El esperado final de Días del Futuro Chalado.
El equidna ciborg, aun
algo confuso por el salto cuántico temporal, ignoró las escaleras
para salir del sótano y deambulo sin rumbo fijo hasta entrar en uno
de los accesos a los túneles bajo la ciudad. Sus sentidos
incrementados habían detectado algo que identificó como una posible
fuente de ayuda.
Mientras tanto, Robert
había dejado su habitación para partir en busca de posibles
aliados, ya que Anna y Harvey no parecían demasiado convencidos.
Trató de recordar en quien podía confiar sin que le tomaran por
loco, pero no era fácil. En su futuro, Brontes había desaparecido,
Summanus había caído en la lucha contra los equidnas ciborg, y
Welcome.... mmm.... la joven Evangeline tal vez podŕia resultarle de
ayuda. Siempre había sido una mujer de acción y en su tiempo había
acabado liderando un comando de la resistencia. Tal vez ella pudiera
aceptar los hechos y convencer a los demás para impedir el atentado
contra Billington. Si tan sólo lograra que uno le creyera, habría
dado un importante paso adelante. El tiempo corría en su contra,
debía darse prisa.
En los túneles, el
asesino cibernético del futuro no tardó en perderse. Tras la
creación del ejercito de equidnas, los túneles no tardaron en
convertirse en refugio de la resistencia, que realizó sus propios
planos de los mismos mientras cegaba pasillos, excavaba nuevos pasos
subterráneos y modificaba todo el entramado. Incluso dieron rienda
suelta a algunas de las cosas que habían permanecido allí abajo. A
causa de ello, no había datos fiables sobre los mismos, tan sólo
los caminos marcados en un alegre folleto que repartían los guías
turísticos que realizaban las excursiones por los túneles para los
visitantes. Por ello, el equinda no tardó en acabar perdido.
Necesitaba más información y seguramente en la biblioteca de la
universidad o en el ayuntamiento podría encontrarla. Pero para ello,
debía salir de los túneles y encontrar un disfraz. Eso era
importante. Si se dejaba ver tal cual, todo el plan fracasaría, pues
un equidna cibernético sobre dimensionado llamaría mucho la
atención. Por ello, buscando en sus bancos de datos y comparando los
planos conocidos de los túneles con el mapa de la ciudad en 2015,
creyó hallar un camino que le conduciría a un lugar donde poder
encontrar el disfraz apropiado. Durante unos instantes dudó, como si
hubiera algo que no acabara de encajar, pero lo achacó al crono
mareo, el jet lag provocado por el viaje en el tiempo.
Robert recorrió a la
carrera los pasillos de la residencia, patinando al borde del
desastre cuando pasó por una zona recién fregada mientras Araknek
corría tras él recriminandole que le pisara lo fregao. El salvador
del futuro, ignorando a la araña, siguió sin detenerse, tropezando
con estudiantes, girando esquinas y esquivando por los pelos una
lámina de cristal que dos empleados transportaban y que surgieron de
repente por una interesección. Finalmente, llegó al sitio que
estaba buscando, la habitación de Welcome. Llamó insistentemente a
la puerta, hasta que la joven, molesta por el escándalo que estaba
armando, abrió. Apenas tuvo tiempo de abrir la boca cuando, Robert,
henchido de felicidad por ver a la chica tan joven y sin los estragos
causados por la lucha, se abalanzó sobre ella, abrazándola y
haciéndola retroceder hasta que tropezó y cayo en la cama con el
alocado Pickman sobre ella cubriéndola a besos.
-¿Robert? ¡Robert!
¡Calma hombre! Que si quieres follar no tienes más que decirmelo,
no hace falta que me atropelles de esa forma, hombre. No sabía que
estuvieras tan salido, tómalo con calma que me vas a desgastar.
Robert, recuperando la
compostura, se le levantó y apoyó las manos sobre la joven.
