Brontes miraba con
atención la pantalla de su particular ordenador portatil, con gesto
concentrado y y expresión de sumo interés. Lo hacía porque, en ese
momento, estaba manteniendo una conversación via teleconferencia con
Raijin, quien se encontraba en ese momento en Tokyo. Era el resultado
de algunos contactos previos que habían mantenido a través de mail
y mensajes privador por el ElderGodBook, pero para acabar de
concretar los detalles, ambos habían preferido hablar directamente
del asunto, y la teleconferencia les pareció la mejor opción. En la
pantalla del horrendo portatil del griego, un extraño aparato en
cuya cubierta rugosa y de extraña textura se dibujaba un extraño
rostro, se podía ver al oni de piel roja y rostro colmilludo que
sostenía ante la camara la horrible cabeza de una marioneta de
bunraku que representaba a un demonio que tenía cierto parecido con
Raijin. Se trataba de una obra maestra de artesanía, un títere de
mediados del siglo XIX perfectamente conservado y con un complejo
mecanismo que le permite, con apenas un simple toque por parte del
titiritero, cambiar su rostro demoniaco por el de un samurai, tal y
como demostró el japonés a Brontes.
-Como puedes, ver, esto
es una maravilla, un legado histórico, cultural y artístico del
Japón. La obra del artesano es de una precisión sorprendente. Y
esto es la cabeza, que representa el mayor trabajo para el creador
del títere. El resto del cuerpo y las ropas también son de una gran
maestría. Creo que, como ingeniero te resultaría interesante
estudiarlo con más profundidad.
-Desde luego -respondió
el griego-, parece sumamente interesante. Me recuerda a los autómatas
que fabricaba Hefestos para trabajar en su fragua. Para que luego se
quejen hoy en día de las condiciones laborales y la pérdida de
puestos de trabajo... En fin, a lo que íbamos, sí, me resultaría
útil poder examinar la marioneta con más detalle. Como estamos en
pleno verano creo que podré desplazarme a Japón sin problema. Por
cierto, tenemos por aquí a Pkaurodlos. Según me dijo, ha venido
directamente desde allá.
La expresión de Raijin
al escuchar el nombre del dios del trueno y la urbanidad era para
enmarcarla.
-No me lo recuerdes. Es
un buen tipo, y encaja muy bien en la sociedad japonesa. Es como una
mezcla entre un gentleman inglés y un cortesano nipón en forma de
serpiente emplumada. Su cortesía y modales son siempre exquisitos...
¡No quiero verlo en una buena temporada! Quedatelo por allí, que al
final acabo agobiando teniendolo por aquí... Es como tener a un lord
inglés rancio viviendo en casa de unos okupas. Con Ryujin se lleva
muy bien, pero yo soy de otra catadura, y al final acabo agobiado. Y
Fujin ya ni te cuento.... Pero bueno, que nos desviamos del tema. Te
puedo enviar por mail todo el trabajo de análisis de esta marioneta
en concreto, no hay problema. La hemos estudiado a fondo, y tenemos
los diseños de sus mecanismos, pero... será mejor que te la envie,
así podrás tratar directamente con la marioneta.
Brontes, que ya estaba
acostumbrado a las cosas raras que pasaban en Arkham, se puso
suspicaz:
-¿A qué te refieres?
¿Qué sucede con esa marioneta? Raijin, no me jodas y me envies un
objeto maldito sin avisar y la liemos aquí otra vez. Que ya me he
visto algunas de vuestras películas de terror con maldiciones y me
espero cualquier cosa. Lo único que faltaba que encima la maldición
se alíe con los chiflados esos del RNLO, o, peor... que se tope con
Nyarlathotep -el dios reprimió un escalofrío-, ni me imagino lo que
podría hacer el cabrón ese del Caos Reptante con una maldición
japonesa.
