sábado, 13 de abril de 2019

End Time (parte 1): Comienza el Fin del Tiempo


Tras unas arduas semanas por parte de Brontes, todo podía darse por cerrado. Finalmente, tras superar doce absurdas, extrañas, sobrenaturales e imposibles, que solo un dios podía lograr llevar a buen término, podía presentarse de nuevo ante la Junta que administraba la Universidad Miskatonic para validar su título de dios y seguir siendo profesor emérito de ingeniería dimensional. Junto a él, Harvey Z. Pickman, que se había ocupado de juzgar las acciones de Brontes y comprobar que se ceñían al cometido que se le exigía y que superaba las pruebas haciendo gala de capacidades que fueran propias de un dios. También se encontraba allí Daisy Springwood, la mujer que había iniciado toda aquella situación y que, tras observar a Brontes en acción, había descubierto que existían muchas más cosas de las que ella creía y que no había podido comprobar hasta el momento. Y es que, como peon de la causalidad narrativa, Daisy nunca había sido testigo de nada extraño, sobrenatural, polidimensional o paranormal en Arkham. Lo cual era bastante inusual, prácticamente como meterse en un convento de monjas y no ver a ninguna. Y es que, por algún motivo desconocido y narrativo, la ciudad era un enclave perfecto para todas estas cosas y los habitantes de la misma ya se habían acostumbrado. A fin de cuentas, cuándo encuentras un campamento protesta de profundos junto a la playa, los estudiantes de la universidad acaban invocando demonios y criaturas sobrenaturales para aprobar los exámenes o simplemente porque están borrachos o entran unos reptilianos nazis en el supermercado a hacer la compra para su base en los túneles subterráneos, hay pocas cosas que puedan resultar desconcertantes.

Una consecuencia de las 12 pruebas de Brontes había sido, obviamente, el hacer que Daisy Springwood se enfrentara de una vez a la peculiar situación de Arkham, lo que había supuesto una fuerte impresión para ella. Racionalista, escéptica, activista contra las supersticiones, teorías de la conspiración y demás absurdos pseudocientíficos, se enfrentó a algo que no creía posible pero que era real: la existencia de dioses, seres sobrenaturales y extradimensionales y sucesos extraños. Pero, a fin de cuentas, todo aquello no dejaba de ser una parte más del universo conocido (o no tanto, y es que el universo no deja de ser inmenso a unas escalas cósmicas que lo hacen inabarcable para la comprensión humana). Claro esta que toda esta fenomenología y variedad de formas de vida poco usuales podían resultar altamente extraños. Un magufo como Robert Pickman habría usado el clásico mantra “la ciencia no lo sabe todo”. Pero es que no se pretende que la ciencia lo sepa todo. De hecho la ciencia se basa en la duda, en adentrarse en lo desconocido para comprenderlo y conocerlo, explicarlo y así aumentar el conocimiento. “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, Juan 8:32. Tal es el propósito de la búsqueda del conocimiento, pues no hay una verdad absoluta y definitiva que se alce inmutable. Y es que la ciencia libera de la opresión de la ignorancia y la complacencia, de la superstición y las cadenas de la mente. Porque no se basa en creencias, en afirmar que algo es cierto porque así lo opina una gran mayoría. Se basa en evidencias, en demostraciones empíricas y comprobables. Toda gran afirmación conlleva una gran verificación.

Así pues, aunque Daisy Springwood no esperaba encontrar semejante desafío a su forma de entender el mundo, no dudó en, poco a poco, aplicar el escepticismo y la ciencia para, en compañía de Harvey y Anna Pickman, comprender mejor todo aquello que le había sido revelado. ¿Los dioses existen? Sí, pero de forma bastante alejada de la concepción religiosa convencional. ¿Y la magia? Obviamente, le había sido demostrado que así era. Pero poco tenía que ver con conceptos más propios de la fantasía. Y es que lo que Daisy había descubierto como magia no era más que una ciencia sumamente avanzada que podía formularse mediante conceptos y teorías sumamente extrañas para el conocimiento humano, pero que se demostraba que funcionaban. A fin de cuentas, esa magia no era más que otra forma de ciencia. Al igual que los dioses y criaturas sobrenaturales, con todas sus peculiaridades, no dejaban de ser entidades que se regían por unas determinadas leyes naturales que podían ser comprobadas, medidas y verificadas.

