sábado, 31 de enero de 2015

Tronados

Un tie-in de Thunder-verse

-No, Bill, tranquilo que tu no tienes que preocuparte... Ya lo sé, Bill, descuida. esto no debería afectarte... No, técnicamente no eres un dios del trueno... Mira, Bill, ya te lo he dicho, tu eres un ciborg alienígena con un martillo encantado, tu entras más en la categoría Héroe Cósmico. Además, ni te imaginas la que tendríamos que liar para poder abrir un portal a ese universo en el que vives. Eso sería más difícil que organizar el próximo crossover Marvel/DC... De todas formas, no te preocupes, se que podemos contar contigo, y, en caso de necesidad, si no hay otra, me pondré en contacto con Yog-Sothoth y veremos que se puede hacer... Bueno Bill, como siempre, un placer hablar contigo, pero tengo que dejarte que no te imaginas la que tengo aquí liada... Sí, bueno, ya te contaré por ElderGodBook, nos vemos. Adios...

Brontes colgó el teléfono movil y se llevó las manos a la cabeza exasperado. Sabía, al igual que todos los demás dioses del trueno, que algo que les afectaba directamente se estaba forjando. Era como un picor creciente que no puedes rascarte, y le estaba causando un malestar y una inquietud poco provechosas para alguien que tiene que tratar de dar clases sobre como aplicar principios de ingeniería y geometría interdimensional a una clase de alumnos que se sienten como si tuvieran que fumarse un porro para comenzar a entender lo que les están explicando. Alguien había destapado la caja de los truenos (ja, ja, ja), todos los dioses del ídem parecían haberse vuelto locos y ElderGodBook, la red social de los primigenios y otras deidades bullía con noticias, rumores y peticiones de información. Para colmo, por alguna razón, muchos creían que, fuera lo que fuera a pasar, estaría centrado en la Universidad Miskatonic, donde estaba, quien si no, el tonto del pueblo, Brontes. Por suerte algunos de los más folloneros o excitables aún no habían acudido a Arkham, aunque si había recibido un par de visitas poco deseables y, para colmo de males, le había tocado calmar por teléfono a Bill Rayo Beta, de ese extraño universo llamado 616. Por el momento no se habían producido graves molestias, y había logrado evitar cabrear demasiado a los Pickman, aunque nunca se sabía por donde podía saltar la liebre.

Abandonó su despacho y se dirigió hacia La Llave y la Puerta, donde había logrado que se alojaran sus dos "visitantes", a los que no le hacía mucha gracia ver. A fin de cuentas, con todos los dioses del trueno que hay, ¿por qué precisamente tenían que haber venido esos dos? Comenzó a caminar despacio tratando de retrasar el momento, pero, una premonición decidió acercarse corriendo temiendo que pasara alguna desgracia. Tal y como imaginaba, nada más entrar por el vestíbulo se encontró con una imagen que, por desgracia, no le extrañó: Welcome estaba hablando con un culturista de barba rizada embutido en un caro traje de marca y la expresión de la rubia era más fiable que un alarma de bombardeo a la hora de saber que se estaba gestando un monumental cabreo de consecuencias nefastas. No tardó mucho en pasar lo que Brontes se estaba temiendo: la joven le soltó un tremendo rodillazo en la entrepierna que dejó a su interlocutor caído en el suelo comprendiendo el significado de la expresión "todo el dolor del mundo", en este caso un mundo muy concentrado. El profesor hizo una mueca y se acercó a la estudiante que se disponía a repetir su acción en caso de que el pesado aquel intentara de nuevo ligar con ella.

-¿Qué ha pasado?
La chica le miró airada y respondió:
-Nada, que aquí el barbitas este ha intentado ser condescendiente conmigo y se pensaba que me iría a la cama con él con ese rollo suyo de dios del trueno griego. Como lo vuelva a intentar le voy a hacer una demostración del sexo griego con una tubería de desagüe...
-Ok, ven conmigo, y vamos que tengo que buscar al otro dios del trueno y tu ayuda me vendría muy bien.
-¿Quién es? ¿otro tipo sobrevalorado y arrogante?
-Ejem... Lamentablemente sí, y si a este le quieres aplicar el mismo tratamiento que a Zeus, te lo sujeto personalmente...

Welcome sonrió horriblemente y se fue con Brontes en busca del otro dios del trueno. No les costó mucho dar con él, borracho perdido en un bar, rodeado de estudiantes que hacían apuestas sobre si sería capaz de seguir bebiendo. Thor de los Truenos, dios nórdico de la tempestad y el clima, parecía ser capaz de beber sin límite mientras agarraba a una mujer con cada brazo. Brontes y la chica se acercaron al ebrio vikingo y comprobaron que, pese a que en sus venas en esos momentos habría más alcohol que sangre, estaba "en buenas manos", o al menos tan cerca del coma etílico que no daría problemas durante bastante horas. El griego lo dejó con sus cosas e invitó a Welcome a acompañarle a tomar algo esperando que no sucediera nada demasiado grave en lo que quedaba de día y que, fuera lo que fuera que se estaba preparando, no tardara mucho.

jueves, 29 de enero de 2015

Cortatormentas: La piel del Shantak

Camino a Thunder-verse (parte 3)

