viernes, 24 de febrero de 2017

Un día en la vida de Daisy Springwood

El despertador sonó temprano, con los primeros rayos del sol asomando por el cielo. Daisy Springwood recibió el nuevo día con buen humor, pues estaba totalmente en contra de al filosofía de madrugar de mala leche. Hizo un poco de ejercicio matutino, se duchó, se arregló y tomó un ligero desayuno, tras lo que recogió su maletín para dirigirse a la Universidad Miskatonic.

Salió a la calle con los cascos puestos y su reproductor de MP3 sonando "Everyday" de Buddy Holly. Le gustaba ir caminando a la universidad, en vez de hacer como los vagos que cogían el coche hasta para ir a la carnicería. Saludó a un par de vecinos con la mano. Aunque llevaba poco tiempo en la ciudad ya había comenzado a establecer lazos. Algunas de estas personas le advertían de cosas raras que sucedían, pero ella sólo veía la superstición y las tonterías que se llevaban diciendo demasiado tiempo de una tranquila ciudad universitaria como aquella. Tanto hablar de cosas extrañas y, desde que ella había llegado, no había visto ni un sólo monstruo, ni OVNI's ni lo que fuera que se decía que pululaba por allí. Exageraciones y desinformación, eso era lo que había hecho que tanta gente de la ciudad y sus alrededores hablaran de ese tipo de sucesos.

Se acercó al local donde, diariamente, pedía lo que sería su almuerzo. Le gustaba más que lo que servían en las cafeterías de la universidad. Mientras esperaba a ser servida, en el exterior del local, una criatura de diez patas y del tamaño de un caballo iba lanzando coches con las mandíbulas insectiles que tenía en su cabeza. Frente a ella, Delta Wave Welcome la combatía, asegurándose de que los ocupantes de los coches no recibieran ningún daño. La criatura pareció cansarse de la molestia de la joven y decidió atacarle directamente... decisión que pagó cara, cuando Delta Wave Welcome le cortó la cabeza con su espada. La criatura decapitada comenzó a sufrir una especie de colapso e implosionó. Delta Wave Welcome pasó a su alter ego normal.

Daisy Springwood salió del local con el almuerzo en una bolsa de papel y se encontró con lo que parecía un accidente de circulación. Afortunadamente no había habido heridos, pero los coches estaban bastante hechos polvo. Vio allí a una alumna de la universidad que conocía y la saludó.

-Buenos días, señorita Parker -dijo Daisy.

-Igualmente, señorita Springwood -le respondió jovialmente la estudiante mientras seguía su camino.

Daisy enfiló su camino habitual hacia la universidad cruzando una de las mayores avenidas de Arkham. El tráfico era elevado, dado que era la hora en que todo el mundo se dirigía a su trabajo. Una de las razones por las que Daisy prefería ir caminando con tranquilidad y no meterse en esos follones, más habituales de una gran ciudad y no de un lugar como aquél.

A mitad de la gran avenida se encontró con algo fuera de lo normal. La gente parecía huir despavorida de un punto en concreto y ella miró en aquella dirección para ver si había pasado algo o era la típica histeria colectiva de la ciudad.

En el lugar indicado, Anna Pickman y Harvey Z. Pickman estaban haciendo frente a una manifestación de más allá de la dimensión J, una entidad completamente incorpórea pero que afectaba a la mente de las personas que estuvieran cerca haciendo que se pusieran a bailar la conga hasta caer desfallecidos del cansancio. Harvey realizaba con velocidad toda clase de hechizos mientras Anna frenaba los ataques de la entidad, que no gustaba de que esos dos entrometidos le estropearan la diversión... y alrededor del combate había varias congas que se cruzaban y, de vez en cuando, sumaban a alguien.

Daisy se miró el reloj y volvió su atención a donde estaba aquella gente haciendo aquellas cosas tan variopintas. Congas y una pareja haciendo bailecitos excéntricos. No era asunto suyo, pero aquella gente, que claramente aún estaba de fiesta desde la noche anterior, debería irse a casa a dormir la mona, porque estaban dando un espectáculo bastante lamentable. Decidió no dedicarle más tiempo a aquellos juerguistas y siguió su camino con tranquilidad. Ya lo lamentarían cuando la resaca les llegara.

Llegó a la universidad un rato antes de comenzar las clases y se pasó por su despacho para organizar el día. Mientras hacía su trabajo, en los pasillos de su facultad estaba comenzando una invasión de zombies. De alguna manera, Vinnie West había convertido a los profesores en esclavos de su voluntad e iban gritando ecuaciones hasta que se cruzaban con alguien y le daban un bocado, tras lo que este pobre infortunado también comenzaba a gritar ecuaciones. Entre todo este lío, Brontes iba evitando los mordiscos de los zombies algebraicos con intención de llegar hasta Vinnie, que estaba en todo su esplendor, vamos como no lo había visto nunca, subido a una mesa y liderando las hordas. Brontes intentaba no hacer daño a los profesores y alumnos convertidos en zombies, pues sabía que no se trataba de muertos vivientes, así que sólo los apartaba lo suficiente para lanzarlos contra la pared y tirarlos por los suelos.  No tardó en llegar hasta Vinnie, al cual no le iba a importar nada soltar un buen tortazo. Cosa que hizo, lanzando al pobre al suelo y dejándolo inconsciente. En ese momento, todos los afectados por el hechizo de zombies algebraicos cayeron al suelo también sin sentido.