Raijin pareció
dubitativo un momento antes de responder:
-Bueno, sí, si que es un
objeto maldito. Lo hemos estado investigando por aquí y parece que
todos los que la han tenido han muerto de formas horribles. El último
que la tuvo en posesión, murió tras ver completa y del tirón una
serie de unos tios que luchan vestidos con armaduras con nombres de
constelaciones. Uff... cuando lo encontraron aquello daba miedo. El
reproductor de DVD ya echaba humo, y la expresión de horror en su
rostro, fruto de ver no se cuantas temporadas con su correspondiente
relleno, todas siguiendo el mismo esquema, como un bucle infinito,
era... innombrable. Lo peor es que la marioneta estaba a su lado, con
la cara demoniaca y ataviada con una armadura como las de la serie
esa. Que mal rollo.
-Pues vamos bien. ¿Y
quieres enviar ESO a Arkham? Sería como echar gasolina al fuego.
-Tranquilo, Brontes, que
está todo controlado. Mientras la marioneta está desmontada, no
tiene ningún poder. Al menos eso hemos logrado averiguar. Como mucho
da mal rollo, porque a veces cambia por sí misma la cara que
muestra. Estamos investigando y reuniendo datos, pero parece que la
maldición viene de antiguo. Suponemos que es algo relacionado con su
fabricante, aunque no puedo decirte nada concreto todavía. Mientras
conseguimos más información, te la mando. Te haré el envío con la
marioneta desmontada, dentro de una caja llena de sellos, con
talismanes y otras protecciones. Eso sí, procura que nadie la vuelva
a montar o se puede liar bien.
El cíclope gruñó
descontento.
-No sé que decirte,
Raijin, ¿seguro que es una buena idea? Mira que aquí tenemos una
universidad llena de gente capaz de pulsar un enorme botón rojo con
un cartel que diga “presionar para acabar con el universo” sólo
para ver que pasa. Y menos mal que el grueso de estudiantes no está
por aquí ahora.
-Pues precisamente,
aprovecha que ahora está la cosa más tranquila. Te envío el
dossier con las especificaciones técnicas de la marioneta y todo lo
que hemos averiguado al respecto. Igual, con la biblioteca que teneis
allí en la universidad lograis sacar alguna cosa más en claro.
-Está bien, veremos que
pasa. ¿Cómo la vas a enviar?
-Te la mandaré via
Byakhee, será lo más rápido y seguro.
Una vez llegado a un
acuerdo, la conversación siguió por otros cauces que no vienen al
caso para esta historia. Unos días más tarde, el teléfono de la
habitación de Brontes en La Llave y la Puerta sonó con un fuerte
timbrazo. El cíclope lo descolgó y respondió diciendo:
-¿Sí? ... Sí, soy yo,
Brontes, dime … Ok, ahora bajo.
Ataviado con un pantalón
corto que dejaba ver sus musculosas piernas y la camiseta roja con el
escarabajo egipcio blanco en el centro que usaba cuando no se ponía
la armadura (tiene un montón de camisetas iguales, por eso siempre
parece que lleva la misma), bajó rápidamente al vestíbulo de la
residencia, donde le aguardaban Summanus, un recepcionista con cara
de pérdida de cordura 1/1D6 y un ser de gran tamaño, alas
membranosas y patas palmeadas, un byakhee, ataviado con una gorra de
Byakhee Express y portando un gran cajón destinado a Brontes. El
cíclope se identificó como el destinatario del paquete, y firmó en
donde le indicó la criatura, para dar acuse de recibo de que el
envío había sido entregado. Tras esto, el baykhee se despidió,
salió por la puerta de la residencia y se aljeó volando.
-Vale, Brontes, explicame
que pasa aquí y porque tengo a un recepcionista novato al borde del
ataque de pánico.
El griego hizo una mueca
antes de responder:
-Es un paquete que me
envía Raijin desde Japón. Sabía que me lo iba a enviar a través
de un byakhee. Lo que no sabía es que estos se habían
profesionalizado de esta manera ni que lo iba a dejar aquí en el
vestíbulo.
Summanus le miró con
cara de circunstancias durante unos instantes antes de alzar las
manos y quejarse amargamente:
-Así no hay manera de
gestionar una residencia... La próxima vez avisa y veré de poner a
algún veterano más curtido. En fin, espero que al menos ese paquete
no contenga nada que pueda alterar más de lo normal la paz aquí.
