viernes, 15 de junio de 2018

El becario y los Dioses Arquetípicos (segundo intento)

Hacía meses que la actividad de la Fundación Wilmarth era escasa. El becario había intentado por todos los medios que se investigaran los túneles que había bajo la ciudad de Arkham, afirmando que estaban llenos de CCC (Criaturas del Ciclo de Cthulhu) y había una verdadera conspiración de seres blasfemos y monstruosos contra la humanidad. Los miembros de la Fundación no habían encontrado ninguna entrada a esos supuestos túneles, así que, por una vez en sus vidas, fueron cautelosos antes de lanzar una ofensiva. Con el tiempo, debates sobre la naturaleza de los DCC (Dioses del Ciclo de Cthulhu) y asuntos universitarios como exámenes y evaluaciones diversas hicieron que al final se olvidaran del asunto.

Así, meses después de completa inactividad, El Becario ya no sabía qué hacer. Sus compañeros no querían entrar a los túneles a combatir a los monstruos, la falta de pruebas por su parte era demasiado grande. Por lo visto preferían dedicarse a asuntos más importantes, como artículos en revistas científicas o poner exámenes a alumnos ingratos que, además, desconocían el peligro que corrían. Vista la irresponsabilidad del resto de la Fundación, él decidió que debía dar un paso. Y ese paso tenía que  ver con uno de los objetivos que llevaba tiempo queriendo conseguir.

En uno de sus trabajos anteriores había descubierto la existencia de Los Dioses Arquetípicos. Estas entidades parecían ser opuestas a los DCC, y lo que es más, solían atacarles de forma masiva, destruyendo continentes o calcinando mesetas del lejano oriente como quien se hace una barbacoa. Esa era la manera en que les gustaría actuar a los de la Fundación Wilmarth, pero las fuerzas vivas de la ciudad de Arkham les tenían prohibido el uso de explosivos desde un incidente en nochevieja que llevó a una pequeña crisis. Pero nadie les había prohibido la invocación de unos seres que calcinaran a los DCC, eso no tenía nada que ver con explosivos...

Meses antes, El Becario ya había intentado una comunicación con los mencionados Dioses Arquetípicos, pero por lo visto se equivocaron y contactaron con una entidad benevolente, pero no relacionada con lo que ellos buscaban. Además, la entidad, que afirmaba ser una diosa griega, les dijo que estaba harta de que la confundieran con un Dios Arquetípico. Estaba claro que el hechizo que utilizaron era un fraude, seguramente perpetrado por adoradores de las DCC que querían evitar que alguien contactara con sus enemigos acérrimos.

Para que no volviera a pasar algo así, El Becario decidió investigar concienzudamente a las entidades conocidas como Dioses Arquetípicos, así no volvería a cometer el error de hace meses. Se enterró entre libros y manuscritos perpetrados por oscuros magos con letras casi ilegibles y realizó búsquedas a través de internet. Había intentado consultar los libros de la Colección Especial de la biblioteca de la Universidad Miskatonic, pero parece que, desde el citado incidente de fin de año, no tenían permitido acceder a dicha sección de la biblioteca.

El no poder acceder a la sección especial fue un handicap, pero El Becario no se rindió. Finalmente, tras evitar trampas y falsedades como las escritas por un tal Brian Danforth (ese individuo estaba claro que trabajaba para las DCC, pues no hacía más que desinformar para que los verdaderos investigadores cayeran en errores a la hora de documentarse y fueran derrotados por los agentes del mal), dio con una entidad que afirmaban que era un Dios Arquetípico. Se trataba de la diosa Bast, conocida en el antiguo Egipto y adorada como señora de los felinos. Fuentes que parecían ser fiables afirmaban que esta era una entidad real (¿quizás el resto de dioses egipcios serían también reales? Sería una investigación para otro momento), y lo que era más importante, se trataba de una Diosa Arquetípica, junto una entidad que mencionaban tanto Danforth como fuentes más fiables, un tal Nodens. De éste último lo único que se decía era su nombre y poco más, pero de Bast encontró algo mucho más importante: Un modo de invocarla.

El Becario se apuntó todos los requisitos para la invocación y fue recopilando los objetos necesarios para esta. Tenía que encontrar un lugar al aire libre para llamar la atención de la diosa, y eligió el campus de la Universidad Miskatonic. Los exámenes ya habían terminado, y la cantidad de alumnos era menor que en la temporada lectiva. Ahora comenzaban los cursos de verano, y a estos no acudían tantos estudiantes. Así, en un rincón donde no había mucho tránsito, comenzó el ritual. Se había traído todo en una mochila y en una carpeta llevaba apuntado lo que tenía que decir. Sólo le faltaba un ingrediente: un gato.

