sábado, 6 de abril de 2019

Los 12 desafíos de Brontes: ¡Enter the villain!

 Camino a End Time (parte 6) #Bronteschallenge

Amanecía un nuevo día en Arkham y los más madrugadores ya estaban por las calles. Entre los más madrugadores, cómo no, estaban los repartidores del pan, que iban con sus furgonetas hacia las panaderías, sin saber que estaban siendo observados por ojos malignos. Ojos cuyo dueño tenía un plan, un maléfico plan. Un plan digno de risa villanesca.

 Un par de horas más tarde, Brontes bajaba a la cafetería de la residencia estudiantil La Llave y La Puerta y se pedía el desayuno, encontrándose con algo inesperado. Parecía haber una pequeña cantidad de gente quejándose airadamente ante los camareros. No sabía cual podía ser el problema, pero él estaba más interesado en sus cosas, por lo que se fue a su mesa habitual y se sentó para echar un vistazo al ElderGodBook. Apenas pudo disfrutar de su sesión de cotilleo matinal en la red social de los dioses, porque unos instantes después, entraron en la cafetería las dos personas que menos ganas tenía de ver a esas horas: Harvey Z. Pickman y Daisy Springwood. Si iban juntos es que tenían alguna prueba para que él la realizara.

-Ni siquiera he desayunado, no podéis venir ya con un desafío de esos -se quejó el cíclope.

-Lo siento Brontes -dijo Harvey-, pero ya sabes que este asunto lo lleva la Universidad Miskatonic. Si ellos llaman, nosotros venimos.

-¿Y esa gente no desayuna? 

El camarero se acercó a la mesa de Brontes y dejó allí su desayuno.

-Podemos esperar a que termines, pero hay mucha  gente enfadada- dijo Harvey mientras se sentaba frente al cíclope.

-¿Y por qué está enfadada esa gente, a ver?

Daisy Springwood se sentó también en la mesa.

-Por algo que no sé qué tendrá que ver con demostrar que eres un dios. Resulta que ninguno de los repartidores de pan ha llegado esta mañana a su destino. Todos han desaparecido y los dueños de las panaderías que no tienen su propio horno, así como otros trabajadores de la hostelería, están que se suben por las paredes.

-Estoy de acuerdo con la dama ¿qué tengo que ver yo y mi condición de deidad con que los repartidores de pan no hayan hecho su trabajo -preguntó Brontes.

-Pues que estamos en Arkham, y sabes que si ha sucedido algo así, es porque hay algo extraño detrás, algo que podrá necesitar de tus habilidades sobrenaturales -respondió Harvey.

-¿Pero no veis que no puede tener habilidades sobrenaturales? No hay nada por encima de lo natural, si algo sucede y se puede cuantificar científicamente, no es sobrenatural -les interrumpió Daisy.

-Estoy hoy sorprendentemente muy de acuerdo con la dama, como amante de la ciencia y colaborador de la universidad, no me gusta que los mortales utilicéis esa palabra para referiros a los poderes y habilidades que tenemos los dioses. Nosotros somos tan naturales como la gravedad, lo que pasa es que no podéis entender cómo realizamos nuestras acciones, que parecen escapar del entendimiento -explicó Brontes mientras se acababa el desayuno.

-¿Has soltado todo ese rollo para poder terminarte el desayuno? -dijo Harvey torciendo el gesto.

-Oh, eso nunca lo sabrás... ¡la cuenta, por favor!

Una vez estuvieron fuera de la residencia, Brontes miró a la pareja.

-Bien. En serio, no sé qué esperáis que haga para encontrar a los repartidores. Igual todos se han colado por la esquina no euclidiana, no sé por qué el ayuntamiento aún no se ha encargado de ese problema.

