Si hay algo más horrible que las aglomeraciones y
las interminables colas en las compras de navidad, ese algo son los
villancicos que siempre tienen puestos en el hilo musical de los
supermercados y grandes almacenes. Alguien podría decir que un
villancico es algo bonito y entrañable (ese alguien,
claramente, no ha escuchado con atención las letras ¿peces que
beben? ¿ladrones de chocolate? ¿ratones devoradores de calzones?),
pero cuando ese villancico sale de un hilo musical horrendo, con las
voces de unos niños chillones y espídicos, y encima se repite una y
otra vez, se termina convirtiendo en una tortura.
Welcome no podía negar que tenía espíritu
navideño, de hecho le encantaba la navidad, pero estar media hora en
una cola escuchando una y otra vez Carol of the Old Ones, cantado por
unos profundillos infantes, haría que cualquiera sacara su asesino
oculto y provocara una masacre. Afortunadamente para todos los
compradores de última hora, Welcome tenía algo más aparte de
espíritu navideño, y ese algo era paciencia. Aunque había que
agradecer a Katherine Ashford por haber alimentado esa paciencia al
haber acompañado a Welcome en las compras, sin ella, quizás, cierta
espada habría salido del cinto y se habría armado la marimorena.En la interminable cola, la gente también se estaba
empezando a impacientar. Llevaba varios minutos sin haber movimiento
porque un anciano estaba contando a la atribulada cajera sus
aventuras como piloto junto a la comandante Francesca Cook y su
aguerrido equipo de aviadores, y no parecía que la historia fuera a
ser corta.
-Pero bueno ¿vamos a llegar a la caja o qué? -dijo
Welcome arrugando la nariz y notando que la impaciencia volvía
a crecer.
-Creo que aquél señor está muy metido en la
historia, ya está haciendo onomatopeyas e imitando a un avión con
los brazos. -le respondió Kate.
La joven Evangeline se hartó de tanta historia,
cogió de la mano a Kate, y se subió al mostrador de irresistibles
productos que intencionadamente ponen en los grandes almacenes junto
a la zona de las cajas registradoras. Recorrió todo el tramo desde
donde estaban hasta la cajera, dio un salto junto al señor piloto y
dejó sus productos, antes de que este pudiera decir nada, ella misma
los pasó por el lector, dejó el dinero (más la propina) y salió de
allí corriendo junto a Kate.
-Así sí -dijo con una sonrisa atravesando las
puertas del centro comercial donde se encontraban los grandes
almacenes.
Ya en el exterior, les recibió el frío de la tarde
y las luces que adornaban las calles de Arkham. Fueron caminando en
dirección a la residencia La Llave y La Puerta, donde les esperaba
Brontes para llevar a cabo su importante misión.
-¿Lo llevamos todo? -preguntó Kate -Tendría
gracia que, después de todo el rato que hemos estado allí, nos
dejáramos algo.
-No, llevamos los disfraces y todo lo necesario,
tengo dentro de mi cabecita la lista que nos dio Brontes, y tengo muy
buena memoria.
Fueron atravesando la ciudad, repleta de gente que
iba de aquí para allá con las últimas compras navideñas, así
como los que se dirigían a las casas de sus familiares para pasar la
nochebuena, pero en una calle cualquiera pasaron junto a una mole
gigantesca de un color pardo, que apestaba a pescado, y caminaba con
parsimonia dejando inmensas huellas encharcadas en la nieve del
suelo. Katherine se le quedó mirando con los ojos como platos.
-¡¿Pero qué diantres es eso?! -exclamó la joven
.
.
-Oh, no te preocupes, Kate, sólo es Dagon, que irá
a visitar a alguien que le vio en una isla en medio del mar, pasa a
menudo -le respondió Welcome.
-Ah bien -respondió Kate -, si pasa a menudo no
habrá ningún problema ¿no?
Tras ellas, en la dirección a la que había ido la
gigantesca mole, se pudo escuchar un grito.