El Herrero Mentiroso aún no había acabado su trabajo. Cortatormentas ya estaba completada, su hoja forjada, su empuñadura tallada y montada, pero aún necesitaba llevar la espada dentro de un grueso fardo que pudiera contener su terrible filo. Para ello, necesitaba una vaina, fabricada con el cuero de una nueva criatura a la que debía dar caza. ¿Qué ser proporcionaría una piel lo bastante resistente como para poder contener el poder de aquella arma? El artesano conocía muchas criaturas de las Tierras del Sueño, y no tardó en pensar en una que cumpliría perfectamente los requisitos: el pájaro Shantak. Pero para cazar aquella criatura debía buscar en las montañas o en la terrible Meseta de Leng, donde hallaría seguro a un ejemplar, siempre lejos de donde moran los ángeles descarnados de la noche, a quien los pájaros Shantak temen.

Cabalgó con decisión hacia la terrible llanura, la maldita Meseta de Leng, donde arañas purpúreas y gigantes tejen sus redes, donde habitan las tribus de sus semihumanos moradores, donde, en un solitario monasterio mora un sumo sacerdote que cubre su rostro con un velo amarillo. No deseaba cruzar su destino con tan poco deseables seres, ni llamar la atención de las terribles arañas, entre las que se hallaban las semillas de Atlach-Nacha, uno de cuyos retoños había viajado al mundo de la vigilia para trabajar en Arkham, en La Llave y la Puerta, la criatura conocida como Arak'nek. Pero debía cazar un Shantak y nada le disuadiría de su objetivo.

El destrero negro del Herrero Mentiroso avanzaba sin descanso, poseído por una fuerza y resistencias más allá de toda medida, cruzando los helados páramos que le condujeran hacia su destino, la terrible Meseta de Leng. Sus cascos tronaban, dejando tras su paso un rastro ígneo, impulsado por las ansias de su jinete de cazar a un pájaro Shantak. Y fue al adentrarse en la execrable altiplanicie cuando avistaron en la lejanía la inconfundible silueta de la que iba a ser su presa. El Herrero Mentiroso se ajustó los auriculares y encendió su reproductor MP3, poniéndolo en modo de reproducción aleatoria. Mientras los primeros compases de "La cabalgata de las Valquirias" de Wagner comenzaron a sonar, sonrió con torvo ademán, embrazó el escudo y empuñó la Lanza que ya había usado para dar muerte a un Gnoph-Keh. Una bestia como el pájaro Shantak no merecía una muerte menos digna, tal criatura caería bajo la punta de su terrible arma.

Cuando el ser alado dejó de ser un mero atisbo en el horizonte, el Herrero Mentiroso espoleó a su caballo, quien, con un poderoso salto, comenzó a correr sobre el aire, alzándose hacia la criatura. El pájaro Shantak chilló su desafío ante el atrevido jinete, quien no se arredró frente a la mole de su adversario. Se trataba de una criatura que no era ni pájaro ni murciélago, sino un monstruo que reunía características de ambos. Grande como un elefante y con una cabeza equina, carecía de plumas como las aves, pues estaba cubierto de resbaladizas escamas y sus alas eran como de cuero. Por un momento el Herrero Mentiroso pensó en el Wyvern, el Guiverno o dragón heráldico, y sospechó que dicha criatura se basó en la visión de uno de estos terribles pájaros Shantak.

Mientas Wagner atronaba en sus oídos, el Herrero Mentiroso cargó contra el ser. Se estableció una lucha de titanes en el aire, un duro enfrentamiento entre el gigante alado y el jinete cuya montura aun en el aire dejaba el rastro ígneo de sus pisadas. El pájaro Shantak trataba de herir con sus garras al caballo o morder al esforzado guerrero, mientras el Herrero Mentiroso buscaba un punto débil donde hundir su lanza. Tras una feroz dogfight, ambos combatientes se separaron y se observaron mutuamente, tratando de hallar la forma de dar rápido fin a la lucha. El guerrero nórdico, con el escudo roto y la furia de la batalla clamando en su sangre, tras medir las fuerzas de su rival, decidió por fin cual sería la estrategia que le llevaría a la victoria sobre el monstruo. Sin darle tiempo a reaccionar, espoleó su caballo y cargó nuevamente, esquivando por poco las garras de su adversario mientras atacaba con la lanza a las membranas de las alas. De esta manera, impedido para volar, el pájaro Shantak trató de aterrizar en el suelo, lo que le dejó indefenso frente a su adversario. Éste aprovechó este momento para abalanzarse sobre su presa y hundir su arma en el ojo de la criatura, dándole muerte.

Tras finalizar la lucha, sólo quedaba desollar a la bestia y curtir su cuero para elaborar la vaina de la espada. Una vez realizada esta labor, debía volver a Ulthar para, allí, consagrar la hoja para que así obtuviera todo su poder. Cortatormentas estaba casi finalizada.

sábado, 24 de enero de 2015

El crimen del Becario

Basado en "El crimen del Tío Bonifacio" de Guy de Maupassant.

