lunes, 30 de mayo de 2016

La archienemiga de Robert M. Pickman

Esto no podía ser posible. Habían conseguido infiltrarse. Habían llegado hasta allí, le habían detectado e iban a por él. Pero no iban a conseguirlo. Él sabía más que ellos. Todas las mañanas leía todos los blogs que podían ver más allá de la matriz, colaboraba con el resto de despiertos y, definitivamente, sabía la verdad. Además de todo esto, tenía un canal de Youtube con un montón de seguidores. no iban a detenerlo. Nunca.

Todo esto pasaba por la cabeza de Robert M. Pickman mientras miraba horrorizado el panel de anuncios  en la entrada de la Universidad de Miskatonic en el que el día anterior había colgado el cartel sobre la conferencia que iba a dar hoy. Aquellos idiotas creyentes de la ciencia más oscurantista, que se negaba a ver más allá de sus propios ojos, ya le habían mirado mal cuando se había presentado con la propuesta. No podía entender que se negaran a aceptar una conferencia con un título como "Los intraterrestres de La Atlántida y su relación con las pirámides de Egipto". Afortunadamente para él y para el conocimiento del común de los mortales, al menos los de esa universidad, había un grupo de profesores e investigadores que no opinaban igual. Se hacían llamar Fundación Wilmarth. Ellos también pensaban que había relación entre los habitantes de La Atlántida y Egipto, aunque tenían una idea bastante distinta a la suya, algo relacionado con una editorial de cómics y una empresa de cursos por correspondencia o algo así. La cuestión es que con el favor de este grupo, que era bastante respetado dentro de la comunidad universitaria, había conseguido llevar adelante el proyecto. Después del visto bueno y seleccionado el día de la conferencia, había llenado la entrada de la universidad con carteles... carteles que habían desaparecido misteriosamente.

Robert empezó a darle vueltas a qué grupo podía ser el culpable de tan deleznable sabotaje. Podían ser los illuminati infiltrados en toda universidad. Todo el mundo sabía que las universidades estaban llenas de illuminati, masones, rosacruces, templarios y vendedores de seguros que conspiraban para ocultar la verdad al mundo y hacerse con el control de la sociedad. Pero eso era demasiado evidente. Cualquiera sumaría dos más dos. Por otro lado, podían ser los supervivientes de La Atlántida, seres superiores que se ocultan entre la humanidad hasta el momento en que se alcen. Pero tampoco podían ser ellos, también sería demasiado evidente. Entonces ¿quién podría estar en contra de su conferencia? Los grises y las otras 238467534236642 especies alienígenas que visitaban el planeta o estaban infiltrados entre los humanos no tenían ninguna razón para impedir su conferencia. Tampoco los reptilianos, pues sus planes eran más sutiles. Los nazis de la tierra hueca eran una buena opción, pero aquel no era su habitual modus operandi. Los hombres de negro de la CIA tampoco podían ser... tampoco El Club Bilderberg... ni Majestic 12... ni las empresas petroleras que controlaban la economía mundial y pretendían destruir el medio ambiente... ni las farmacéuticas que ocultaban las curas para las mayoría de enfermedades... se le acababan los grupos conspirativos que dominaban el mundo e intentaban ocultar la verdad.

-¡Hola, Robert! ¿Qué haces aquí?

Robert Pickman dio un respingo y se giró preparado para el ataque. Se encontró con Seabury sonriente con su pipa en la mano, de la que emanaban volutas de humo.

-Alguien está intentando ocultar la verdad -respondió.

-La... ¿verdad? Sé más certero.

-¡La verdad! ¡La conferencia sobre los intraterrestres atlantes que voy a dar luego! -exclamó Robert haciendo aspavientos.

-Aaaaah... es verdad, se me había olvidado. Así que la conferencia es hoy -dijo Seabury.

-Sí, pero hay un grupo de insidiosos hombres que intenta que la gente no sepa sobre ella, evitando que vayan a escuchar la verdad que no quieren que se sepa. No sé quienes son, pero están aquí.

Seabury suspiró y pasó el brazo sobre el hombro de Robert, acompañándole al interior de la universidad.

-Tranquilo, muchacho, mucha gente se dedica a arrancar carteles para colgar los suyos. O puede ser que se lo haya comido el devorador de papel de la dimensión ópalo que invocaron por error los del departamento de física aplicada, ese bicho ha dejado sin folios a media universidad y no sé si lo habrán capturado.

