jueves, 26 de marzo de 2015

Pequeña T'auin


Con la ausencia de Brontes y los otros dioses del trueno, la Universidad Miskatonic iba recuperando rápidamente la normalidad, por lo que los inminentes exámenes se haían ocupado de devolver la institución educativa a la normalidad o, al menos, a lo que se podía entender como tal allí. Durante ese breve tiempo, los Pickman respiraron tranquilos, en espera del próximo desastre, pues, con la inminencia de la primavera y el consabido periodo de pruebas de los alumnos podía pasar cualquier cosa. Sin embargo, la distribución de carteles por la universidad con el aviso de que aquellos responsables de alteraciones del orden de características sobrenaturales o extradimensionales tendrían que responder ante Anna Pickman parecían tener un efecto tranquilizador sobre la grey estudiantil. Dispuestos a evitar las atenciones de la medium, los matriculados en la Miskatonic no parecían dispuestos a organizar nada más salvaje que las típicas juergas universitarias, para alivio de todos.

Entre tanto, en La Llave y la Puerta, Araknek seguía con sus habituales tareas de limpieza, a las que se había sumado el aseo y mantenimiento de la nueva estatua instalada en los jardines de la residencia, la representación de la Gran A'Tuin, en homenaje al fallecido escritor Terry Pratchett. Mientra estaba centrada en esta tarea, vió salir de la residencia al profesor Seabury Pickman, que estaba bastante atareado últimamente con sus labores formativas y que recientemente había pasado unos días evitando a Welcome y caminando raro, como si tuviera molestias en la zona inguinal. Araknek no le dio mayor importancia a aquello, pues estaba acostumbrada a las idas y venidas de los Pickman y las eróticas aventuras de Evangeline. Cuando el profesor pasó a su lado, la saludó cortesmente como solía hacer, y de la misma manera le respondió la araña, pero, tras alejarse unos pasos en dirección a la universidad, de repente Seabury pareció percatarse de algo que estaba fuera de lugar, se detuvo unos segundos, se dio la vuelta y se acercó de nuevo a la encargada de limpieza. La miró con detenimiento unos instantes y Araknek, percatándose del repentino interés del profesor, se detuvo y le miró con expresión interrogante (¿Tienen las arañas expresión interrogante? ¿La expresión interrogante de una araña es igual que hacer un vuelo indiferente? Suponemos que a estas alturas los Pickman están tan acostumbrados a su particular limpiadora que pueden interpretar su lenguaje corporal). Entonces Seabury señaló a algo que había junto a la semilla de Atlach-Nacha: una tortuga, un galápago para ser exactos, sobre cuyo caparazón se hallaban cuatro damanes, y sobre estos un gran disco cubierto de nieve y con una elevación rocosa en cuya cima se alzaba un fresno bonsai cual árbol del mundo. Circunvalando el disco se hallaba un dragón serpentiforme o una serpiente draconiana, una versión reducida de la terrible Jörmundgander, la serpiente de Midgard de la mitología nórdica.

-Araknek, disculpa, pero... ¿qué es exactamente esta criatura?-preguntó sorprendido Seabury.

-Oh, no se preocupe, no es peligrosa ni nada parecido, es mi nueva mascota, Pequeña T'Auin. Es de las Tierras del Sueño.

-Ya, imagino que sí, tiene toda la pinta de ser de allí. Un especimen muy curioso, ¿y eso que lo has traído?

-Verá, desde hace tiempo las tortugas de las galápagos han encontrado allí un nicho donde huir de la extinción, por lo que las especies que se consideran exitnguidas aquí, han sobrevivido en las Tierras del Sueño. Parece que en aquellas islas hay un lugar que conecta con el mundo onírico. En cualquier caso, a medida que Terry Pratchett fue alcanzando la fama, y como consecuencia de las tortuguitas nacidas en su novela “La luz fantástica”, sus fans comenzaron a soñar con la Gran A'Tuin y explorar en su imaginación las diferentes variantes y posibilidades de las Tortugas del Mundo que puede haber. Como consecuencia de esto, empezaron a aparecer estas Galápagos del Mundo con sus particulares disquitos. Una curiosidad, ya ve. Y, a medida que la saga de Mundodisco continuaba, estos quelonios se iban haciendo habituales en algunos lugares de las Tierras del Sueño, y, tras el fallecimiento de Terry Pratchett, con todos los homenajes que se le han hecho, pues parece que ha habido una explosión demográfica de tortugas. Durante uno de mis viajes por las Tierras del Sueño, este quelonio en particular comenzó a seguirme y nos “adoptamos” mutuamente. Y, al regresar al trabajo, ha venido conmigo.

-Bueno, en ese caso, no tengo ninguna objeción al respecto. Imagino que tu te encargas de su mantenimiento y cuidados, sean cuales sean estos. Pero bueno, ahora mismo tengo prisa, pero en otro momento que estemos menos atareados los dos me gustaría que habláramos más tranquilamente sobre este asunto. Creo que puede tener muchas posibilidades en vista a mi campo de estudio y puede suponer un tema muy interesante para analizar y tratar.

Araknek se encogió de hombros y gorjeó:

-Como usted quiera profesor, espero que tenga un buen día.

-Oh, sí claro, buenos días, Araknek.

Con aire pensativo, calibrando las posibilidades del asunto, el profesor Seabury Pickman, se encaminó de regreso a la universidad a resolver los temas pendientes del trabajo que tenía allí. Araknek, mientras tanto, siguió limpiando y Pequeña T'auin, con inteligencia jurásica, sonrió.

lunes, 23 de marzo de 2015

Thunder-verse (parte 6): El hombre que rompió la cuarta pared

(El autor de esta entrada pretendía hacer una presentación larguísima y rimbombante, pero visto el cliffhanger que dejó al final de la entrada anterior, el equipo directivo le ha sugerido amablemente, con una pistola 9mm parabellum, que vaya al grano. De nada)

La luz que surgía del portal se reflejaba en el rostro de los dioses del trueno cuando el valeroso Perun y el imbatible Thor llegaron al punto donde estaba apareciendo lo que fuera que surgía de allí. Todos esperaban un tremendo golpe que provocaría rayos y retruécanos... digo, rayos y truenos, como solían hacer los golpes de los dioses de las tormentas cuando entraban en combate (o en una pelea, lo cual era demasiado habitual). En lugar de lo esperado, los dioses vieron a Perun y Thor rebotar y caer al suelo desconcertados. Lo que vieron en el lugar donde hace un momento había un portal les desconcertó a ellos.

En lugar del portal había un señor bastante vulgar que desentonaba con los dioses, vestidos con sus armaduras y trajes fantásticos. Este señor vestía una camisa hawaiana y un pantalón y tampoco tenía el porte de un dios de los truenos, más bien tenía el porte de un dios de las comilonas, pues era bastante orondo y estaba quedándose calvo. Tenía una expresión afable, en su rostro bien afeitado, y miraba a su alrededor como un turista recién llegado a su destino.

-¿Pero quién es este tipo? -preguntó Karakal.

