sábado, 23 de marzo de 2019

Los 12 desafíos de Brontes: Blanca primavera

Camino a End Time (parte 4) #Bronteschallenge


Brontes había llegado a la mitad de su odisea para demostrar que era un dios de pleno derecho ante Daisy Springwood y ante cualquiera que dudara de sus capacidades. Para otros, habría bastado verle vestido cualquier día con unas pintas estrafalarias, acorde con los dudosos gustos de las deidades que pululan por Arkham, pero hay gente que es más exigente a la hora de demostraciones de poder divino. Al menos ya quedaba menos y pronto podría dejar esa tontería y seguir con su día a día, y no estar esperando un nuevo desafío. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Matar a la hidra de Lerna? ¿Robar las yeguas de Diomedes?

La puerta de entrada de la residencia La Llave y La Puerta se abrió y entraron dos individuos cubiertos de blanco. El recepcionista reconoció en uno de ellos a Harvey Z, Pickman, y la otra parecía ser una mujer rubia cerca de la congelación, el joven les saludó jovialmente, aunque no parecían muy contentos. Brontes estaba echando un vistazo a ElderGodBook a través de su tablet en el salón de la residencia y miró a los recién llegados, que se acercaban a él.

-Buenos días, Brontes -dijo Harvey mientras se quitaba de encima la cubierta blanca con la que había venido-. Venimos con tu siguiente desafío.

-¿Os han tirado harina de camino aquí? -preguntó el cíclope.

-No, no es harina, es nieve -respondió Daisy Springwood.

-¿Nieve? Pero si acabamos de entrar en la primavera -dijo Brontes extrañado.

-Sí, y en eso radica tu siguiente desafío. Esta mañana Arkham se ha despertado con una fuerte ventisca que está helando hasta los huesos a todo el mundo. Se han avistado osos polares pescando en la ribera del Miskatonic y las temperaturas están por los suelos. Tu misión es deshacerte de este temporal tan poco común en estas fechas y devolvernos a la primavera de Nueva Inglaterra.

-Bien, bien -dijo Brontes mientras cerraba sesión en la red social de los dioses-. No es la primera vez que la ciudad se encuentra con un problema como este. Recordad ese año que, en pleno invierno, vino un elemental a liárnosla. 

-Sí, aquella vez lo solucionamos mandando al elemental a hacer una visita a Cthugha, pero esta vez no hay rastro de ninguna entidad por el estilo.

-¿De verdad vosotros os entendéis cuando habláis de esas cosas? -preguntó Daisy.

-Más nos vale, si no fuera por eso, la ciudad habría sido destruida varias veces -le respondió el cíclope levantándose-. Venga, vamos a ver qué le pasa al clima de la ciudad.

Los tres se dirigieron a la puerta de la residencia estudiantil. Una vez allí, Brontes abrió y un frío viento le golpeó la cara como un fuerte puñetazo. El viento llevaba nieve que se le metía en el ojo de forma muy molesta. El cíclope admiró el exterior y vio cómo la ciudad estaba cubierta de capas de nieve y los ciudadanos vestían como en los peores días del invierno, no como si se encontraran en los primeros días de la siguiente estación.

-¡Qué loco está el cambio cimático ¿eh?! -exclamó Brontes con una sonrisa.

-¿Te estás tomando esto a guasa? -le dijo Daisy intentando hacerse oír entre la furia del viento.

-Si el desafío sólo es una tormenta invernal sí. Soy un dios de las tormentas, el clima es para mi coser y cantar. A lo mejor, con esta demostración, te queda claro que soy un dios y nos dejamos de estas chorradas.

-De chorradas nada -dijo Harvey-. Gracias a esto de los desafíos, nos estás quitando bastante trabajo a los arreglaentuertos habituales. ¿Sabes la tranquilidad que da eso?

Brontes negó con la cabeza y dio un par de pasos al frente. El vendaval tiró con fuerza, pero el cuerpo del cíclope era demasiado grande para poder arrastrarlo. Brontes miró hacia el cielo, donde se veían unas nubes negras acordes con el tiempo invernal que tenían y comenzó a hacer su trabajo. Pequeñas descargas eléctricas le recorrían mientras comenzaba a flotar delante de la sorprendida Daisy Springwood. Si aquello eran efectos especiales, eran muy realistas.

Poco a poco, el cíclope fue elevándose hasta llegar a una gran altura, donde separó los brazos de su cuerpo y los rayos  que salían de las nubes iban hacia él como limaduras de hierro atraídas por un imán. Cerró los ojos y se concentró en hacer desaparecer aquel tiempo antinatural.

Desde tierra, los observadores vieron cómo las nubes se iban dispersando y la tormenta de nieve se iba calmando poco a poco. Al final, el cielo azul  trajo consigo el brillo del sol, que comenzó a derretir la nieve que llenaba las calles de Arkham. Una vez terminado su trabajo, Brontes volvió al suelo.

-¿Cómo... cómo...? -preguntaba Daisy estupefacta.

Brontes se acercó a ella y a Harvey con una sonrisa.

-Me ha costado un poco dispersar la tormenta... era como si no fuera de este mundo y no quisiera doblegarse a mi, pero al final lo he conseguido. No sé de dónde habrá salido, Harvey, era muy extraño.

-Bueno, lo importante es que ha desaparecido. Si hace falta, más adelante investigaremos de dónde ha salido.

De repente, un pingüino, que parecía muy enfadado se acercó hacia ellos y les lanzó una perorata de graznidos, tras lo que le lanzó un picotazo a Harvey y salió corriendo torpemente.