Mirándola con seriedad inusitada en él, comenzó a hablar:
-Evangeline, necesito tu
ayuda. Y no tiene nada que ver con sexo. No soy el Robert Pickman que
conoces, vengo del futuro, de una línea temporal que surgirá
mañana, cuando se produzca un atentado contra el candidato Alphonse
Billington. Perdona que me haya emocionado, pero la última vez que
te ví, te preparabas para repeler una incursión del ejercito de
equidnas cibernéticos al mando de tus hombres. Estabas tan mayor y
gastada, con tu preciosa cara llena de cicatrices, y con un brazo
cibernético. Y ahora eres tan joven y llena de energía, con tanta
esperanza para el futuro. ¡Por favor, creeme! Debemos impedir el
atentado de mañana.
Welcome le miró
sorprendida. Ciertamente no parecía el Robert de siempre, un freak
magufo conspiranoico que se pasaba el día rastreando a Summanus con
algún ridículo disfraz y al que ella había tenido que distraer en
la cama cuando se volvía demasiado molesto. Por un momento pensó
que tal vez ya se había vuelto completamente chiflado, pero parecía
demasiado coherente. Seguía sorprendida por la impulsiva entrada de
Robert y lo miró pensativa durante un minuto.
-Welcome stranger, creeré
en tí, aunque sea una completa locura lo que me dices. Vamos a
hablar con alguien más que nos ayudará y me confirmará tu versión.
Y puedes soltarme las tetas, por favor.
Robert, azorado, se
separó de la chica y esperó a que se arreglara las ropas y se
reajustara el sujetador. Entonces, Welcome, como un tifón hecho
mujer, se llevó al alocado Pickman en su estela de camino al
despacho de El que Legisla tras el Umbral.
El equidna salió de la
tienda ataviado con un atuendo que esperaba le ayudara a pasar
desapercibido. Pero sentía que algo seguía sin ser como debía.
Ignorando esos pensamientos y haciendo caso a las instrucciones de su
programación, volvió a los túneles en busca de la mejor posición
desde donde lanzar su ataque. Mientras, en “Disfraces del Mundo,
tienda de disfraces y trajes típicos de todos los países”, el
propietario del local todavía se preguntaba para que demonios
querría un equidna cibernético gigante el atuendo que se había
llevado. No le sentaba nada bien.
El que Legisla tras el
Umbral tampocó se libró de la euforia del “nuevo” Robert. En
cuanto abrió la puerta del despacho, el espigado abogado de cuatro
brazos y carente de rostro encontró a una Welcome que le miraba con
cara rara y a un inesperado Robert que parecía inusualmente contento
de verle. Y cuando alguien se alegra de ver a un abogado es que
pasaba algo raro y, seguramente, caro.
-¡Estás aquí! ¡Y con
tu impecable traje de siempre! ¡Cómo echaba de menos esa corbata
roja! ¡Que gusto verte de nuevo! ¡Por favor, tienes que creerme,
debemos impedirlo, debemos impedir el futuro!
Es difícil sorprender,
incluso desconcertar a un primigenio, a un ser cósmico
extra-dimensional y alienígena, pero Robert lo había conseguido con
el abogado. Una vez que pasaron dentro, el renovado Pickman le
explicó todo lo que iba a pasar y la causa de su viaje temporal. El
que Legisla miró con atención al ex-magufo y a la joven estudiante,
y posó sus cuatro manos sobre la cabeza de Robert. Tras unos
instantes, el primigenio legal le soltó y cruzó sus brazos. Parecía
meditar durante unos minutos hasta que, finalmente, se expresó en
estos terminos:
-Bien, parece que dices
la verdad, no hay locura (o al menos más de la habitual en Robert),
y lo que cuentas es mucho más disparatado que tus habituales
paranoias. Además, he recibido un memorandum de los abogados de
Yog-Sothoth menciando no se que viajes temporales ilegales. Supongo
que he de confiar en tí. En fin, lo ideal es reunir a los demás y
prepararnos para lo que pueda pasar mañana.
En los túneles, el
equidna cibernético con su nuevo atuendo comenzó a seguir la pista
de unas huellas de oruga y los ecos de exabruptos en un alemán
seseado.
El equipo Robert –
Welcome – El que Legisla tras el Umbral fue creciendo con las
incorporaciones de Araknek y Summanus, a los que costó convencer que
aquello no era otra nueva locura de Robert o un estrafalario plan
para demostrar que Summanus era un reptiliano. Pero la intervención
del primigenio legal era señal de que algo raro estaba pasando.