En el campus de la universidad había gatos, así que El Becario decidió ir en busca de uno. Pensó que el lugar lógico por el que merodearían los pequeños felinos sería en la zona en la que pudieran encontrar comida, así que fue a la zona donde estaban las cafeterías y los restaurantes donde comían estudiantes y alumnos. Allí, junto a las mesas, que ahora estaban casi vacías de clientes, pudo ver un par de gatos vagueando como solían hacer a lo largo del día. El Becario se fue acercando sigilosamente a ellos (o al menos lo que él entendía que era sigilosamente, que significaba acercarse andando de puntillas) y, cuando estuvo a una distancia prudencial, saltó sobre los animales.

Los gatos, cuando vieron que un individuo intentaba capturarlos, salieron corriendo y se metieron entre las mesas, saltaron las sillas y se metieron por el césped. El Becario los siguió hacia una zona donde había un grupo de árboles, que se mecían suavemente en la brisa veraniega. Allí, los animales se habían escondido entre los troncos. Pensaban que no los veía, pero la capacidad de ocultación de los felinos no era infalibe... vamos, que se les veía el rabo asomando.

El Becario volvió a probar la aproximación sigilosa, pero volvió a fallar porque fue interceptado por un alumno de intercambio que le pidió indicaciones en una ininteligible mezcla entre inglés y un idioma de centroeuropa que él no conocía. Esta interrupción hizo que los gatos volvieran a salir corriendo. Estos parecían estar disfrutando ahora de hacer correr a aquél tipo que les seguía, así que, después de librarse del estudiante extranjero, los gatos fueron huyendo de él, pero no lo suficientemente deprisa como para dejarlo atrás.

-Venga bonitos, venga, dejaos coger -iba diciendo el becario.

Los felinos hicieron como que se acercaban y, en el último momento, salieron disparados. El Becario corrió tras ellos y, después de unas cuantas vueltas por todo el campus, tuvo que detenerse a coger aire. Este momento fue un error para uno de los gatos, pues se enganchó en una trampa que alguien había puesto ahí (se trataba de un artilugio que habían puesto los del departamento de biología porque se les había vuelto a escapar un ave de corral con capacidades extraordinarias, en este caso un pato que bailaba breakdance).

El becario aprovechó la inesperada ayuda del departamente de biología y consiguió hacerse con el animal... pero eso no fue un paseíto. El gato se convirtió en una bola de pelo y garras que bufaba y gruñía, que le destrozó la camiseta de la Fundación Wilmarth y le lleno los brazos de arañazos. Con aquella pequeña máquina de destrozar colgando de su mano a una distancia de un metro, El Becario volvió a la zona donde había dejado los bártulos para la invocación. Por fin podía dar comienzo al ritual.

El Becario pintó en el suelo los símbolos ocultistas que había copiado en el folio con pintura en spray... y mientras lo hacía alguien se entrometió. Una mujer rubia con bata de científico le miraba con gesto reprobatorio desde uno de los caminos cercanos. Él la miró aturdido, momento que el gato aprovechó para darle un zarpazo en la cara.

-¿Qué es lo que estoy viendo? ¿Vandalismo en la universidad? -dijo la mujer. Cuando se acercó, El Becario la reconoció. Se trataba de Daisy Springwood, enemiga declarada de La Fundación Wilmarth. Era una entrometida que hacía todo lo posible por boicotear todas las actividades del grupo y no hacía más que mandar cartas con quejas al decano. No era un agente de los DCC, sólo se trataba de una inocente que no sabía el peligro al que se exponía.

-No es vandalismo, señorita Springwood, se trata de un ritual de invocación -dijo el becario.

La mujer lo miro atónito.

-Ya... un ritual de invocación. Con una pintura que estropea el campus de la universidad. Yo a eso lo llamo vandalismo.

-¿Pero es que no lo entiende? Tengo que realizar este ritual para conseguir la ayuda de los dioses...

-Ya, ya, me conozco la historia. Dioses malvados, seres inmencionables que se esconden de las gentes de bien para realizar actos blasfemos y tras tonterías dignas de un relato barato de literatura pulp. Y usted y su grupito, supuestamente gente letrada, se creen esas tonterías.

