado obtenido con sus armas modificadas y los consoladores, una vez ya de vuelta a la Tierra, les ofreció unos cheques regalo para la tienda online de LokInc Sexual Toys. Raijin, Fujin, Perun y Brontes no parecían muy interesados, por lo que repartieron sus respectivos obsequios entre Welcome y N'kari. Las dos mujeres, que destacaban por su apetito sexual, no pensaban dejar pasar la oportunidad.

En un oscuro y siniestro lugar...

El que Comenta en la Oscuridad, avatar de Nyarlathotep que enloquece mediante sus comentarios de retransmisiones deportivas, sonreía satisfecho. Las cifras de espectadores del streaming eran muy elevadas, las del dinero movido en las apuestas para ver quien se hacía con la victoria, más todavía, y los medidores de pérdidas de cordura y manifestación de parafilias sexuales extrañas marcaban unos valores muy interesantes. Por último revisó las estadísticas y comentarios en ElderGodBook, la red social de los dioses, primigenios y demás seres sobrenaturales. Quedó plenamente satisfecho. Los resultados habían sido más que óptimos. Incluso él se había divertido mucho viendo los combates. No había sido fácil ni barato provocar la oleada de fetichismo de culos, pero, haciendo un balance final, quedó plenamente satisfecho. Además, había grabado todo y muy pronto estarían disponibles las ediciones Básica, Deluxe, Coleccionista, Ultimate y Director's Cut para su venta en formato físico, para descarga digital y en streaming. Y lo mejor era que apenas había diferencias entre ellas, pero aun así, se venderían todas.

Se recostó en la cómoda silla de oficina y se frotó las manos. El plan había sido un completo éxito. No pretendía destruir las Tierras del Sueño. ¿Para qué hacerlo si era más divertido y beneficioso usarlas como escenario para estas particulares y divertidas performances? El que Comenta en la Oscuridad se permitió una maquiavélica sonrisa y se levantó. Dejó atrás todo el avanzado equipo que había estado usando, gran parte del cual haría enloquecer a quien tratara de examinarlo, y se fue a picar algo. Ya empezaba a pensar en cual sería su próximo plan y a que grupo podía involucrar en él.

viernes, 10 de febrero de 2017

La noche de los amantes vivientes

Un especial King-in-Yellow Size, porque al autor se le ha ido la pinza...

Era el día libre de Summanus, el momento en que podía hacer lo que le apeteciera sin que tuviera que meterse en ningún ataque extraño a la residencia estudiantil, así que decidió aprovecharlo haciendo algo que echaba mucho de menos. Ver una película en un cine. Tampoco es que el dinosauroide fuera un cinéfilo, pero recordaba las sesiones de tarde de su lugar natal, donde los reptiles disfrutaban de películas asiduamente, con su acompañamiento de aperitivos -en su caso, solían ser insectos rebozados y cosas así-. Hacía muchos años que no hacía algo así, que decidió que aquel día libre lo pasaría viendo algo en uno de los cines de Arkham.

La cuestión es que a Summanus no le hacía gracia eso de ir solo al cine, así que fue tanteando por la residencia a ver quien podía acompañarle. Harvey y Anna estaban muy ocupados con una guerra en el plano astral contra unas ovejas que habían conseguido superinteligencia y estaban atacando psíquicamente a todo el que se cruzaban. Seabury tenía que corregir unos exámenes que daban la impresión de ser más deleznables para la lectura que el peor libro dedicado a saberes prohibidos, y a Robert, directamente, no iba a acercarse. Opciones como Araknek y Unglaublich estaban descartadas, porque, aunque en aquella ciudad fuera habitual ver cosas raras, estos dos destacarían demasiado en la cola del cine. Finalmente se decantó por Brontes, que estaba en la residencia aburrido porque aquel día tampoco tenía nada que hacer.
A Brontes le satisfizo la invitación. No era de ir al cine, pero ese día estaba muy aburrido, así que no le importaba cual fuera la película con tal de no estar sentado delante del ElderGodBook mirando las actualizaciones de cualquiera de los dioses que estuviera haciendo algo. Ya había visto demasiadas tartas de Shub-Niggurath  dedicadas a su millar de retoños.