-Misha -dijo Perun mientras volvía a levantarse -, ¿se puede saber porrr qué no me has acompañado hacia la batalla?

El oso miró de un lado al otro como si el tema no fuera con él e hizo amago de largarse de allí.

- ¡Basta de tonterías! -exclamó el recién llegado -He venido para acabar con este disparate.

-¿Qué disparate? -preguntó Brontes.

- ¿Cómo que qué disparate? Éste disparate... que ya lleváis demasiado tiempo con el temita, estáis estirando más la historia que Brian Michael Bendis... y por vuestra culpa se está liando parda, el otro día hubo un eclipse y no se pudo ver una mierda porque nubes de tormenta jodieron todo el espectáculo cósmico, los protagonistas de esta historia llevan sin salir demasiado tiempo ¡y a mi se me han hinchado los innombrables!

-¿Protagonistas? -murmuró Summanus.

-¿Qué historia? -preguntó Brontes.

-¡Esta historia, panda de tarugos! Y encima los que la están narrando han tenido la desvergüenza de plagiarme. Escuchadme, pues yo soy DAN SLOTT.

Un profundo silencio recorrió la sala y los pasillos del castillo de los Dioses de la Tierra de Kadath.

- ¡Ya sabéis, el autor de El Asombroso Spider-Man! 

-Aaaaah -dijeron los dioses del trueno con gestos de reconocimiento... aunque algunos no tenían ni idea de lo que  estaba hablando ese individuo.

-Sí -continuó Dan Slott -, y los autores de esto me han plagiado descaradamente ¿Un evento en el que todas las versiones de las deidades del trueno se reúnen para enfrentar a alguien que pretende cazarles? ¿De verdad no esperaban que me daría cuenta? ¡¡¡Si han copiado mi saga Spider-Verse!!!

-Tampoco te quejes tanto, que tú copiaste esa idea de la serie de animación de Spiderman de los '90 -dijo Summanus.

- ¡¿Qué has dicho?! -exclamó Dan Slott acercándose al dios con expresión de estar a punto de explotar.

-¿Eh? Yo, nada...

-Vale, vale, ya está bien -les interrumpió Karakal -, por lo que estoy entendiendo, nuestro enemigo ha copiado un plan que usted tuvo para acabar con unas arañas ¿del universo? ¿No serían de Leng?

-¿Qué enemigo ni qué saga del clon? Los autores, los que están escribiendo todo esto... 

-¿Los... que están escribiendo esto? -preguntó N'Kari -Pero si ya hay alguien narrando lo que hacemos, simplemente está contando nuestras proezas... ¿y cómo van a saberlo si no están aquí? ¿Tratas de confundirnos?

-A  ver, pimpines, voy a contaros algo que puede que os descoloque un poco pero... todo esto es una obra de ficción ¡SORPRESA! Puede que os parezca lo contrario, pero esto forma parte de un blog narrativo, y sus autores están contando vuestras epicodecadentes historias, si miráis allí, vosotros creéis que hay una pared con un  cuadro abstracto, pero al otro lado hay unos individuos leyendo todo lo que estáis haciendo... y algunos hasta se están riendo. Nada de esto es real, es ficción.

-¿Estás insinuando que no somos reales? -dijo Zeus acercándose amenazadoramente a Dan Slott - Pocos se han atrevido a decir semejante cosa del rey del Olimpo sin que yo los convierta después en algo repulsivo, como un monstruo con forma de serpiente o un vendedor de seguros.

-Si estás intentando amenazarme, la llevas clara, amigo. Sólo eres un personaje de ficción y yo soy real, ¡reaaaaal! Y como también soy un escritor, pues puedo mandaros a tomar viento fresco y luego encargarme de los que me han plagiado. Los voy a dejar tiesos, y después de eso, voy a...

Antes de que pudiera terminar la frase un fogonazo iluminó toda la sala y un gigantesco rayo atravesó el techo alcanzando al autor de comics, cegando por momentos a los dioses del trueno. Cuando pudieron ver de nuevo, en el sitio donde hace un instante había estado Dan Slott, sólo había una mancha de quemadura y hollín. 

-¿Qué...? ¿Quién...? -se preguntaba Brontes.

Del suelo se levantó Thor, con su martillo Mjolnir en mano, tambaleándose y avanzando hacia el manchurrón negro. Pequeñas descargas eléctricas recorrían su cuerpo y tenía expresión de estar muy enfadado.

-Este tío ya me estaba dando dolor de cabeza... ¡a tomar por culo!

-¡¿Alguien puede explicarme qué diantres ha pasado?! -preguntó Raijin.

-Ese individuo sólo trataba de hacernos dudar, de desconcertarnos con sus palabras... claramente forma parte de la estratagema de nuestro enemigo, confundirnos con sus mentiras, manipularnos... sólo alguien puede estar detrás de esto...

-¡LOKI! -Exclamó Thor.

-No, Nyarlathotep.

-¿Nyarlaqué? -preguntó Thor acercándose tambaleante a Brontes.

-Nyarlathotep, ya sabes, El Caos Repante, Padre del Millón de Favorecidos, Señor Oscuro de las Mil Caras...

-¿Ese no es Randall Flagg? -preguntó Summanus.

-¡Que no! ¿Qué va a ser el Nyarlaloquesea ese? Claramente es Loki, que está volviendo a hacer de las suyas... ¡Y yo ya me he hartado! ¡Voy a ir a por él y le voy a meter el martillo por el...!

-No -le interrumpió Karakal -, no vas a ir a ningún sitio, Thor de los Truenos, debemos quedarnos aquí, en la zona segura, e idear un plan.

-¡¿Qué plan ni qué leches?! ¡¿Acaso necesité un plan cuando me enfrenté a los gigantes de hielo de Jötumheim??! ¿¡Acaso necesité un plan cuando asalté Svartálfaheim?! ¡Yo no necesito planes! ¡Yo necesito partir caras! ¡Yo soy THOR DE LOS TRUENOS!

El sonido de un trueno pudo escucharse fuera del castillo.

-Estoy con el nórrrdico -dijo Perun acercándose a Thor.

-Y yo -dijo N'Kari uniéndose a ellos.

-No, no, no, no -dijo Karakal -, espero que no estéis sugiriendo entrar en combate ahora... ¡Pero si no sabemos ni quién es nuestro enemigo!

-¡Claro que lo sabemos, es Loki! -Exclamó Thor.

-Es Nyarlathotep -musitó Brontes.

-Loki -le respondió Thor.

-Nyarlathotep.

-Loki.

-He dicho...

-Ooooh, esto es más lamentable y vergonzoso que aquella fiesta por el día de la madre en casa de Afrodita -dijo Summanus.

-¿Qué estás insinuando, romanucho? -le dijo Zeus a Summanus, claramente ofendido.

-Estoy insinuando que los olímpicos no tenéis ningún reparo en acostaros los unos con los otros, sois más incestuosos que los Lannister...

-¡¿Será posible?! Te voy a...