Mientras tanto, Anna y Harvey ultimaban los detalles para el
encuentro del día siguiente, desconocedores del caos (no reptante)
que se estaba gestando.
Al día siguiente, todo
estaba preparado. El encuentro se iba a realizar al aire libre, en
los jardines de la residencia. Ya se habían dispuesto las sillas, la
megafonía, el atril desde el que hablaría el político, y todo
parecía normal. Harvey tenía la impresión de que algo fallaba, de
que todo iba demasiado normal, pero no quiso transmitir sus dudas a
Anna. Sin embargo, ambos se preguntaban donde pararía Robert y si se
había calmado ya. A medida que se acercaba la hora del evento, los
estudiantes y demás empleados y habituales de la universidad y la
residencia que tenían un rato libre se fueron acercando. Todo iba
bien. Incluso Brontes, que había acudido y se había puesto en un
lugar algo retirado para no llamar demasiado la atención, parecía
más tranquilo de lo habitual. En una esquina, Harvey vio a El que
Legisla tras el Umbral discutiendo con los abogados de Yog-Sothoth,
pero eso no le pareció particularmente raro, sólo esperaba que el
asunto no fuera demasiado caro.
Billington llegó puntual y tuvo una pequeña charla intrascendente con Anna, que repasó con el los detalles del evento. Mientras tanto, Harvey seguía con la mosca en la oreja. No había visto a Welcome en todo el día, y Summanus y Araknek también parecían haber desaparecido. Incluso Pequeña T'auin y Unglaublich estaban inusualmente discretos. La mosca comenzaba a ser un enjambre en la oreja de Harvey. Tratando de mantener la calma, se unió a Anna y Billington, dando el visto bueno a la preparación. Tan sólo esperaba que sus sospechas fueran sólo eso y que no preparan nada muy gordo.
Con apenas unos minutos
de retraso, Billington comenzó su discurso para los estudiantes, con
sus dotes de populismo y demagogia. Lo típico que pudieras esperar
de un alcaldable, aunque entre tanta retórica aun dejaba caer
consignas interesantes y hablaba de un programa electoral que pudiera
contener detalles de interes. Durante la intervención del político,
todo parecía andar como una rosa, y el turno de preguntas que se
abrió también se inició con normalidad. Hasta que pasó lo que
tenía que pasar. De improviso, desde una esquina apareció un
minitanque decorado con insignias de la alemania nazi y esvásticas,
pilotado por un reptiliano ataviado con un uniforme alemán de la II
Guerra Mundial y acompañado por un equidna cibernético
sobredimensionado vestido con lo que parecía... ¿Una bata de cola
propia de una bailarina de flamenco española? ¿”adaptada” para
un cuerpo que ni siquiera era humanoide? El tanque abrió fuego con
una mala puntería antológica, seguido por el marsupial gigante, que
desplegó desde el interior de su cuerpo mecánico un arma laser con
la que demostró la misma habilidad para disparar que el artillero
del vehículo blindado.
Entre consignas tipo
¡Heil RNLO! ¡Larga vida al Reich Reptiliano del Lado Oscuro de los
1000 años! ¡Por la Tierra Hueca! Y similares, el tanque seguía con
su peśima puntería de disparos, lo que ayudó a que la gente se
dispersara rápidamente con mínimos daños. De improviso, un canal
se abrió entre los fugitivos, y por el llegó Welcome, a la carga
mientras disparaba una ametralladora contra el tanque y el equidna.
Por otro lado apareció un comando liderado por ¡¿Robert!? y
formado por ¡¿Summanus?! y ¡¿Araknek!?, armados con rifles de
asalto y disparando munición perforante con sorprendente puntería.
De improviso, mientras aparecían dos nuevos minitanques, Unglaublich
y Pequeña T'auin se asomaron desde el tejado de la residencia. El
Servidor de los Otros Dioses portaba un lanzacohetes y la tortuga le
hacía de cargador. Con un certero disparo, lograron destruir uno de
los vehículos blindados de los RNLO.
