Un tie-in de Thunder-verse.
Cortatormentas no corta
El Señor de las
Tormentas blandió la espada con lo que pensaba era un gesto épico y
heroico pero que, en realidad, le hacía parecer un memo con un trozo
de metal afilado. La hoja cayó con fuerza pero sin estilo sobre su
objetivo y hendió la carne morena, seccionando el torso casi hasta
la mitad. Cortatormentas seccionaba hueso, músculos y tejidos como
si fuera un cuchillo caliente atravesando mantequilla. El movimiento
finalizó de forma poco elegante cuando el señor oscuro extrajo de
forma chapucera la afilada hoja del cuerpo. En condiciones normales,
eso habría bastado para dar muerte a cualquier dios del trueno, pero
el objetivo del ataque, que había permanecido inmóvil y mirando con
una mezcla de incredulidad, sorpresa y hastío. Mientras tanto, algo
más separado, Loki se tapaba la boca y los hombros le temblaban
mientras trataba de contener la risa.
Cuando el Señor de las
Tormentas se dio cuenta de que su ataque había sido inútil, pues
nada más extraer la espada las heridas del dios se cerraron de
inmediato sin dejar cicatriz ni marca alguna. Aquello era la primera
vez que sucedía, todos los demás dioses del trueno que había
cazado hasta el momento habían caído a la primera estocada, pues
tal era el poder de Cortatormentas, pero este dios de la tormenta que
se erguía molesto y aburrido ante él había recibido un corte que
habría matado a cualquiera. ¡Pero seguía ahí, de pie, como si no
hubiera pasado nada! ¡Era la primera vez que fallaba la espada!
Desconcertado, el Señor de las Tormentas observó cuidadosamente al
dios: era alto y atlético, de piel morena, ataviado con un faldellín
de lino y su cabeza era de burro. Lamentablemente, los conocimientos
de mitología y leyendas del Señor de las Tormentas era algo mayores
que los que poseía de física cuántica, y, como buen estadounidense
que se precie de patriotismo, todo aquello que se hallaba más allá
de las fronteras de su país era indefinido y de importancia
secundaria. Ambos factores combinados tenían el efecto de no saber
localizar Egipto en un mapa y que le resultara imposible identificar
la nacionalidad y atributos de aquel dios que tenía delante. Por su
parte, Set, que se estaba hartando de aquel sujeto esmirriado y
fatuo armado con una espada que le superaba, le lanzó una mirada
asesina a Loki, que ya no pudo aguantar más y comenzó a reír a
carcajadas mientras se caía al suelo ya que no podía mantenerse en
pie. Ante lo ridículo de la situación, y viendo que el nórdico no
parecía de mucha ayuda, el Señor de las Tormentas exclamó:
-¡No puede ser!
¡Cortatormentas no había fallado hasta ahora! ¡Deberías estar
muerto, como los demás dioses del trueno! ¿O acaso no eres un dios
de la tempestad, como me había dicho Loki?
Set se llevó la mano a
la cabeza en gesto de exasperación. No podía creer lo idiota que
podía resultar el sujeto este. Desde luego Loki había escogido a un
primo bien tonto para caer de esa forma tan burda, un auténtico
ignorante en cuestiones de mitos. Como ya no tenía ganas de seguir
soportando a ese energúmeno, Set habló con una voz que era el
rugido del viento:
-Yo soy Set, el egipcio,
dios ctónico, dios de la fuerza bruta, de lo tumultuoso, lo
incontenible. Soy el señor de las tinieblas y de aquello que no es
bueno, dios de la sequía y del desierto. Soy patrón de la guerra y
la violencia, enseñoreo la producción de los oasis, y soy dios de
las tormentas, ¡pero de las tormentas de arena, mentecato! ¡No soy
un dios como los que cazas con esa espada, que sólo absorbe el poder
sobre el trueno y el rayo!
Deseando perder de vista
a aquel sujeto, Set se dio la vuelta y se alejó de allí. Loki,
mientras, logró recuperar en parte el control sobre sí mismo y se
felicitó por la broma que le acababa de gastar al idiota con el que
trabajaba.
Problemas de despacho
-No creo que Brontes esté
de muy buen humor. Está que se sube por las paredes desde que
llegaron esos amigos suyos, el griego salido y el borracho nórdico.
El profesor Seabury
Pickman asintió ante la afirmación de Welcome. Sabía que tenía
razón, pero aún así, tenía que hablar con Brontes sobre la
planificación del seminario que iban a dar en conjunto el mes
siguiente sobre los dioses ctónicos griegos y los mitos de la grecia
pre-clásica. Últimamente había estado muy ocupado con los exámenes
y revisando algunos aspectos de su monografía sobre la influencia
cultural de algunos dioses y primigenios en la literatura y las artes
durante el siglo XX. Pero no podía seguir retrasando la charla con
Brontes, por lo que, sabiendo que Zeus solía parar mucho por el
despacho del cíclope y que Welcome era capaz de meter en cintura al
pervertido culturista de barbita rizada, decidió llevársela con él
por si acaso.
-Que yo sepa, tu eres la
única que se ha resistido a los “encantos” de Zeus, que parece
querer hacerte la competencia en cuanto a lista de amantes en la
Miskatonic.
-Es que mucha gente se
deja llevar por la moda del momento, y confunde el morbo con el
interés. A la mayoría de los que se tirado el griego ese mientras
ha andado por aquí luego no ha querido saber nada, y, por lo que me
han contado, es mucho ruido y pocas nueces. Tanta lista de amantes en
la mitología y tanto presumir, y luego no es para tanto. Es lo que
pasa, mucho morbo con eso de follar con un dios y luego te encuentras
que es tan egocéntrico que sólo piensa en el placer propio y no en
complacer a su pareja. Por eso, como me lo veía venir, le dejé las
cosas claras.
-Sí, eso he oído, le
plantaste un buen rodillazo en la entrepierna.
Welcome se encogió de
hombros con gesto de indiferencia, como si no hubiera hecho nada
especial, pero la sonrisa y la expresión de orgullo de su cara
desvelaban que, en realidad, se había quedado muy satisfecha con
aquello. Entonces se percató de que ya habían llegado al despacho
de Brontes. El profesor Pickman llamó antes de abrir. Sabía que
Brontes, cuando no estaba, cerraba su despacho, y cuando estaba, a
veces estaba tan metido en su trabajo (fuera el que fuera), que se
abstraía y se desconectaba del mundo. Por ello, Seabury no tuvo
reparo en, tras comprobar que la puerta no tenía echada la llave,
abrir y entrar junto con Welcome. Sin embargo, lo que encontró
dentro no fue ni mucho menos lo que se esperaba. No sólo Brontes
estaba ausente, sino que, en su lugar, una estudiante desnuda se
hallaba masturbándose, muy concentrada en su tarea y con expresión
de gozo. Seabury y Welcome se quedaron boquiabiertos ante el
espectáculo que se desarrollaba ante ellos.
Welcome no tardó en
cambiar su expresión por una sonrisa lasciva y se encogió de
hombros en un gesto de “Ya que me lo ponen en bandeja, ¿por qué
no?” y ni corta ni perezosa, comenzó a desvestirse para mayor
sorpresa del profesor que no sabía donde mirar y como reaccionar.
Cuando la estudiante que se estaba dedicando a la autosatisfacción
se percató de la presencia de los dos recién llegados, les hizo un
gesto afirmativo y se acercó a ellos insinuante. Seabury ya no sabía
donde meterse, y cuando quiso darse cuenta, la puerta del despacho se
cerró. Y lo que sucedió dentro del despacho de Brontes, dentro se
quedó.
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