sábado, 24 de noviembre de 2018

El muñeco que se comió el Black Friday

Los viernes, en general, suelen ser un día movido en cualquier ciudad, y Arkham no iba a ser diferente en esto. Los chavales salían como locos de los colegios e institutos, ante la previsión del fin de semana. Los estudiantes de la universidad salían pensando en la fiesta que tendrían esa misma noche. Vamos, lo habitual en un viernes. Pero este viernes era distinto, era un viernes que podía sacar de quicio a cualquiera, pues era el  viernes después de Acción de Gracias, el temido por unos y disfrutado por otros Black Friday.

Este señalado día era recibido por los comerciantes de la ciudad con los brazos abiertos, y muchos ciudadanos aprovechaban la jornada para comprar como descosidos. Se podría decir que los únicos abiertamente en contra de esta celebración eran los Morlocks Comunistas, nada conformes con una fiesta del capitalismo como aquella. Quien sí disfrutaba del día era Brontes. Le gustaba hacer compras, y los descuentos suculentos de un día como este le hacían lanzarse al centro comercial como un depredador sobre su presa. Siempre intentaba convencer a alguien para ir con él, y este año había convencido a Anna Pickman.

-Pues Harvey está en los túneles morlocks -dijo Anna-. Aprovechando que odian la jornada de hoy, se está encargando de que los reptilianos no utilicen el caos del día para una de sus fechorías.

-¡No! Que no permitan que salgan a armarla hoy. El año pasado ya hubo demasiado jaleo, y hoy quiero disfrutar de las compras como todo el mundo.

El cíclope iba vestido con una ropa dedicada a la jornada especial. Se trataba de un pantalón de campana y una camisa, ambos totalmente negros, pero un negro brillante y esplendoroso, que era como él veía el Black Friday. Ya había pasado por varias tiendas de ropa, donde se había hecho con las prendas más estrambóticas que estuvieran de oferta. En una de ellas tuvo que luchar contra una anciana especialmente entrenada en artes marciales para la lucha por prendas en tiendas. Cualquiera diría que un individuo de más de dos metros de altura y músculos hasta en el pelo vencería rápidamente a una anciana, pero aquella mujer era como el diablo de Tasmania.

-De hecho -decía el cíclope-, me he encargado de tener vigilados a todos los posibles liantes. Summanus mantiene ocupado a Vinnie West con un experimento científico con un potingue que él cree que revivirá a los muertos, pero no es más que homeopatía, así que no hay ningún peligro. Seabury ha convencido a la Fundación Wilmarth de que hay un primigenio pululando por Kingsport, así que hoy tampoco están disponibles. Por otro lado, El Que Legisla se las ha arreglado para que los familiares gorilas blancos de Marty Eye Gore se lo lleven a una cena en su ciudad africana, así que hoy tampoco está por aquí. 

-¿Y qué me dices de los Zeta Reticulanos? Tienen su escuadrón ultracapitalista -preguntó Anna.

-Sí... pero tampoco harán nada. He conseguido que Araknek les haga llegar la información de una posibilidad de negocio en el sur de Asia, por lo que están muy ocupados negociando con un importante empresario asiático, que realmente es una araña de Leng disfrazada. Todo controlado.

-Bueno, todo todo... recuerda que vivimos en una ciudad en la que un estudiante puede provocar que un dios antiguo despierte tan sólo intentando librarse de un examen para el que no ha estudiado -comentó Anna.

-No seas ceniza. Ya tengo suficiente con las ancianas expertas en artes marciales y los animales antropomorfos.

-¿Los animales antropomorfos?

-Sí. Tú no sabes lo que había en el Fashion Arkham... eso sí que era horrible...

Anna y Brontes iban caminando por los pasillos del principal centro comercial de Arkham. A su alrededor se veía a gente yendo y viniendo cargados de bolsas  cargadas de compras. Parecía un homenaje involuntario a Dawn of the Dead de George A. Romero.

-Bueno ¿y a dónde vamos ahora? -preguntó Anna.

-¿Y por qué no lo decides tú? Te he hecho venir para que disfrutes de la magia del Black Friday.

-Nah... a mi me va otro tipo de magia.

De repente, el aire comenzó a vibrar en el techo del centro comercial y un portal se abrió con el sonido de un globo explotando. De allí salió una inmencionable criatura de rasgos que harían enloquecer al insensato que la mirara.

-¡¡¡Blouaaaaagl!!! -gritó por sus múltiples bocas la ignominiosa criatura.

-¡De eso nada! ¡Hoy no! ¡A tu casa! ¡Corre!  ¡Ven otro día! -exclamó Brontes tras dar un salto que le hizo estar frente al abominable ser.