Daisy abrió la puerta de su despacho con su primera clase preparada y se encontró el pasillo lleno de profesores tirados por el suelo, algunos alumnos en la misma condición y en medio de todo aquello el tipo aquél grandote que trabajaba en la sección de Física.

-En serio ¿se va a pasar todo el año con ese disfraz de cíclope? Halloween ya pasó hace meses. ¿Y qué hacen todos estos profesores en el suelo? -Brontes fue a responderle, pero Daisy alzó la mano -No, no me lo diga, seguro que ha sido algo paranormal que, casualmente, ha sucedido mientras yo no miraba.

-Pues mire, señora, no voy a mentirle, es lo que ha pasado -respondió Brontes.

-No sé cómo no les da vergüenza todo este espectáculo. Al final llamaré a que se haga una inspección. Que la superchería y las creencias absurdas hayan llegado hasta las facultades de una universidad que en los años '30 formaba parte de la Ivy League es algo que todos deberíamos lamentar.

-Encima de que arreglo todo el entuerto, me echa la bronca a mi... pues vaya -dijo Brontes mientras Daisy se marchaba dando largas zancadas.

El resto de la mañana la pasó dando sus respectivas clases, donde al menos la normalidad y la ciencia imperaban, y no la locura que era demasiado habitual en la ciudad. Llegada la media mañana fue a almorzar a una de las zonas ajardinadas de la universidad. Mientras lo hacía, se encontró con un pequeño grupo de profesores  vestidos como si fueran a la guerra y con unas piedras con forma de estrella en las manos. Parecían estar buscando por el campus algo que no terminaba de entender. Sabía quienes eran aquellos individuos. Se trataba de La Fundación Wilmarth, un grupo de profesores y asociados ocultistas que dejaban en evidencia a la universidad en cuanto abrían la boca y soltaban una de sus teorías sobre seres extraterrestres poderosísimos que pretendían destruir a la raza humana. Ella ya había hecho lo posible por que ese grupo se desvinculara de la Universidad Miskatonic, pues no le hacía ningún bien que se les relacionara con ella, pero nadie le hacía caso. Mientras pensaba estrategias para que la universidad se librara de esos profesores y la dichosa fundación se fuera a otro sitio donde sus estrafalarias conductas fueran más habituales, el grupo se giró hacia ella y se lanzaron corriendo con las piedras estrelladas por delante, como si de un crucifijo contra un vampiro se tratara. Por un momento pensó que se dirigían hacia ella pensando que sería un alien, pero cuando llegaron a donde estaba pasaron de largo. Ella se giró y vio cómo atosigaban a un pobre estudiante que vestía de una forma un tanto rara. Parecía que había sacado prendas aleatorias del armario de forma que iba con chaqueta de vestir, una camisa y pantalones de obrero, por no hablar de los zapatos de baile.

-¡¡¡Monstruo alienígena!!! ¿Pensabas que no te encontraríamos? -exclamó uno de los profesores.

-No tienes donde esconderte, te rodearemos con símbolos arcanos y te expulsaremos de esta dimensión -le dijo otro mientras el grupo rodeaba al pobre individuo.

Daisy fue a darles una reprimenda. Vale que el estudiante fuera bastante estrafalario por su forma de vestir, pero de ahí a que fuera un extraterrestre había un gran abismo. Ese era el problema de la gente de esa universidad. La cuestión es que antes de que se levantara, apareció otro profesor, Seabury Q. Pickman, con su sempiterna pipa y un caminar tranquilo.

-Compañeros profesores ¿qué están haciéndole a este pobre hombre?  -preguntó.

-No es un probre hombre -respondió uno de los profesores -, es un miembro de una raza alienígena venido de un lugar conocido como Yith. Intercambian sus mentes con personas para realizar sus pérfidas misiones.

-Todo lo contrario -respondió Seabury. -Este hombre es un estudiante bastante brillante, pero tras un golpe en la cabeza tiene un serio problema a la hora de elegir ropa y de comportarse en algunos ambientes de sociedad. Su médico está haciendo todo lo posible por ayudarle y ustedes están haciendo mucho daño con estas acusaciones.

-Sí, claro. Seguro que eso es lo que dice él ¿cómo puede demostrarlo? -recriminó uno de los otros.