Tarde o temprano el Becario de la Fundación Wilmarth tendría que volver a La Llave y la Puerta, y ese momento había llegado. Se había sometido a un tratamiento intensivo psicológico para superar su terror a las arañas, y, finalmente, se hallaba preparado para adentrarse en la temida residencia universitaria donde aquel monstruo se le apareció y le resultó inútil la piedra estrella que le habían dado como protección. En esta ocasión no debía tener problema alguno. Tan sólo tenía que entregar unos informes en mano en el despacho de Harvey Z. Pickman, por lo que evitaría los sótanos y otras zonas igual de inquietantes del edificio.

Mientras avanzaba por los pasillos, caminaba a paso ligero pero tranquilo, pese a que de vez en cuando aún tenía un estremecimiento cuando escuchaba un sonido que no lograba identificar en un primer momento. Pero todo era normal, los ruidos propios de una residencia universitaria, con los estudiantes dedicados a sus asuntos. Sin embargo, al pasar por delante de una puerta se detuvo. Aquello no podía ser normal, de hecho, resultaban bastante alarmantes los sonidos que estaba escuchando y se temía lo peor. Aterrorizado, sin saber que hacer, pues en la habitación se estaba cometiendo un crimen por los ruidos que escapaban de la misma, decidió ir en busca de ayuda y salió disparado por el pasillo en la dirección que pensaba le dirigiría lo más rápido posible hacia la recepción, donde encontraría auxilio.

Sin embargo, en su loca carrera no escuchó los gorjeantes silbidos que emitía Arak'nek mientras se dedicaba a limpiar los cristales de las ventanas, por lo que, al doblar la esquina a toda velocidad, se dio de bruces contra la araña. El tropezón hizo que ambos cayeran al suelo formando una bola de cuerpos y extremidades que rodó hasta detenerse mientras el Becario gritaba como un poseso, en pleno ataque de histeria provocado por encontrarse de nuevo con el terrible monstruo con el que tuvo el primer y fatídico encuentro. Arak'nek, sorprendida por el choque y alarmada por los gritos del sujeto, logró quitárselo de encima y tratar de entender lo que estaba pasando:

-Pero vamos a ver, alma de Dios, ¿qué narices te pasa para que estés gritando como un loco y corriendo por el pasillo? ¿No ves que así te puedes hacer daño?

El Becario, ante las palabras de la araña y acudiendo al condicionamiento adquirido durante su tratamiento psicológico, se dio cuenta de que, tal vez, la criatura fuera la mejor ayuda que podía obtener antes de que fuera demasiado tarde. Una vez que había logrado recuperar el aliento y calmarse lo suficiente, trató de explicar lo sucedido:

-¡Un crimen! ¡Están matando a una chica en una de las habitaciones! ¡La he oído gritar y gemir de dolor! ¡Debemos darnos prisa y rescatarla antes de que la maten!

Arak'nek, sorprendida ante esta revelación, se armó con el limpiacristales y un trapo y se lanzó corriendo con el Becario tras ella indicándole el camino. Cuando finalmente llegaron hasta la puerta, Arak'nek se detuvo unos instantes antes de entrar. Esa puerta en concreto le resultaba familiar. Agudizando sus sentidos trató de escuchar con atención los sonidos que salían de la misma y le pareció identificar una serie de palabras y expresiones que no daban lugar a dudas sobre lo que estaba pasando dentro. Ciertamente había una mujer gritando, y ciertamente se escuchaban también gemidos, pero la actividad que los estaba produciendo era algo muy diferente a lo que el Becario había temido.

-Así que la están matando, ¿no?... Hijo, esta es la habitación de Welcome, y no está precisamente sufriendo.

El Becario tuvo unos momentos de incomprensión hasta que finalmente cayó en la cuenta de lo que estaba pasando y se puso colorado de vergüenza. Arak'nek, notando que Welcome ya acababa, decidió llamar suavemente. No tardó mucho en abrirse la puerta y salir la joven desnuda, cubierta tan solo con una bata y un juguete sexual en la mano todavía húmedo y los miró sorprendida.

-¿Qué pasa?

A lo que Arak'nek, para mayor vergüenza del Becario le respondió aguantando la risa:

-Nada mujer, el crimen del Becario, que no distingue unos gritos de otros.

Ante la expresión desconcertada de la estudiante y el sonrojo del Becario, Arka'nek comenzó a reírse a carcajada limpia. El crimen del Becario, desde luego no caería fácilmente en el olvido.

lunes, 19 de enero de 2015

Cortatormentas: El cuerno del gnoph-keh


Camino a Thunder-verse (parte 2)

A través de los páramos congelados, cubiertos de nieve y hielo del norte de las Tierras del Sueño, en lo que en un tiempo fue la antigua Lomar, civilización conquistada y destruida de la que tan sólo quedan ruinas, cabalgaba un poderoso destrero negro. Cubierto de pieles, con un fardo de forma alargada y un escudo a la espalda, el Herrero Mentiroso cabalgaba por entre los escasos restos de la olvidada Lomar, cerca de la frontera entre los mundos de la vigilia y onírico. Sabedor de que una ruta equivocada lo llevaría hasta las tierras de Groenlandia, el jinete guiaba con firmeza su poderoso corcel siguiendo el rastro de la criatura que estaba acechando para darle caza. La persecución duraba ya demasiado, pues la criatura era terrible y poderosa, pero también estaba perfectamente adaptada a su medio y había logrado esquivar a su perseguidor en múltiples ocasiones sin ser plenamente consciente de la caza a la que estaba siendo sometida. Pero el Herrero Mentiroso era pertinaz, no estaba dispuesto a darse por vencido. Por ello, continuaba la búsqueda, dispuesto a llegar hasta el final.