-No, no ha sido eso. Alguien quiere silenciar la verdad. Alguien que quiere que sigamos siendo borregos obedientes que no se cuestionan nada ¡pero no lo van a conseguir! ¡Subiré un artículo a mi blog destapando la verdad! ¡Y un vídeo a mi canal de Youtube! ¡Se van a enterar estos!

Mientras avanzaban entre los árboles del jardín universitario, verdes del esplendor de la primavera, alguien que corría se cruzó con ellos. Se trataba de alguien con la chaqueta con coderas propia de un profesor y pantalón de pana, gafas de montura gruesa y una piedra de forma estrellada en la mano. Su expresión era de urgencia.

-Señor Pickman, llevo toda la mañana buscándole -dijo el nervioso individuo mesándose el canoso pelo. -Soy el profesor Derby, de La Fundación Wilmarth, y es mi deber informarle de que alguien está intentando sabotear su conferencia.

-¡¡¡Lo sabía!!! -exclamó Robert.

Seabury alzó la mirada al cielo.

-Me han llegado rumores de que alguien está hablando con malas palabras de su conferencia y está intentado evitar que se lleve a cabo. Afortunadamente hemos investigado y sabemos que no es nadie de ningún culto a las DCC. Aún así, por si acaso, llevo esta estrella de Mnar por si las moscas. Llevaría también un paquete de Goma 2, pero en estos momentos el grupo está usando todos los explosivos en la búsqueda y captura de un gul en el cementerio viejo.

-Profesor Derby -dijo Seabury -, si no hay ninguna DCC en este asunto ¿qué tienen ustedes que hacer aquí? ¿No debería estar ayudando a sus amigos a dinamitar el cementerio?

-No, yo me he quedado en la universidad para vigilar -respondió el profesor asintiendo con la cabeza.

-Ya... vigilar... -musitó Seabury.

El grupo pasó por delante de la facultad de Física y vieron pasar a un par de profesores persiguiendo a una extraña criatura de dificultosa descripción que iba cargada de papeles que devoraba sin pausa.

-Anda, mira, aún no han capturado al devorador de papel -dijo Seabury mientras daba una chupada a su pipa.

-¡¡¡Es una CCC!!! ¡Lo siento, Pickmans, hablaremos más tarde! -exclamó el profesor Derby. Alzó el brazo en el que llevaba la piedra con forma de estrella y salió disparado detrás de la criatura devoradora de papel.

-Un día normal en la Miskatonic -dijo distraídamente Seabury.

Cerca de la facultad de Física había un tablón de anuncios repleto de octavillas y posters. Robert se acercó a él y comenzó a escrutarlo, hasta que dio con lo que estaba buscando y se giró hacia Seabury.

-¡Mira! Aquí queda uno de mis anuncios. El devorador de papel no se lo ha comido, así que no ha sido él el que ha quitado los otros. Por lo tanto, hay alguien interesado en que no se conozca la verdad. Hay alguien en esta universidad en contra de mi conferencia y no voy a desistir hasta descubrir quien es esa persona ¡¡¡y a divulgarlo por internet!!!

Mientras  Robert soltaba esta perorata, una mano pasó por su lado y arrancó el anuncio de su conferencia.

-¡Eh! ¡Alto ahí, agente de la desinformación! -exclamó.

Robert intentó hacerse con el anuncio, pero el brazo fue más rápido y, con fuerza, lo arrugó. Robert se giró para confrontar a su enemigo y se quedó estupefacto al ver de quien se trataba. Era una mujer de unos treinta años, de ojos azules y pelo rubio que le caía liso hasta el cuello, vestida con una bata de laboratorio, bajo la que se veía una camisa azul y unos pantalones negros. Unas gafas de montura al aire colgaban de su cuello y una expresión de inteligencia se mostraba en su mirada.

-Pero si es la nueva profesora de la universidad -dijo Seabury. -Buenos días, doctora Springwood.

-Buenos días -dijo ella  con una sonrisa dirigida a Seabury.

-¡¿Nueva?! -exclamó Robert escupiendo fuego por los ojos. -Está claro que está aquí para evitar que la gente sepa la verdad. ¿Para quién trabajas, eh? ¿Hay un nuevo grupo ahí fuera del que debamos saber?

-¿Qué va, Robert? -le dijo Seabury. -Está aquí para sustituir al doctor Anderson, que cometió el enorme error de unirse a la fundación Wilmarth y sufrió y lamentable accidente con un explosivo puesto en una caja de zapatos. Alguien debería hacerle ver a esa gente su obsesión con las cosas que explotan.