Así, el dinosauroide y el cíclope pusieron rumbo al Brown Jenkin Cinema, construido donde anteriormente había estado cierta residencia estudiantil que fue demolida después de algunos problemas con las ratas... o algo así habían oído.
 Las calles de la ciudad estaban repletas de gente, cosa curiosa para ser una tarde de febrero en Nueva Inglaterra, lo que significaba que la temperatura solía ser bastante baja en esas fechas. No tan baja como cuando el elemental de hielo atacó la ciudad el mes anterior, pero seguía siendo el invierno del norte de los Estados Unidos. Ninguno de los dos prestó mucha atención a toda aquella gente que pululaba por las calles, pues iban hablando del interesante tema de por qué los antiguos griegos tenían esa extraña costumbre de liarse con animales y monstruos para tener descendientes más feos que no dejar pasar a una anciana en un paso de cebra. Esta fue la razón por la que no detectaron que aquella tarde estaba pasando algo fuera de lo normal. Bueno, algo fuera de lo normal en una ciudad normal.

Según fueron acercándose al cine se fueron percatando de que había mucha gente por las calles. Difícil era no darse cuenta, porque aquello ya eran multitudes. Summanus ya sintió un escalofrío por la espalda, pero se tranquilizó cuando vio que la mayoría de aquellas personas eran parejas que paseaban cogidas de la mano, abrazadas o haciéndose carantoñas. Tan sólo eran parejas de enamorados... muchas parejas de enamorados. Y según fue fijándose en ellos se dio cuenta de que poco a poco se iban volviendo más efusivos en sus demostraciones amorosas. Tampoco es que llegaran a niveles de hacer algo impúdico en mitad de la calle, pero ver a parejas de personas maduras comportándose como adolescentes superhormonados era algo que no se veía todos los días. 

Cuando tenían el cine ya a la vista, Summanus ya estaba claramente nervioso. No todos los de la multitud estaban intercambiando fluidos bucales mientras se manoseaban... otros, y no precisamente pocos, les estaban mirando a ellos.

-Brontes -dijo Summanus cuando ya no pudo soportar más. -Creo que está pasando algo en la ciudad, mira a toda esa gente.

Brontes salió de su ensimismamiento centrado en los griegos y sus gustos estrafalarios y miró a su alrededor.

-¿Qué? ¿Te acabo de hablar de gente que se tiraba a toros y ves extraño ver a gente morreandose en la calle? Supongo que estarán intentando conseguir un record de gente achuchándose en público o algo así, el libro Guiness cada vez parece más estar escrito por alguien que se ha bebido unas cuantas jarras de la cerveza homónima.

-¿Y qué me dices de todos esos? -señaló Summanus.

Los que no se manoseaban ya era un grupo muy numeroso y miraban fijamente a Brontes y Summanus. Eran gente de todas las edades y condiciones. Era una multitud de gente variopinta que lo único que tenían en común es que les estaban mirando a ellos con los ojos clavados.

-¿Seguro que te has disfrazado bien? -preguntó Brontes. -Igual se te ve alguna parte de dinosaurio...

La multitud se fue acercando a ellos lentamente. Era una cantidad abrumadora de gente que se dirigía a ellos con determinación. Y Summanus consiguió adivinar lo que se podía leer en sus caras.

-Brontes... al cine... ¡¡¡corre!!!

-Pero ¿por qué voy a...?

Antes de que pudiera terminar la frase, varios individuos de la multitud llegaron hasta él y se le lanzaron encima, pero no con intención de atacarle. O al menos atacarle de forma agresiva y con vistas de hacerle ningún daño. Más bien estaban haciendo todo lo contrario. Estaban cubriendo de besos y manoseos el cuerpo del gigante.

-Pero... pero... ¡eh! ¡Suelta eso, marrano! -exclamó Brontes. Consiguió zafarse a todos aquellos y miró atrás. La multitud estaba acercándose cada vez más deprisa, con mirada fogosa y hambrienta.

-Te lo he dicho, al cine, rápido -le insistió Summanus.

La multitud echó a correr hacia ellos con los brazos extendidos y lanzandos gritos, y los dos salieron disparados hacia la entrada del cine. Los miembros de la multitud pasaban por encima de coches y toda clase de obstáculos para llegar hasta ellos, excepto algunos que se cruzaban con alguien que no iba en esa dirección y comenzaban una nueva tanda de manoseos y besuqueos.

Brontes y Summanus lanzaron gritos al taquillero para que les abriera la puerta, pero este intentó alcanzarlos por la pequeña apertura del cristal para manosearlos. Viendo que este también era parte del grupo de chiflados, Summanus y Brontes abrieron las puertas del cine de una patada y entraron justo cuando la multitud se les echaba encima. La puerta se cerró contra la marea de gente fogosa y el dinosauroide buscó algo para evitar que consiguieran abrirla. Eran un buen montón y pesaban mucho. Finalmente, Brontes encontró un asta metálica con la bandera estadounidense y la puso trabando la puerta. Desde fuera se escuchaban golpes y empujones de la multitud intentando entrar, y de pronto, la puerta que daba a las taquillas se abrió y el joven que había allí se lanzó hacia ellos.