-Pero que no son tonterías ¡¡¡Yo los he visto!!!

-Y yo he visto a Godzilla en la televisión y en el cine. Eso no significa que exista -insistió ella.

-¡Odio a los escépticos! ¡Se niegan a ver la realidad! -exclamó El Becario.

-Uh, empieza usted a hablar como Robert Pickman ¿qué va a ser lo próximo? ¿Ovnis? ¿Los illuminati?

-Robert Pickman también los ha visto. Tiene pruebas. Una grabación.

-Ya. Yo también tengo pruebas de su acto vandálico, así que voy a llamar a seguridad del campus para que le dé su merecido.

La mujer se dio dando largos pasos. El Becario se le quedó mirando unos instantes -y se comió otro zarpazo en la cara de parte del gato- y se dispuso a seguir con su ritual. Ahora tenía que darse prisa, tenía que llevarlo a cabo antes de que la muy pesada volviera acompañada con alguien de seguridad. Estos no tenían en buena estima a los miembros de la Fundación.

Después de los dibujos en el suelo, El Becario comenzó a entonar el cántico de llamada mientras alzaba al gato en el aire. El felino estaba más cabreado que un trekkie al que le han dicho que Darth Vader es el mejor personaje de Star Trek y no paraba de lanzar zarpazos, pero esto ya no importaba a El Becario ¡¡¡La invocación estaba funcionando!!! Pudo ver auras de colores surgiendo de los dibujos y notó una extraña sensación, como si el aire se estuviera ionizando por momentos... y después vio a alguien acercándose allí montado en una moto. El Becario pensó que se trataría del miembro de seguridad del campus que se proponía detenerle, pero al ver las ropas del conductor llegó a la conclusión de que no era nadie que venía para detenerlo. El conductor vestía ropajes antiguos, similares a los de la civilización del Nilo... bueno, excepto por el casco de moto que le cubría la cabeza. El vehículo aparcó a unos pocos metros de El Becario, y el conductor -ahora claramente conductora- bajó mientras se quitaba el casco. Lo que había ocultado este no era una cabeza humana, sino un rostro felino, con expresión dura y con un aura de poder que surgía de sus ojos de pupila rasgada. Se fue acercando con sinuosos movimientos a El Becario, que la miraba aturdido, y se paró delante de él. Inesperadamente, la diosa le soltó una patada en la entrepierna a El Becario, que lanzó un alarido. El gato aprovechó el momento para salir corriendo.

-No sé de dónde has sacado ese ritual de invocación, pero ver a alguien molestando a mis servidores felinos no me hace ninguna gracia -explicó la diosa.

-Te he... llamado... para comunicarme con los Dioses Arquetípicos -decía El Becario con las manos en la entrepierna.

-¿Los Dioses Arquet...? Oh, no... ¡será posible! ¡¿Otra vez?! A ver cuantas veces tengo que explicarle. Por mucho que ciertos libros digan que soy una diosa arquetípica, no lo soy. Puedo ser una diosa de Egipto, colaborar con Alfa Strike, montar fiestas felinas ¡¡¡pero no soy una puñetera diosa arquetípica!!! Te han estafado, colega. Todo esto sólo te ha servido parar recibir una merecida patada en los cataplines. Y como veo que no se me necesita para nada, vuelvo a mis cosas -. La diosa felina se giró para marcharse, pero antes se detuvo unos momentos -. Y como vuelvas tratar así a un gato te vas a acordar de Bastet...

Y dicho esto, la diosa montó en la moto y se fue.

El Becario estaba arrodillado, todavía dolorido, y odiando a quien fuera que había escrito que Bastet era una diosa arquetípica. No lo era. Por lo visto había dioses viviendo entre los mortales, dioses antiguos como Bastet o Atenea (diosa a la que invocaron en el último intento de contactar con los Dioses Arquetípicos), pero que no tenían nada que ver con la guerra contra los DCC. Fue recogiendo sus cosas del suelo, con bufidos y gruñidos debidos a la patada en la entrepierna y, de repente, vio dos pies delante de él. Alzó la cabeza y se encontró al de seguridad mirándole con cara de pocos amigos.

-Así que pintando tonterías en el suelo ¿eh? Te vas a enterar tú

El Becario no puedo más que admitir su derrota, y esperar un momento más propicio par seguir con sus planes.

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