Tras
unas arduas semanas por parte de Brontes, todo podía darse por
cerrado. Finalmente, tras superar doce absurdas, extrañas,
sobrenaturales e imposibles, que solo un dios podía lograr llevar a
buen término, podía presentarse de nuevo ante la Junta que
administraba la Universidad Miskatonic para validar su título de
dios y seguir siendo profesor emérito de ingeniería dimensional.
Junto a él, Harvey Z. Pickman, que se había ocupado de juzgar las
acciones de Brontes y comprobar que se ceñían al cometido que se le
exigía y que superaba las pruebas haciendo gala de capacidades que
fueran propias de un dios. También se encontraba allí Daisy
Springwood, la mujer que había iniciado toda aquella situación y
que, tras observar a Brontes en acción, había descubierto que
existían muchas más cosas de las que ella creía y que no había
podido comprobar hasta el momento. Y es que, como peon de la
causalidad narrativa, Daisy nunca había sido testigo de nada
extraño, sobrenatural, polidimensional o paranormal en Arkham. Lo
cual era bastante inusual, prácticamente como meterse en un convento
de monjas y no ver a ninguna. Y es que, por algún motivo desconocido
y narrativo, la ciudad era un enclave perfecto para todas estas cosas
y los habitantes de la misma ya se habían acostumbrado. A fin de
cuentas, cuándo encuentras un campamento protesta de profundos junto
a la playa, los estudiantes de la universidad acaban invocando
demonios y criaturas sobrenaturales para aprobar los exámenes o
simplemente porque están borrachos o entran unos reptilianos nazis
en el supermercado a hacer la compra para su base en los túneles
subterráneos, hay pocas cosas que puedan resultar desconcertantes.
Una
consecuencia de las 12 pruebas de Brontes había sido, obviamente, el
hacer que Daisy Springwood se enfrentara de una vez a la peculiar
situación de Arkham, lo que había supuesto una fuerte impresión
para ella. Racionalista, escéptica, activista contra las
supersticiones, teorías de la conspiración y demás absurdos
pseudocientíficos, se enfrentó a algo que no creía posible pero
que era real: la existencia de dioses, seres sobrenaturales y
extradimensionales y sucesos extraños. Pero, a fin de cuentas, todo
aquello no dejaba de ser una parte más del universo conocido (o no
tanto, y es que el universo no deja de ser inmenso a unas escalas
cósmicas que lo hacen inabarcable para la comprensión humana).
Claro esta que toda esta fenomenología y variedad de formas de vida
poco usuales podían resultar altamente extraños. Un magufo como
Robert Pickman habría usado el clásico mantra “la ciencia no lo
sabe todo”. Pero es que no se pretende que la ciencia lo sepa todo.
De hecho la ciencia se basa en la duda, en adentrarse en lo
desconocido para comprenderlo y conocerlo, explicarlo y así aumentar
el conocimiento. “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres”, Juan 8:32. Tal es el propósito de la búsqueda del
conocimiento, pues no hay una verdad absoluta y definitiva que se
alce inmutable. Y es que la ciencia libera de la opresión de la
ignorancia y la complacencia, de la superstición y las cadenas de la
mente. Porque no se basa en creencias, en afirmar que algo es cierto
porque así lo opina una gran mayoría. Se basa en evidencias, en
demostraciones empíricas y comprobables. Toda gran afirmación
conlleva una gran verificación.
Así
pues, aunque Daisy Springwood no esperaba encontrar semejante desafío
a su forma de entender el mundo, no dudó en, poco a poco, aplicar el
escepticismo y la ciencia para, en compañía de Harvey y Anna
Pickman, comprender mejor todo aquello que le había sido revelado.
¿Los dioses existen? Sí, pero de forma bastante alejada de la
concepción religiosa convencional. ¿Y la magia? Obviamente, le
había sido demostrado que así era. Pero poco tenía que ver con
conceptos más propios de la fantasía. Y es que lo que Daisy había
descubierto como magia no era más que una ciencia sumamente avanzada
que podía formularse mediante conceptos y teorías sumamente
extrañas para el conocimiento humano, pero que se demostraba que
funcionaban. A fin de cuentas, esa magia no era más que otra forma
de ciencia. Al igual que los dioses y criaturas sobrenaturales, con
todas sus peculiaridades, no dejaban de ser entidades que se regían
por unas determinadas leyes naturales que podían ser comprobadas,
medidas y verificadas.