Harvey miró fijamente a Brontes y éste resopló resignado. Ahora que lo pensaba, sí que había una manera de saber dónde habían ido a parar los repartidores del pan. No tenía nada que ver con su condición de dios, pues era un hechizo que había aprendido de Anna Pickman, pero bueno, eso Daisy no lo sabía, así que podía servir igualmente.  Brontes realizó los gestos manuales y susurró las palabras del hechizo para encontrar cosas perdidas, que más de una vez había utilizado como sustituto de Google Maps para orientarse. Tras realizar el hechizo, en etéreo haz luminoso que señalaba el camino salió de su cuerpo.

-Ale, sólo tenemos que seguir este hilo luminoso y llegaremos al lugar donde están nuestros repartidores de pan desaparecidos -dijo el cíclope.

-¿Cómo...? ¿Cómo has hecho eso? ¡El haz luminoso sale de ti, pero no llevas ningún aparato! -exclamó sorprendida Daisy.

-Poderes divinos -respondió Brontes con una sonrisa-. Seguidme.

El cíclope fue dirigiendo al grupo, siguiendo al haz mágico que lo llevaba por las calles de Arkham. El hechizo era muy cívico, pues se cortaba cuando había un semáforo en rojo en su camino. Esto hizo pensar a Brontes que, aunque había aprendido el hechizo de Anna Pickman, posiblemente el origen de este venía de una deidad reptiliana. El haz luminoso finalmente los llevó a una calle céntrica, a un local determinado, uno que, antiguamente, había sido una de las guaridas de los laboratorios de ciencia loca de Vinnie West.

-¿Vinnie West secuestraría a repartidores de pan? Eso es harto extraño. Lo suyo es que diera vida a las barras de pan y nos las tuviéramos que ver con una invasión de panes vivientes -dijo el cíclope deteniéndose delante de la persiana cerrada del local.

-No, no encaja con su proceder habitual -secundó Harvey.

-Luego aquí estamos enfrentándonos a otra persona ¿un antiguo colaborador de Vinnie? Sólo se me ocurre un nombre...

Brontes se acercó al local cerrado y tocó un timbre que había junto a la persiana.

-¿No sería mejor hacer uso del factor sorpresa? -le preguntó Harvey desconcertado.

La sorpresa la tuvo él cuando la persiana se alzó de un fuerte tirón y la puerta del local se abrió para darles paso a su interior.

-¿Qué es toda esta teatralidad? ¿Tenemos que entrar? -preguntó Daisy.

-Si quiere conocer a uno de los villanos oficiales de la ciudad en la que vive, señorita Springwood, sí, será mejor que entre-le dijo Brontes.

-¿Villanos oficiales? ¿Desde cuando vivimos en un cómic de superhéroes?

-Bueno, usted conoce a la superheroína oficial de Arkham...

Brontes entró al local y la curiosidad hizo que Daisy le siguiera. El interior parecía el decorado de una película de James Bond, concretamente la guarida del villano de turno, y sentado en una silla giratoria se encontraba el que sería el villano de turno.

-Marty Eye Gore ¡qué sorpresa que estés detrás de la desaparición de los repartidores de pan! -dijo Brontes con evidente sarcasmo.

-¡En efecto, yo! -exclamó el villano-. ¿A quién si no se le ocurriría una manera tan sencilla de provocar el caos en Arkham? Dejando las panaderías sin género, la gente enloquecerá, asaltará a los panaderos que tienen horno, se darán de palos por una barra recién hecha y calentita. Tal maldad no podía ser obra de otro.

-Esto tiene que ser una broma -dijo Daisy-. Voy a llamar inmediatamente a la policía...

-¿La policía? ¡¡¡Bwa ha ha ha ha ha ha!!! ¡La policía no puede hacer nada contra mi! ¡Y vosotros tampoco!