-Oh... lo siento, no quería molestar -dijeron las múltiples bocas.

El horripilante ser volvió al portal y este despareció como si nunca hubiera estado allí.

-¡Hombre ya! -exclamó Brontes.

-No me lo puedo creer... -dijo Anna boquiabierta.

-Te lo he dicho. No pienso permitir que nadie me estropee este día.


Ni siquiera había terminado de decir estas palabras cuando a su lado pasó un individuo disparado contra la pared. Una  vez allí cayó inconsciente. Varias personas también pasaron lanzadas y cayeron en varios sitios.

-Me parece que alguien tiene intención de no dejarte disfrutar del Black Friday -dijo Anna.

Ambos miraron en al dirección de la que venían los involuntarios voladores y vieron un grupo de personas corriendo de aquí para allá y una figura veloz, que apenas podían ver, lanzando golpes y saltando ágilmente.

-Será mejor que vayamos a ver qué pasa -dijo Anna.

Brontes farfulló algo, pero siguió a la joven por el pasillo mientras esquivaban compradores. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, pudieron observar estupefactos quién era el culpable del escándalo. Se trataba de un muñeco que no llegaba al metro cincuenta de altura, vestía algún tipo de indumentaria bondage y estaba golpeando a los compradores con lo que parecían ser dildos de goma.

-Dime que estás viendo lo mismo que yo -dijo Brontes.

-Si tú estás viendo a un muñeco sadomaso repartiendo mamporros con penes de goma, sí, estoy viendo lo mismo que tú.

Un golpe directo con un dildo de goma hizo que un inocente comprador cayera junto a Brontes y Anna, el cual se levantó y salió corriendo en la dirección contraria a la del muñeco.

-Si ese muñecajo cree que va a poder interrumpir mi festival de compras impulsivas lo lleva claro -dijo el cíclope acercándose al lugar donde el muñeco estaba provocando el caos.

Brontes llegó hasta el muñeco y fue a lanzarle un puñetazo, pero éste esquivó el ataque y dio un ágil salto sobre la espalda del cíclope. Comenzó a golpearle en la cabeza con los dildos mientras reía como un descosido. El cíclope intentó zafarse, pero el muñeco evadió los brazos de Brontes, tras lo que dio un salto a suelo. Una vez allí, Brontes fue a lanzar otro puñetazo, pero el muñeco agarró al cíclope por la muñeca y comenzó a zarandearlo, tras lo cual comenzó a golpearlo contra la pared y contra el suelo como si en vez de un poderoso dios de la tormenta fuera un dibujo de los Looney Toones. Una vez acabado el desastroso combate, el muñeco salió disparado en dirección a otros inocentes compradores, que salieron corriendo antes de ser capturados o golpeados.

-Esto tiene que ser una broma... -musitó el cíclope mientras se levantaba del suelo.

Anna se había acercado a él. Llevaba las compras de Brontes en las manos, lo que había impedido que pudiera ayudar en el lamentable combate. Mientras ayudaba a levantarse a Brontes, vieron a un señor que venía corriendo mientras hacía aspavientos.

-¡Oh, no! ¡Oh, no! ¡No saben cuanto lo siento! -iba diciendo el hombre.

-¿Lo siente? ¿Ese muñeco es suyo? -preguntó Anna.

-Sí -dijo el individuo-, soy el dueño de Erotic Aeons, la tienda erótica del centro comercial. Ese muñeco que han visto es la mascota de nuestro Black Friday, Superdescuento.

-¿Y se puede saber por qué Superdescuento está pegándole a los compradores con dos penes de goma y le ha dado una paliza a mi amigo? -preguntó Anna.

-Es una historia lamentable. Los guardianes de la moral no están de acuerdo con que abra mi tienda en un lugar donde ellos van a pasar las tardes de los domingos con la familia, así que han hechizado a nuestra mascota para darnos toda la publicidad negativa que pueda. Lo que pasa es que el muñeco se les ha descontrolado, los ha dejado inconscientes después del ritual y ha salido de la tienda a pegarse con todo el que se cruza.

-Empiezo a envidiar a las ciudades en las que la liga moralista son sólo un grupo de cristianos repartiendo panfletos -comentó Anna-. ¿Dónde están esos inútiles? Supongo que seguirán en el lugar donde les ha dejado la mascota.

-Sí, están en la puerta de mi tienda. Síganme.

Brontes y Anna fueron tras el dueño de la tienda hasta llegar al escaparate del negocio. Allí había cuatro personas en el suelo que comenzaban a despertarse después de la lluvia de garrotazos que habían recibido de la mascota de la tienda. Anna fue directa a uno de ellos, que nada más levantarse se encontró con ésta agarrándole del cuello de la camisa.