-¡BAAAASTAAAA! -gritó Karakal -Nadie va a pegar a nadie, nadie va a ir a enfrentarse a nadie, y nadie va a salir de este castillo hasta que no tengamos un plan y sepamos lo que está pasando.

-¡No, dios de los rayos de Kadath! -exclamó Zeus -Hasta ahora no nos has dado ninguna respuesta ni has hecho nada para solucionar todo esto, sólo nos has metido en este castillo... ¡Y has interrumpido mi fornicación con N'Kari! Me uniré a ella y a los otros dos, nos enfrentaremos al enemigo y os enseñaremos cómo se hacen las cosas... ¡Y después pienso tirármela otra vez!

Y antes de que nadie pudiera interrumpirles, los cuatro dioses salieron de allí con la velocidad del rayo.

-Oooooh nooooo -decía Karakal dando vueltas en círculos, claramente preocupado -, esos descerebrados han salido ahí fuera y pueden caer en manos de nuestro enemigo. ¡Escuchadme! Debemos encontrarlos antes de que sea demasiado tarde.

-Pero pueden haber ido a cualquier sitio ¿cómo vamos a dar con ellos? -preguntó Raijin.

-¿Por qué no los encuentras como hiciste con nosotros la primera vez? -preguntó Summanus.

-No puedo hacer eso, pues lo único que hice fue seguir las energías residuales del hechizo que os trajo aquí.

-¿Entonces estamos perdidos? -preguntó Summanus.

-No creo -le dijo Brontes con una expresión astuta -, me parece que podemos dar con ellos gracias a nuestro amigo peludo.

Los cuatro dioses se giraron en dirección al oso, que estaba en un rincón lamiéndose las garras. Éste se dio cuenta de que le estaban mirando y alzó la cabeza.

-¿Uuurf?

-¿A que eres capaz de encontrar a Perun, amiguito? -le preguntó Brontes.

El oso asintió.

-¿Veis? Sólo tenemos que seguir al oso ¡y daremos con ellos!

-Pues vamos, antes de que sea tarde -dijo Karakal, sospechando que los otros ya podían haberse metido en algún lío.


En algún lugar de Las Tierras del Sueño, El Herrero Mentiroso sonrió complacido. Todo estaba saliendo según el plan.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Thunder-verse (parte 5): La reunión de los dioses

Dicen extraños libros de sabiduría perdida que, cuando los señores de distintos panteones se reúnen en un mismo lugar, es porque alguien la ha cagado tremendamente. Son libros escritos por dementes autores, seguramente inspirados por algún tipo de hierba narcótica, pero cualquier lector atento debería hacer por seguir sus advertencias, pues la locura no es más que la visión de cosas que están más allá de la cordura.

Brontes no había leído ninguno de esos libros, ni falta que hacía. Él sabía perfectamente que, si había dioses de distintos panteones en una misma habitación, se podía deber a tres razones: Alguien ha cerrado el negocio y se acaba el universo, se va a celebrar una tremenda fiesta llena de excesos etílicos y desmadres dignos de los más  altos altares, y alguien la ha cagado tremendamente... curiosamente podían darse las tres razones a la vez, pero esa era otra cuestión. La verdad es que esa ocasión podía ser cualquiera de ellas, aunque dudaba mucho que fuera a celebrarse una fiesta. 

Ante Brontes había un nutrido grupo de seres que pudo reconocer. Thor de los truenos, tendido en el suelo intentando levantarse como podía; un oni de la mitología japonesa llamado Raijin, que miraba con desaprobación a la pareja de dioses que tenía a su lado; Zeus estaba a la derecha del oni haciendo lo que mejor se le daba, y esto lo hacía con una diosa africana que, en estos momentos, Brontes no reconocía; al lado de estos dos, Brontes podía ver al dios eslavo Perun, que miraba a su alrededor con fiereza y el deleite que siente un dios ante un desafío; los restantes eran desconocidos también para Brontes, un individuo de ropajes oscuros que parecía un vampiro...o un tipo muy pálido, y lo que parecía ser un oso... Brontes no sabía que hubiera ningún dios oso de las tormentas o los truenos y rayos, pero a estas alturas ya no le sorprendía nada.

El que había reunido a tan dispar grupo se encontraba apartado unos metros, observando a todos con una mirada de interés. Karakal de los Grandes, un dios de los territorios que hay más allá de los sueños. Pasados unos breves momentos se dirigió al resto de dioses.

-¡Escuchadme, dioses de las tormentas! Os he reunido porque corremos un grave peligro... -De pronto Karakal cortó su discurso y se quedó mirando en una dirección. Brontes miró a dónde iban los ojos del dios y se encontró con lo que le había interrumpido: Zeus y su compañera seguían a lo suyo sin hacer caso al dios de Las Tierras del Sueño-. ¡Eh! ¡EH! ¡VOSOTROS DOS!

A la vista de que la pareja de dioses seguían a lo suyo, Karakal se enfureció, todo su ser pasó a un color azulado, como si se tratara de un brillo de neón, y alzó los poderosos brazos, de los cuales surgían destellos y pequeñas corrientes eléctricas. Al alzar los brazos Karakal, Zeus y su compañera recibieron una fuerte descarga eléctrica que los dejó en shock  durante unos instantes, lo suficiente para que dejaran de hacer lo suyo y prestaran atención de una vez.

-¡¿Pero qué te crees que haces, insensato?! -exclamó Zeus.

-¡¿Cómo osas interrumpir a N'Kari, diosa de las tormentas y de la pasión desatada cuando está practicando el zumba-zumba?! -dijo la diosa de ébano.

Brontes comprendió entonces cómo era posible que ambos hubieran seguido a lo suyo en una situación como esa. De todos era conocido que Zeus era el equivalente de Julio Iglesias de los dioses del Olimpo, pero la única razón para que una mujer, diosa o mortal, hubiera seguido practicando el sexo en una situación como en  la que estaban, es que se tratara de una diosa de la pasión descontrolada. De hecho, sabiendo que la mayoría de los dioses de las tormentas eran de nervios desatados y bastante temperamentales, esa reunión podía acabar bastante mal.

-Os he interrumpido porque estamos en una situación de grave emergencia y vosotros parecíais perritos en celo en vez de poderosos dioses... y ahora escuchadme todos. Alguien ha perturbado las energías que rigen el orden en el universo y ha construido un arma peligrosa para todo lo que significamos. Siguiendo un arcano ritual, se ha fabricado la Cortatormentas, una espada que puede subyugar el trueno y el rayo... ¡y puede destruirnos! Esta espada ha sido moldeada con el poder y la única intención de acabar con los dioses de las tormentas, los rayos y la energía eléctrica. Alguien quiere acabar con todos nosotros, destruir a los dioses de la tormenta de cada panteón con algún oscuro propósito y debemos descubrir quién es y detenerlo antes de que sea demasiado tarde.

Durante unos momentos hubo silencio en la sala. Los dioses se miraron los unos a los otros y al lugar en el que se encontraban.

-¿Y cómo hemos acabado aquí? ¿Quién nos ha traído? -preguntó Brontes.

