Era la noche antes de Navidad y en la Residencia La
Llave y la Puerta no se oía nada, con la excepción del sonido
rítmico de los muelles del colchón de la habitación de Welcome, y
los sonidos en la cocina mientras el servidor de los otros dioses
conocido como Unglaublich daba los últimos retoques a la cena
especial que estaban preparando los Pickman. La protoplásmica,
informe y fluida criatura se había incorporado a la plantilla de la
residencia cuando Harvey la había liberado de la extraña
servidumbre que la ataba a una pareja de clase alta bostoniana que no
sabían aprovechar sus posibilidades. Desde entonces, se dedicaba a
vagar reptante por los pasillos de la residencia y las dependencias
del campus universitario siempre que sus servicios no fueran
requeridos para ignotos y arcanos propósitos como hacer la compra,
actuar como chico de los recados y cualquier otro motivo por el que
fuera requerido. En esa noche en particular, sus conocimientos,
destrezas y fluidez multimórfica se requerían para preparar una
cena muy especial que habían organizado los Pickman con unos
invitados poco habituales. Unglaublich, fiel servidor y diligente
fámulo y cocinero, se había entregado con febril devoción y leal
entrega a su trabajo, y ya sólo quedaba que le dieran la señal para
comenzar a servir los platos.
Mientras tanto, Harvey y Anna comprobaban la lista
de invitados y daban el visto bueno a todos los preparativos. El
comedor principal había sido ornamentado con decoraciones festivas
alusivas no sólo a la navidad, sino también a otras festividades
solares celebradas en las mismas fechas, así como símbolos que
parecían haber sido dibujados por un poeta loco en mitad de una
borrachera, preso de un ataque de delirium tremens. Las mesas estaban
vestidas y los cubiertos, adecuados a los diferentes platos que se
iban a servir, habían sido cuidadosamente repasados y colocados, al
igual que el bosque de copas. Revisando los últimos detalles.
-Creo que está todo
listo, ya sólo falta que lleguen los invitados. ¿Han confirmado
todos su asistencia?-preguntó Anna.
-Sí, podemos contar con
todos ellos, tan sólo espero que mañana no cueste mucho limpiar el
comedor, porque me espero cualquier cosa de esta noche. Menos mal que
Robert está “ocupado”. -respondió Harvey con una expresión
esperanzada.
-¿Te has ocupado de él
como acordamos?
-Ehhh... sí, Welcome no
ha tenido problema en ocuparse de él durante toda la noche... Cabrón
con suerte...
En ese momento, en la
habitación de Welcome, la chica, desnuda y a cuatro patas sobre la
cama, se disponía a iniciar a Robert en los placeres de la
sodomización femenina.
Mientras el magufo de los
Pickman no podía creer la suerte que tenía y Harvey y Anna rezaban
para que todo saliera bien y no salpicara demasiado, Seabury se
disponía a recibir a los primeros invitados. El profesor se había
adecentado especialmente, y parecía el clon elegante de H.P.
Lovecraft, dispuesto a actuar con británica flema ante el particular
elenco que ya comenzaba a llegar:
De las alcantarillas
surgieron los enviados de Innsmouth, un sacerdote de Dagón y su
mujer, ambos de la raza anfibia de los Profundos. Croando y
elegantemente vestidos con sus túnicas ceremoniales y joyas,
caminaban anadeando y saltando y saludaron a Seabury con inesperada
elegancia.
Del cementerio más
cercano se aproximaban las figuras pálidas, gomosas y de rasgos
caninos de dos gules, representantes de la población local de esta
raza.
Caminando con una cierta
torpeza y expresión de asombro, una pareja se dirigía hacia allí.
Ataviados con una ropa de colores llamativos y mal conjuntada, los
representantes de la Gran Raza de Yith, cuyas mentes habían llegado
hacía poco a esta época y todavía no habían logrado adaptarse
completamente, se presentaron al erudito Pickman.
La inconfundible, alta y
delgada figura de cuatro brazos de El Que Legisla Tras el Umbral se
aproximaba acompañado de una espectacular, joven, guapa, voluptuosa
y sexy modelo en ciernes que había acudido al abogado equivocado y
ahora tenía que pagar su parte en el particular “pacto con el
diablo” que incluían los honorarios del primigenio legal.
Tarareando alegremente
con la futura perspectiva de una buena comida y abundante bebida, la
ciclópea figura del cíclope residente de la Universidad, Brontes se
acercaba con alegre regocijo hasta que vio llegar al último invitado
y su humor se tornó en suspicacia.
Con elegante y poderoso
caminar, el Faraón Negro se aproximaba escoltado por dos guardias
nubios y un cortejo de esclavas egipcias desnudas tocando címbalos y
cuernos para anunciar su llegada. Nyarlathotep se presentaba bajo
esta magnificente apariencia, la de un coloso sin rostro de gran
envergadura y fuertes músculos de piel negra como la noche y
ataviado con las vestiduras de un soberano del Antiguo Egipto.
-Eso sí que es una
entrada.- Fue cuanto pudo decir Seabury ante la espectacular llegada
del dios. Aunque esto presagiaba tormenta, sobretodo ante el
momumental cabreo que arrastraba Brontes con Nyarlathotep.
Una vez estuvieron presentes todos los invitados, se les ofreció un
coctel de bienvenida con una curiosa variedad de canapés a modo de
aperitivo seleccionados para cubrir todos los gustos de los
invitados: Pate viande pourrie avec des herbes,
garum, grillé avec fondue coing foie, grillées ail frais, les
champignons et les crevettes, etc. Durante el mismo, la tensión
entre Brontes y el Faraón Negro pareció remitir mientras el griego
se dedicaba a flirtear con las esclavas desnudas del cortejo y, la
modelo que acompañaba al abogado lograba entretener al egipcio con
sus evidentes encantos y demostraba la razón por la que había
acabado endeudada de esa forma con el primigenio legal. Por ello, los
Pickman daban gracias, y esperaban que la cosa siguiera así durante
toda la noche. Con suerte, si las cosas no iban a más, los
anfitriones lograrían su objetivo, usar la cena como excusa para
tratar de negociar un pacto con las diferentes fuerzas de los Mitos
de Cthulhu en Arkham y sus alrededores para hacer de la Universidad
una zona neutral, y así, de paso, no llamar la atención de la
Fundación Wilmarth más de lo necesario.
Cuando
dieron por finalizado el coctel y pasaron al comedor, Unglaublich se
dispuso a servir la comida y todo parecía ir bien... Parecía...
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