-¡Esa mano! ¡¡¡La ventana!!! ¡¡¡La ventana!!!
Welcome siguió caminando con una sonrisa. Kate no
entendía cómo estaba acostumbrada a todas aquellas excentricidades,
aunque suponía que, cuando llevara más tiempo en la ciudad, lo
vería como los demás. Ya había oído rumores sobre un desconocido
individuo que se había paseado por la ciudad unas noches de primeros
de diciembre, haciendo sonar unas cadenas y campanas oxidadas, pero
cuando lo comentó en la universidad, sus compañeros le dijeron que
no le diera importancia, eso era lo menos preocupante que podía
pasar, pues una vez hubo una protesta de gules en contra del
embalsamado de cadáveres y eso sí que armó una buena, pues los
bichos hacían manifestaciones en las que llevaban pancartas hechas
con piel resecada y pancartas de hueso, y el pestazo llegaba a todas
partes.
No tardaron en llegar a la residencia, y les
abrió la puerta Pequeña T'auin, a la que alguien le había puesto
un gorrito de navidad (cómo una tortuga logró abrir la puesta es un
misterio que nadie hasta ahora ha sabido resolver). Siguieron a la
tortuga, que les llevó a la zona trasera de la residencia, donde se
encontraron con el ciclópeo Brontes, que les recibía con una
sonrisa en la cara.
-¡Habéis llegado! -dijo -Espero que no hayáis
tenido muchos problemas, en navidad suele haber mucho jaleo en los
grandes almacenes. Antes solía ser más peligroso, con combates
encarnizados, persecuciones y tiroteos, pero desde que el alcalde
instauró el Día de la Purga Anual durante las rebajas, las
carnicerías tienen lugar más tarde.
-Sí, sólo hemos tenido que aguantar las típicas
colas, pero bueno, ya está aquí todo -respondió Welcome.
Dejó la bolsa delante del cíclope y sacó del
interior lo que habían comprado. Se trataba de tres disfraces, uno
grande de color rojo y blanco, y otros dos de color verde y de una
talla menor. También había unas campanillas y unos paquetitos
llenos de golosinas y caramelos.
-¡Fenomenal! Yo tengo los juguetes y el resto de
los regalos. Los pedí vía Byakhee y no tardaron nada en llegar, así
que sólo nos queda cambiarnos de ropa y prepararnos para una
nochebuena que será inolvidable.
Un par de horas más tardes, cuando la luna llevaba
bastante rato gobernando en el cielo, y los niños buenos se habían
ido a la cama, la puerta del almacén de la residencia La Llave y La
Puerta se abrió al son de The Eye of the Tiger. De allí, salieron,
a cámara lenta, tres personas que caminaban con decisión. En el
centro se encontraba Brontes, disfrazado con el traje de Santa Claus,
a su derecha iba Welcome, y a su izquierda Kate, ambas iban
disfrazadas de ayudantes de Santa Claus. Enfrente de ellos estaba el
trineo de Santa Claus, con el saco repleto de regalos, y tirado por
la informe masa de Unglaublich.
Una boca se formó en la palpitante gelatina del ser
extraplanetario y se dirigió a los que se estaban acercando a él.
-No puedo creer que me convencierais para hacer
esto ¿y quién ha puesto esa música? Pensaba que los humanos, en
estas fechas, poníais otro tipo de sintonías.
-Ya, bueno -dijo Brontes -, pero es que cualquier
otro tipo de música no llegaría ni a la mitad de molonidad de esta
canción.
-Eso es verdad -asintió Welcome.
Cada uno de ellos tomaron sus puestos en el trineo,
y Brontes se colocó la barba postiza en la cara. Se la había pedido
a Summanus, que las tenía muy buenas, y la había teñido de blanco.