-¡¡¡¡Dadme amooooooor!!!! -exclamó.

Brontes le recibió con un puñetazo que lo dejó inconsciente a varios metros de distancia. Al momento, las chicas del puesto de palomitas se lanzaron sobre él. Consiguió esquivarlas, así que cayeron sobre Summanus, rompiéndole el disfraz de humano normal e intentando comerle a besos. Éste, viendo que tenían mucho interés en su lengua, la usó como arma para dejarlas noqueadas. Las chicas cayeron al suelo y todo pareció quedar tranquilo en el interior del cine.

-¿Se puede saber qué está pasando aquí?

-Es como una invasión de zombies -le respondió Summanus. -Pero en vez de comernos, quieren besarnos y toquetearnos. Creo que nuestro viejo amigo Vinnie West ha cometido algún error en uno de sus experimentos habituales.

-¿Qué vamos a hacer? No podemos salir de aquí repartiendo tortazos. Son gente normal...

-Voy a ver si puedo contactar con alguien de la residencia -dijo Summanus sacando el móvil. Cuando lo miró, no pudo evitar un gruñido. No había cobertura... o al menos no había señal.

Brontes sacó su teléfono, que era distinto al de Summanus en varios aspectos, ya que era un aparato utilizado por seres suprahumanos, dioses y otras entidades de esta índole, pero también estaba sin señal.

-No puede ser... esto no es cosa de Vinnie West. Sólo alguien sería capaz de algo así ¡Nyarlathotep! -exclamó Brontes apretando los puños.

-¿Pero para qué iba Nyarlathotep a convertir a los ciudadanos de Arkham en zombies amadores? -preguntó Summanus extrañado.

-Para lo que hace todo, por liarla.

De repente, los golpes contra la puerta se volvieron más fuertes. Ahora se oían gritos deseando besos y reclamando abrazos de los dos que estaban encerrados dentro del cine. Una de las ventanas de ventilación, que estaban a una altura considerable para que no alcanzara un ser humano, se rompió ante el impacto de una piedra y por allí comenzaron a verse rostros de personas que pretendían entrar a la vez. Brontes y Summanus se percataron de que aquello era un punto débil y buscaron algo para tapar la ventana. Encontraron el cartel de una película donde salía un actor en calzoncillos con la bandera de los USA y lo pusieron en el lugar por el que varios brazos se estiraban al interior. Mientras Summanus aguantaba los golpes, Brontes utilizó  sus fuertes puños para clavar el cartel de forma que no pudiera quitarse.

 -Esto empieza a parecer una película de zombies -dijo Summanus jadeando.

-Al menos somos sólo nosotros dos, así que no habrá los típicos conflictos entre los supervivientes, a menos que quieras discutir algo.

-Pues no, Brontes, ahora mismo no tengo ganas de discutir nada. Tengo ganas de solucionar este asunto y poder ver la película que quería ver.

-¿Y cual era? Que aún no sé lo que veníamos a ver...

Unos golpes y ruidos sordos recorrieron el lugar. Brontes y Summanus miraron a su alrededor para ver de dónde venía el sonido, pero allí no había nadie. Habían tapado la única ventana. La puerta estaba asegurada y los trabajadores del local yacían inconscientes.

-¿Y el proyeccionista? Debe ser él -susurró Summanus.

El dinosauroide y el cíclope corrieron hacia la sala de proyección, y cuando abrieron la puerta encontraron el singular espectáculo del proyeccionista montándoselo con la chica que se encargaba de recoger las entradas. Summanus y Brontes se miraron el uno al otro, cerraron la puerta y el cíclope inutilizó la cerradura para que no pudieran salir.

-¿Para qué has hecho eso? Si ya estaban muy ocupados el uno con el otro.

-Por si acaso...

Los ruidos sordos seguían sonando por algún sitio. Siguieron buscando con la mirada hasta que descubrieron de dónde venían. El sistema de ventilación daba tumbos. Alguien debía estar dentro intentando usar los tubos para llegar hasta el interior del cine.

-¡Tenemos que tapar el sistema de ventilación antes de que entren por ahí! -exclamó Summanus.

-Y las salidas de emergencia ¿cómo no se me ha ocurrido antes? Van a entrar por allí, tenemos que cerrarlas como sea.

