jueves, 26 de febrero de 2015

Thunder-verse (parte 2): El Carnaval de Dylath-Leen

Cuando Brontes abrió el ojo no sabía dónde estaba. Lo último que recordaba es haber encontrado a Zeus en una situación que en él era demasiado habitual, pero para los demás era vergonzosa, aunque al menos lo estaba haciendo en forma humanoide, no sabía por qué los griegos antiguos eran tan raritos que terminaban teniendo sexo con Zeus convertido en todo tipo de animales... incluso en forma de lluvia dorada. Se estaba preparando para lo que fuera que se avecinaba, quería que, cuando llegara, les encontrara listos, pero después del fogonazo que le hizo desaparecer de su despacho se dio cuenta de que era demasiado tarde.

El lugar donde Brontes se encontraba parecía un callejón oscuro de una ciudad. Había muy poca luminosidad, pero podía escuchar ruido de fondo, parecía algún tipo de jolgorio, pero estaba claro que eso no era Arkham, aunque estuvieran en época post-exámenes y hubiera fiestas constantes, aquello no era la ciudad que tanto conocía. Brontes fue caminando lentamente, con el martillo entre sus manos, preparado para lo que pudiera surgir de aquellos oscuros callejones cuando vio una figura sombría que se acercaba hacia él. Se puso en posición de combate, preparado para la llegada del desconocido, pero cuando éste abandonó las sombras y se lanzó sobre el cíclope, la sorpresa le impidió soltarle un sopapo.

-¡Brontes! ¡túúúú eressss mi mejor amigo! -dijo la recién aparecida figura abrazando al ciclópeo dios.

-¡Thor! ¿También estás aquí? Hueles a cerveza barata... pero muy barata.

-Y tú huelesssss a cabra quemada y no te digo nada -le respondió Thor tambaleándose ligeramente.

-Esto es muy extraño, Thor, alguien nos ha abducido, y dudo que sean los grises esos de los que tanto habla Robert Pickman ¿sabes dónde estamos?

Thor se giró para mirar a su alrededor y después se volvió hacia Brontes.

-Essssste no es el sitio donde estaba con el individuo aquél jorobado... y ssssu amigo el de la bata blanca ¿qué brujería essh esta?

-Quizás ese sonido de fiesta que oímos nos dé alguna respuesta, sígueme Thor de los Truenos.

Brontes y Thor fueron caminando por las estrechas calles de la desconocida ciudad en dirección al sonido de música y cantos que podían escuchar. Según iban caminando, Brontes pensaba que los edificios que les rodeaban le recordaban a algo, pero no conseguía dar con ello. En uno de los recodos, vieron una tremenda iluminación que venía de una de las calles y, prestos, se dirigieron allí.

Cuandos ambos dioses llegaron al final de la calle y desembocaron al lugar del que venía la luz que les guiaba, se encontraron con algo que les sorprendió sobremanera. En una amplia avenida iluminada por farolillos y antorchas, pudieron ver un desfile formado por hombres musculosos con atuendos rimbombantes y que dejaban poco a la imaginación y mujeres voluptuosas vestidas con suaves telas que también mostraban más de lo que ocultaban. Todos ellos iban danzando y bailando seguidos por un grupo de enmascarados vestidos con trajes de plumas que portaban tambores y timbales. A su alrededor, una multitud danzaba y brincaba, con síntomas claros de ebriedad, también portando máscaras y adornos. Brontes se acercó a uno y le agarró del cuello de la camisa.

-¡Rápido! Dinos dónde nos encontramos.

El individuo miró a través de la máscara al cíclope y tras parecer meditarlo le respondió con voz pastosa:

-Estás en Dylath-Leen y estamos celebrando el carnaval anual...

El único ojo de Brontes se abrió como una flor primaveral al escuchar el nombre de la ciudad. Se encontraban en Las Tierras del Sueño, alguien les había raptado del mundo de la vigilia y les había traído a esta dimensión a la que viajaban los mortales dormidos que conseguían atravesar el velo... ¡un lugar donde Nyarlathotep solía campar a sus anchas!