-Bien, tenemos que recorrer toda la ciudad en lo que
queda de noche y repartir todos los regalos. Teniendo en cuenta que
somos más guays que un combate a muerte entre Chuck Norris y Jack
Bauer, seguramente nos sobrará tiempo para pedirnos unos churros con
chocolate -dijo Brontes.
Sus dos ayudantes asintieron con la cabeza.
-¡¡Vamos, Unglaublich! ¡Hoooo hooooo hooooo!
Brontes tiró de las riendas y Unglaublich salió
disparado del suelo, llevando tras él el trineo, que sonaba con las
campanillas que Welcome y Kate habían ido colocándole por todas
partes. Poco a poco fue ganando altura, y en menos de un minuto ya
estaban por encima de los edificios de la ciudad, pudiendo ver todos
los tejados debajo de ellos.
Brontes sacó el mapa de la ciudad que había sacado
del archivo y le echó un vistazo.
-Bien, empezamos por aquella casa, la de los
Bellingham, gira hacia allá, Unglaublich -dijo el cíclope.
El ser extragaláctico viró en la dirección en la
que le dijo Brontes y el trineo le siguió velozmente. Con suavidad
aterrizó en el tejado y Brontes bajó, se acercó a la chimenea y se
asomó. Después de echar un vistazo, se volvió a dirigir al
trineo y buscó en el saco de los regalos, eligió uno y se acercó a
sus compañeras, que le llenaron una bolsa de caramelos, tras lo que
Brontes fue hacia la chimenea y entró por ella. Lo que encontró
debajo le hizo dar un brinco.
El árbol de navidad estaba tumbado en el suelo del
salón, había regalos desgarrados y destrozados por aquí y por
allá, y los dueños de la casa estaban atados a la pared con las
luces navideñas. Brontes sintió un profundo alivio al darse cuenta
de que estaban vivos, sólo estaban inconscientes, pero no estaba por
ningún sitio el pequeño de la casa ¡alguien se lo había llevado!
El cíclope se giró hacia la chimenea y vio allí
unas huellas que no eran las suyas, eran más parecidas a las de un
caprino u ovino, pero estaba seguro de que en casa de los Bellingham
no tenían ganado
Mientras tanto, Kate y Welcome estaban ordenando los
regalos y poniendo los nombres de los destinatarios en unas
tarjetitas. Mientras lo hacían se escuchó una explosión en una
casa cercana y vieron salir algo corriendo de allí, pero entre el
humo y el resplandor de las llamas, no consiguieron ver nada.
-¿Eso también es normal en Arkham? -preguntó
Kate.
-Bueno... que explote algo de vez en cuando no es
raro, pero esto no termina de gustarme -respondió Welcome torciendo
el gesto.
Brontes salió por la chimenea y se dirigió hacia
la pareja de ayudantes.
-Alguien se ha llevado al crío de los Bellingham y
ha hecho un desastre con los adornos -les dijo.
-Pues en aquella casa ha habido una explosión y
hemos visto una sombra salir huyendo -le respondió Kate.
Brontes frunció el ceño mirando en aquella
dirección.
-Aquella es la casa de los Talbot, son miembros de
la NRA y su hijo es parte de la Fundación Wilmarth -informó Brontes
-, lo cual quiere decir que deben tener la casa llena de explosivos.
Unglaublich, llévanos allí.
Brontes y sus dos compañeras subieron al trineo y
Unglaublich despegó, llevándoles en cuestión de segundos a la casa
que ardía mientras los dueños intentaban apagar las llamas con un
minicamión de bomberos.
-¿De dónde han sacado ese cacharro? -preguntó
Kate.
-Como miembro de la Fundación Wilmarth, el hijo de
los Talbot siempre tiene algún dispositivo de apagado de fuegos, ya
sabéis cómo les gusta a esa gente reventar cosas. -dijo Brontes.
Welcome se acercó al grupo de personas que
intentaban apagar el fuego con la manguera.
-¿Se puede saber qué ha pasado? -preguntó la
joven.
El hijo de los Talbot, que dirigía el trabajo desde
el minicamión miró a Welcome.