Eye Gore presionó un botón de su silla giratoria y de ella comenzaron a salir extraños artilugios mecánicos que la fueron cambiando de forma, mientras se elevaba e iba rodeando al villano de lo que en principio parecía una armadura, pero una vez terminada la transformación resultó ser otra cosa. Con partes de la silla, de aparatos que parecían ordenadores de atrezzo de película de espías, y otras cosas que habían salido de debajo de la silla giratoria, Eye Gore había construido un robot con el villano en la cabeza como piloto.

-Juraría que esto ya lo he visto -musitó Brontes.

El robot extendió un brazo y de la muñeca salió un pequeño misil el dirección del cíclope, que esquivó el ataque en el último momento.

-Señorita Springwood, yo de usted saldría de aquí, esto se está volviendo peligroso -dijo Brontes.

La explosión del misil había dejado claro que aquello no eran efectos especiales, así que Diasy se escondió detrás de uno de los ordenadores de ciencia ficción retro. Desde allí podría ver el combate sin salir herida.

-Marty, sabes que ni siquiera me hace falta convocar un rayo para destrozar el mazinger de segunda que estás pilotando -dijo Brontes acercándose al robot-. Yo de ti me rendiría antes de que te hagas daño.

-¡¿Te crees que soy tonto?!- exclamó el villano-. Vas a comprobar el poder de mi robot.

Las manos de la máquina se bajaron dejando a la vista los cañones de dos armas, de las que salieron sendas lenguas de fuego que cayeron sobre Brontes. El cíclope siguió avanzando en dirección a Eye Gore aunque el fuego abrasador ardía sobre él, dejándole en paños menores. Cuando el ataque ígneo terminó, Brontes quedó sólo vestido con unos ceñidos calzoncillos de vivos colores producto del mal gusto a la hora de vestir habitual entre los dioses.

-Bien, ya me has dejado desnudo ¿estás contento?

Claramente Eye Gore no se había quedado contento, por lo que lanzó un poderoso golpe con el puño hacia el cíclope. Brontes detuvo el ataque agarrando el puño del robot. Eye Gore intentó soltarse de la presa, pero la fuerza del dios de las tormentas era mucho mayor.

-¡¡¡AAAAAAAAAAAH!!! -exclamó Eye Gore mientras Brontes alzaba al robot en el aire y este pataleaba patéticamente.

Brontes no tenía ningunas ganas de alargar la desdicha del villano, así que, haciendo honor a un conocido héroe de los cómics en su actuación en una famosa película, lanzó al robot de un lado a otro dándole golpes en el suelo. Los golpes eran tan potentes que el robot se rompió en mil pedazos, con lo que Brontes se quedó con el brazo mecánico colgando y Eye Gore atrapado en la cabeza/cabina. El cíclope se acercó a lo que quedaba del robot y sacó de un tirón a Eye Gore.

-Tienes suerte de que ya estamos en primavera y no me importe tanto ir en calzoncillos -le dijo Brontes.

Harvey entró tranquilamente al local una vez el enfrentamiento hubo acabado y se puso junto a Daisy Springwood.

-Pues esto es un día normal en Arkham para nosotros -comentó como si nada.

- El lanzallamas no le ha hecho ningún daño -musitaba Daisy.

-Sí, y tiene la complexión física de un astartes de Warhammer, así es nuestro Brontes.

El cíclope acercó a su cara a un aterrorizado Eye Gore.

-Ahora nos vas a decir dónde has metido a los repartidores de pan.

-Están capturados en una dimensión de bolsillo. Puedo darte acceso a ella si me dejas ir al ordenador...

-Más te vale no intentar nada extraño o te suelto un sopapo.

Marty Eye Gore se acercó a uno de los ordenadores de película de sci-fi anticuada y tocó una serie de botones. Esto hizo que se abriera un portal en mitad de la habitación.

-Bien, voy allí dentro a por los panaderos, si no salgo en mucho rato, avisad a Alfa Strike -dijo Brontes, tras lo que dio un salto y atravesó el portal.

-¡Esto ya es demasiado! ¡Eso no puede ser un portal a otra dimensión! -exclamó Daisy.