Dioses... si aquí lo normal es que la paz esté perturbada. Bueno,
confío en que no se organice otro follón más. Llevate el paquete y
le daré al nuevo algún calmante para que se tranquilice un poco.
Brontes asintió, cogió
el gran paquete y se despidió de Summanus mientras se encaminaba a
su despacho. Una vez allí, abrió la caja y encontró en su interior
un cofre con varios sellos y custodias. Con cuidado, lo abrió y
encontró en su interior lo que esperaba: una marioneta de bunraku
desmontada, con las ropas y la cara de un samurai. Con cuidado, cogió
la cabeza que mostraba un rostro humano y la levantó para examinarla
con detalle. Ya había recibido el dossier de Raijin, pero sentía
curiosidad por estudiar en persona el objeto. De improviso, la
marioneta se agitó en su mano y el rostro cambió para mostrar una
cara demoníaca. Brontes, aunque ya estaba avisado de esto, se
sobresaltó. Dejó de nuevo la cabeza en su sitio, encendió el
ordenador y, una vez en marcha, abrió el dossier y comenzó a leer
con suma concentración.
Al día siguiente había
avanzado bastante con la lectura cuando se dió cuenta de que había
pasado toda la mañana metido en su despacho y el hambre comenzaba a
notarse. Cerró todos los documentos abiertos, apagó el ordenador,
se aseguró de que la caja estaba cerrada y se fue a buscar a
Summanus para ver si podían comer juntos.
Más tarde, mientras el
dinosauroide y el cíclope disfrutaban de una buena comida en el
restaurante de la residencia, Robert Pickman, impulsado por su
instinto detectivesco (que era el equivalente a la capacidad de una
ameba para apreciar el arte), se aproximaba al despacho de Brontes.
Sabía que algo había pasado un día antes, y que el extraño
profesor de Ingeniería Dimensional estaba metido en el asunto. Un
empleado novato se había llevado un buen susto y decían que un
extraño ser había aparecido en medio del vestíbulo con un cajón
misterioso. ¡Y Robert Pickman iba a averiguar la verdad! ¡No
dejaría que los reptilianos illuminati del Nuevo Orden Mundial
utilizaran la residencia como base de operaciones para sus malvados
planes de conquista! Por ello, decidió investigar el despacho del
cíclope en busca de pistas. Brontes había pasado mucho tiempo allí
desde el día anterior. Seguro que estaba ocultando algo, ¡era parte
de la conspiración!
Mientras Robert iba
pensando en exclamaciones, llegó hasta el despacho del dios griego.
Brontes no solía cerrar la puerta con llave, ya que muy pocos
acudían voluntariamente a su despacho, además, los objetos, diseños
y documentos que había allí resultarían de poco interés a un
humano. Por eso, por costumbre, olvidó echar la llave cuando se fue
a comer, y Robert Pickman entró. Lo primero que llamó su atención
fue una gran caja con un montón de letras extrañas y papelotes con
simbolos raros pegados (¡códigos reptilianos-illuminati, seguro!).
Con cuidado, y en previsión de que hubiera alguna trampa escondida
para incautos, se aproximó a la misma. Al llegar hasta ella, la
abrió y ojeó en su interior: tan sólo había una extraña
marioneta extranjera (¡extranjera! ¡seguro que era reptiliana!)
desmontada. Por alguna razón, sintió la necesidad de montarla para
verla completa. Tal vez así lograría averiguar algo más. Por ello,
comenzó a ensamblarla.
Una hora más tarde,
Summanus decidió acompañar a Brontes a su despacho a examinar la
marioneta. Habían comido bien y estaban satisfechos, por lo que iban
caminando sin prisa. Pero, cuando se acercaron al despacho y vieron
la puerta abierta, se alarmaron. En su interior, la caja donde se
contenía la marioneta estaba abierta, y, al lado, inconsciente,
estaba Robert Pickman. El títere maldito había escapado. ¿Quién
sabe que horrores desataría sobre la universidad y la ciudad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario