Sala de reuniones de
Alfa Strike, Tierras del Sueño
Había pasado tiempo
desde que Loki había necesitado reunir a un contingente importante
del equipo Alfa Strike. Creado originalmente para frustar los planes
de la corporación NWE que pretendía capturar dioses y entidades
sobrenaturales para desarrollar nuevas tecnologías y líneas de
productos. Pero la resistencia planteada por este equipo de dioses
provocó que, finalmente, NWE se replanteara su política. A fin de
cuentas, si los costes excedían tanto los posibles futuros
beneficios, era ridículo seguir adelante, aunque se tratara de una
corporación que podría haber salido de una ambientación distópica
ciberpunk. Pero Alfa Strike no sólo se había dedicado a plantar
cara a las maquinaciones empresariales. En otras ocasiones había
tenido que tratar con problemas de carácter sobrenatural, paranormal
o extradimensional que necesitaban ser resueltos mediante la
intervención de unas fuerzas superiores. Para ello, siempre que el
equipo tenía que actuar, Loki analizaba la amenaza y seleccionaba a
los miembros más apropiados.
En esta ocasión había
optado por reunir a pesos pesados: Brontes, Raijin, Fujin, Perun y
Misha, N’kari y Thor. Además, había convocado también a Delta
Wave Welcome y a las Valquirias. Se trataba de una operación de alto
riesgo, que combinaba la contención de la amenaza y el rescate de
posibles víctimas. La cuestión, tal y como la planteó Loki era la
siguiente: Un grupo de idiotas neopaganos que habían hecho un
extraño sincretismo entre extractos que habían conseguido del
Necronomicon, shintoismo, wiccan y otras corrientes de pensamiento
posmoderno ocultista se había montado una pequeña comuna en las
montañas, en una olvidada región no demasiado lejos de Brattleboro,
en Vermont. Esto implicaba posibles complicaciones con la colonia
minera de los hongos de Yuggoth que había en las proximidades. Pero
la cosa iba más allá. De alguna forma, ese conjunto de sectarios
dopados de setas alucinógenas y una extraña combinación de ideas
había comenzado a experimentar con magia. Y, tal y como era de
esperar, se les daba terriblemente mal. A fin de cuentas, lo que
hacían no dejaba de ser una excusa para drogarse y montar orgías.
Normalmente esto no afectaría en lo más mínimo a los dioses y no
necesitaría la intervención de Alfa Strike. En el peor de los
casos, los sectarios acabarían suicidándose en masa para viajar
espiritualmente a no se que planeta o morirían por falta de
preparación para el duro invierno ya que los hongos de Yuggoth no
tenían el más mínimo interés en ellos. Pero la cuestión era
otra. Y es que, con la suerte de los tontos, habían logrado llamar a
una manifestación de Shub-Niggurath que, en cualquier momento,
podría sembrar el caos por la región, salir de los bosques y montar
un buen desastre a su paso. Por el momento el avatar de la diosa
estaba controlado, pero era mejor intervenir antes de que las cosas
se complicaran demasiado.
En general,
Shub-Niggurath era una diosa exterior que no se prodigaba demasiado
en apariciones y, aunque en ocasiones se había mostrado con
diferentes avatares, dejaba el trabajo sucio de manifestarse, aceptar
sacrificios y sembrar el caos y la muerte a sus Retoños Oscuros. En
Nueva Inglaterra, estos tenían una presencia discreta e incluso uno
de ellos había optado por ir a vivir a Arkham, Shubbi, que había
acabado trabajando como árbol y vigilante en el EldritchBurguer. Y,
claro, cualquiera que lo veía sin saber que era en realidad, lo
confundía con un árbol de tronco muy grueso, nudoso y retorcido,
algo grotesco pero nada más. Pero cualquiera que intentara alterar
el orden o robar en el restaurante se las tenía que ver con Shubbi.
Aparte de esto, en Dunwich estaba la Cabra Blanca de Tres Cabezas, un
curioso avatar de Shub-Niggurath que había tomado esa comarca bajo
su protección y a la que servían y con la que colaboraban las
welclones. La verdad es que no eran muy devotas, del tipo secta de
fanáticos rednecks. No era fácil serlo cuando tu diosa es una
enorme cabra mutante de tres cabezas que se pasan el rato murmurando
y hablando entre ellos y tirándose pedos. Pero cumplían con los
rituales oportunos y cuidaban de la región.
Pero lo que aquí se
iban a encontrar los miembros de Alfa Strike y las Valquirias era
algo muy diferente. No se trataba de la gruñona Cabra Blanca, o de
algún Retoño Oscuro desmelenado. Se enfrentaban a la Cabra Demonio
del Caos, un avatar que parecía responder a los sueños húmedos de
satánicos, wiccans y neopaganos variados, pero con un giro de
pesadilla. Según Loki, Shub-Niggurath, la diosa exterior era dadora
y creadora de vida. Pero su fertilidad era desbordante, sin orden
alguno, puro caos creativo, como un cáncer que experimentara mil y
una formas en cada una de sus metástasis. Era creación vital pura y
desatada. Y, de alguna manera, la diosa había respondido a sus
confusos adoradores de esa extraña secta afincada en Vermont,
dándoles exactamente lo que querían y que era lo que menos les
beneficiaba. Había que reconocer que, en su locura de creativa
fertilidad, Shub-Niggurath podía ser una auténtica cabrona.
Así pues, iban a
necesitar pesos pesados, ya que se iban a enfrentar a algo grande,
terrible, poderoso, capaz de sembrar el caos a su paso y que debía
ser detenido. Por ello, su misión era viajar a la zona, localizar y
neutralizar a la Cabra Demonio del Caos y evacuar a los
supervivientes y afectados por los daños que pudiera causar el
avatar de la diosa. En cuanto al culto… bueno, no dejaban de ser un
puñado de idiotas inconscientes que habían mordido más de lo que
podían tragar. Si era posible se les rescataría. Siempre que
siguieran siendo humanos.
Tras completar la
sesión de instrucción con un mapa de la zona en la que indicó la
ubicación de la comuna de los cultistas, el equipo Alfa Strike se
preparó para partir.
Montañas de
Vermont, en las proximidades de la zona de minado de los hongos de
Yuggoth
El portal abierto por
Delta Wave Welcome les había llevado a un gran y espeso bosque.
Desde su ubicación podían ver el pico donde los hongos de Yuggoth
tenían su base y desarrollaban sus operaciones mineras, pero, por lo
demás, parecía un bosque de Vermont sin nada de particular. O eso
creían al principio. Pero se dieron cuenta enseguida de que algo
fallaba. Era el silencio. El silencio era total y absoluto. Salvo por
la brisa que movía las ramas y los ruidos provocaban ellos al
moverse, no había ningún otro ruido. Era como si algo hubiera
espantado o destruido toda vida animal. Era terriblemente
inquietante. Pero allí estaban. Con la ayuda del GPS y de Misha,
pues el oso de Perun era capaz de orientarse por cualquier entorno y
ecosistema en el que pudieran vivir osos, se encaminaron hacia la
posición del campamento de los cultistas.
Tanto los dioses como
las valquirias iban preparados para todo. Llevaban sus armas
preparadas y las enviadas de Odín habían llevado consigo sus
equipos de rescate y de primeros auxilios. No sabían que iban a
encontrar por lo que se habían preparado para lo peor. Por su parte,
Loki se había quedado en la base del equipo en las Tierras del
Sueño. El nórdico era listo, quedándose seguro en la base, pero al
menos sabían que podían contar con él para enviarles refuerzos o
preparar su regreso si era necesario. En cuanto a la criatura a la
que se iban a enfrentar, ya era otra cuestión. Loki no les había
dado demasiada información, pero esperaban que no fuera algo que
excediera sus capacidades. Alfa Strike y las Valquirías ya se habían
enfrentado anteriormente a Cthulhu durante una desastrosa operación
organizada por la NWE y se dedicaron a tratar de contener al
primigenio y rescatar al contigente corporativo. Sin embargo, si se
traba de un avatar de una diosa exterior podía pasar cualquier cosa.
Tan sólo esperaban que Loki hubiera calibrado adecuadamente el poder
de la entidad.
A medida que avanzaron
por el bosque empezaron a sentir un tenue olor que progresivamente se
iba haciendo más fuerte. Olía a leche, leche de cabra, pero con un
matiz dulzón y penetrante que volvía desagradable aquel aroma
También empezaron a escuchar los cánticos, muy leves al principio,
pero con un volumen creciente a medida que se aproximaban. Entonces,
al aproximarse más a la comuna, empezaron a ver los daños
producidos: árboles arrancados y destrozados, extrañas huellas
caprinas de gran tamaño. Algo grande y muy fuerte se había movido
por aquellos lugares. Cuando, finalmente, llegaron hasta el
campamento, se encontraron una serie de cabañas prefabricadas
instaladas en un amplio claro situadas de forma que en el centro del
terreno quedara un amplio espacio vacío que, en esos momentos,
estaba ocupado por los cultistas que no podían atenderles en esos
momentos, pues se hallaban en medio de una orgía. Pero la confusión
de cuerpos no podía ocultar lo que era ya evidente: ya no eran
humanos, o, al menos, no completamente humanos. Las mutaciones eran
diversas, muy variadas y extrañas. Cuernos, miembros adicionales
atrofiados y malformados, pezuñas, garras, excrecencias, conformaban
parte de aquel catálogo de deformidades y anomalías corporales que
daban nueva forma a los cuerpos de los cultistas. Eran una versión
retorcida y extraña de la humanidad, de una humanidad que hubiera
pasado bajo el filtro del Bosco y de Clive Barker. Eran las versiones
oscuras y retorcidas de los seres que los mitos y leyendas sitúan en
los bosques. Las dríadas y los sátiros, los espíritus y duendes de
la floresta podrían ser una versión dulcificada y deformada de esos
seres que fornicaban apasionadamente y sin control en medio del
campamento. Pasados por el filtro del horror y el olvido, habrían
sido alterados en el recuerdo para ser una advertencia de las cosas
extrañas que se pueden encontrar en los bosques.
