La clase de Antropología
de los pueblos de África Central iba tocando a su fin mientras el
profesor Seabury Pickman acaba con las conclusiones de la lección:
-De esta manera
podemos comprobar como muchas de las leyendas que corrieron sobre la
zona central del continente africano, en particular la región
conocida popularmente como”Congo”, pueden servir como cortina de
humo para disimular verdades que se hayan ocultas. Muchos de los
mitos del África negra hablan, en realidad sobre héroes y reyes
deificados, criaturas de leyenda surgidas de los miedos ancestrales y
sobre pueblos perdidos que, según sabemos, llegaron a alcanzar el
nivel de desarrollo mínimo como para ser considerados
civilizaciones. Algunos de estos pueblos han dejado descendientes que
han involucionado hasta la edad de piedra, en cuyos recuerdos
ancestrales hallamos las pistas para investigar estas culturas
desaparecidas. En otros casos, tenemos fuentes de estudio más
tangibles, como la ciudad de Gharne. Lamentablemente, algunos de
estos restos arqueológicos se han perdido para siempre,
habitualmente por causas naturales, como ya sucedió con la ciudad
perdida de Zinj, que quedó cubierta por una gruesa capa de lava tras
la erupción del monte Mukenko en 1979. Por suerte, tras la caída de
la empresa STRT, los doctores Ross y Eliot quedaron libres de todo
acuerdo contractual de privacidad, lo que permitió, junto con los
documentos gráficos y textuales recuperados de las bases de datos de
la empresa, obtener un testimonio fiable y relativamente completo
sobre el estado final de la ciudad antes de su pérdida...
Mientras el atildado y
elegante profesor continuaba sus conclusiones, un murmullo continuo
que hacía poco comenzaba a escucharse de fondo fue aumentando su
volumen paulatinamente, de manera que comenzó a superponerse al
discurso del profesor que se decantó por ignorarlo y acabar la
lección.
-Hodgson, Hodgson,
Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson,
Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson,
Hodgson, Hodgson.
A medida que el sonido
aumentaba, se veía acompañado de las vibraciones producidas por un
grupo relativamente numeroso que parecía avanzar a la carrera hacia
el aula.
Mientras el profesor
Pickman recogía sus cosas y daba las últimas recomendaciones de la
sesión, la puerta del aula se abrió de golpe para dejar pasar a una
docena de seres de aspecto humanoide, vestidos de forma anárquica
con taparrabos y desharrapadas túnicas, cuyas principales
características eran unas poderosas garras en las manos y una testa
porcina.
-Hodgson, Hodgson,
Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson,
Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson,
Hodgson, Hodgson.
Las criaturas-cerdo, mientras entonaban sin cesar su
monótono mantra, avanzaron a la carrera hacia el profesor para
sorpresa de sus alumnos. Cuando llegaron hasta el docente, lo alzaron
en volandas y se lo llevaron a hombros mientras este clamaba:
-¡No olvidéis que
podéis consultar el Regnum Congo de Pigafetta en la biblioteca! ¡Y
que no se os ocurra hacer un creepypasta de esto, porque os aseguro
que volvereeeeeeeeeeeeeee!
Las últimas palabras del
profesor se perdían ya mientras las criaturas-cerdo lo sacaban del
aula y se perdían por los pasillos de la universidad para
desconcierto general del alumnado, claustro y demás empleados de la
institución educativa.
-Hodgson, Hodgson,
Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson,
Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson, Hodgson,
Hodgson, Hodgson.
Ese mismo día, al caer
de la noche, el profesor Seabury Pickman apareció a las puertas de
la biblioteca de la universidad con las ropas desarregladas (algo
inédito en él) y llevando en la mano un grueso volúmen de las
obras completas de William H. Hodgson.
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