Se dividieron el trabajo. Summanus se encargó de que el sistema de ventilación fuera inaccesible para los amadores, mientras que Brontes usó palancas y todo tipo de artilugios metálicos para mantener cerradas las salidas de emergencia. Cuando terminaron el trabajo, ya agotados, se sentaron en uno de los bancos que había para esperar antes de entrar al cine.

-Vale ¿y ahora qué? -dijo Summanus.

Como respuesta, un fogonazo ilumino todo el lugar y de dentro del poderoso brillo surgió un individuo de cuerpo prácticamente perfecto, vestido apenas con unas telas que le cubrían sus partes. En su espalda varios pares de alas se movían con armonía y, en su cabeza, graciosos rizos bailaban al son de una música que sólo escuchaban ellos.

-¡¿Se puede saber por qué no habéis sido afectados por mi hechizo?! -exclamó. Durante unos segundos los miró fijamente y pareció llegar a una conclusión. -Ah, claro, no sois humanos. Tenía que haberlo previsto en una ciudad como esta.

-¿Y quién diantres eres tú? ¿El arcángel Gabriel, que se le ha ido la olla? -le preguntó Summanus.

-Yo creo que sé quien es -dijo Brontes levantándose y acercándose al ser. -Es alguien del panteón de dioses griegos ¿o me equivoco... Cupido?

-En efecto, soy Cupido. Tú debes ser el supervivientes de aquella generación de cíclopes que acabó bastante mal -dijo con sorna el dios griego.

-A ver si te voy a tener que soltar un zambombazo en las partes bajas, que casi las llevas al aire -le respondió el cíclope.

-Vale, eres Cupido -dijo Summanus. -¿Y por qué has convertido a los habitantes de la ciudad en zombies que si no se están magreando entre ellos intentan hacérnoslo a nosotros?

-Porque en una semana es San Valentín... y estoy harto de que esta panda de inútiles mortales me den la brasa ese día o me echen la culpa de su soledad, así que se me ha ocurrido darles una lección ¿No querían amor? ¿No se sentían solos y querían alguien que les diera besitos y todo eso? Pues ale.

-Bien... parece razonable -dijo Summanus aparentando calma, tras lo que gritó: -¡¡¡¿Y por qué has tenido que hacerlo en Arkham?!!!

-Bueno, mi intención era hacerlo en París, la ciudad del amour... entre otras cosas, para fastidiar a mi madre, pero alguien me dijo que este era un buen lugar donde realizar esta clase de experimentos -fue la respuesta de Cupido.

-Lo que nos faltaba, ya tenemos fama de lugar donde los dioses pueden llevar a cabo sus asuntos absurdos -dijo Summanus -. Si no teníamos suficiente con las invocaciones de idiotas, las invasiones de otras dimensiones, los ataques de los idiotas habituales y los problemas locales con habitantes de ciudades cercanas.

-Mira, Cupido, no tengo ganas de darte una buena tunda -dijo Brontes acercándose más al dios griego. -Así que vas a deshacer el hechizo y marcharte de aquí como si no hubiera pasado nada, dejarás a la gente tranquila y si se quejan, haz lo que hacen la mayoría de los dioses ¡ignóralos!

-¿Y si no quiero? -preguntó Cupido con una sonrisa siniestra.

-Pues tarde o temprano se lo diré a Zeus, que no creo que le guste.

-¿Que no? Si cuando se ha enterado de que la ciudad está como está ha venido corriendo a ligarse a todo lo que se movía -fue la respuesta de Cupido entre carcajadas.

-Bien -dijo con toda la calma Brontes. -Tendrá que ser a las malas. Cierra los ojos, Summanus, éste listillo va a saber lo que pasa cuando le tocas las narices a un dios del trueno y las tormentas.

Summanus se imaginó lo que venía a continuación y cerró los ojos con fuerza, además de ponerse los cascos que tenía conectados a su reproductor de MP4 en los oídos y poner una canción metalera bien alta. Esperó un rato mientras a través de sus párpados podía sentir los fogonazos y destellos del poder de la tormenta de Brontes, hasta que alguien le quitó los cascos y abrió los ojos. Tenía delante de él al cíclope, con su armadura de combate y con pequeñas descargas surcando su ojo. Detrás de él, había algo que parecía un ángel al que le había caído un fuerte rayo.

-Los teléfonos ya funcionan y he avisado a Alfa Strike para que se lleven a este listillo -dijo Brontes.

-¡Perfecto! ¿Y qué pasa con la gente de la ciudad?

-Ya están bien. Algunos siguen magreándose, pero esos son adolescentes superhormonados, así que no supone ningún problema. Así que ¿vemos esa película que me traías a ver?