-Bueno... tenéis esas mortíferas piedras antiextraterrestres. Sólo tenéis que acercaros y ponérsela encima. Si se pone a sufrir cual Drácula ante un enfrentamiento con Van Helsing, supondremos que tenéis razón ¿no?

El grupo de profesores debatieron en susurros entre ellos y volvieron  a apuntar con las piedras al hombre vestido de forma extraña.

-Cierto. las Criaturas del Ciclo de Cthulhu no pueden soportar el poder del símbolo arcano -dijo el que parecía ser la voz cantante. Este se acercó con prudencia al hombre vestido de forma extraña y, estirando el brazo todo lo que pudo para no tocarlo, le pasó la piedra por la cara. El estudiante no se inmutó. Tan sólo se quedó mirando con curiosidad el comportamiento de aquellos supuestos respetables profesores. Esto desconcertó al grupo, y entre murmullos y quejas se fueron de allí.

Daisy suspiró al ver que al menos un profesor de aquella universidad parecía mantener la cordura por encima de las tonterías que imperaban en los otros. Y, mientras Seabury se iba alejando de allí con el Yithiano, fue disculpándose ante el ser por el comportamiento de sus compañeros profesores, aunque el miembro de la Gran Raza le aseguró que le había parecido muy divertido que pensaran que una piedra con forma de estrella serviría como alguna especie de amuleto antialienígenas. Era algo digno de estudio, que es para lo que ellos venían a nuestra época.

Terminado el almuerzo, Daisy volvió a sus tareas habituales, en su despacho, realizando trabajos de investigación. Mientras estaba enfrascada en ello, desde la ventana se podía ver una incursión de reptilianos nazis del lado oscuro que habían abierto un agujero en el suelo y salían con sus mortíferas máquinas. Se disponían a atacar y tomar el control de la universidad, pero inmediatamente, un grupo de morlocks llegaron con sus vehículos y fuertemente armados. El enfrentamiento apenas duró unos minutos y los reptilianos huyeron entre palabrotas en alemán, metiéndose por el agujero del que habían salido. Los morlocks fueron tras ellos para evitar que escaparan.

Cuando Daisy acabó su trabajo se levantó, estiró el cuerpo y echó un vistazo por la ventana. Alguien había hecho un inmenso boquete en uno de los paseos del campus y había varias señales de lucha. Por si no era suficiente con los supersticiosos y los que creían en teorías absurdas, ahora tenían que lidiar con vándalos. Se quejaría a la seguridad de la universidad.

Una vez finalizada su jornada de trabajo, Daisy recogió sus cosas y las metió en su maletín, salió de su despachó y se despidió de los varios compañeros con los que se cruzó. Por un momento le pareció ver uno transparente o, de algún modo, etéreo, pero supuso que se trataba de las horas de trabajo que le habían afectado. Conocía las historias del profesor ectoplásmico de física, pero ella, por supuesto, no creía en esas tonterías.

Dejó atrás el campus y, según iba caminando, se dio cuenta de que alguien la estaba mirando fijamente. Cuando se paró para comprobar quien era, no pudo evitar un bufido al ver que era aquél familiar de Seabury Pickman que creía en toda teoría de la conspiración que pudiera ocurrírsele. Ya había evitado varias charlas que había pretendido realizar, así como simposios sobre chemtrails y otras tonterías.

-¿Qué pasa? ¿Acaso me está espiando? -le preguntó Daisy.

-La misma pregunta iba a hacerle yo -le respondió el pobre tipo. -Yo sólo venía a ver a Seabury, pero ¡qué casualidad! Aparece usted... me está vigilando ¿verdad? Sabe que estoy cerca de algo y pretende ocultarlo.

-Sí, está cerca de acabar en un hospital después de que le eche encima mi spray antivioladores. Déjese de tonterías y márchese.

-Así que amenazas ¿eh? Que sepa que lo voy a poner todo en mi blog... -dijo mientras se alejaba de espaldas. -Y en mi canal de youtube también lo voy a poner... y en el foro de Maguferío.com ¡no crea que esto termina aquí! -Se tropezó con una piedra, cayó de espaldas y después se levantó con toda la dignidad que pudo. -¡Esto no termina aquí!

Daisy se giró sin saber si sentir pena o rabia ante aquél individuo tan molesto, pero en cuanto conectó su reproductor de música se olvidó de él.

Con el sol dejando un bonito crepúsculo, Daisy llegó a casa y lanzó el maletín al  sofá. Se sentó relajando todos los músculos de su cuerpo y se dispuso a pasar una agradable velada. Un buen día de trabajo. Un día más en Arkham en el que no había visto ni un indicio de cosas paranormales. Tarde o temprano convencería al resto de que allí no pasaba nada y que era un lugar tan normal como cualquier otro.

Mientras Daisy se relajaba, una manifestación de profundos pasó por su calle reclamando mares limpios y quejándose de la industria portuaria. Un día normal en Arkham...

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