Su tesón tuvo recompensa, pues finalmente logro atisbar su enorme mole, un coloso blanco, un descomunal oso polar de seis patas, con un cuerno de narval en medio de su frente, un gnoph-keh. La criatura se alzó sobre sus extremidades traseras y rugió su desafío al jinete, que notaba como la temperatura comenzaba a descender rápidamente y una ventisca comenzaba a dar señales de formarse. Debía actuar con prisa, pues la criatura, tal vez por mediación de Ithaqua o del terrible Ran-Tegoth, podía invocar los vientos helados del norte en su beneficio, lo que podría conducirle a la muerte y al fracaso en su misión. Por ello, descargó el fardo de su espalda y lo desenvolvió parcialmente para extraer una lanza que tomó, ignorando la hoja de Cortatormentas, también guardada en el hato que volvió a cerrar y colgar. Embrazó el escudo y conectó el reproductor MP3 para que la música que surgiera en sus oídos le indicara el mejor modo de actuar contra la bestia blanca. Cuando las primeras notas del O Fortuna de la ópera Carmina Burana comenzaron a sonar, el Herrero Mentiroso sonrió. No era su papel habitual, pero debía luchar como un Héroe. Embrazó el escudo, preparó la lanza y cargó contra el monstruo de seis patas.

La lanza, un asta de dos metros y una punta metálica, un arma sencilla y de longeva historia, pues aquella en concreto era un símbolo, una reliquia consagrada para tres pueblos, tres religiones. La lanza de Lud hijo de Heli, el rey celta pre-romano que fundó la ciudad de Londres, la lanza de Odin, el dios nórdico que se sacrificó a sí mismo, colgando de Yggdrasil con una lanza clavada en el costado, la lanza de Longinus, el soldado romano que, según algunas tradiciones, clavó su arma en el costado de Jesús crucificado. Tres lanzas, un mismo símbolo para celtas, germanos y nórdicos y cristianos, una reliquia de poder otorgado por la creencia y la leyenda, esa era el arma empuñada por el Herrero Mentiroso mientras cargaba con su terrible montura contra el demoniaco habitante de los páramos congelados.

Cuando el choque se produjo fue de una violencia inusitada, pues el gnoph-keh se había alzado sobre sus extremidades posteriores y amenazaba con sus poderosas garras, en medio de la ventisca creciente, al atrevido héroe que le atacaba. Pero el Herrero Mentiroso era astuto y, pese a no ser una de sus características más conocidas, también era un hábil guerrero. Conduciendo a su caballo con maestría, logró acercarse lo suficiente a la criatura como para arrojar con precisión insospechada su lanza y esquivar las terribles garras de la bestia. El habitante de los hielos, sorprendido por el movimiento de su adversario, percibió demasiado tarde que el arma había quedado profundamente clavada en su torso, atravesando la gruesa piel, las capas de grasa y músculo, para quedar firmemente hundida en su poderoso corazón. Pese a su brutal constitución, el ser cayó y, al morir, la ventisca comenzó a disiparse. Cuando el viento se calmó, el Herrero Mentiroso se aproximó a la criatura y, usando la propia Cortatormentas, de un tajo seccionó el cuerno del monstruo. Con el marfil del mismo haría una empuñadura digna de la poderosa espada que había forjado. Satisfecho por haber conseguido lo que buscaba, partió en busca de su próximo objetivo.

jueves, 15 de enero de 2015

Cuando los despertadores fallaron

Un tie-in de Thunder-verse


Nadie sabía de donde surgió la tormenta. Los meteorólogos estaban sorprendidos, pues la tempestad pareció surgir de la nada, formándose rápidamente y cubriendo toda Arkham con un remolino de nubes negras preñadas de una lluvia que no tardó en desatarse sobre la ciudad y un fuerte aparato eléctrico. Los truenos eran terribles, durante los primeros minutos los rayos se contaban por decenas, cubriendo las nubes y la ciudad con una extraña iridiscencia con cada descarga. La fuerza de aquel vórtice ciclónico era anormal y sus consecuencias fueron más allá de lo esperado. Además de los daños causados por la caída de los rayos, se produjo un apagón que sumió la población en la oscuridad, tan sólo iluminada por los relámpagos, pero, como extraño efecto secundario, todas las baterías y pilas se quedaron de improviso sin carga, agotadas, como si alguna ignota fuerza las hubiera vaciado de energía. Durante la tormenta, en La Llave y la Puerta, Brontes se removía inquieto en su cama, atormentado por una pesadilla que le impedía descansar plácidamente. En su delirio onírico, el dios del trueno percibió algo que le hizo despertar aterrado con un alarido que se escuchó por todo el edificio y parte del campus y los alrededores. Las imágenes de su desvarío, del terror que le había atormentado, se desvanecieron rápidamente de su mente, pero permanecía la sensación de una presencia extraña, un dios con desconocidos propósitos, y una espada que se estaba forjando. Un nombre se asentó fuertemente en su mente: Cortatormentas. Por alguna razón, la creación de ese filo parecía estar provocando una desestabilización en los niveles energéticos de los continuos espacio-temporales y causando alarmantes y caótica fluctuaciones en el dominio de las tormentas por parte de las deidades que las incluían en sus ámbitos de poder. Estremecido, Brontes se levantó para ir a vaciar la vejiga y volvió a acostarse, esperando que los acontecimientos de esa noche no tuvieran nuevas consecuencias. Se equivocaba.