-Deduzco que nuestro enemigo intentó convocaros ante su presencia para acabar con vosotros, pero algo debió salir mal, lo que he aprovechado para rastrearos por todas Las Tierras del Sueño. Pero no he  conseguido traer a todos. Mientras hablamos, otros dioses pueden estar cayendo bajo el filo de la Cortatormentas. No os preocupéis, porque aquí estamos a salvo, este es un lugar sagrado al que sólo pueden acceder los Dioses de la Tierra y aquellos a los que estos invitan a entrar. Nos encontramos en Kadath, hogar de los dioses de Las Tierras del Sueño.

-Espera, espera, espera, espera... porque yo creo que sé quién es nuestro enemigo. Sólo alguien es capaz de semejante intriga siniestra, y no es otro que NYARLATHOTEP, ese cretino ya me lió una vez y no me extrañaría que lo haya hecho de nuevo, y si él es el culpable, aquí no estamos a salvo, porque puede entrar y lo sabes.

En ese momento, Thor se levantó del suelo, tambaleante y se plantó en el centro de la sala.

-Yo no le tengo miedo a naaaadie... ¿dónde está ese villano? Que le meto un sopapo que se va a enterar. Thor de los truenos no le teme a nada ni a nadie, ni siquiera al cobrador del frac.

-Yo detendrrrré a ese enemigo antes de que pueda encontrrrarrrnos, pues no hay quien pueda con la fuerrrrza del poderoso Perun...

-De eso nada -le interrumpió Thor -, el que va a hinchar a palos al malo soy yo.

-¿Te crrrrees más fuerrrrte que el poderoso Perun? Mis brrrrrazos de acero y mis músculos dignos de un rrrrrelato de Robert E. Howard aplastarán a ese bellaco antes de que llegues a tocarrrrlo...

-Ya, ya, ya... basta de tanta testosterona, que os rezuma por las orejas -dijo el individuo que parecía un vampiro interrumpiendo a los dos pendencieros dioses -. Yo, Summanus, recomiendo que organicemos un plan. Una buena estrategia es fundamental antes de un ataque.

-¿Summanus? -preguntó el oni -Yo conocí a un Summanus, me lo presentó un bardo excéntrico llamado Lumley, y la verdad es que te pareces mucho...

-Yo no soy ese.

-Yo también conozco a un Summanus -dijo Brontes -, pero no te pareces en nada.

-Tampoco soy ese.

-¿Y este quién es? -preguntó Zeus refiriéndose al oso que los miraba con expresión dubitativa -¿el dios de las tormentas de los osos?

-¡No! -exclamó Perun -Se trata de Misha, el feroz oso de las estepas rrrusas... aunque me lo he encontrrrrado en Las Tierras del Sueño, pero da igual, es de las estepas rrrrusas.

Karakal llamó la atención de los dioses con las manos y estos se giraron hacia él.

-Sugieron que sigamos el consejo de Summanus. Tracemos un plan antes de que...

Sin poder acabar su discurso, Karakal se giró sorprendido al sentir un peligro a sus espaldas. Los dioses del trueno y la tormenta miraron en la dirección en la que se volvía el dios de los rayos y vieron allí un gran resplandor que surgía de una extraña fuente de luz que se estaba abriendo en el aire.

-¿Qué es eso? Creo que debo dejar de beber un rato -dijo Thor.

-Es... ¡es un portal! ¡Pero es imposible! ¡Nadie puede entrar aquí! ¡¿Cómo nos han encontrado?! -exclamó Karakal.

-¡¡¡Oh!!! ¡Inminente combate! ¡Que los barrrrdos canten nuestrrrras prrroezas, pues hoy derrrotaremos a nuestrro enemigo -Exclamó Perun -. ¡Misha! Ven a mi, y cabalguemos a la glorrria!

-Noooo, no, no, no -dijo Thor -. Yo venceré al enemigo.

Y ante la mirada del resto de los dioses del trueno y las tormentas, Thor y Perun se lanzaron hacia lo que surgía del portal.

¡¡¡TOMA CLIFFHANGER!!!

sábado, 14 de marzo de 2015

Terry Pratchett en La Llave y la Puerta

Aviso: Para los que no hayan leído la saga de Mundodisco, se van a producir spoilers en este relato.

Era un día triste en Arkham, era un día de conmemoración, pero no de festejo, pues esa jornada iba a estar dedicada a homenajear al fallecido y genial escritor de fantasía Terry Pratchett. Había fallecido unos días antes, y los Pickman no habían tardado en mover los hilos necesarios para organizar rápidamente la conmemoración que un autor de su talla merecía.

Harvey y Seabury se habían encargado de agilizar todos los trámites con la universidad y el ayuntamiento de la ciudad, mientras Anna había utilizado sus particulares dotes de persuasión para que los alumnos de los departamentos de arte e ingeniería diseñaran y construyeran una estatua en honor al fallecido, es decir, les había amenazado con hacer de su vida un infierno si no acababan a tiempo el trabajo. El sitio designado para instalar la estatua, evitando polémicas con la ciudad y el organismo educativo, era el patio que se abría en el hueco de la U que formaba la residencia, aprovechando una zona verde que hasta el momento no había recibido otros usos que servir para que los estudiantes masculinos se tumbaran en ella rodeados de complacientes mujeres.

En el lugar del homenaje se hallaba la estatua, finalizada con un breve lapso de margen, y cubierta con una lona en espera de ser inaugurada. Junto a la misma, los Pickman y una representación del claustro universitario, y, frente a ellos, los estudiantes y demás asistentes a la ceremonia, incluidos y, curiosamente sin llamar demasiado la atención, Summanus, Araknek y Welcome, que se había presentado ataviada como la joven Gytha Ogg, al igual que otros habían aparecido también disfrazados. Sin embargo no fueron los únicos, pues poco a poco comenzaron a venir más asistentes a la ceremonia, pero, o bien iban excepcionalmente caracterizados o pasaba algo raro ahí. Una delegación de la Guardia de la Ciudad de Ankh-Morpork hizo su entrada, formada por Samuel Vimes, lady Sybil, el sargento Colon y Nobby Nobs, Zanahoria Fundidordehierroson, Angua von Uberwald, las colosales figuras petrea y cerámica de Detritus y Dorlf, Reg Shoe y Visita. No tardó en unírseles la delegación de la Universidad Invisible, formada por el Archicanciller Ridcully, Rincewind, el Tesorero, un curioso orangután (el Bibliotecario) y Ponder Stibbons. Tras ellos apareció un extraño trío: un individuo vestido con ropas isabelinas junto con dos sujetos de rostro equino, uno ataviado al estilo de los años 30 y el otro vestido con una túnica negra y apoyándose en un bastón. Lord Vetinari mantenía una animada conversación con Lovecraft y Shakespeare que discutían sobre las adaptaciones que Pratchett había hecho de sus obras. Mientras, por entre la gente se podía ver a un sujeto que parecía la prueba viviente de que el hombre desciende de algún tipo de roedor, vendiendo sospechosos productos porcinos altamente "orgánicos". Sin duda, sólo Y.V.A.L.R. Escurridizo era capaz de vender sus productos. No tardaron en llamar la atención también cuatro mujeres acompañadas por un hombrecillo de ojos llorosos con una corona que sólo sus orejas le impedían llevar a modo de collar, Verence II, rey de Lancre. Gytha Ogg, Esmerelda Ceravieja, Magrat Ajostiernos y Agnes Nitt destacaban por sí mismas, como corresponde a toda bruja. Un poco más tarde, Neil Gaiman hizo su llegada acompañado de Azirafel y Crowley, llegando elegantemente tarde.