Pero lo más destacado
y anómalo era lo que se hallaba en el centro mismo, rodeada por sus
apasionados y lujuriosos cultistas, regocijándose en su adoración.
Era la Cabra Demonio del Caos, era el avatar de Shub-Niggurath
surgido de los miedos, filias, deseos insatisfechos, lujuria y ansias
de los cultistas. Mediría en torno a unos tres metros y parecía muy
pesado pese a la ligereza con que se movía. Era una figura
antropomórfica, una corrupción del dios cabra que presidía los
aquelarres de brujas, una robusta y fornida figura femenina con dos
grandes y voluminosos pechos de los que manaba leche, una cabeza
caprina cubierta por un espeso pelo negro y coronada por tres
retorcidos cuernos. De su boca surgía una larga lengua casi
tentacular con la que acariciaba o azotaba a sus aoradores o lamía
su propio cuerpo. Los brazos eran prácticamente humanos, acabados en
manos nudosas de tres dedos. Y, de la cintura para abajo, empezaba la
mayor pesadilla. El torso lampiño se recubría de un espeso pelaje
oscuro que alfombraba sus caderas y las patas caprinas acabadas en
pezuñas en torno a las cuales surgían centenares de cilios
animados. En el pubis, una obscena raja a modo de vagina palpitaba
goteando fluidos inidentificables y, sobre esta, media docena de
penes tentaculo de unos dos metros de longitud se agitaban y
culebreaban entre ellos, disputándose la posibilidad de penetrar a
los adoradores o a la propia entidad. No se trataba de la criatura
más horrenda que habían encontrado los de Alfa Strike o las
Valquirias, pero si que era extraña y perturbadora. Pero, entonces,
vieron lo que hasta el momento se les había escapado, fascinados por
la extraña orgía y la aberración caprina que la presidía: al otro
lado de la comuna aguardaban seis Retoños Oscuros.
Los dioses de Alfa
Strike no se iban a dejar intimidar ante semejante espectáculo e
iban a demostrar que eran capaces de resolver todo tipo de
situaciones. Por ello, prepararon las armas y se dispusieron al
combate. Con las Valquirias y Delta Wave Welcome en la reserva, los
dioses cargaron contra los cultistas mutantes y el avatar de
Shub-Niggurath. Los sectarios tardaron un poco en reaccionar,
vendiendo caras sus vidas, pero poco podían hacer contra la brutal
carga de Alfa Strike, convirtiéndose en poco más que carne picada
estampada contra el suelo y de poco interés. Para los dioses fue
poco más que una molestia ocasional y pasajera, ya que su objetivo
no era otro que la monstruosidad caprina.
La criatura, la Cabra
Demonio del Caos, rugió furiosa al ver como sus adoradores eran
aplastados, quitados de en medio como el que espanta a una mosca, con
la ventaja de que, una vez apartados, los cultistas no regresarían.
Y es que regresar a molestar cuando eres un cadaver aplastado,
desgarrada, machacado y electrificado es un poco complicado. Así
pues, se inició la lucha entre los dioses y el avatar de
Shub-Niggurath. La pelea fue brutal e intensa. La entidad era mucho
más poderosa de lo que esperaban, ya que, a fin de cuentas, era un
avatar de una diosa exterior. Era, aproximadamente, como enfrentarse
a un avatar monstruoso de Nyarlathotep, pero no cualquiera, si no
alguno de los más terribles y peligrosos. Por otro lado, el ser
tantos no ayudaba demasiado, ya que, pese a que la criatura medía
tres metros, no era lo suficientemente grande como para poder ser
atacada simultáneamente en cuerpo a cuerpo por todos.
Pero Alfa Strike era un
equipo coordinado y preparado para este tipo de situaciones, por lo
que empezaron a aplicar las tácticas y maniobras de combate que les
permitirían atacar de forma más eficiente a la criatura. Se iban
moviendo para rotar sus posiciones y así poder golpear y retirarse,
dejando el relevo a otro dios. También Thor, Brontes y Raijin podían
invocar el poder del relámpago para golpear al avatar.
No fue fácil, no fue
rápido, no fue cómodo. Pero la coordinación de Alfa Strike logró
causar daños en la entidad. Daños que fueron creciendo y
progresando adecuadamente. El combate era extenuante pero,
finalmente, lograron asestar el golpe de gracia al avatar y poner fin
a su existencia, al menos por el momento. Agotados, los dioses
pudieron por fin descansar. Y, con el campamento asegurado, Delta
Wave Welcome y las Valquirias, ya que no había nada que rescatar
allí y los dioses se recuperarían por sí mismos, comenzaron a
recorrer la zona en busca de asentamientos de montañeses y granjeros
que pudieran haberse visto afectados por las actividades del culto.
También se aproximaron a los terrenos de los hongos de Yuggoth, ya
que estos conocerían bien el terreno y sabrian orientarlas.
Cuando finalmente
acabaron su trabajo, pudieron regresar con la satisfacción del deber
cumplido y con el conocimiento reafirmado de que la estupidez humana
no tiene límites.
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