Por ello, una semana después de que Brontes diera por finalizadas las pruebas y de que Daisy hubiera sido iniciada en todas aquellas situaciones, conocimientos y experiencias, por fin se hallaban ante la Junta. Los miembros de la misma habían estudiado concienzudamente los informes presentados por Harvey y Daisy, y estaban dispuestos a emitir un veredicto. El portavoz de la misma lo expresó claramente:

-Tras estudiar la documentación presentada, no tenemos otro veredicto que afirmar que, ciertamente, Brontes Hêphaistos es un dios y que puede seguir formando parte del claustro de profesores de esta institución educativa, con todos los derechos y responsabilidades que ello implica.

Ni que decir tiene que Brontes por fin pudo respirar tranquilo. Tras varias semanas de someterse a todo tipo de pruebas absurdas y extrañas, por fin volvía a recuperar la tranquilidad de saber que su puesto de trabajo estaba asegurado y que no se iba a volver a cuestionar su naturaleza. Sin embargo, había algo que le tenía molesto y que no acababa de entender. Y es que, como ya se ha comentado, los fenómenos extraños e inusuales no son raros en Arkham, pero durante los últimos meses se habían ido incrementando, haciendo que cada vez fueran más numerosos. Era como si alguien estuviera tratando de sembrar el caos en la ciudad de forma progresiva, como si estuvieran preparando algo y todo esto no fuera más que una cuenta atrás que conduciría a un evento final donde todo se desataría. El griego había estado reflexionando sobre ello durante las últimas semanas cuando había tenido tiempo y, ahora que por fin había acabado todo, mientras se dirigía con Harvey y Daisy al EldritchBurguer a comer algo y celebrar el veredicto de la Junta, volvía a su cabeza este asunto. En otras circunstancias habría pensado que la culpable era Tiamat. A fin de cuentas, era una diosa del caos muy poderosa, pero no encajaba con su forma de actuar. Ésta era más aleatoria, impredecible. Además, llevaba unas semanas fuera de Arkham y no era de carácter manipulador, más bien se movía según los impulsos del momento.

Fue al llegar al restaurante cuando se encontraron con alguien que ayudó a aclarar las cosas. Junto a Shubbi, el retoño oscuro de Shub-Niggurath que ejercía de árbol decorativo y guardia de seguridad del EldritchBurguer, aguardaba una persona a la que tanto Harvey y Brontes conocían y no tenían ganas de volver a encontrarse: Se trataba de El que Comenta en la Oscuridad, un avatar de Nyarlathotep que manipulaba y enloquecía mediante el uso de apuestas, juegos de azar y transmitiendo y comentando todo tipo de eventos deportivos y espectáculos. Aquello parecía ser la respuesta a muchas preguntas. Particularmente cuando la entidad empezó a actuar como un villano de opereta contando sus malvados planes:

-¡Os felicito! Habéis sido un excelente prólogo a lo que está por venir. Durante los últimos meses lo he estado preparando todo en secreto y estas semanas finales han sido las más delicadas. Por ello, el hacer que Brontes se ocupara de todas esas molestias menores ha servido como una excelente pantalla de humo. Es cierto que, durante el transcurso de las pruebas, habéis estropeado alguno de mis planes secundarios. Pero no pasa nada, pues estaba todo previsto. Pero ha llegado el momento. ¡Por fin todos mis actos alcanzaran su clímax final y Arkham será el lugar donde se desate el caos que arrasará este planeta y hará resurgir a los Primigenios que aguardan en sus cárceles y se iniciará un nuevo periodo de dominio absoluto sobre este insulso planeta!

Harvey y Brontes se miraron. Nyarlathotep parecía menos estable de lo habitual, como si estuviera sobreactuando, pero con él nunca se podía estar seguro. Probablemente todo ese efectismo barato para contarles los planes sólo era parte de otro de sus planes. Pero no podían saberlo con certeza. Así pues, dejaron que siguiera hablando.

-¡Ha llegado el Fin del Tiempo! La humanidad gobierna donde antes Ellos gobernaron, y lo volverán a hacer y el lugar donde se desatará el Apocalipsis será éste: ¡Arkham!. Así pues preparaos para lo que está por venir, pues no podréis detenerme.

Antes de que pudieran reaccionar, Nyarlathotep cambió de forma, convirtiéndose en una inmensa masa de tentáculos y bocas aullantes de una negrura absoluta, un coloso descomunal y monstruoso que desapareció en un portal que él mismo abrió. Tras cruzarlo, se cerró. Sorprendidos, no podían hacer otra cosa que aguardar a que todo se desencadenara de una forma u otra y, mientras tanto, tendrían que prepararse. Si lo que estaba por venir era tan apocalíptico como auguraba Nyarlatahotep, tendrían que reunir algo más que un equipo. Todos los actores y fuerzas de Arkham tendrían que intervenir.

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