-Bien, mojigato, ya me estás diciendo qué hechizo habéis lanzado al muñeco sadomaso o te hago tragar el palo de gominola gigante de la tienda de chucherías de la esquina.

El individuo balbució algo ininteligible, tosió varias veces y consiguió hablar.

-El hechizo de control de seres inanimados de un libro de magia que sacamos de la bibioteca de Arkham... el Magia de Verdad Verdadera.

-¿Pero por qué siguen prestando ese puñetero grimorio? ¿Es que no tuvieron suficiente con la invasión de galletas chinas de la suerte carnívoras? -dijo Brontes.

-Bien, y no me lo digas, alguno de vosotros, inútiles, lo ha pronunciado mal, por lo que el hechizo se ha descontrolado.

El hombre asintió con la cabeza.

-Bien. Ahora discúlpate ante el dueño de esta tienda y lárgate a tu casa antes de que te dé yo un mamporro. Y los domingos llévate a los niños al parque a jugar, no a un centro comercial.

-Sí, señora...

Los cuatro individuos se disculparon ante el dueño de la tienda erótica y salieron corriendo como si Anna fuera una poderosa tigresa.

-Bien. Es fácil deshacer el hechizo, pero necesitamos atraer aquí al muñeco, pues el único lugar donde se puede realizar el contrahechizo es donde ha fallado éste.

-¿Y cómo hacemos eso? -preguntó el dueño de la tienda.

-Déjemelo a mí -dijo Brontes.

Superdescuento estaba en el pasillo de ropa juvenil persiguiendo a hiperhormonados adolescentes, intentando darles azotes cuando el hilo musical del centro comercial dejó de sonar y en su lugar se escuchó un horrible chirrido. Después empezó a sonar una música. Una canción muy reconocible. Se trataba de "You can leave your hat on", interpretada por Joe Cocker. Superdescuento se sintió inmediatamente atraído por la canción y dejó que sus víctimas escaparan. Se giró hacia atrás, al oír a alguien acercarse y vio a un cíclope de más de dos metros de altura bailando sensualmente. Mientras lo hacía, se iba desabotonando la camisa de color negro brillante, e iba caminando de espaldas lentamente. Superdescuento fue siguiendo al sensual cíclope, que seguía caminando de espaldas con su baile sugerente. La camisa del cíclope salió disparada y dejó a la vista unos poderosos músculos. Superdescuento siguió tras el cíclope, no podía evitarlo. Éste, realizó un movimiento sexy y, con un golpe de cadera hacia delante, hizo que una corriente eléctrica le arrancara los pantalones en un momento que encajaba perfectamente con la música. Antes de que Superdescuento pudiera darse cuenta de la trampa, ya lo había llevado hasta el escaparate de la tienda erótica, donde le esperaba Anna con un círculo de tiza pintado en el suelo.

-Ya, ya, ya, no queremos ver más de tu escultural cuerpo -dijo la joven mientras comenzaba a hacer movimientos mágicos.

Superdescuento estaba dentro del círculo, delante de él estaba el cíclope, que se había quedado en calzoncillos. Éste le enseñó el dedo corazón de cada mano y se marchó meneando el trasero. Entonces Superdescuento se dio cuenta de donde estaba, pero era demasiado tarde. Anna lanzó un alarido con ignotas palabras y Superdescuento comenzó a dar saltos y a moverse hacia los lados. De las manos de la joven surgió un oscuro humo que fue a parar al círulo de tiza y cubrió al muñeco. Superdescuento no hizo nada más. El humo se disipó y lo único que quedó fue una mascota de tienda erótica inofensiva como cualquier otra.

-Ya está. Vuelve a ser el Superdescuento que era antes -dijo Anna con una sonrisa.

-¡Gracias! ¡Gracias! -exclamó el dueño de la tienda.

-No importa, para eso estamos.

El dueño de la tienda erótica se despidió efusivamente de Anna y de Brontes y volvió con su mascota dentro de su local.

-¿Dónde has aprendido a hacer esos streaptease? -preguntó Anna-. Un poco más y me seduces hasta a mi, y eso que no me van los musculitos.

-Tengo conocimientos de todo tipo, sé cosas que harían palidecer al investigador más sagaz y al ratón de biblioteca más versado... y también me apunté a una escuela de baile.

-Ya decía yo...

-Bueno, pues derrotado el muñeco de las naries ¡volvamos a las compras!

El cíclope salió disparado hacia el pasillo de electrónica, donde todo el mundo se le quedaba mirando... seguía yendo en calzoncillos. Anna lanzó un suspiro y fue tras él cargada de las bolsas de las compras. Sería mejor que le hiciera ponerse algo antes de que el día se volviera más raro. Aunque siendo Arkham, lo raro era lo habitual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario