viernes, 3 de febrero de 2017

Omicron Scorpions: la sede en Arkham

Finalmente había sucedido lo que nadie esperaba que sucediera pero temían que acabara por suceder. Omicron Scorpions, conocida corporación de servicios, especializada en seguridad de alto nivel, había abierto una sede en Arkham, Massachusetts. Bajo el inocuo nombre se hallaba, ciertamente, una empresa de renombre y prestigio, aunque en realidad era uno de los mayores ejércitos privados existentes. Omicron Scorpions era una de las filiales de la multinacional NWE, la archienemiga de Alfa Strike Squad, el equipo de comandos de dioses superhéroes que, por alguna razón, tenía su sede oficiosa en Arkham. Ya que su sede oficial era la casa de Loki en las Tierras del Sueño y esto NWE lo desconocía, decidió por asentar una cabeza de playa en la ciudad donde más se les veía. Y es que, por alguna razón, los dioses de Alfa Strike acababan allí muy a menudo, en particular en la zona del campus de la Universidad Miskatonic. Así que, teniendo en cuenta la lógica empresarial, finalmente alguien pensó que sería una buena idea abrir una delegación de Omicron Scorpions allí. Además, la ciudad tenía unos antecedentes bastante curiosos, conocida como la Salem oscura que Cotton Mather no acabó de limpiar de brujas. Y, por algún motivo, parecía ser una especie de imán para las catástrofes, ya que parecían suceder todo tipo de fenómenos extraños en la misma. Por ello, podría ser una buena idea abrir una oficina de una empresa de seguridad. Hasta aquí la lógica iba más o menos bien. No parecía haber fallos en el proceso. Para trabajar en la nueva sede contratarían personal local, lo que daría buena publicidad, y sólo tendrían que desviar a un empleado veterano para que dirigiera la nueva sede. Debería ser alguien responsable, que conociera bien la empresa y que, a ser posible, estuviera al tanto de los objetivos de la agenda secreta de la corporación. De hecho, si se trataba de alguien que ya tuviera experiencia con Alfa Strike sería mucho mejor. Así, de alguna forma salió el nombre de Ashley Johnson, capitana de las unidades de élite GodHunters, que parecía reunir todos los requisitos.

Para Ashley Johnson el traslado a la nueva sede de Arkham era algo a lo que se enfrentaba con sentimientos contradictorios. Como capitana de GodHunters tenía poco trabajo directo que hacer. Esas tropas de élite se reservaban para enfrentamientos contra criaturas sobrenaturales y primigenias particularmente poderosas. Por ello, fuera de los entrenamientos para mantenerse en forma y no perder destreza con el manejo de las poderosas armaduras potenciadas con las que luchaba, hacía principalmente trabajo de despacho. Ejercía como asesora militar y de seguridad para los clientes de alto nivel de Omicron Scorpions, así que estaba bastante preparada para dirigir una nueva oficina en Arkham. Esto le ayudaría a salir de la aburrida rutina, lo que era de agradecer, y la empresa le pagaba la mudanza. Podía optar por un piso a cargo de la compañía, pero este no sería suyo, sólo actuaría como inquilina, y para eso prefería coger una habitación en La Llave y la Puerta o buscarse un piso de alquiler por su cuenta. Y optó finalmente por esta opción. Había tenido sus experiencias con Alfa Strike y se llevaba bien con los dioses, lo cual le suponía un problema si se suponía que tenía que espiar sus movimientos y tampoco estaba muy contenta con el trabajo que tenía que hacer para la empresa. La última operación a gran escala, el intento de atacar al gran Cthulhu para tomar muestras de su cuerpo, fue un completo desastre. Sólo la intervención de Alfa Strike logró impedir que el primigenio destruyera a los tropas de Omicron Scorpions. Pero, era su trabajo, y la tecnología a la que tenía acceso era un extra muy atractivo. Además, así tenía acceso de primera mano a las operaciones que organizaba la empresa y podía intervenir en las decisiones estratégicas, aunque a veces no le hacían el menor caso, como sucedió con Cthulhu. Eso sí, en esta ocasión no dio su brazo a torcer al poner como requisito que la acompañaran a Arkham el ir acompañada por su unidad, cinco mujeres que, junto con ella, formaban el denominado Equipo Tiamat. Finalmente, Omicron Scorpions aceptó.

Así llegó el día en que la oficina en Arkham de Omicron Scorpions abrió sus puertas. Y allí se encontraban al fin la capitana Ashley Johnson, la teniente Helen Hicks, la sargento Emily Apone, la cabo Akane Ozaki, y las soldados  Sarah Gorman y María Vasquez. Los primeros días, mientras Ashley se dedicaba a poner en orden la oficina y supervisar el trabajo de los nuevos empleados, dio ordenes a su equipo para que se familiarizaran con la ciudad. Tan sólo esperaba que no se metieran en ningún lío en esas primeras jornadas en Arkham. Así, las cinco mujeres se lanzaron juntas a las calles de la ciudad, sin saber que podían encontrar allí.

Durante el primer día todo parecía ir bien, no encontraron nada fuera de lo normal en lo que era una ciudad universitaria. La zona situada al norte del río Miskatonic era la típica urbe de mediano tamaño, con sus zonas residenciales y comerciales más o menos renovadas según la antigüedad de los edificios. Aunque en general parecían relativamente recientes, ya que la ciudad había sufrido varios desastres durante su historia. Por ello, dedicaron la jornada a familiarizarse con ella, recorrer las calles y conocer los distritos que la componían, todo parecía tranquilo y normal.

Pero el segundo día de exploración para conocer la ciudad fue bastante diferente. Ese día lo dedicaron a la parte que se desplegaba al sur del río, que constituía la más antigua, en torno a la Universidad Miskatonic, que parecía la más habitada por los estudiantes. Junto con el campus, la vieja zona de French Hill y los cementerios, se desplegaba una vieja urbe de tiempos coloniales que aún conservaba parte de su sabor ancestral pese a la arquitectura más moderna. En este aspecto destacaba el gran edifico correspondiente a la residencia universitaria La Llave y la Puerta. Era una enorme U en cuyo hueco se desplegaba una zona verde donde los estudiantes holgaban en compañía de jovenes complacientes de ambos sexos en torno a dos curiosas estatuas: una de la Gran A'tuin, la tortuga del mundo de Mundodisco y otra de Christopher Lee. Las cinco mujeres encontraron curiosas aquellas esculturas, y tuvieron que esquivar algún que otro lance más o menos torpe de algunos estudiantes de ambos sexos que mostraron interés en ellas. Ciertamente, aquella ciudad parecía bastante liberal en cuanto a las orientaciones sexuales, y las mujeres tomaron nota para dejarse caer por allí durante su tiempo libre, a fin de cuentas, tanto Vasquez, que era lesbiana, como Ozaki, que era bisexual y las demás heterosexuales, veían oportunidad de un poco de diversión con la población universitaria. Lo que sí les llamó la atención fue ver a un extraño sujeto, un individuo alto, flaco y espigado, vestido con un elegante traje negro y corbata roja que tenía cuatro largos brazos y parecía arrastrar tras de sí una capa de sombras. Además, la piel era blanca como la leche, y la cabeza, carente de vello y de rasgos faciales, estaba dominada por un gran ojo trilobulado sobre una simple raja que ejercía de boca. El sujeto, El que Legisla tras el Umbral como después les explicaría Ashley, estaba hablando con un par de raros individuos, dos hombres bajos, de aspecto simiesco y albinos por el color de sus largas cabelleras y las gafas de sol que llevaban. Vestían una especie de uniformes militares de estilo soviético, con emblemas que no supieron reconocer. Se trataba de un par de morlocks comunistas, que parecían acudir en misión oficial y tenían algo que tratar con el primigenio abogado. Fuera de aquello, el día parecía transcurrir sin novedades.

Decidieron comer en el EldritchBurguer, para familiarizarse con los restaurantes universitarios, y, de paso hacerse una idea del ambiente que se movía en ese lugar. Les llamó bastante la atención el grotesco, grueso, nudoso y supurante árbol negro que se erguía al lado de la entrada del local, y más aún, al ver como algunos estudiantes le daban unas palmaditas y lo saludaban antes de entrar. Incluso había alguno que se paraba a comentarle algún éxito sexual reciente. Aquello desconcertó a las mujeres, que no sabían como asimilarlo. Lo tomaron como algún tipo de costumbre o superstición local, así que simplemente entraron. Disfrutaron de la comida, a base de pescado, y vieron que era de excelente calidad para el lugar en que se hallaban: un vulgar restaurante de comida rápida como tantos otros que había.