-Veamosla -respondió Summanus.

Entraron en la sala de cine y se sentaron en una zona central. Al poco entró un grupo más de gente, hasta quedar la sala medio llena. La proyección comenzó y Brontes casí rompió a carcajadas al ver el título de la película que emitían ese día. Una versión en HD de La Noche de los Muertos Vivientes. Summanus creía que ese día echaban una de Michael Bay, pero bueno... mientras los títulos iniciales empezaban a surgir en la pantalla se preguntó si el hechizo de Cupido habría afectado a los habitantes de la residencia estudiantil. Aunque bueno... total, nadie se acordaría de que había sucedido aquello, así que prefirió disfrutar de zombies caníbales, pero de ficción.

viernes, 3 de febrero de 2017

Omicron Scorpions: la sede en Arkham

Finalmente había sucedido lo que nadie esperaba que sucediera pero temían que acabara por suceder. Omicron Scorpions, conocida corporación de servicios, especializada en seguridad de alto nivel, había abierto una sede en Arkham, Massachusetts. Bajo el inocuo nombre se hallaba, ciertamente, una empresa de renombre y prestigio, aunque en realidad era uno de los mayores ejércitos privados existentes. Omicron Scorpions era una de las filiales de la multinacional NWE, la archienemiga de Alfa Strike Squad, el equipo de comandos de dioses superhéroes que, por alguna razón, tenía su sede oficiosa en Arkham. Ya que su sede oficial era la casa de Loki en las Tierras del Sueño y esto NWE lo desconocía, decidió por asentar una cabeza de playa en la ciudad donde más se les veía. Y es que, por alguna razón, los dioses de Alfa Strike acababan allí muy a menudo, en particular en la zona del campus de la Universidad Miskatonic. Así que, teniendo en cuenta la lógica empresarial, finalmente alguien pensó que sería una buena idea abrir una delegación de Omicron Scorpions allí. Además, la ciudad tenía unos antecedentes bastante curiosos, conocida como la Salem oscura que Cotton Mather no acabó de limpiar de brujas. Y, por algún motivo, parecía ser una especie de imán para las catástrofes, ya que parecían suceder todo tipo de fenómenos extraños en la misma. Por ello, podría ser una buena idea abrir una oficina de una empresa de seguridad. Hasta aquí la lógica iba más o menos bien. No parecía haber fallos en el proceso. Para trabajar en la nueva sede contratarían personal local, lo que daría buena publicidad, y sólo tendrían que desviar a un empleado veterano para que dirigiera la nueva sede. Debería ser alguien responsable, que conociera bien la empresa y que, a ser posible, estuviera al tanto de los objetivos de la agenda secreta de la corporación. De hecho, si se trataba de alguien que ya tuviera experiencia con Alfa Strike sería mucho mejor. Así, de alguna forma salió el nombre de Ashley Johnson, capitana de las unidades de élite GodHunters, que parecía reunir todos los requisitos.

Para Ashley Johnson el traslado a la nueva sede de Arkham era algo a lo que se enfrentaba con sentimientos contradictorios. Como capitana de GodHunters tenía poco trabajo directo que hacer. Esas tropas de élite se reservaban para enfrentamientos contra criaturas sobrenaturales y primigenias particularmente poderosas. Por ello, fuera de los entrenamientos para mantenerse en forma y no perder destreza con el manejo de las poderosas armaduras potenciadas con las que luchaba, hacía principalmente trabajo de despacho. Ejercía como asesora militar y de seguridad para los clientes de alto nivel de Omicron Scorpions, así que estaba bastante preparada para dirigir una nueva oficina en Arkham. Esto le ayudaría a salir de la aburrida rutina, lo que era de agradecer, y la empresa le pagaba la mudanza. Podía optar por un piso a cargo de la compañía, pero este no sería suyo, sólo actuaría como inquilina, y para eso prefería coger una habitación en La Llave y la Puerta o buscarse un piso de alquiler por su cuenta. Y optó finalmente por esta opción. Había tenido sus experiencias con Alfa Strike y se llevaba bien con los dioses, lo cual le suponía un problema si se suponía que tenía que espiar sus movimientos y tampoco estaba muy contenta con el trabajo que tenía que hacer para la empresa. La última operación a gran escala, el intento de atacar al gran Cthulhu para tomar muestras de su cuerpo, fue un completo desastre. Sólo la intervención de Alfa Strike logró impedir que el primigenio destruyera a los tropas de Omicron Scorpions. Pero, era su trabajo, y la tecnología a la que tenía acceso era un extra muy atractivo. Además, así tenía acceso de primera mano a las operaciones que organizaba la empresa y podía intervenir en las decisiones estratégicas, aunque a veces no le hacían el menor caso, como sucedió con Cthulhu. Eso sí, en esta ocasión no dio su brazo a torcer al poner como requisito que la acompañaran a Arkham el ir acompañada por su unidad, cinco mujeres que, junto con ella, formaban el denominado Equipo Tiamat. Finalmente, Omicron Scorpions aceptó.

