miércoles, 18 de febrero de 2015

Thunder-verse (parte 1): Obertura

Un especial King in Yellow Size, más largo, más pulp, más políticamente incorrecto.


La taberna estaba inusualmente tranquila pese a lo llena que estaba. Se trataba sin duda del lugar donde servían la mejor bebida de todo Ulthar, y habitualmente esto era sinónimo de jaleo, gritos y fiesta. Pero pocos en el pueblo, con excepción de los gatos, se animaban mucho en presencia del Herrero Mentiroso, que, sentado en una mesa en torno a la cual se había formado un vacío, bebía tranquilamente una cerveza con la Cortatormentas envainada y apoyada negligentemente a su lado. Por la forma en que había dejado la espada al sentarse, nadie sospecharía que se trataba de un arma mágica tan terrible y poderosa como era. Sin embargo el dios la trataba como si fuera una espada más, sin darle demasiada importancia, pero sin separarse nunca de ella. De improviso, el reproductor MP3 que siempre llevaba consigo, se encendió sólo y en sus oídos (habitualmente llevaba siempre puesto al menos un auricular) comenzó a sonar la Marcha Imperial de Star Wars, el tema de Darth Vader, y se llevó la mano a la cara con expresión de fastidio.

La puerta de la taberna se abrió de golpe, y una figura envuelta en una capa negra con capucha entró con aire marcial, o al menos lo intentó, hasta que resbaló en un charco de cerveza derramada y evitó por muy poco caer al suelo. Molestó, clamó a voz en grito:

-¡Loki! ¿Ya está todo listo? ¿Tienes la espada?

El Herrero Mentiroso bufó con desesperación, cogió la Cortatormentas, se levantó y se acercó al recién llegado.

-Sí, tengo la espada, aquí está. No hace falta que entres gritando y alborotando, que no estoy sordo. Ahora vamos para fuera y comenzaré a preparar el ritual.

Ignorando a su interlocutor, Loki, el dios nórdico del engaño, también conocido como el Herrero Mentiroso, salió de la taberna mientras la figura embozada se quedaba sin respuesta ante el descaro con que le habían respondido. Cuando logró sobreponerse, siguió a la deidad afuera, que le esperaba en medio de la plaza del pueblo. Allí, y con gesto dramático, le hizo entrega de Cortatormentas. El encapuchado extrajo la espada de su vaina y sintió el poder que emanaba de la hoja de color azul eléctrico y de los símbolos en ella grabados. Era un arma terrible, mágica e iba a ser usada con un funesto propósito. El de negro alzó la espada y clamó:

-¡Por fín! ¡Ya tengo a la Cortatormentas! ¡Se acabaron mis días de predicciones meteorológicas fallidas, se acabó hacer el ridículo por anunciar día soleados y recibir lluvias! ¡Con esta espada seré el Azote de los dioses del trueno, me convertiré en... STORMBRINGER!

-No -dijo con voz serena Loki.

-¡¿Cómo?!

-Pues eso, que no, que no puedes llamarte Stormbinger, que ya está cogido...

-¿Mago del tiempo? ¿Electro?

-Esos nombres ya están ocupados. ¿No se te ocurre nada más original?

-¡Ya sé! Seré... ¡El Señor de las Tormentas!

El nuevo “Señor de las Tormentas” selló esta declaración con una carcajada maléfica de manual, como sabía que tenía que hacer todo Señor Oscuro que se precie y Loki se dio cuenta en ese momento de que sus previsiones se habían quedado cortas. No estaba aliado con un idiota, sino con un auténtico gilipollas integral.
El Señor de las Tormentas se retiró la capucha y abrió la capa para mostrarse orgullo con su nueva espada. Era un tipo bastante anodino, no era particularmente atractivo, ni feo como el pecado. No tenía cara de hurón ni parecía especialmente astuto o cruel. De hecho era un sujeto sin carisma, de una normalidad que aburría, pero dotado de una mediocridad y mezquindad que le otorgaban una maldad propia y exclusiva del ser humano. Poseía grandes reservas de esa capacidad única de la humanidad que hacía que cualquier hijo de vecino, si se lo proponía, podía ser capaz de oprimir al prójimo con más saña que el dictador más monstruoso o el inquisidor más fanático e inventivo. Por eso, Loki, viéndolo sumido en la frustración de ser un pésimo meteorólogo incapaz de aceptar su inutilidad y celoso de sus compañeros, creyó ver en él al individuo apropiado para llevar a cabo el más asombroso, ambicioso y espectacular plan jamás cometido por un dios del engaño o bromista. Para ello, una vez forjada y consagrada la Cortatormentas, debía iniciar el ritual que le permitiría reunir a los dioses del trueno, la tempestad, la tormenta, el rayo y la electricidad, dioses climáticos cuyo poder podría ser absorbido por la espada y que convertirían al portador en el Maestro Definitivo del Clima. Pero con semejante energúmeno pseudo megalomaníaco cualquier plan, incluso uno a prueba de tontos como el que había diseñado, podía acabar siendo un fracaso.

Mientras el Señor de las Tormentas alucinaba con su espada y hacía molinetes y absurdas figuras como las que haría cualquier capullo con un arma que no sabe usar, Loki se resignó y comenzó la siguiente fase de su plan: reunir a los dioses del trueno y dar inicio a la batalla definitiva: Thunder-verse. Situado en medio de la plaza de Ulthar, alzó los brazos y comenzó a declamar con voz grave y resonante en un idioma que parecía surgir de los abismos del tiempo y que recordaba a aquella vez que Abhoth se atragantó al devorar a uno de sus hijos y estuvo una semana con carraspera gorgoteante. La energía comenzó a concentrarse en torno a Loki, formando remolinos que emanaban de él y se desplazaban por el pueblo. Las nubes negras de tormenta surgieron en un cielo despejado y la tempestad se desató mientras el ritual de invocación avanzaba. En torno al dios nórdico, los habitantes de Ulthar se alejaban y se apresuraban a resguardarse en sus casas y los gatos, con mirada desdeñosa, trataban de disimular el tremendo interés que tenían en el desarrollo de los acontecimientos. En el momento cumbre del ritual, cuando Loki tenía que sellar el hechizo con las últimas palabras que lo desencadenarían, un par de gatos que se estaban persiguiendo, irrumpieron entre sus piernas y le hicieron tropezar y caer al suelo, provocando que pronunciar mal las últimas sílabas. Pero, ¿quién puede culpar a un gato? Son independientes y en sus feroces y salvajes corazoncitos urden sus propios planes cuyas motivaciones nadie conoce. Y sin embargo, habían actuado en el momento en que la invocación estaba sellada, pues los dioses se verían arrastrados por ella, pero no se había completado el ritual, por lo que su localización sería inexacta y aleatoria.

Pero por mucho que renegara el Señor de las Tormentas, ya nada se podía hacer. Loki, con el culo dolorido por la caída, se levantó y sonrió satisfecho, pues, de esta manera, el Thunder-verse sería más divertido.

Mientras tanto, en Arkham, en La Llave y La Puerta...

Un brazo surgió de debajo de la sábana y agarró con fuerza la tela, que salió disparada y chocó en la cara del nórdico que Vinnie y Eye Gore habían traído -y seguía borracho como una cuba-. El ser que había tapado la sábana se levantó y Vinnie pudo ver la gloria de su creación.

-Por las barbas de Odín, creo que he bebido demasiado... todo se ha cubierto de un velo blanco... -dijo el nórdico.
Mientras Thor se debatía en su ebriedad con la sábana que había caído de improviso sobre él, no pudo percibir las emanaciones cósmicas que le llamaban, o al menos las confundió con la irresistible necesidad de vaciar la vejiga, cosas del alcohol. De improviso, y mientras Vinnie West y su ayudante Eye Gore se debatían ante el horror de haber dado vida a un político republicano, el Odinson desapareció en una teleportación mágica.

Mientras tanto, en Arkham, en la Universidad Miskatonic...

Equipado con su coraza y su casco y con el martillo colgando de su cinturón, la colosal figura de Brontes era como la de un cíclope heavy tratando de disfrazarse de hoplita griego. Aunque esa no era la intención, seguía estando imponente, y con esta apariencia pensó que lograría mayor autoridad al hablar con Zeus. Craso error. El señor del Olimpo estaba ignorándole completamente mientras se centraba en lo que tenía entre manos. En concreto, el culo de la estudiante con la que estaba fornicando al estilo perrito.