-Sí -dijo la doctora Springwood. -Tengo entendido que esa fundación Wilmarth se dedica a la búsqueda de... ¿extraterrestres?

-¡Ajá! Por eso me caían tan bien... Y tú has venido a sustituir a alguien que busca divulgar la existencia de visitantes de otros planetas ¿eh?

-No, vengo a sustituirle en su departamento como profesora, pero no estaría de más que hablara con esa "fundación Wilmarth".

-¿Ves, Seabury? Y también está intentando evitar mi conferencia -decía Robert gesticulando como si tuviera una sobredosis de cafeína.

-Cualquier persona con dos dedos de frente haría lo posible porque en una universidad con un mínimo de renombre no se impartiera una conferencia sobre un tema tan absurdo como ese. En la universidad no tienen cabida la pseudociencia, las doctrinas teosóficas, la ufología ni las tonterías similares. ¿Intraterrestres de La Atlántida? Divertido tema, escriba una novela sobre ello, pero ni se le ocurra intentar hablar de ello en una universidad, a menos que sea en la facultad de literatura, y siempre dejando claro que es una fantasía.

-¡¿Una fantasía?! ¡¡¡Ellos existen de verdad!!! ¡¡¡Tengo pruebas!!! ¡¡¡Hay videos en Youtube sobre ello!!! ¡¡¡Y fotos borrosas y movidas en las que se intuye algo que, clara e indiscutiblemente, son ellos!!!

La doctora Springwood se giró hacia Seabury ignorando claramente a Robert.

-Dígame, profesor Pickman, ¿este individuo se cayó de la cuna de pequeño?

-Eeeeeh... -fue a decir Seabury, pero fue interrumpido con vehemencia por Robert.

-Así que un ataque ad hominem ¿eh? Como no es capaz de desmontar mis argumentos decide atacarme a mi. Dígame su nombre, señora, que lo voy a divulgar por internet. ¡Todo el mundo sabrá quién es usted!

-Soy la doctora Daisy Springwood, titulada en biología, bioquímica, experta en zoología y botánica, con conocimientos en astronomía, antropología, farmacéutica y otras ramas de la ciencia. Soy escéptica a todo lo que no pueda ser demostrado científicamente con pruebas fehacientes, y por lo tanto no creo en los ovnis, en las visitas de extraterrestres a este planeta, en la existencia de otras especies inteligentes en este mundo, en la tierra hueca, en la existencia de elaboradas conspiraciones para ocultar innombrables secretos o la conquista de este mundo, en la existencia de dioses, magia, brujería, criptozoología y otras maguferías.

-Eeeeh -le interrumpió Seabury. -¿Sabe usted, doctora Springwood, a la ciudad a la que ha venido?

-Lo sé perfectamente -le respondió -, una ciudad en cuya universidad hay un grupo dedicado a la caza y captura de aliens y se permite la presencia de un individuo que quiere dar una conferencia sobre un tema tan absurdo como los intraterrestres de la tierra hueca que vivían en La Atlántida. Conmigo en esta universidad las cosas van a cambiar.

-¡Ja! Me da igual, por mucho que haga, daré mi conferencia.

-Me temo que no -le respondió ella con una sonrisa siniestra. -¿Por qué cree que estoy arrancando los carteles? Antes de hacerlo pasé por la oficina del decano y conseguí evitar que se llevara a cabo ese insulto a la ciencia.

Los ojos de Robert estaban inyectados en sangre y su cara comenzaba a tomar la coloración de una cereza. Sus puños estaban tan apretados que estaban dejando la marca de las uñas en la palma de las manos.

-Usted... ha hecho un enemigo poderoso -dijo con una voz sibilante.

Robert se giró y salió disparado hacia la salida de la universidad dando grandes zancadas.

-¡Esto no acaba aquí! ¡Internet sabrá de esto! ¡Se lo aseguro!

Atravesó las puertas del campus y desapareció de la vista de Seabury y la doctora Springwood.

-Una día normal en la universidad Miskatonic -volvió a decir Seabury. -¿Quiere que le invite a un café?

-Me encantaría -dijo la doctora Springwood con una sonrisa.

Mientras se dirigían a la cafetería, pasó por delante de ellos la criatura devoradora de papel, con un fajo de folios en las manos, siendo perseguido por el profesor Derby lanzándole piedras estrelladas.

-¿Qué ha sido eso? -preguntó ella extrañada.

-Oh, nada. Un pequeño accidente en el laboratorio de Física Aplicada. Se acostumbrará.

Y entraron en la cafetería dejando el problema para ser resuelto por otros.

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