Brontes prefería, con mucho, enfrentarse a Harvey Pickman en modo berserker, plantarse ante una estampida de elefantes, visitar a Azathoth en su corte, antes que recibir una furiosa arenga por parte de Anna Pickman. Y eso era precisamente lo que estaba haciendo. La medium de la familia estaba tremendamente cabreada, en un estado que se podía definir como “tormenta perfecta”, y con razón. La tempestad nocturna con sus extrañas consecuencias había provocado que el grueso de estudiantes, que se habían acostado tarde estudiando para los exámenes del día, se hubieran quedado dormidos al no sonar sus despertadores ni las alarmas de sus móviles, ya que todos se habían quedado con las pilas y baterías agotadas. ¿Y a quién ibas a llamar en ese caso? Al tonto del pueblo, a Brontes, el dios del trueno. ¿No se había provocado todo por la tormenta nocturna? ¿No era todo acaso un follón provocado por la falta de electricidad, por un fallo de energía? Pues nada, adivina a quien le tocaba solucionar el follón. Con la cabeza retumbando tras sentir la furia pesadillesca de Anna, Brontes trató de idear algún plan de contingencia para el problema que no era precisamente pequeño: Había que despertar, vestir y enviar a las aulas para que se examinaran a tiempo a más de un centenar de alumnos profundamente dormidos. Con Anna pegado a él mirándole con expresión furiosa, el dios tuvo un momento de inspiración que le llevó a la carrera a buscar a Unglaublich, el servidor de los otros dioses residente.

Cuando Brontes le explicó el plan que había ideado, la protoplásmica masa del ser, que había adoptado temporalmente el aspecto de una especie de sapo de cuyo lomo surgían hordas de zarcillos, se sorprendió tanto ante lo osado del mismo que, durante unos instantes, su cuerpo se removió en una plasticidad informe y ameboide hasta que logró recuperar el control y adoptar de nuevo la forma batracia. De algún ignoto rincón de su cuerpo extrajo una flauta de pan (por alguna razón, Unglaublich coleccionaba flautas), y se dispuso a poner en marcha el plan de contingencia del dios.

Anna, quien finalmente había decidido echarles una mano, y el griego junto con el multiforme flautista, comenzaron a recorrer las habitaciones de la residencia, aprovechando las capacidades teleportadoras de Unglaublich. Como un tornado de tres individuos, usaban la llave maestra de Anna para entrar en una habitación, meterle una pastilla de cafeína al/la estudiante para despertarlo, vestirlo a toda prisa y de cualquier manera y pasar a la siguiente habitación. Por el camino, encontraron prácticamente de todo: nerds fanáticos de las ciencias, obsesos del ocultismo, parejas que habían pasado de estudiar a realizar actividades más aeróbicas en la cama y se habían quedado dormidos juntos y desnudos, habitaciones forradas de fotos de mujeres desnudas bajadas de internet e impresas, habitaciones pijas que daban auténtica grima, a Welcome dormida con un short y una camiseta en una pose más bien poco digna, estudiantes que se habían quedado dormidos sobre los libros, y todo tipo de fauna que puede hallarse en ese ecosistema conocido como “universidad”. Cuando hicieron todo el recorrido, se teleportaron a la sala desde donde se controlaba el sistema de megafonía de la residencia, instalado por Summanus y que el dinosauroide, por alguna extraña razón, había enganchado con el sistema de megafonía de la Miskatonic. Aunque usualmente no se utilizaba salvo para algún simulacro de incendio o para poner hilo musical durante alguna fiesta o evento, en esta ocasión se le iba a dar un uso bien distinto. Unglaublich, con su flauta de pan, comenzó a tocar una extraña y alienígena melodía destinada a entrar por los oídos y conectarse directamente a los centros motores del cerebro humano, por lo que la horda zombi de estudiantes recién despertados y aun somnolientos se puso en marcha como un único cuerpo y comenzaron a avanzar tambaleándose al unísono, como si estuvieran poniendo en práctica una coreografía que resultaba sospechosamente familiar. Tan familiar como la melodía que interpretaba el servidor de los otros dioses, que a Anna le pareció una extraña versión de “Thriller” de Michael Jackson y cuyo baile parecían imitar los estudiantes.