-Zeus, esto ya es pasarse. Mira, vale que hayas venido aquí por el tema de las fluctuaciones cósmicas que nos afectan a los dioses del trueno. Vale que, como alguien que tiene una lista de amantes más larga que mi brazo, acabes follando con alguna alumna de la Miskatonic, pero... ¿me quieres decir que cojones hacéis fornicando en mi despacho?

En ese momento, ambos desaparecieron sustraídos por un imperativo cósmico de teleportación mágica, dejando a una estudiante universitaria desnuda y cachonda que tuvo que acabar masturbándose para no quedarse a medias.

Mientras tanto, en las Tierras del Sueño de África...

Era el lugar donde habitaban los dioses primitivos y salvajes de África, era donde el Dios Negro, el espíritu del continente, regía sobre los sueños, mitos y esperanzas de los pueblos que lo habitaban. Era el lugar donde dicho dios, una figura humana deforme con el aspecto de una de esas figuras de artesanía nativa africana, estaba fornicando a lo perrito con una escultural y voluptuosa diosa de piel negro azulada de cuerpo elástico y felino y lujuriosa, abundante y larga cabellera plateada como la luna cuyo físico podía inspirar el de alguna mutante africana capaz de manipular el clima. Ahora en serio, ¿en que clase de genética psicotrónica puede el ADN hacer que alguien altere la meteorología a voluntad? Dicha mujer era N'Kari, diosa africana de la tormenta, que, sometida al imperativo cósmico de la llamada originada por Loki, desapareció de improviso, dejando al Dios Negro bastante desconcertado y obligado a acabar con la función manual.

Mientras tanto, en un club alternativo de Tokyo...

El local estaba a rebosar de groupies y fans enloquecidos por el dúo estrella de la música indie en Japón, formado por un percusionista y un trompetista. No tenían vocalista ni falta que les hacía, no necesitaban a una idol medio desnuda para atraer a su público, pues su música no requería de acompañamiento vocal y su look era bastante llamativo como para resultar inconfundibles y únicos. Raijin y Fujin, los dioses nipones del trueno y el viento, ni siquiera se habían planteado caracterizarse como humanos, por lo que dos humanoides demoniacos, uno rojo y otro verde, ocupaban el escenario tocando una música que los había llevado al éxito. Durante una pausa, ambos lograron dejar el escenario para recuperar fuerzas cuando, de improviso, Raijin desapareció absorbido por el imperativo cósmico de llamada y fue teleportado mágicamente, dejando a Fujin desconcertado y pensando que demonios iba a hacer para acabar el concierto.

Mientras tanto, en la Plaza Roja de Moscú...

Perun disfrutaba de un buen puro mientras contemplaba plácidamente el Kremlin. Aquel palacio había sido el símbolo del poder en Rusia, aunque el viejo dios del trueno del panteón eslavo sabía mucho sobre poder y donde se encontraba este. Aunque los hombres construyeron una impresionante fortaleza, el poder no se hallaba sólo allí. El auténtico poder aun residía en los viejos dioses, como Perun y la bruja Baba Yaga, que, arrinconados por el cristianismo primero y por el ateísmo comunista después, aún tenían un hueco en la Madre Rusia. Mientras reflexionaba sobre esto, sintió la perturbación mágica provocada por el imperativo cósmico de llamada lanzado por Loki y, divertido, se dejó llevar por él.

Mientras tanto, en Roma...

El hombre pálido y vestido con un elegante traje negro caminaba tranquilamente por las calles de Roma, tratando de refugiarse en las sombras, donde se sentía más cómodo. Summanus, el antiguo dios etrusco de las tormentas nocturnas, había sabido moverse con los tiempos. Desde la caída de su pueblo no había logrado volver a alcanzar su antiguo esplendor, pero sabía adaptarse. En la actualidad, sus truenos y tormentas seguían marcando la noche, aunque de una forma diferente, ya que se había acabado por reciclar en artista pirotécnico y sus fuegos artificiales y petardos le habían hecho famoso. Sonreía por lo curioso del asunto cuando percibió como llegaba hasta él la llamada, un imperativo cósmico que le reclamaba para asumir un cambio de localización. Enarcó las cejas y se dejó llevar.

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