-Pero... ¡¿será posible?! -exclamó Harvey.

-Es imposible hacer las cosas a gusto de todos -dijo Brontes mientras miraba cómo se marchaba el pingüino.

-Bueno, dejando de lado al ave descontenta, este problema ha sido resuelto de forma rápida y efectiva -dijo Harvey-. Ahora deberíamos ponernos con...

Antes de que pudiera terminar la frase, un golpe fuerte como el trueno golpeó cerca haciéndoles brincar. Un coche,cerca de ellos, había sido aplastado por lo que parecía un inmenso garrote. Los tres alzaron la vista y vieron que el garrote, que en realidad era el tronco de un árbol, lo portaba un ser más grande que un edificio de tres pisos, de un color de piel azulado y con una cabeza horrenda parecida a un rostro humano deformado por demasiada cirugía estética. El gigante lanzó un rugido y aplastó otro coche.

-¡Anda, mira! ¡Pero si es tu siguiente reto, Brontes! -exclamó Harvey.

-¿De dónde ha salido ese tío? -preguntó el cíclope.

-Parece un gigante de hielo de Jotunheim. Habrá venido con la  tormenta, igual que los osos polares del río y el pingüino arisco de antes.

-Meh... al menos no es Ithaqua-. Al ver que Harvey se le quedaba mirando con el gesto torcido, el cíclope se explicó-. Intento ser optimista ¿vale? Un gigante de hielo ha aparecido en mitad de la ciudad y está destrozando los coches de los ciudadanos.

-Pues venga, ale, ale, demuestra que eres un dios, arréale unos buenos mamporros -le exhortó Harvey.

Brontes se fue acercando al cíclope. Él era bien grande, pero el gigante le sobrepasaba en mucho. Éste seguía con su golpeteo con el árbol, ahora a un coche, ahora a la fachada de un edificio. La gente corría de aquí para allá, aunque algunos lo estaban grabando con su móvil, arriesgándose a un golpe del monstruo.

-¡Eh, tío feo! -exclamó Brontes.

El gigante lanzó un furioso rugido que llenó a Brontes de saliva.

-¡Pero qué guarrada! Y yo que pensaba que esto sólo sucedía en las películas -decía Brontes mientras se limpiaba asqueado.

El gigante le lanzó un garrotazo, que golpeó al suelo a escasos centímetros de él haciendo que todo temblara ante el tremendo golpe. Brontes pensó en la posibilidad de derrotar al ser con unos cuantos rayos, pero no tenía ganas de traer otra tormenta a la ciudad, ya se había jugado demasiado con el clima por un día. Además, no necesitaba hacer uso de sus poderes divinos para luchar contra aquella criatura, su fuerza sobrehumana era suficiente para aquello.

-Mira, sé que estáis acostumbrados a que sea Thor el que os dé una paliza, pero el asgardiano no está hoy por la ciudad, así que tendrás que conformarte conmigo.

El gigante le soltó tal mamporro que Brontes salió disparado y atravesó el escaparate de la tienda de colchones Sweet Dreams, cayendo en uno de los productos más caros y cómodos del local.

-Oiga, si lo va a usar, tiene que comprarlo -dijo un vendedor.

-No tengo tiempo -le respondió el cíclope saliendo de la tienda mientras se quitaba de encima fragmentos del escaparate.

El gigante había vuelto a su trabajo de golpear coches con el garrote-árbol. Parecía ser algo muy divertido para él, pues estaba totalmente concentrado en esta acción y no vio a Brontes acercarse.

-¡Eh! -dijo Brontes. Y le dio un puñetazo en las partes bajas al gigante. Éste lanzó un berrido y soltó el árbol para llevarse las manos a su entrepierna herida, doblándose entre horribles dolores, momento que Brontes aprovechó para lanzar uno de los ataques más poderosos del universo. Un ataque que sólo hay que realizar como última acción ante un enemigo demasiado poderoso. La patada voladora de Chuck Norris. Este golpe, destructor de todo lo que lo sufre, hizo que la criatura, ya dolorida, cayera de espaldas. K.O. instantáneo.

Harvey se acercó tras comprobar que, efectivamente, el gigante había sido derrotado totalmente y comenzó a felicitar a Brontes.

-No puedo creer que hayas usado la patada voladura de Chuck Norris ¿dónde has aprendido esa técnica tan poderosa?

-Si te lo dijera tendría que matarte -respondió Brontes.

Harvey rompió a reír a carcajadas.

-No, en serio, tendría que matarte. Tuve que firmarlo ante notario.

Daisy Springwood se acercó también y no pudo más que admirar la realidad del gigante del tamaño de un edificio de tres pisos. Se sentía vivo -inconsciente, eso sí-. No era un efecto especial, ni un animatrónico. Era un gigante. Un gigante de verdad. Miró perpleja a Brontes, que simulaba realizar golpes de boxeo ante Harvey. ¿Sería realmente...? Pero eso era imposible. Sí, imposible.

                                                         ****************

Más allá de los muros del sueño, en lo alto de la colina más alta de la ignota Kadath, Nyarlathotep, El Caos Reptante, observaba los sucesos de Arkham. Había sido muy sencillo hacer que el frío de aquella región helada de Las Tierras del Sueño cayera sobre la ciudad de Nueva Inglaterra. Y había sido muy entretenido cómo el cíclope griego luchaba contra la magia que había llevado la ventisca a la ciudad. Mientras Brontes hacía eso, nadie prestaba atención a otras cosas que sucedían a su alrededor. Pero pronto se enterarían. Vaya si se enterarían.

No hay comentarios:

Publicar un comentario