Ante tal curioso cúmulo de asistentes Seabury Pickman comenzó el discurso en homenaje del fallecido. Sus palabras retrataban a un hombre que había dejado un legado imborrable en la literatura, cuya perspectiva y visión únicas redefinieron el humor y la fantasía. Un autor que ha dejado un legado de risas, filosofía, reflexión y sátira, cuyas novelas invitan al lector a ir más allá de las mismas palabras y comprender los mensajes que existen enlazados en la trama principal, un hombre que no tenía reparos en reírse de todo y de todos y cuya pluma no dejó títere con cabeza. Mientras Seabury hablaba, percibió como, al fondo aparecía una figura alta y delgada ataviada con una túnica con capucha hechas de oscuridad absoluta que portaba una guadaña. Sobre el hombre de Muerte, la Muerte de las Ratas se asomaba y sonreía (no es que tuviera muchas más opciones). Cuando acabó su discurso, que incluía un sentido homenaje a ese hombre sin el cual el humor ya no volverá a ser el mismo, dio la señal para descubrir la estatua. Unglaublich, con gesto solemne, retiró la lona, mostrando en bronce una escultura que representaba al Mundodisco, con la Gran A'Tuin navegando por los golfos del universo, con los cuatro elefantes sobre su caparazón y el disco sobre ellos. Al inaugurar la estatua, muchos rostros se humedecieron y Seabury, sorprendido, le pareció ver que la Gran A'Tuin le guiñaba un ojo.

Tras la ceremonia, los asistentes fueron dispersándose, produciéndose el esperado encuentro entre Welcome y Gytha Ogg. Ambas mujeres no tardaron en congeniar y retirarse para celebrar, a su manera, su particular homenaje a Terry Pratchett. Y los Pickman se retiraron junto con los demás para asistir al cocktel que seguiría a la inauguración.

En el pueblo de las Montañas del Carnero donde se baila la auténtica danza Morris, por ejemplo, creen firmemente que nadie ha muerto del todo hasta que mueren las ondulaciones que ha provocado en este mundo: hasta que se para el reloj al que dio cuerda, hasta que fermenta el vino que preparó, hasta que se recoge la cosecha que plantó. Según ellos, los años de la vida en sí no son más que el núcleo de la existencia real.
Terry Pratchett, El Segador

SEÑOR, SABEMOS QUE NO HAY OTRO ORDEN, SÓLO AQUEL QUE CREAMOS...
La expresión de Azrael no cambió.
NO HAY MÁS ESPERANZA QUE NOSOTROS. NO HAY MÁS PIEDAD QUE NOSOTROS. NO HAY JUSTICIA. SÓLO NOSOTROS.
El rostro sombrío, triste, llenó el cielo.
TODAS LAS COSAS QUE SON, SON NUESTRAS. PERO TIENEN QUE IMPORTARNOS. PORQUE, SI NO NOS IMPORTA NADA, NO EXISTIMOS. Y SI NOSOTROS NO EXISTIMOS, NO QUEDA MÁS QUE EL OLVIDO, EL FIN CIEGO. Y HASTA EL OLVIDO TIENE QUE LLEGAR A SU FIN ALGÚN DÍA.
SEÑOR, ¿ME DARÁS UN POCO DE TIEMPO, SÓLO UN POCO? POR EL EQUILIBRIO CORRECTO DE LAS COSAS. PARA DEVOLVER LO QUE UNA VEZ
FUE ENTREGADO. POR LOS PRISIONEROS Y POR EL VUELO DE LOS PÁJAROS.
La Muerte dio un paso hacia atrás.
Era imposible leer expresión alguna en los rasgos de Azrael.
La Muerte miró de reojo a los sirvientes.
SEÑOR, ¿QUÉ PUEDE ESPERAR LA COSECHA, SI NO IMPORTARLE AL SEGADOR?
Terry Pratchett, El Segador

jueves, 12 de marzo de 2015

Thunder-verse (parte 4): Tronados en Ulthar


Ulthar parecía haber recobrado la tranquilidad desde la partida de Loki y el Señor de las Tormentas, o, al menos no se había producido ninguna perturbación de la paz digna de mención. Así había sido al menos hasta que, un par de días después de la partida del nórdico y su asociado, un nuevo dios llegó a través del puente que unía a esta tranquila población con su vecina, Nir. Llegó por la noche, cruzando el río, un hombre de rasgos serenos, pálido y vestido completamente de negro, contempló aquel tranquilo lugar y decidió que se quedaría, por lo menos hasta que no hubiera ninguna otra razón para irse. No le fue difícil instalarse, y, tras establecer contacto con diversos comerciantes, se hizo con las materias primas que necesitaba. Pronto, los primeros fuegos artificiales iluminaron la noche para sorpresa de los vecinos y los gatos. Aquel dios recién llegado no parecía dispuesto a perturbar la paz, y aunque parecía preferir las horas de oscuridad, se perdonaba su excentricidad a cambio de poder disfrutar de sus espectáculos pirotécnicos. Summanus sonreía, feliz, había encontrado un buen lugar donde aguardar el devenir de los acontecimientos y podía seguir dedicándose a aquello que tan bien se le daba. A fin de cuentas era el dios etrusco de las tormentas nocturnas, y un viejo dios debía aprender trucos nuevos para sobrevivir.

Habían pasado varias semanas y las noticias de los acontecimientos acaecidos en Inquanok no tardaron en llegar hasta Ulthar, donde Summanus sonreía satisfecho al contemplar sus fuegos artificiales mientras acariciaba a un gato negro. Cuando llegó a sus oídos la noticia de aquellos dos dioses que se pasaban el día follando y de aquel demonio que pasaba el tiempo como músculo de alquiler, supo que el momento se acercaba. No tenía claro que iba a pasar, pero si habían sido convocados a las Tierras del Sueño era por algún motivo. Y si Loki estaba metido en el asunto iba a ser de lo más interesante.

Al día siguiente, Summanus caminaba por las sombras cuando vio algo que le dejó totalmente desconcertado: una horda de gatos corría despavorida calle abajo, como huyendo de algo, arrasando todo cuanto se cruzara en su camino. Y en su camino se cruzó Summanus, que cayó bajo la embestida de un juggernaut peludo y maullante, que pasó por encima del dios, derribándolo y dejándolo lleno de huellas felinas y pelos. Cuando la avalancha pasó de largo y logró levantarse, mientras intentaba sacudirse el vello gatuno que se había adherido a su traje, contempló la causa de tal estampida: un enorme oso pardo cabalgado por un individuo de extravagante vestimenta avanzaba hacia él. Aquel jinete ursino vestía lo que parecía un raído uniforme militar ruso combinado con una armadura de escamas, lucía una larga barba blanca y un casco medieval. Cuando el oso estaba a punto de atropellar al sorprendido Summanus, se detuvo en una compleja maniobra que le hizo acabar resbalando y caer despatarrado, mientras Perun, pues no era otro quien cabalgaba, lanzaba un grito de guerra.