Aquello se había
convertido en una batalla campal en toda regla a medida que los
Einszatsgruppen de los RNLO acudían para apoyar a sus minitanques y
las fuerzas de la residencia se atrincheraban. Anna y Harvey, a
quienes aquel despliegue bélico les pilló por sorpresa, lograron
reaccionar rápidamente llevandose a Alphonse Billington con ellos
sano y salvo. Juntos se fueron hasta el despacho de Harvey en la
residencia, donde se hicieron fuertes y prepararon todo tipo de
defensas y armamento mágico para hacer frente a cualquier amenaza
contra la vida del político. Mientras, tuvieron que reconocer que
Robert parecía tener razón.
Mientras tanto, el
disparato comando dirigido por Robert, seguía en su lucha contra los
incansables reptilianos. El lanzacohetes de Unglaublich sirvió para
poner fuera de combate a los minitanques, pero el equidna folclórica
era más duro de pelar. En lo más encarnizado del combate, cuando,
encabezados por el marsupial cibernético, los RNLO lanzaron una
nueva ofensiva, un ruido de motores se hizo cada vez más fuerte.
Surgiendo de improviso, las fuerzas móviles del Equipo Exile de la
Unión de Tribus Socialistas Morlock hizo su entrada sobre la más
tronada y lisérgica variedad de vehículos biplaza y monoplaza
personalizados según los criterios de una película de acción
post-apocalíptica: motos, ciclomotores, quads, bicicletas,
carricoches, vespas, etc. Con la llegada de estos refuerzos, ambos
bandos quedaron más igualados en fuerzas, pero su entrada inesperada
supuso el tomar por sorpresa a los reptilianos. Estos, ante la
aparición de sus archi-enemigos, que les habían sorprendido por la
espalda, optaron por contener las bajas y retirarse en la mejor
tradición de la blitzkrieg marcha atrás. Los morlocks, mientras
coreaban sus consignas comunistas en pro de la utopía socialista y
el final del capitalismo, se dividieron en dos grupos: uno que
mantuvo la persecución de los RNLO y otro que se quedo a combatir al
equidna cibernético folclórica.
De esta forma, el
marsupial se vió superado en fuerzas, pero ni eso le hizo rendirse.
Los combatientes de la residencia, al ver que se iban quedando sin
balas mientras su rival aun aguantaba pese al duro castigo recibido y
la llegada de refuerzos, comenzaban a estar desesperados. ¿Es que no
había forma de detener a esa imparable máquina cibernética de
muerte y destrucción? Pero, en el peor momento, cuando ya vaciaban
los últimos cargadores, cual deus ex machina creado por un escritor
que no sabe como narices resolver la situación que ha creado, un
potente y devastador rayo cayó sobre el marsupial folclórica,
sobrecargando sus sistemas, fundiendo sus baterías y quemando las
partes biológicas. En resumidas cuentas, el equidna quedó reducido
a un montón de chatarra humeante que apestaba a carne quemada.
Mientras esto sucedía, un nuevo rayo bajó del cielo, mientras era
usado por Brontes como barra por la que deslizarse. El dios del
trueno, que había estado ausante un par de días, acababa de
regresar y había decidido hacer una entrada espectacular, con la
suerte de que lo había hecho en el momento más apropiado.
Cuando el rayo se
deshizo, Brontes alzó los brazos, triunfante mientras exclamaba:
-¡Taraaaaaaaa! ¡Ya
estoy de vuelta chicos! ¿Me he perdido algo?
Al darse cuenta del caos
que reinaba a su alrededor, y de que estaban todos sucios, agotados y
armados hasta los dientes, así como del pequeño equipo de morlocks
que ya se retiraban se quedó desconcertado, sorprendido y sin
palabras. ¿Pero qué había pasado mientras estaba fuera? Mientras,
Robert, que ya había cumplido su cometido, cayó inconsciente. Unas
horas más tarde, al despertar en la enfermería de la residencia,
con Welcome a su lado vestida con un traje de enfermera sexy, se
preguntó por qué le dolía tanto la cabeza y porque la chica
parecía mirarle de forma tan agradecida. Una vez resueltos los
problemas, ya quedó en manos de Harvey y Anna realizar el control de
daños: reparar los edificios y jardines dañados por el combate, y
crear una historia tapadera para ocultar el desmadre producido. Pero
aquello era algo cotidiano para ellos, y se alegraron de que Welcome
se ocupara de Robert en la enfermería, así era algo menos de lo que
ocuparse, al menos por ese día.
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