De esta curiosa manera, la horda zombi universitaria surgió de la residencia como una maraña de cuerpos adormilados con los calzoncillos en la cabeza, las bragas sobre los pantalones, sujetadores colgando de los brazos, camisas con los faldones fuera, jerséis puestos del revés y demás desastres indumentarios. Avanzaban bailando y tambaleándose en dirección a las aulas, donde los sorprendidos profesores los veían entrar y tomar asiento sin ser muy conscientes de lo que sucedía. Cuando el último de los estudiantes había llegado a su lugar, Anna pudo respirar tranquila y felicitar a Brontes y Unglaublich por su excelente actuación. Tan sólo esperaba que no volviera a repetirse otra vez semejante problema, pero, con la experiencia que tenía en aquella loca universidad, esperaba cualquier cosa.

martes, 13 de enero de 2015

Cortatormentas: La forja de la Espada


Camino a Thunder-verse (parte 1)

Desde el norte llegó el Herrero Mentiroso, montado en su destrero negro, poderoso corcel cuyos cascos sacaban chispas del camino y sus huellas ardían como el fuego. Hizo su entrada en Ulthar, donde una antigua ley prohíbe hacer daño a los gatos, en donde los felinos le observaron con expresión desdeñosa. Se detuvo en la fragua del herrero, y, tras una breve conversación, la alquiló durante unos días para su uso personal, pagando con añejas monedas de oro al sorprendido artesano. Durante el primer día, revisó su nuevo dominio, y recibió las visitas de los habitantes del pueblo, que sentían curiosidad por aquel extraño visitante vestido a la manera de los lobos del norte, los hombres de Septentrion que aterrorizaron Europa durante la Edad Media, los vikingos. El Herrero, mientras recibía un cargamento de un extraño metal que resultaba desconocido para los habitantes de Ulthar, los recibió y habló con todos y cada uno de ellos. Para las mujeres tenía palabras de elogio, para los hombres gestos de apoyo, pero sólo a dos trató en privado y de lo que se dijo en esos encuentros nada trascendió.

Se reunió a solas primero con el General de los gatos de Ulthar, cuya autoridad sobre los felinos de las Tierras del Sueño era indiscutible. Habló largo y tendido con él y cuando abandonó la fragua, se hallaba estremecido e inquieto. Pero las peludas mascotas del pueblo no evitaron la herrería durante el periodo que estuvo ocupada por el extraño artesano, que, aunque cerró las puertas a todos cuando empezó su trabajo, siempre dejaba alguna abertura para que los gatos pudieran pasar. Fue visitado después por Atal, sumo sacerdote de los Grandes Dioses de la Tierra, cuyo maestro fue Barzai, abducido por los Otros Dioses cuando trató de desafiarlos. Y el anciano de luenga barba abandonó la fragua inquieto, tras lo cual pasó varios días sumido en la ebriedad, tratando de olvidar los secretos y revelaciones que le había desvelado el Herrero Mentiroso.

Y fue a partir del segundo día que la fragua fue cerrada, con tan sólo una abertura para que los gatos pudieran visitar al artesano. El Herrero Mentiroso contemplaba con atención el fuego y el crisol en el que el material que iba a usar se fundía y, con gesto distraído, enganchó el reproductor MP3 de su cinturón, se puso los auriculares y conectó la reproducción aleatoria de su lista de canciones. Mientras vertía el metal líquido en el molde, comenzaron a sonar, poderosas y terribles, las primeras notas de Anvil of Crom, de Basil Polidouris. Sonrió, satisfecho, alzó el martillo y comenzó el trabajo. Aquel no era el yunque de Crom, pero serviría a sus propósitos. Trabajo el metal y le dio forma, utilizó conocimientos que sólo los dioses poseen, y durante el tiempo que allí estuvo trabajando, sólo los gatos fueron testigos de lo que allí sucedía, de como la forja de la Espada avanzaba.

El último día, las puertas de la herrería se abrieron, y el calor y el olor del metal caliente surgieron como una vaharada, una miasma ajena que se dispersaría por el pueblo. El Herrero Mentiroso, satisfecho con el trabajo que había realizado, surgió con el fruto de su esfuerzo envuelto en pesadas telas. La hoja de Cortatormentas había sido forjada, pero ese sólo era el primer paso. Era un hombre ocupado, tenía extraños lugares que visitar y monstruos que matar. Por el momento, su trabajo en Ulthar había finalizado.

miércoles, 7 de enero de 2015

Temporada de exámenes

Un extraño zumbido parecía perturbar la paz de la residencia estudiantil por antonomasia de Arkham, La Llave y La Puerta. Era la residencia estudiantil por antonomasia porque La Fundación Wilmarth se había dedicado a dinamitar las otras que había en la ciudad por haber encontrado evidencias de actividad primigenia, pero esa es otra cuestión. El zumbido había estado molestando a todos los habitantes de la residencia desde hacía media hora, aunque para ser exactos, molestaba más a unos que a otros.

Anna Pickman estaba intentando disfrutar de una película en la que salía David Bowie, pero desde que ese misterioso zumbido había aparecido, la imagen no hacía más que saltar en la pantalla de su televisor. Cuando estaba a punto de soltarle un sopapo a la tele (técnica harto conocida de arreglar cualquier entuerto electrónico), su puerta sonó como si la tocara alguien con miedo a molestar.

La joven se acercó a la puerta y abrió, encontrándose con un chaval con una cara de horror que parecía surgida de la ficción de un escritor de Providence. Algo le hacía pensar que, por hoy, no habría más David Bowie.

-Señora, perdone que le moleste, pero me han dicho que es usted cazafantasmas.

Anna torció el gesto, el chaval se percató de ello y tragó saliva sonoramente.