Al salir del EldritchBurguer, el factor Arkham, esa extraña cualidad de la ciudad para desatar el caos en los momentos más inesperados y de las formas más desconcertantes, entró en acción. De una esquina surgió corriendo un enorme gallo mutante con manojos de tentáculos en lugar de alas de cinco metros de altura que pasó por delante del EldritchBurguer. No tardaron mucho en aparecer dos morlocks vestidos con monos de trabajo personalizados con piezas de protección de cuero, remaches y pinchos, montados en una scooter trucada y que parecía personalizada por un mecánico loco; tras ellos venían cinco sujetos en bicicleta vestidos de forma harto estrafalaria, con una mezcla de indumentaria hippy y estilo años 40, pero todo combinado de forma bastante rara; los siguientes en aparecer fueron dos científicos en un pequeño coche eléctrico con cara de concentración. Pero la cosa no acababa ahí. Lo siguiente que surgió uniéndose a la persecución fue una extraña criatura claramente extradimensional y de diseño cubista, como si Picasso le hubiera dado a la absenta antes de empezar a trabajar, que corría mientras cargaba una pila de papel que iba devorando; a continuación aparecieron dos sujetos que le disparaban piedras estrelladas con tirachinas. Cuando todo parecía haber pasado, se oyó el ruido de un motor acelerando, y, de improviso, giró la esquina derrapando de forma espectacular un Volkswagen Kübelwagen modelo 82 de color gris con esvásticas e insignias de serpientes, en el que iban montados cuatro reptilianos nazis. Sorprendidas, las cinco mujeres se quedaron pasmadas ante la alocada y desconcertante persecución, que transcurría con una peculiar banda sonora: el gallo mutante gigante, o Cockzilla, como lo llamaban sus perseguidores, emitía un curiosos cacareo entremezclado con palabras en una lengua extraña. Tras él, los morlocks comunistas juraban en algo que parecía ruso. Los yithianos, pues tales eran los sujetos vestidos de forma extravagante, acompañaban con un reproductor de sonido con el que se escuchaba a todo volúmen el Benny Hill Theme. Los científicos gritaban algo así como "¡El Megápodo! ¡Hay que detener a Cockzilla!! y "¡Ya te dije que no era buena idea combinar usar a un pollo como sujeto de experimentación!". El Devorador de Papel de la Dimensión Ópalo se limitaba a tragar puñados del mismo mientras corría, huyendo de los dos miembros de la Fundación Wilmarth que trataban de expulsarlo o dañarlo o lo que fuera que pretendieran arrojándole piedras estrella de la antigua Mnar. En realidad eran réplicas en esteatita y cerámica, bonitas pero inútiles para otra que no fuera servir de adorno o de pisapapeles, ya que no estaban energizadas de la forma apropiada. Finalmente, los reptilianos, en su vehículo, hablaban con siseante acento alemán sobre conspiraciones y problemas para impedir su labor.

Justo cuando parecía que había acabado de pasar todo el caos de la persecución, Shubbi, el retoño oscuro de Shub-Niggurath que trabajaba como árbol y encargado de la seguridad del EldritchBurguer, decidió, por motivos que sólo él podría comprender, unirse a la loca carrera. Para asombro, susto y desconcierto de las cinco mujeres, el retorcido y nudoso árbol junto al que estaban comenzó a moverse por sí mismo. Lo que parecía la base del tronco se separó en cuatro pesadas pezuñas caprinas, y las desnudas ramas se agitaron como tentáculos dispuestos a agarrar a su presa. Flexionó las gruesas patas, algo entumecidas por la rígida postura que adoptaba para hacerse pasar por árbol, hizo una complicada genuflexión de saludo hacia las mujeres soldado y salió corriendo tras el coche de los reptilianos. Las componentes del Equipo Tiamat no daban crédito a lo que veían. Cierto es que, como parte de su trabajo para Omicron Scorpions, habían tenido que tomar parte en misiones de búsqueda y captura de sacerdotes locos, hechiceros sectarios, ídolos perdidos en templos malditos y demás situaciones propias de una novela pulp de terror y aventuras. Pero lo que habían contemplado las había dejado por completo descolocadas.