-Si no te lo crees, sólo tienes que asomarte, pero no lo recomendaría, igual alguien te da un bocado -dijo Harvey con una sonrisa maléfica.

-¿Y veis todo esto normal? ¿Robots? ¿Portales a otras dimensiones? ¿Personas a las que arrojas fuego y no sale herida?

-En serio ¿tú no sabes en qué ciudad vives? Ayer mismo hubo una visita al ayuntamiento de una delegación de la dimensión Z, gente muy maja.

Mientras hablaban, Marty Eye Gore intentó escabullirse, pero Harvey se dio cuenta a tiempo y le lanzó un hechizo que le dejó paralizado.

-¿A dónde te crees que ibas tú?

-Espera... ¡¿Tú también tienes poderes?! -exclamó Daisy.

-No, ha sido un hechizo sencillo, de los que lanzas sin apenas pensar en ello...

-Pero si la magia no existe...

Antes de que Harvey pudiera responder con la evidencia que Daisy tenía delante de sus narices, del portal salió Brontes trayendo sobre sus brazos una docena de pequeñas furgonetas de reparto de pan. En el interior de las furgonetas, los repartidores miraban sobresaltados cómo eran devueltos a casa.

-Bufff no sabéis lo que me he encontrado al otro lado. Había un gas inteligente aficionado a la música sacra que me ha estado haciendo un recital de canto gregoriano que ha durado unas cuatro horas. La verdad es que lo hacía bien, pero me ha hecho perder mucho tiempo. Después  me he cruzado con unos hombres sardina que han intentado comerme, pero ha sido tan lamentable que me los he quitado de encima y los he tirado a un mar que flotaba en el aire. Más problemáticos han sido los tiburones boxeadores, pero los he dejado K.O. y he quedado finalista en el campeonato de boxeo interdimensional, aunque al final me ha ganado una ecuación viviente a la que no he podido tumbar de ninguna manera. Me ha ganado por puntos, pero aún así... Bueno, la cuestión es que al final me he encontrado a los repartidores. Estaban rodeados por una banda de moteros dimensionales, pero he podido razonar con ellos y me han dejado llevármelos de vuelta a casa. Y aquí están.

-Bueno, pues se puede decir que has completado otro de tus desafíos -comentó Harvey sonriendo.

-¿Cómo que uno? He usado el hechizo de rastreo para encontrar la guarida de Eye Gore, me he enfrentado a un robot gigante y después he tenido que meterme en una dimensión de bolsillo donde he tenido una serie de estrafalarias aventuras ¡Eso cuenta como tres!

-¿Tres desafíos? -dijo Harvey torciendo el gesto-. Aaaaunque pensándolo bien... pues sí... tienes  razón, pueden ser tres.

-¡¡¡Yujuuuuuu!!! -exclamó Brontes dando un salto como una colegiala-. Eso quiere decir que ya no tengo que hacer más trabajos para demostrar que soy un dios ¡Libertad!

-Aaaaaalto -le interrumpió Harvey-. Antes de que cantes victoria, tenemos que ir ante el tribunal de la universidad para que ratifiquen que eres un dios ¿no es así, Daisy?

-Eh... sí... eso es, sí -dijo Daisy, que aún estaba digiriendo todo lo ocurrido.

-¡Pues vamos ya!-exclamó Brontes.

-No, hoy están muy ocupados. Tendrá que ser mañana.

-Vaaaa, eres un aguafiestas...

Brontes cogió al todavía paralizado Eye Gore y se lo echó al hombro. El grupo salió de la guarida del villano y se dirigieron de nuevo a la residencia estudiantil. Mientras tanto, los repartidores de pan volvían a su trabajo para devolver el orden establecido a la ciudad. El día siguiente sería el señalado como el que Brontes demostró que había pasado las 12 pruebas y era un dios en todo derecho.

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