-Habíamos terminado de cenar y habíamos dejado que
mi sobrino Tom se fuera dormir, cuando ha entrado en la casa una
entidad de las DCC, ni más ni menos que un Hombre de Leng. El
malvado ser ha intentado destrozar la decoración y se ha comido
todos los dulces, pero siguiendo con mi entrenamiento, le he lanzado
una granada de fragmentación.
-¿Pero tú eres tonto o qué? Los Hombre de Leng
viven en Las Tierras del Sueño, no pueden salir de allí -le
respondió Welcome airada -¿y cómo se te ocurre tirar una granada
dentro de tu casa?
-El entrenamiento básico de la Fundación Wilmarth
dice que, al menor contacto con una entidad de las DCC, le tiremos un
explosivo.
Welcome giró los ojos en las cuencas, ella tenía
también ganas de tirarle un explosivo a semejante idiota, pero no
era cuestión de terminar de chafar las festividades.
-¿Qué pasa aquí? -preguntó Kate cuando Welcome
volvió al trineo- ¿también tenéis aquí al Grinch?
-No es el Grinch -dijo Brontes -a ese me lo cepillé
hace un par de años y no va a volver a Arkham, sea quien sea el que
está haciendo esto, es otro. Y sea quien sea, va a pagar muy caro
estar jodiendo una noche tan especial... ¡y más después de las
molestias que me he pegado para ser el Santa Claus oficial de Arkham!
-Lo veo bien -dijo Welcome -¿Pero cómo vamos a
encontrarlo?
-Eso es fácil -dijo Unglaublich con una sonrisa que
había creado expresamente para eso -. Mis ojos pueden ver más allá
de los vuestros, simples mortales.
-¡¿A quien estás llamando simple mortal, montón
de gelatina con patas?! -exclamó Brontes.
-Está allí, en aquella casa que está más
decorada que la mansión de Santa Claus -dijo Unglaublich ignorando a
Brontes.
-Pues vamos allí -proclamó Welcome.
Unglaublich salió despedido como un rayo, pero
frenó demasiado tarde y se estampó contra la casa en la que estaba
intentando entrar el ser al que estaban persiguiendo. Esto provocó
que la masa gelatinosa de Unglaublich se expandiera absorbiendo el
impacto y haciendo que el saco de los regalos se cayera desperdigando
todo por el suelo. Afortunadamente, los ocupantes del trineo no
habían sufrido ningún daño, pero a Brontes se le había caído la
barba.
Cuando los ocupantes del trineo bajaron de él, se
encontraron frente a frente con una criatura con robusto cuerpo
humanoide cubierto de un espeso pelo negro. Tenía extremidades
traseras iguales a las de un animal caprino, acabadas en pezuñas,
pero las extremidades delanteras eran dos brazos en los que llevaba
una fea cadena oscura llena de óxido con una campanilla colgando. Su
cabeza oscura estaba rematada por dos cuernos caprinos, acompañados
por un par de orejas puntiagudas. De su sonriente boca, sobresalían
un par de colmillos hambrientos y una lengua danzante. Vestía con un
ligero peto y un faldín que le cubría los genitales, y tras su
espalda llevaba lo que parecía una cesta donde podían verse,
reducidos gracias a algún tipo de magia extraña, un buen puñados
de niños de Arkham.
-Pues sí que parece un Hombre de Leng -susurró
Welcome.
-No es un hombre de Leng -le respondió Brontes -,
se trata de un krampus... ¿pero qué hace aquí en Arkham? Esos
seres habitan en centroeuropa.
-No sé quienes sois -les dijo el krampus -, pero no
vais a evitar que me lleve a todos los niños malos de la ciudad y
les eche a perder las navidades a sus padres.
-¿Que no? -le respondió Brontes, arrancándose el
traje de Santa Claus e invocando a su alienígena armadura. -Eso ya
lo veremos.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡CONTINUARÁ!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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