Tras desmontar, Perun se acercó al etrusco al que dió un poderoso abrazo de oso que le dejó sin respiración y le estampó dos sonoros besos.
-Amigo, cuanto tiempo sin verrrrrte. Es un placerrrr encontrrrarrrte de nuevo aunque sea en estas cirrrrcunstancias.

(Nota: como Perun habla con un fuerte acento ruso, a partir de este momento sus diálogos se someterán a una traducción simultánea para comodidad del lector).

Summanus, que por fín logró liberarse de la presa del eslavo, tomó aire y por fin pudo responder:

-¡¿Perun?! ¿Qué haces tú también aquí? Oye... ¿no estarás borracho por casualidad, verdad? Porque la que has montado con los gatos entrando de esa forma en el pueblo....

-No, amigo, camarada, para nada, en estas tierras no destilan un buen licor ni que los maten. Para mí todo esto es aguachirle, aunque dicen por ahí que ciertos marineros que lucen turbantes con dos protuberancias en Dylath-Leen tienen un aguardiante particularmente fuerte.
-Pero no creo que hayas venido aquí a hablarme sobre bebidas alcohólicas.

-Ojala, pero ya te digo que no hay nada que se compare al vodka de mi querida Rusia, sobretodo al que destila mi querida Rodina, la Madre Rusia. ¡Qué mujer! ¡Y fueron los soviéticos las que le dieron vida! ¿Quién lo iba a pensar de una panda de ateos semejantes? Pero Rusia siempre ha sido buena tierra para nosotros, y sólo faltaba que le dieran entidad. ¡Y qué entidad! ¡La Rodina! ¡Qué pedazo de mujer! ¡Con unas tetas, un culo! Y no es ninguna de esas señoritingas blandengues, que va, ¡es una auténtica rusa! ¡Te pega un polvo que no puedes levantarte de la cama en dos días y luego se va a trabajar! ¡Qué mujer! Cuando los soviéticos la crearon lo hicieron a conciencia: la belleza, fuerza, carácter e idéntidad únicos de la tierra concentrados en una diosa madre que ríete tu de la sosa de Madame Libertad de los USA.

-Sí, sí, vale, pero ahora a lo que estamos, si no te importa. ¿De dónde has sacado al oso?

-¿Misha? -el oso, al escuchar su nombre se aproximó a Perun y se sentó junto a él mientras el dios le rascaba la cabeza.- Es un amigo, a un dios de todas las Rusias y la Europa Oriental no puede faltarle un oso, más un oso tan valiente y fuerte como mi querido Misha. Ah, que tiempos aquellos en los que podía ir a caballo o en oso desde un extremo al otro de las Rusias, con la Rodina, probando los destilados y chifladuras de la vieja Baba Yaga (entre nosotros, me parece que la vieja bruja a veces chochea), festejando con Chernobog y los strigoi en los cárpatos. ¡Grandes tiempos, grandes tiempos! Pero bueno, aunque nos quieran dejar de lado, los dioses seguimos presentes.

-Ya, no hay otra que reciclarse. Aunque los rusos lo tenéis mejor, hay muchos cuentos y tradiciones sobre vosotros, así que por ahí seguis siendo poderosos. Pero bueno, que nos vamos del tema. ¿Tienes la más mínima idea de que hacemos aquí, en las Tierras del Sueño?

Justo en el momento en que Perun le iba a responder, cuando un flash de luz los dejó cegados unos instantes. Ante ellos se alzaba la figura de un un poderoso hombre de rasgos de un atractivo sobrenatural, desnudo de cintura para arriba y que portaba una corona de brillantes llamas, flotando sobre el aire.

-Oíd, dioses del trueno -habló el recién llegado- Soy Karakal, Dios de los Grandes, señor de los rayos y la fuerza eléctrica, amo de la llama eterna que brillará hasta el final de los Tiempos. Los que compartimos el poder del rayo y el trueno estamos sometidos a un grave peligro, debéis venir conmigo.

-¿Habrá bebida, mujeres y acción? -preguntó Perun

Karakal, sorprendido por la pregunta, tardó un poco en responder de forma afirmativa. Sabía que era la mejor forma de acabar rápido con aquel reclutamiento. Ante la perspectiva que se le presentaba, Perun no dudó en aceptar. Summanus, al comprender que aquello era lo que estaba esperando, también asintió. Los tres dioses y el oso Misha dejaron Ulthar.

En la Jungla de Kled, un conciliábulo de elementales de la tormenta, kamis tempestuosos y otros espíritus menores de diversas religiones animistas y panteístas fue aniquilado por la hoja de la espada.

jueves, 5 de marzo de 2015

Tales of Thunder-verse

Un tie-in de Thunder-verse.
Cortatormentas no corta
El Señor de las Tormentas blandió la espada con lo que pensaba era un gesto épico y heroico pero que, en realidad, le hacía parecer un memo con un trozo de metal afilado. La hoja cayó con fuerza pero sin estilo sobre su objetivo y hendió la carne morena, seccionando el torso casi hasta la mitad. Cortatormentas seccionaba hueso, músculos y tejidos como si fuera un cuchillo caliente atravesando mantequilla. El movimiento finalizó de forma poco elegante cuando el señor oscuro extrajo de forma chapucera la afilada hoja del cuerpo. En condiciones normales, eso habría bastado para dar muerte a cualquier dios del trueno, pero el objetivo del ataque, que había permanecido inmóvil y mirando con una mezcla de incredulidad, sorpresa y hastío. Mientras tanto, algo más separado, Loki se tapaba la boca y los hombros le temblaban mientras trataba de contener la risa.

Cuando el Señor de las Tormentas se dio cuenta de que su ataque había sido inútil, pues nada más extraer la espada las heridas del dios se cerraron de inmediato sin dejar cicatriz ni marca alguna. Aquello era la primera vez que sucedía, todos los demás dioses del trueno que había cazado hasta el momento habían caído a la primera estocada, pues tal era el poder de Cortatormentas, pero este dios de la tormenta que se erguía molesto y aburrido ante él había recibido un corte que habría matado a cualquiera. ¡Pero seguía ahí, de pie, como si no hubiera pasado nada! ¡Era la primera vez que fallaba la espada! Desconcertado, el Señor de las Tormentas observó cuidadosamente al dios: era alto y atlético, de piel morena, ataviado con un faldellín de lino y su cabeza era de burro. Lamentablemente, los conocimientos de mitología y leyendas del Señor de las Tormentas era algo mayores que los que poseía de física cuántica, y, como buen estadounidense que se precie de patriotismo, todo aquello que se hallaba más allá de las fronteras de su país era indefinido y de importancia secundaria. Ambos factores combinados tenían el efecto de no saber localizar Egipto en un mapa y que le resultara imposible identificar la nacionalidad y atributos de aquel dios que tenía delante. Por su parte, Set, que se estaba hartando de aquel sujeto esmirriado y fatuo armado con una espada que le superaba, le lanzó una mirada asesina a Loki, que ya no pudo aguantar más y comenzó a reír a carcajadas mientras se caía al suelo ya que no podía mantenerse en pie. Ante lo ridículo de la situación, y viendo que el nórdico no parecía de mucha ayuda, el Señor de las Tormentas exclamó:

-¡No puede ser! ¡Cortatormentas no había fallado hasta ahora! ¡Deberías estar muerto, como los demás dioses del trueno! ¿O acaso no eres un dios de la tempestad, como me había dicho Loki?

Set se llevó la mano a la cabeza en gesto de exasperación. No podía creer lo idiota que podía resultar el sujeto este. Desde luego Loki había escogido a un primo bien tonto para caer de esa forma tan burda, un auténtico ignorante en cuestiones de mitos. Como ya no tenía ganas de seguir soportando a ese energúmeno, Set habló con una voz que era el rugido del viento:

-Yo soy Set, el egipcio, dios ctónico, dios de la fuerza bruta, de lo tumultuoso, lo incontenible. Soy el señor de las tinieblas y de aquello que no es bueno, dios de la sequía y del desierto. Soy patrón de la guerra y la violencia, enseñoreo la producción de los oasis, y soy dios de las tormentas, ¡pero de las tormentas de arena, mentecato! ¡No soy un dios como los que cazas con esa espada, que sólo absorbe el poder sobre el trueno y el rayo!

Deseando perder de vista a aquel sujeto, Set se dio la vuelta y se alejó de allí. Loki, mientras, logró recuperar en parte el control sobre sí mismo y se felicitó por la broma que le acababa de gastar al idiota con el que trabajaba.

Problemas de despacho
-No creo que Brontes esté de muy buen humor. Está que se sube por las paredes desde que llegaron esos amigos suyos, el griego salido y el borracho nórdico.

El profesor Seabury Pickman asintió ante la afirmación de Welcome. Sabía que tenía razón, pero aún así, tenía que hablar con Brontes sobre la planificación del seminario que iban a dar en conjunto el mes siguiente sobre los dioses ctónicos griegos y los mitos de la grecia pre-clásica. Últimamente había estado muy ocupado con los exámenes y revisando algunos aspectos de su monografía sobre la influencia cultural de algunos dioses y primigenios en la literatura y las artes durante el siglo XX. Pero no podía seguir retrasando la charla con Brontes, por lo que, sabiendo que Zeus solía parar mucho por el despacho del cíclope y que Welcome era capaz de meter en cintura al pervertido culturista de barbita rizada, decidió llevársela con él por si acaso.

-Que yo sepa, tu eres la única que se ha resistido a los “encantos” de Zeus, que parece querer hacerte la competencia en cuanto a lista de amantes en la Miskatonic.

-Es que mucha gente se deja llevar por la moda del momento, y confunde el morbo con el interés. A la mayoría de los que se tirado el griego ese mientras ha andado por aquí luego no ha querido saber nada, y, por lo que me han contado, es mucho ruido y pocas nueces. Tanta lista de amantes en la mitología y tanto presumir, y luego no es para tanto. Es lo que pasa, mucho morbo con eso de follar con un dios y luego te encuentras que es tan egocéntrico que sólo piensa en el placer propio y no en complacer a su pareja. Por eso, como me lo veía venir, le dejé las cosas claras.

-Sí, eso he oído, le plantaste un buen rodillazo en la entrepierna.

Welcome se encogió de hombros con gesto de indiferencia, como si no hubiera hecho nada especial, pero la sonrisa y la expresión de orgullo de su cara desvelaban que, en realidad, se había quedado muy satisfecha con aquello. Entonces se percató de que ya habían llegado al despacho de Brontes. El profesor Pickman llamó antes de abrir. Sabía que Brontes, cuando no estaba, cerraba su despacho, y cuando estaba, a veces estaba tan metido en su trabajo (fuera el que fuera), que se abstraía y se desconectaba del mundo. Por ello, Seabury no tuvo reparo en, tras comprobar que la puerta no tenía echada la llave, abrir y entrar junto con Welcome. Sin embargo, lo que encontró dentro no fue ni mucho menos lo que se esperaba. No sólo Brontes estaba ausente, sino que, en su lugar, una estudiante desnuda se hallaba masturbándose, muy concentrada en su tarea y con expresión de gozo. Seabury y Welcome se quedaron boquiabiertos ante el espectáculo que se desarrollaba ante ellos.

Welcome no tardó en cambiar su expresión por una sonrisa lasciva y se encogió de hombros en un gesto de “Ya que me lo ponen en bandeja, ¿por qué no?” y ni corta ni perezosa, comenzó a desvestirse para mayor sorpresa del profesor que no sabía donde mirar y como reaccionar. Cuando la estudiante que se estaba dedicando a la autosatisfacción se percató de la presencia de los dos recién llegados, les hizo un gesto afirmativo y se acercó a ellos insinuante. Seabury ya no sabía donde meterse, y cuando quiso darse cuenta, la puerta del despacho se cerró. Y lo que sucedió dentro del despacho de Brontes, dentro se quedó.

martes, 3 de marzo de 2015

Thunder-verse (parte 3): Dungeons & Sex Inquanok Edition


Para Zeus, la Miskatonic había sido como estar en el paraíso. Salvo el incidente que tuvo con Welcome, no le habían faltado universitarias calientes con las que tener sexo, y, cuando no encontraba ningún otro lugar mejor, siempre podía colarse en el despacho de Brontes. Sin embargo, algo raro había pasado. Estaba disfrutando de los encantos y destrezas sexuales de su última amante mientras se dedicaba a ignorar al cíclope cuando, de improviso, sintió un cambio, apareciendo en un lugar completamente diferente. Se trataba de una habitación de muros de ónice lujosamente decorada, pero había algo más que no era igual. El cuerpo de la chica con la que estaba fornicando era diferente, parecía haber cambiado de una forma que no sabía decidir. Cuando miró hacia abajo se dio cuenta de que, ciertamente, no era la misma estudiante con la que estaba en la Miskatonic. La La mujer era de piel negro azulada y de cuerpo elástico y felino y lujuriosa, abundante y larga cabellera plateada como la luna. Ella, percatándose de que también sucedía algo raro, le miró.

N'Kari estaba disfrutando del sexo sin complejos y muy entregada. El Dios Negro siempre sabía como complacerla y ella no tenía problema en entregarse con desenfreno y pasión a una actividad que le resultaba harto placentera. Sin embargo, en mitad del polvo, había percibido una alteración energética, un sutil cambio en la realidad que la había teleportado a una lujosa habitación de muros de ónice. Pero no parecía haberse desplazado sola, ya que sentía como seguía fornicando con su pareja, aunque... había algo raro ahí. Sentía algo diferente, su compañero no parecía el Dios Negro. Al girar la cabeza para comprobarlo, se encontró con un hombre blanco de edad madura, un culturista de larga cabellera y abundante barba rizada y cana. Sin embargo, el hombre estaba cumpliendo con sus expectativas en cuanto a la actividad sexual, por lo que ella no puso pega alguna. Ya que estaba pasándolo bien, no iba a quejarse, ya preguntaría después de acabar.

Raijin tenía un monumental dolor de cabeza. Era ese tipo de dolor intenso producido cuando t teleportas a lo alto de un minarete y te caes para acabar estampado contra una balconada y luego te echan a patadas un grupo de mujeres en ropa interior porque has irrumpido en su habitación de improviso. Ciertamente no estaba en Japón. Para empezar los edificios que veía eran de ónice, casas coronadas por cúpulas de cebolla y minaretes, con muchas ventanas y muros adornados con hermosos grabados. Además, la gente no tenía aspecto de los nativos del país nipón y, desde luego, no reaccionaban muy favorablemente ante la presencia de un oni de más de dos metros, musculoso y de piel rojiza. Y para colmo de males, el aro con los tambores tradicionales que llevaba siempre a su espalda se había doblado y retorcido por la caída. De manera que no tuvo más remedio que desprenderse del arnes con el que se lo sujetaba y venderlo como chatarra al prime mercader que decidió que los beneficios eran más importantes que salir huyendo de aquel aterrador coloso carmesí.

Finalmente, con mucho tacto logró averiguar que habían aparecido otros extraños recién llegados a la ciudad, y que parecían enfrascados en cierta actividad que parecía requerir muchos guiñós y gestos con el brazo. Raijin, algo aturdido, no acababa de comprender de que iba el asunto, pero se olía algo. Tras lograr localizarlos, se encontró algo que le dejó con la boca abierta: un culturista de barbita rizada y una espectacular mujer de piel oscura como la noche estaban follando como si no hubiera mañana. A Zeus no le costó mucho reconocerlo. Estaba harto de ver como el griego pervertido alardeaba de sus conquistas sexuales en ElderGodBook, pero la mujer no le resultaba particularmente familiar. Cuando logró que le hicieran caso, una vez habían acabado de follar, obviamente, se enteró de que ella era N'kari, diosa del trueno africana. “Estos gaijin están locos” pensaba Raijin mientras observaba como Zeus volvía a satisfacer las ansias sexuales de la mujer, “y poco provecho voy a sacar de estos dos si quiero averiguar que demonios pasa aquí”.

El oni se dió cuenta de que los otros dos dioses del trueno no tenían ni idea de que hacían allí, y que también habían percibido las alteraciones cósmicas que habían perturbado a los dioses del trueno. Lamentablemente, estaban lo bastante a gusto follando como para preocuparse de otras cosas, al menos temporalmente, y como su aspecto era más “usual” que el de Raijin, no habían tenido los problemas que éste a la hora de ser aceptados por los habitantes de aquella ciudad que, como supo, se llamaba Inquanok o Inganok, en las Tierras del Sueño. El nipón sabía que, si quería averiguar que demonios estaba pasando allí, lo tendría que hacer por su cuenta, y debido a su aspecto eso iba a ser harto complicado, ya que la mayoría de los habitantes de la ciudad huían despavoridos al verle o le vigilaban recelosos. Por lo tanto, desarmado, perdido, y sin más apoyo por parte de sus compañeros que algún polvo ocasional con N'kari cuando esta quería descansar un poco de Zeus, se dió cuenta de que la única opción que tenía era convertirse en aventurero. Para ello, hizo un resumen de sus características, habilidades y posesiones una hoja y lo que vio no le resultó particularmente alentador. Si, era un oni y dios del trueno, pero estaba en tierra extraña, sin nada encima más que lo puesto, un par de tambores que había podido salvar y sin ningún arma a mano. Al menos tenía claro que su clase iba a ser la de guerrero, aunque tuviera que empezar por el comienzo, es decir, con escasos recursos económicos y peor equipamiento. Pero eso no le hizo echarse atrás en su decisión. Poco a poco comenzó a alquilarse como músculo, primero en tareas sencillas, como hacer de matón en alguna taberna y escoltar a mineros de ónice. Pero aprovechó esto para sacarse algo de dinero y aprender el oficio de minería como habilidad secundaria, lo que, una vez que se hizo con un pico, le permitió obtener algunos ingresos extra vendiendo el material que él mismo extraía durante algunos de sus viajes. Cuando obtuvo el suficiente capital, fue a visitar a un herrero para que, con instrucciones específicas sobre lo que quería, le fabricase un arma con la que estuviera cómodo. Fue así como logró armarse con un tetsubo. A medida que iba avanzando en su adiestramiento como minero e iba ganando reconocimiento como músculo de alquiler y aventurero, también iba siendo cada vez más aceptado por los ciudadanos de Inquanok, lo que le permitió moverse con más facilidad por la ciudad y aceptar más misiones y trabajos. A medida que progresaba, iba actualizando y mejorando las estadísticas con las que se había definido y descrito inicialmente en aquella hoja de papel, lo que le sirvió como medida de sus progresos. Había pasado unas semanas en la ciudad y había avanzado con bastante celeridad, lo que le hacía estar orgulloso. Ya estaba comenzando a plantearse el adquirir una coraza metálica cuando, durante una de sus ocasionales visitas a Zeus y N'kari (que estaban, como ya era costumbre, fornicando), cuando, de improviso, se produjo un fogonazo. Apareció ante ellos un poderoso hombre de rasgos de un atractivo sobrenatural, desnudo de cintura para arriba y que portaba una corona de brillantes llamas, flotando sobre el aire.
-Oíd, dioses del trueno -habló el recién llegado- Soy Karakal, Dios de los Grandes, señor de los rayos y la fuerza eléctrica, amo de la llama eterna que brillará hasta el final de los Tiempos. Los que compartimos el poder del rayo y el trueno estamos sometidos a un grave peligro, debéis venir conmigo.
El oni contempló boquiabierto al recién llegado, empezando a hacerse una idea de que estaba pasando, mientras tanto, Zeus y N'kari, que no habían perdido detalle de la aparición, seguían a lo suyo. Karakal, digno y orgulloso, al darse cuenta de esto, exclamó:

-¡¿Pero queréis para de follar de una vez y prestarme atención?! Ya hemos perdido mucho tiempo aquí, y debéis venir conmigo cuanto antes, o aquel que nos amenaza no tardará en localizaros.

Raijin, viendo que aquellos dos no tenían remedio, tomó la palabra:

-Llevanos contigo Karakal, lucharemos contra cualquier enemigo que nos amenaze.

Con estas palabras, y con Zeus en pie sosteniendo a N'kari mientras esta se agarraba con las piernas a la cintura del griego mientras seguían fornicando, siguieron a Karakal.

En las laderas del monte Hategh-Kla, un ave de trueno cayó atravesada por la espada. Otro más había caído. Muchos más habían de caer...