Así llegó el día en que la oficina en Arkham de Omicron Scorpions abrió sus puertas. Y allí se encontraban al fin la capitana Ashley Johnson, la teniente Helen Hicks, la sargento Emily Apone, la cabo Akane Ozaki, y las soldados  Sarah Gorman y María Vasquez. Los primeros días, mientras Ashley se dedicaba a poner en orden la oficina y supervisar el trabajo de los nuevos empleados, dio ordenes a su equipo para que se familiarizaran con la ciudad. Tan sólo esperaba que no se metieran en ningún lío en esas primeras jornadas en Arkham. Así, las cinco mujeres se lanzaron juntas a las calles de la ciudad, sin saber que podían encontrar allí.

Durante el primer día todo parecía ir bien, no encontraron nada fuera de lo normal en lo que era una ciudad universitaria. La zona situada al norte del río Miskatonic era la típica urbe de mediano tamaño, con sus zonas residenciales y comerciales más o menos renovadas según la antigüedad de los edificios. Aunque en general parecían relativamente recientes, ya que la ciudad había sufrido varios desastres durante su historia. Por ello, dedicaron la jornada a familiarizarse con ella, recorrer las calles y conocer los distritos que la componían, todo parecía tranquilo y normal.

Pero el segundo día de exploración para conocer la ciudad fue bastante diferente. Ese día lo dedicaron a la parte que se desplegaba al sur del río, que constituía la más antigua, en torno a la Universidad Miskatonic, que parecía la más habitada por los estudiantes. Junto con el campus, la vieja zona de French Hill y los cementerios, se desplegaba una vieja urbe de tiempos coloniales que aún conservaba parte de su sabor ancestral pese a la arquitectura más moderna. En este aspecto destacaba el gran edifico correspondiente a la residencia universitaria La Llave y la Puerta. Era una enorme U en cuyo hueco se desplegaba una zona verde donde los estudiantes holgaban en compañía de jovenes complacientes de ambos sexos en torno a dos curiosas estatuas: una de la Gran A'tuin, la tortuga del mundo de Mundodisco y otra de Christopher Lee. Las cinco mujeres encontraron curiosas aquellas esculturas, y tuvieron que esquivar algún que otro lance más o menos torpe de algunos estudiantes de ambos sexos que mostraron interés en ellas. Ciertamente, aquella ciudad parecía bastante liberal en cuanto a las orientaciones sexuales, y las mujeres tomaron nota para dejarse caer por allí durante su tiempo libre, a fin de cuentas, tanto Vasquez, que era lesbiana, como Ozaki, que era bisexual y las demás heterosexuales, veían oportunidad de un poco de diversión con la población universitaria. Lo que sí les llamó la atención fue ver a un extraño sujeto, un individuo alto, flaco y espigado, vestido con un elegante traje negro y corbata roja que tenía cuatro largos brazos y parecía arrastrar tras de sí una capa de sombras. Además, la piel era blanca como la leche, y la cabeza, carente de vello y de rasgos faciales, estaba dominada por un gran ojo trilobulado sobre una simple raja que ejercía de boca. El sujeto, El que Legisla tras el Umbral como después les explicaría Ashley, estaba hablando con un par de raros individuos, dos hombres bajos, de aspecto simiesco y albinos por el color de sus largas cabelleras y las gafas de sol que llevaban. Vestían una especie de uniformes militares de estilo soviético, con emblemas que no supieron reconocer. Se trataba de un par de morlocks comunistas, que parecían acudir en misión oficial y tenían algo que tratar con el primigenio abogado. Fuera de aquello, el día parecía transcurrir sin novedades.

Decidieron comer en el EldritchBurguer, para familiarizarse con los restaurantes universitarios, y, de paso hacerse una idea del ambiente que se movía en ese lugar. Les llamó bastante la atención el grotesco, grueso, nudoso y supurante árbol negro que se erguía al lado de la entrada del local, y más aún, al ver como algunos estudiantes le daban unas palmaditas y lo saludaban antes de entrar. Incluso había alguno que se paraba a comentarle algún éxito sexual reciente. Aquello desconcertó a las mujeres, que no sabían como asimilarlo. Lo tomaron como algún tipo de costumbre o superstición local, así que simplemente entraron. Disfrutaron de la comida, a base de pescado, y vieron que era de excelente calidad para el lugar en que se hallaban: un vulgar restaurante de comida rápida como tantos otros que había.

