El silencio de las
primeras horas de la mañana era prácticamente absoluto. Roto tan
sólo por el canto de los pájaros en el exterior y el chasquido de
los quelíceros de Araknek, la criatura-araña encargada de la
limpieza y mantenimiento. Surgida del sótano como la pesadilla de un
aracnofóbico, siempre le gustaba madrugar para comenzar pronto con
su trabajo. Le gustaban esas fechas porque los estudiantes estaban
ausentes en su mayoría, con raras excepciones como Welcome, y los
jefes como mucho usaban tan sólo un salón para las celebraciones.
Aún estaba enfadada por el caos que se organizó tras la cena de
antes de Navidad, que, por supuesto, tuvo que limpiar ella. Pero se
tomó una pequeña venganza en los días siguientes, haciendo
limpieza general en los despachos y habitaciones de los culpables.
Aun recordaba entre risas la expresión aterrada de El Que Legisla
tras el Umbral al ver su oficina patas arriba. Con las cuatro manos
en la cabeza y la boca abierta en un grito mudo, incapaz de vocalizar
el horror cósmico que suponía para él semejante intrusión,
parecía una extraña parodia de “El grito” de Munch.
Sin embargo, no había
acabado todo. Era el día después de la noche de Fin de Año, y
Araknek, sabiamente, había decidido tomar un descanso en su hogar en
la Meseta de Leng, en la Tierra de los Sueños, donde, con su
familia, se hinchó a comer Hombres de Leng. Como el tiempo no pasa
igual en ambas dimensiones, Araknek aprovechó para tomar unas
merecidas vacaciones durante unas semanas, de manera que al regresar
al Mundo Vigil, sólo habían pasado unas horas y la noche estaba
acabando ya. Y con las luces del alba haciendo su entrada en la
residencia, decidió dar un paseo para hacer un repaso de la
situación y ver que zonas iban a requerir más trabajo. Algo le
decía que le esperaba una desagradable sorpresa y tuvo la intuición
de dirigirse al salón donde se realizaban las celebraciones. El mal,
cuanto antes lo afrontara, menos doloroso sería.
Se dirigió al trote
hacia la gran puerta doble, que permanecía cerrada, y dudó unos
minutos. Pero, finalmente, se armó de valor y accedió al interior
del salón donde le esperaba una visión apocalíptica: Las mesas
llenas de bandejas y platos con restos de comida, las copas medio
llenas de cava, las botellas de alcohol vacías tiradas por todas
partes, los adornos de la fiesta tirados en cualquier lugar, daban
testimonio de un horror apocalíptico, de un caos desenfrenado, un
pandemónium desatado, una vorágine de desorden, la némesis
definitiva de Araknek. Y, dispersos por la sala, sumidos en el sueño
de los justos, o al menos en el sueño de los muy borrachos y
agotados por la juerga, cual grey estudiantil dominada por Hipnos
tras una noche de fiesta y placer dionisiaco, se hallaban bacantes y
sátiros reponiendo sus fuerzas en primordial reposo. Harvey Pickman,
con la camisa manchada de vino y la corbata atada a la cabeza,
reposaba su cabeza entre los pechos desnudos de Welcome, cuyo vestido
había descendido desde arriba para acabar enrollado en torno a su
cintura. En otro lado, Anna Pickman yacía medio tumbada en una mesa
y con las piernas colgando en una pose poco digna, con la cabeza del
caído Summanus en el suelo entre ellas. El dinosauroide, que se
había vestido con una túnica ceremonial, parecía haber sido la
pista de baile de una familia de comadrejas, tal era su desastrado
aspecto. En otro lugar, sentados uno frente a otro, con los brazos
entrelazados y las cabezas caídas, Seabury y El Que Legisla tras el
Umbral yacían sumergidos en la inconsciencia etílica. Por su parte,
la inmensa y musculosa figura del ciclópeo Brontes yacía cual
coloso derribado con una corona de hojas de parra y ataviado a la
manera de los antiguos griegos en una curiosa imitación de Dioniso
roncando rítmicamente.
Ante esta dantesca
visión, Araknek realizó su propia y particular imitación de “El
grito” de Munch, horrorizada por lo que veía. Pero, ¿qué había
pasado durante aquella noche? ¿Hasta que punto había llegado la
juerga y la fiesta? ¿Acaso los durmientes lograrían recordar algo
de la etílica sesión a la que habían sobrevivido? Tal vez nunca
supieran que pasó exactamente y puede que eso fuera lo mejor.... ¿o
no?
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