Por
ello, una semana después de que Brontes diera por finalizadas las
pruebas y de que Daisy hubiera sido iniciada en todas aquellas
situaciones, conocimientos y experiencias, por fin se hallaban ante
la Junta. Los miembros de la misma habían estudiado concienzudamente
los informes presentados por Harvey y Daisy, y estaban dispuestos a
emitir un veredicto. El portavoz de la misma lo expresó claramente:
-Tras
estudiar la documentación presentada, no tenemos otro veredicto que
afirmar que, ciertamente, Brontes Hêphaistos es un dios y que puede
seguir formando parte del claustro de profesores de esta institución
educativa, con todos los derechos y responsabilidades que ello
implica.
Ni
que decir tiene que Brontes por fin pudo respirar tranquilo. Tras
varias semanas de someterse a todo tipo de pruebas absurdas y
extrañas, por fin volvía a recuperar la tranquilidad de saber que
su puesto de trabajo estaba asegurado y que no se iba a volver a
cuestionar su naturaleza. Sin embargo, había algo que le tenía
molesto y que no acababa de entender. Y es que, como ya se ha
comentado, los fenómenos extraños e inusuales no son raros en
Arkham, pero durante los últimos meses se habían ido incrementando,
haciendo que cada vez fueran más numerosos. Era como si alguien
estuviera tratando de sembrar el caos en la ciudad de forma
progresiva, como si estuvieran preparando algo y todo esto no fuera
más que una cuenta atrás que conduciría a un evento final donde
todo se desataría. El griego había estado reflexionando sobre ello
durante las últimas semanas cuando había tenido tiempo y, ahora que
por fin había acabado todo, mientras se dirigía con Harvey y Daisy
al EldritchBurguer a comer algo y celebrar el veredicto de la Junta,
volvía a su cabeza este asunto. En otras circunstancias habría
pensado que la culpable era Tiamat. A fin de cuentas, era una diosa
del caos muy poderosa, pero no encajaba con su forma de actuar. Ésta
era más aleatoria, impredecible. Además, llevaba unas semanas fuera
de Arkham y no era de carácter manipulador, más bien se movía
según los impulsos del momento.
Fue
al llegar al restaurante cuando se encontraron con alguien que ayudó
a aclarar las cosas. Junto a Shubbi, el retoño oscuro de
Shub-Niggurath que ejercía de árbol decorativo y guardia de
seguridad del EldritchBurguer, aguardaba una persona a la que tanto
Harvey y Brontes conocían y no tenían ganas de volver a
encontrarse: Se trataba de El que Comenta en la Oscuridad, un avatar
de Nyarlathotep que manipulaba y enloquecía mediante el uso de
apuestas, juegos de azar y transmitiendo y comentando todo tipo de
eventos deportivos y espectáculos. Aquello parecía ser la respuesta
a muchas preguntas. Particularmente cuando la entidad empezó a
actuar como un villano de opereta contando sus malvados planes:
-¡Os
felicito! Habéis sido un excelente prólogo a lo que está por
venir. Durante los últimos meses lo he estado preparando todo en
secreto y estas semanas finales han sido las más delicadas. Por
ello, el hacer que Brontes se ocupara de todas esas molestias menores
ha servido como una excelente pantalla de humo. Es cierto que,
durante el transcurso de las pruebas, habéis estropeado alguno de
mis planes secundarios. Pero no pasa nada, pues estaba todo previsto.
Pero ha llegado el momento. ¡Por fin todos mis actos alcanzaran su
clímax final y Arkham será el lugar donde se desate el caos que
arrasará este planeta y hará resurgir a los Primigenios que
aguardan en sus cárceles y se iniciará un nuevo periodo de dominio
absoluto sobre este insulso planeta!
Harvey
y Brontes se miraron. Nyarlathotep parecía menos estable de lo
habitual, como si estuviera sobreactuando, pero con él nunca se
podía estar seguro. Probablemente todo ese efectismo barato para
contarles los planes sólo era parte de otro de sus planes. Pero no
podían saberlo con certeza. Así pues, dejaron que siguiera
hablando.
-¡Ha
llegado el Fin del Tiempo! La humanidad gobierna donde antes Ellos
gobernaron, y lo volverán a hacer y el lugar donde se desatará el
Apocalipsis será éste: ¡Arkham!. Así pues preparaos para lo que
está por venir, pues no podréis detenerme.
Antes
de que pudieran reaccionar, Nyarlathotep cambió de forma,
convirtiéndose en una inmensa masa de tentáculos y bocas aullantes
de una negrura absoluta, un coloso descomunal y monstruoso que
desapareció en un portal que él mismo abrió. Tras cruzarlo, se
cerró. Sorprendidos, no podían hacer otra cosa que aguardar a que
todo se desencadenara de una forma u otra y, mientras tanto, tendrían
que prepararse. Si lo que estaba por venir era tan apocalíptico como
auguraba Nyarlatahotep, tendrían que reunir algo más que un equipo.
Todos los actores y fuerzas de Arkham tendrían que intervenir.
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