Al salir del EldritchBurguer, el factor Arkham, esa extraña cualidad de la ciudad para desatar el caos en los momentos más inesperados y de las formas más desconcertantes, entró en acción. De una esquina surgió corriendo un enorme gallo mutante con manojos de tentáculos en lugar de alas de cinco metros de altura que pasó por delante del EldritchBurguer. No tardaron mucho en aparecer dos morlocks vestidos con monos de trabajo personalizados con piezas de protección de cuero, remaches y pinchos, montados en una scooter trucada y que parecía personalizada por un mecánico loco; tras ellos venían cinco sujetos en bicicleta vestidos de forma harto estrafalaria, con una mezcla de indumentaria hippy y estilo años 40, pero todo combinado de forma bastante rara; los siguientes en aparecer fueron dos científicos en un pequeño coche eléctrico con cara de concentración. Pero la cosa no acababa ahí. Lo siguiente que surgió uniéndose a la persecución fue una extraña criatura claramente extradimensional y de diseño cubista, como si Picasso le hubiera dado a la absenta antes de empezar a trabajar, que corría mientras cargaba una pila de papel que iba devorando; a continuación aparecieron dos sujetos que le disparaban piedras estrelladas con tirachinas. Cuando todo parecía haber pasado, se oyó el ruido de un motor acelerando, y, de improviso, giró la esquina derrapando de forma espectacular un Volkswagen Kübelwagen modelo 82 de color gris con esvásticas e insignias de serpientes, en el que iban montados cuatro reptilianos nazis. Sorprendidas, las cinco mujeres se quedaron pasmadas ante la alocada y desconcertante persecución, que transcurría con una peculiar banda sonora: el gallo mutante gigante, o Cockzilla, como lo llamaban sus perseguidores, emitía un curiosos cacareo entremezclado con palabras en una lengua extraña. Tras él, los morlocks comunistas juraban en algo que parecía ruso. Los yithianos, pues tales eran los sujetos vestidos de forma extravagante, acompañaban con un reproductor de sonido con el que se escuchaba a todo volúmen el Benny Hill Theme. Los científicos gritaban algo así como "¡El Megápodo! ¡Hay que detener a Cockzilla!! y "¡Ya te dije que no era buena idea combinar usar a un pollo como sujeto de experimentación!". El Devorador de Papel de la Dimensión Ópalo se limitaba a tragar puñados del mismo mientras corría, huyendo de los dos miembros de la Fundación Wilmarth que trataban de expulsarlo o dañarlo o lo que fuera que pretendieran arrojándole piedras estrella de la antigua Mnar. En realidad eran réplicas en esteatita y cerámica, bonitas pero inútiles para otra que no fuera servir de adorno o de pisapapeles, ya que no estaban energizadas de la forma apropiada. Finalmente, los reptilianos, en su vehículo, hablaban con siseante acento alemán sobre conspiraciones y problemas para impedir su labor.

Justo cuando parecía que había acabado de pasar todo el caos de la persecución, Shubbi, el retoño oscuro de Shub-Niggurath que trabajaba como árbol y encargado de la seguridad del EldritchBurguer, decidió, por motivos que sólo él podría comprender, unirse a la loca carrera. Para asombro, susto y desconcierto de las cinco mujeres, el retorcido y nudoso árbol junto al que estaban comenzó a moverse por sí mismo. Lo que parecía la base del tronco se separó en cuatro pesadas pezuñas caprinas, y las desnudas ramas se agitaron como tentáculos dispuestos a agarrar a su presa. Flexionó las gruesas patas, algo entumecidas por la rígida postura que adoptaba para hacerse pasar por árbol, hizo una complicada genuflexión de saludo hacia las mujeres soldado y salió corriendo tras el coche de los reptilianos. Las componentes del Equipo Tiamat no daban crédito a lo que veían. Cierto es que, como parte de su trabajo para Omicron Scorpions, habían tenido que tomar parte en misiones de búsqueda y captura de sacerdotes locos, hechiceros sectarios, ídolos perdidos en templos malditos y demás situaciones propias de una novela pulp de terror y aventuras. Pero lo que habían contemplado las había dejado por completo descolocadas.