-Primero, no me llames señora... segundo, yo no soy cazafantasmas, aunque resuelvo entuertos paranormales.

-Eso, eso es lo que necesito -respondió el chaval pasándose la mano por la sudada frente -. Verá, mi hermano y yo estábamos estudiando para los parciales y... es que él se ha pasado todas las vacaciones yendo a fiestas y vagueando, así que no ha estudiado lo suficiente. Como tenemos los primeros exámenes encima, se puso muy nervioso y pidio ayuda a un colega de Kingsport, que le prestó un libro que contenía hechizos y...

Anna se temió lo peor al escuchar esto último. Esos inútiles seguro que habían convocado a algún bicho extradimensional y le tocaba a ella lidiar con la criatura... y después que Araknek limpiara los restos. ¿Es que estos estudiantes nunca aprendían? Para ir a una prestigiosa universidad que había realizado grandes descubrimientos científicos, la mitad de los estudiantes gustaban demasiado de jugar con lo arcano.

-¿Qué habéis invocado?

-No hemos invocado nada... mi hermano realizó un hechizo que decía que le haría absorber todo el conocimiento de cualquier sitio, y al principio fue genial, porque sólo con mirar sus apuntes ya se los sabía... pero después absorbió todos los libros y manuales que tenemos, y eso parece que no era suficiente, necesitaba más y más... y... bueno... venga y mire.

Anna hizo girar los ojos y siguió al chaval a los pisos superiores de la residencia, esperando que lo que allí se encontrara no fuera demasiado terrible y lo que vio le hizo comprender todo. En el pasillo del segundo piso varios estudiantes huían despavoridos de un joven que se movía de forma espasmódica, parecida a la que realizaría un monstruo de una película de terror de los '50. Todo en él parecía normal, salvo sus movimientos extraños... y que su cabeza se había empepinado y tenía la forma de una pera cuyo rabo estuviera en el cuello del joven. Parecía que el cerebro le estaba creciendo desmesuradamente por los conocimientos absorbidos, y ahora tenía agarrada a Welcome, de la que pretendía extraer todo lo que había aprendido. El dichoso zumbido que había estado perturbando a todo el mundo surgía de su cabeza.

-Por todos los dioses -dijo Anna -, ese estudiante se está convirtiendo en El Que Se Apropia De Los Conocimientos, una horrible criatura que absorbe todo el saber a su alcance y con él su cabeza crece y crece. No se detendrá a menos que haga algo para pararlo.

Welcome le atizó un patadón en la entrepierna al estudiante y éste la soltó, momento que aprovechó para salir disparada por las escaleras. El chaval se giró hacia Anna y olisqueó el aire. Anna sabía que estaba oliendo todo el saber que había encerrado en su cabeza, y que iría a por él. Se preparó y cuando el joven se lanzó corriendo hacia ella, le propinó una patada giratoria que había aprendido del Gran Maestro Chuck Norris y lo estampó contra la pared, donde quedó inconsciente. Esa patada era infalible.

-¿Y ahora qué? -le preguntó el hermano del interfecto.

-No te preocupes, ahora desinfectaré a tu hermano y evitaré su conversión en El Que Se Apropia De Los Conocimientos. Mañana por la mañana ven a mi oficina y te lo devolveré sano y salvo.

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Eran las ocho de la mañana cuando el hermano del pobre estudiante que había provocado el caos en la residencia el día anterior tocó en la puerta del despacho de Anna Pickman. Esta salió y, con una sonrisa, le explicó al joven cómo habían curado a su hermano.

-La única forma de detener la transformación en El Que Se Apropia De Los Conocimientos es hacer que el individuo se atiborre a información basura mediante una técnica que destruiría la mente de cualquier ser humano normal, pero este no era un ser humano normal, así que lo puse a ver todas las temporadas de Jersey Shore, California Shore e Innsmouth Shore en una pantalla de '40 pulgadas. En el hilo musical sonaba constantemente un disco de reggaeton en bucle. El profesor Seabury Pickman se ha quedado con él toda la noche estudiando la evolución de tu hermano y parece que ha mostrado una gran mejoría. Ahora lo traerá.

Apenas había terminado esta frase cuando Seabury Q. Pickman apareció por la puerta del  oficioso laboratorio en el que habían realizado la desinfección del estudiante. Miró con cara de indecisión a los dos y finalmente habló.

-La desinfección ha surtido efecto y no hay ni rastro de El Que Se Apropia De Los Conocimientos... pero me parece que han quedado algunos efectos secundarios de su proceso de curación.

-¿Qué efectos secundarios? -preguntó Anna.

Seabury hizo un gesto hacia el interior de la puerta dando a entender a quien estuviera dentro que saliera al pasillo, y lo que salió hizo que los ojos de Anna y del hermano del estudiante se quedaran como platos.

El alumno vestía un pantalón de chandal y una camiseta de tirantes que dejaba ver sus tersos y fuertes músculos, los cuales estaban bronceados y parecían brillar como si los hubiera embadurnado con aceite. En su brazo derecho llevaba un tatuaje tribal y en su cara podían verse una gafas de sol (aunque claramente estaban en el interior... y además ese día había amanecido nublado).

-No os preocupéis, los efectos secundarios durarán un par de días y después todo volverá a la normalidad.

El ¿estudiante? caminó como un gallito hacia Anna y su hermano, y dirigiéndose a ella dijo:

-Eeeey, cuerpooooooo ¿cómo estás? ¿Te apetece venir a la piscina con un hombre de verdad?

Antes de que pudiera responderle, le dio un cachete en el culo a Anna. Esta dio un brinco sorprendida... y después puso una cara que haría que hasta los seres más poderosos del universo se escondieran.

El ¿estudiante? fue a decir algo más, pero antes de que su boca produjera ningún sonido, Anna volvió a soltar la poderosa patada giratoria del Gran Maestro Chuck Norris, que lanzó al individuo disparado por el pasillo y atravesó la pared del fondo. Anna miró a Seabury y al hermano del chaval, que se había quedado petrificado y dijo:

-Caso cerrado.

jueves, 1 de enero de 2015

Aftermath


El silencio de las primeras horas de la mañana era prácticamente absoluto. Roto tan sólo por el canto de los pájaros en el exterior y el chasquido de los quelíceros de Araknek, la criatura-araña encargada de la limpieza y mantenimiento. Surgida del sótano como la pesadilla de un aracnofóbico, siempre le gustaba madrugar para comenzar pronto con su trabajo. Le gustaban esas fechas porque los estudiantes estaban ausentes en su mayoría, con raras excepciones como Welcome, y los jefes como mucho usaban tan sólo un salón para las celebraciones. Aún estaba enfadada por el caos que se organizó tras la cena de antes de Navidad, que, por supuesto, tuvo que limpiar ella. Pero se tomó una pequeña venganza en los días siguientes, haciendo limpieza general en los despachos y habitaciones de los culpables. Aun recordaba entre risas la expresión aterrada de El Que Legisla tras el Umbral al ver su oficina patas arriba. Con las cuatro manos en la cabeza y la boca abierta en un grito mudo, incapaz de vocalizar el horror cósmico que suponía para él semejante intrusión, parecía una extraña parodia de “El grito” de Munch.

Sin embargo, no había acabado todo. Era el día después de la noche de Fin de Año, y Araknek, sabiamente, había decidido tomar un descanso en su hogar en la Meseta de Leng, en la Tierra de los Sueños, donde, con su familia, se hinchó a comer Hombres de Leng. Como el tiempo no pasa igual en ambas dimensiones, Araknek aprovechó para tomar unas merecidas vacaciones durante unas semanas, de manera que al regresar al Mundo Vigil, sólo habían pasado unas horas y la noche estaba acabando ya. Y con las luces del alba haciendo su entrada en la residencia, decidió dar un paseo para hacer un repaso de la situación y ver que zonas iban a requerir más trabajo. Algo le decía que le esperaba una desagradable sorpresa y tuvo la intuición de dirigirse al salón donde se realizaban las celebraciones. El mal, cuanto antes lo afrontara, menos doloroso sería.

Se dirigió al trote hacia la gran puerta doble, que permanecía cerrada, y dudó unos minutos. Pero, finalmente, se armó de valor y accedió al interior del salón donde le esperaba una visión apocalíptica: Las mesas llenas de bandejas y platos con restos de comida, las copas medio llenas de cava, las botellas de alcohol vacías tiradas por todas partes, los adornos de la fiesta tirados en cualquier lugar, daban testimonio de un horror apocalíptico, de un caos desenfrenado, un pandemónium desatado, una vorágine de desorden, la némesis definitiva de Araknek. Y, dispersos por la sala, sumidos en el sueño de los justos, o al menos en el sueño de los muy borrachos y agotados por la juerga, cual grey estudiantil dominada por Hipnos tras una noche de fiesta y placer dionisiaco, se hallaban bacantes y sátiros reponiendo sus fuerzas en primordial reposo. Harvey Pickman, con la camisa manchada de vino y la corbata atada a la cabeza, reposaba su cabeza entre los pechos desnudos de Welcome, cuyo vestido había descendido desde arriba para acabar enrollado en torno a su cintura. En otro lado, Anna Pickman yacía medio tumbada en una mesa y con las piernas colgando en una pose poco digna, con la cabeza del caído Summanus en el suelo entre ellas. El dinosauroide, que se había vestido con una túnica ceremonial, parecía haber sido la pista de baile de una familia de comadrejas, tal era su desastrado aspecto. En otro lugar, sentados uno frente a otro, con los brazos entrelazados y las cabezas caídas, Seabury y El Que Legisla tras el Umbral yacían sumergidos en la inconsciencia etílica. Por su parte, la inmensa y musculosa figura del ciclópeo Brontes yacía cual coloso derribado con una corona de hojas de parra y ataviado a la manera de los antiguos griegos en una curiosa imitación de Dioniso roncando rítmicamente.

Ante esta dantesca visión, Araknek realizó su propia y particular imitación de “El grito” de Munch, horrorizada por lo que veía. Pero, ¿qué había pasado durante aquella noche? ¿Hasta que punto había llegado la juerga y la fiesta? ¿Acaso los durmientes lograrían recordar algo de la etílica sesión a la que habían sobrevivido? Tal vez nunca supieran que pasó exactamente y puede que eso fuera lo mejor.... ¿o no?