-Seguro que ha sido ese desgraciado... Thor, vamos a... ¿Thor?

Cuando Brontes se giró en busca del dios de los truenos, el Odinson no estaba allí. El cíclope buscó con la mirada por todas partes y, cuando dio con Thor no pudo evitar una mirada de resignación. No se puede cambiar a un dios del trueno, y es que Thor de los truenos estaba agarrado a una de las voluptuosas mujeres del desfile y estaba bailando... o más bien perreando, como hacían los mortales que se dejaban llevar por el desenfreno y lo que él llamaba la anti-música, unos deplorables ritmos que se habían puesto de moda en el mundo de la vigilia y que él no dudaba que formaban parte de algún maligno plan de Nyarlathotep.

Brontes corrió en dirección al nórdico, pero de repente fue rodeado por un grupo de danzantes arlequines que daban cabriolas y se mofaban de él. El cíclope intentó zafarse de ellos, pero cuando los apartó se encontró con un tragador de fuegos que le echó una llamarada de la boca, tras lo que se fue dando saltos. Brontes empezaba a perder la paciencia cuando alguien  le disparó con un cañón de confeti que le cubrió entero y una serie de energúmenos le echaban botes de pintura de distintos colores. Alguien le puso un sombrero en la cabeza y, sin saber cómo, en su mano había aparecido un vaso de licor.

-¡¡¿Pero qué clase de locura es esta?!!

Al fin, el cíclope dio con el Odinson, que ahora estaba rodeado por un grupo de fiesteros que le incitaban a beber más del barril que el dios mantenía en sus manos y del cual tragaba y tragaba.

- ¡Bebe! ¡Bebe! ¡Bebe! ¡Bebe!

Brontes alcanzó a Thor y, de un golpe de sus fuertes brazos, le apartó el barril de las manos. Ya había perdido la paciencia.

-¡Me cago en todos los shoggoths, Thor! ¡Reacciona! Alguien nos ha raptado y tenemos que descubrir qué está pasando.

-¿Qué pasa? ¿Quieres pelea con el dios de los truenos, cíclope de pacotilla? Entonces la tendrás...

Thor fue hacia Brontes tambaleandose e intentó darle un puñetazo, pero la cantidad de alcohol en el cuerpo empezaba a hacer efectos de nuevo. Cuando intentó dirigir un derechazo en la cara de Brontes, de repente, un inmenso fogonazo le interrumpió y le hizo perder el equilibrio, por lo que cayó al suelo.

Ambos dioses giraron en dirección al lugar del fogonazo, sospechando Brontes que sería algún tipo de distracción psicotrónica a la que parecían estar acostumbrados en este carnaval, pero lo que vio le dejó claro que esto no formaba parte de los festejos. El origen del fogonazo era un poderoso hombre de rasgos atractivos sobrenatura, desnudo de cintura para arriba y que portaba una corona de brillantes llamas. Parecía flotar en el aire ante los dos dioses.

-Escuchadme -dijo el desconocido -Soy Karakal, Dios de los Grandes, señor de los rayos y la fuerza eléctrica, amo de la llama eterna que brillará hasta el final de los Tiempos. Es imperativo que me sigáis, un gran peligro nos acecha.

-¿Has sido tú quien nos ha traído aquí? -preguntó Brontes.

-Que te meto ¿eh? que te meto -decía Thor desde el suelo.

-No, ha sido otro. Alguien que debemos detener antes de que sea demasiado tarde.

-Te seguiremos, Karakal de los Grandes. Ardo en deseos en encontrar al que nos ha traído aquí y darle su merecido.

Dicho esto, Brontes recogió del suelo a Thor, que se había desmayado, y acompañó a Karakal, con la esperanza de recibir respuestas.

Y en algún oscuro lugar de Las Tierras del Sueño Oh-Katepó, dios de los truenos de la tribu de los Sakh-Sishí, fue atravesado por una poderosa y afilada hoja. Otro más había caído. Muchos más habían de caer...

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