Sin saber que hacer, optaron por encaminarse de vuelta a las oficinas de Omicron Scorpions, donde las estaría esperando Ashley. Mientras se encaminaban hacia allá, al pasar por delante de La Llave y la Puerta, vieron a su capitana que las llamaba. Se acercaron hasta ella y se dispusieron a informarle de sus acciones del día. No hizo mucha falta hablarle sobre la persecución, pues, mientras hablaban, volvió a pasar delante de ellas. Ashley, obviamente, quedó bastante sorprendida. Pero, tras recuperarse de la impresión inicial, les explicó a sus subordinadas el motivo por el que estaba allí: sencillamente la había llamado y citado allí Pkaurodlos, dios del trueno y la urbanidad, adorado en su momento por toltecas, aztecas, mayas, iberos y unos cuantos clubes de caballeros ingleses.

Las mujeres se sorprendieron. Técnicamente los dioses de Alfa Strike eran sus rivales, o, por lo menos, los de la empresa para la que trabajaban. Pero la estupidez corporativa de las grandes empresas había producido algunos resultados bastante lamentables y, en algunas ocasiones, Ashley había tenido que colaborar con sus "enemigos", bien para evitar un desastre total, bien por pura comodidad al buscar ambos el mismo objetivo. Así, la capitana mantenía contactos ocasionales de tipo personal y por motivos lúdicos con algunos de los componentes del equipo de dioses. La verdad es que se llevaba bien con la mayoría, y con Pkaurodlos había hecho buenas migas. Por ello, había aceptado la invitación del dios. Al entrar en la residencia, todo parecía bastante tranquilo. Al menos hasta que, de improviso, una horda de ranas toro vestidas de arlequín surgieron de los sótanos de la residencia y organizaron un curioso y peculiar número musical en el vestíbulo. Tras la breve actuación, los anfibios salieron del edificio rumbo a quien sabe que ignotos destinos interpretativos. Mientras tanto, el Equipo Tiamat siguió su camino para encontrarse con Pkaurodlos en una de las salas de reuniones de la residencia.

Cuando llegaron a su destino, Ashley llamó a la puerta y les invitaron a entrar con suma cortesía. Allí les aguardaba Pkaurodlos, una serpiente gigante de 10 metros de longitud y unos 50 cm de grosor, con cabeza de ave rapaz y cubierta por una mezcla de escamas y plumas. Con unos brazos largos y fibrosos acabados en manos de dedos largos y delgados con garras, las invitó a pasar. Había preparado un pequeño buffet, junto al que les esperaba acompañado por una figura femenina. Claramente femenina. No se la podía confundir con una figura masculina ciertamente. Se trataba de una mujer de rasgos reptilianos, con una abundante cabellera negra, rostro de rasgos exóticos, que parecía de Oriente medio, piel escamosa de color ocre y voluptuosas curvas en una figura de reloj de arena. Sus manos eran finas y estaban dotadas de garras, aunque se movían con una sorprendente gracilidad y parecían llenas de fuerza. De su espalda surgían unas grandes alas de plumas rojas, verdes, azules, blancas y negras, las mismas que cubrían sus brazos. Sus pies no eran humanos, y parecían las garras de un ave de presa. Vestía con un elegante corsé negro que realzaba sus generosos pechos y unos pantalones ceñidos del mismo color.

-Estimadas señoras -comenzó a decir Pkaurodlos en su elegante y educada voz-, ustedes que se hacen llamar Equipo Tiamat, permítanme presentarles a la diosa dragón del Caos que fue adorada por los sumerios y por algunos jugadores de Dungeons & Dragons.

Entonces sí que las mujeres se quedaron blancas y sin palabras. Completamente desconcertadas, tenían ante sí a una diosa primordial y terriblemente poderosa, en cuyo honor habían bautizado a su equipo. Cuando lo hicieron fue sólo pensando en la mitología sumeria, pero ante ellas estaba la auténtica. Eso explicaba porque el factor Arkham se había disparado de forma tan espectacular. Tiamat había traído el caos con ella. Por suerte para las mujeres soldado, era una diosa dragón, y todos los dioses, primigenios y demás criaturas ancestrales y sobrenaturales reptilianas eran sumamente corteses y educadas. Por ello, la diosa les sonrió y se mostró satisfecha de que la hubieran tomado como modelo. En ese momento, para romper el hielo y como colofón final a esa alocada jornada, la puerta de la sala de reuniones se abrió para dar paso a la compañía itinerante de ranas toro cantarinas vestidas de arlequín que interpretó para ellas un breve número músical. Pkaurodlos se limitó a encogerse de hombros y disfrutar del espectáculo. A fin de cuentas, con Tiamat o sin ella, aquello era Arkham.