Sin saber que hacer, optaron por encaminarse de vuelta a las oficinas de Omicron Scorpions, donde las estaría esperando Ashley. Mientras se encaminaban hacia allá, al pasar por delante de La Llave y la Puerta, vieron a su capitana que las llamaba. Se acercaron hasta ella y se dispusieron a informarle de sus acciones del día. No hizo mucha falta hablarle sobre la persecución, pues, mientras hablaban, volvió a pasar delante de ellas. Ashley, obviamente, quedó bastante sorprendida. Pero, tras recuperarse de la impresión inicial, les explicó a sus subordinadas el motivo por el que estaba allí: sencillamente la había llamado y citado allí Pkaurodlos, dios del trueno y la urbanidad, adorado en su momento por toltecas, aztecas, mayas, iberos y unos cuantos clubes de caballeros ingleses.

Las mujeres se sorprendieron. Técnicamente los dioses de Alfa Strike eran sus rivales, o, por lo menos, los de la empresa para la que trabajaban. Pero la estupidez corporativa de las grandes empresas había producido algunos resultados bastante lamentables y, en algunas ocasiones, Ashley había tenido que colaborar con sus "enemigos", bien para evitar un desastre total, bien por pura comodidad al buscar ambos el mismo objetivo. Así, la capitana mantenía contactos ocasionales de tipo personal y por motivos lúdicos con algunos de los componentes del equipo de dioses. La verdad es que se llevaba bien con la mayoría, y con Pkaurodlos había hecho buenas migas. Por ello, había aceptado la invitación del dios. Al entrar en la residencia, todo parecía bastante tranquilo. Al menos hasta que, de improviso, una horda de ranas toro vestidas de arlequín surgieron de los sótanos de la residencia y organizaron un curioso y peculiar número musical en el vestíbulo. Tras la breve actuación, los anfibios salieron del edificio rumbo a quien sabe que ignotos destinos interpretativos. Mientras tanto, el Equipo Tiamat siguió su camino para encontrarse con Pkaurodlos en una de las salas de reuniones de la residencia.

Cuando llegaron a su destino, Ashley llamó a la puerta y les invitaron a entrar con suma cortesía. Allí les aguardaba Pkaurodlos, una serpiente gigante de 10 metros de longitud y unos 50 cm de grosor, con cabeza de ave rapaz y cubierta por una mezcla de escamas y plumas. Con unos brazos largos y fibrosos acabados en manos de dedos largos y delgados con garras, las invitó a pasar. Había preparado un pequeño buffet, junto al que les esperaba acompañado por una figura femenina. Claramente femenina. No se la podía confundir con una figura masculina ciertamente. Se trataba de una mujer de rasgos reptilianos, con una abundante cabellera negra, rostro de rasgos exóticos, que parecía de Oriente medio, piel escamosa de color ocre y voluptuosas curvas en una figura de reloj de arena. Sus manos eran finas y estaban dotadas de garras, aunque se movían con una sorprendente gracilidad y parecían llenas de fuerza. De su espalda surgían unas grandes alas de plumas rojas, verdes, azules, blancas y negras, las mismas que cubrían sus brazos. Sus pies no eran humanos, y parecían las garras de un ave de presa. Vestía con un elegante corsé negro que realzaba sus generosos pechos y unos pantalones ceñidos del mismo color.

-Estimadas señoras -comenzó a decir Pkaurodlos en su elegante y educada voz-, ustedes que se hacen llamar Equipo Tiamat, permítanme presentarles a la diosa dragón del Caos que fue adorada por los sumerios y por algunos jugadores de Dungeons & Dragons.

Entonces sí que las mujeres se quedaron blancas y sin palabras. Completamente desconcertadas, tenían ante sí a una diosa primordial y terriblemente poderosa, en cuyo honor habían bautizado a su equipo. Cuando lo hicieron fue sólo pensando en la mitología sumeria, pero ante ellas estaba la auténtica. Eso explicaba porque el factor Arkham se había disparado de forma tan espectacular. Tiamat había traído el caos con ella. Por suerte para las mujeres soldado, era una diosa dragón, y todos los dioses, primigenios y demás criaturas ancestrales y sobrenaturales reptilianas eran sumamente corteses y educadas. Por ello, la diosa les sonrió y se mostró satisfecha de que la hubieran tomado como modelo. En ese momento, para romper el hielo y como colofón final a esa alocada jornada, la puerta de la sala de reuniones se abrió para dar paso a la compañía itinerante de ranas toro cantarinas vestidas de arlequín que interpretó para ellas un breve número músical. Pkaurodlos se limitó a encogerse de hombros y disfrutar del espectáculo. A fin de cuentas, con Tiamat o sin ella, aquello era Arkham.

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