lunes, 30 de octubre de 2017

This is Halloween IV (Parte 2): La noche de los cuchillos torcidos

Un homenaje al cine slasher en King-In-Yellow size

 Ya era más de una hora de visionado forzoso de aquel gusiluz con colmillos en su historia de amor tóxico con la sosa de la que se había enamorado, pero ni así harían hablar a Eye Gore. No importaba lo horribles que  fueran las imágenes que le pusieran, ni las veces que la protagonista se quedará empanada, ni la empalagosa y machista visión del amor adolescente, ni los continuos insultos a la mitología del vampiro. Él era fuerte. No hablaría. Su plan ya estaba llevándose a cabo. Por mucho que le torturaran, sería un sufrimiento que no resultaría en nada para sus captores. Él ya había vencido.

Arkham. Noche del 31 de octubre.

El asesino de Eye Gore estaba quieto, como una estatua, delante de la fiesta de las fraternidades universitarias. Había estudiado perfectamente su papel, así que se había comprado una larga gabardina y había ido a buscar una máscara que diera miedo. Esto último le costó más, así que tuvo que conformarse con una máscara de William Shatner.  También se había hecho con un afilado cuchillo de una envergadura que haría que un psicólogo freudiano pensara ciertas cosas sobre la virilidad del asesino. No le hacía falta más. Sólo tenía que comenzar la masacre.

Comenzó a caminar hacia el recinto de la fiesta cuando, de repente, escuchó unos susurros a su espalda. Alguien estaba diciendo de forma siniestra "ki ki ki, ma ma ma". Se giró y se encontró con un señor agachado y haciendo bocina con las manos.

-Disculpe, creo que se ha equivocado de asesino -le dijo.

-¿Qué? ¿Esto no es Crystal Lake? -preguntó el otro.

-Eso ni siquiera está en este estado. Además, esa musiquilla no me pega, a mi me va más el rollo de dos notas de piano repitiéndose de forma malrollera.

-Lo siento, lo siento. Le dejo con su matanza de jovenzuelos.

El hombrecillo salió corriendo en otra dirección. El asesino se le quedó mirando con la cabeza torcida ligeramente hacia un lado. Volvió a dirigirse a la fiesta y continuó avanzando mientras tarareaba dos notas de piano que se repetían de manera malrollera.

La fiesta era como cualquier otra en las fraternidades universitarias. Gente disfrazada de toda clase de cosas, excepto de cosas terroríficas. Alcohol a raudales y música a todo volumen. Alguna calabaza putilla. Algunos chavales que ya iban pasados de copas y farfullaban de forma que un primigenio podría entenderlos. Pero en un rincón, en una zona arbolada, el asesino vio algo que le satisfizo más que aquel jaleo.

En una zona ajardinada entre arbolillos había una parejita, también pasada de alcohol, magreandose ajena al barullo. Ella iba, por supuesto, vestida con un disfraz innecesariamente sexy, y él iba disfrazado de campeón de golf descamisado. Eran las víctimas propicias. 

El asesino se fue acercando mientras la mano del muchacho se acercaba también a lo que le interesaba, metiéndose en la falda de su compañera buscando las posaderas. En ese momento, ella se dio cuenta de que tenían delante a un tipo vestido con gabardina y con una máscara cutre. La chica lanzó un grito tan típico que varias feministas de una manzana cercana se sintieron ofendidas, y el chaval se giró tambaleándose.

-¿Le mirabas el culo a mi chica? ¡A que te meto con el palo de golf...

El muchacho blandió el palo de golf mientras su amiga se arreglaba el disfraz, que tampoco es que ocultara mucho, pero bueno. El asesino torció el cuello una vez más y comenzó a caminar hacia el chaval, que lanzó y grito y corrió hacia él, tropezándose con las cordoneras de sus zapatillas y cayéndose de boca al suelo, donde quedó inconsciente. La chica miró horrorizada al asesino. Salió corriendo. El asesino dejó al idiota inconsciente, ya se encargaría de él cuando volviera.

La joven iba corriendo por la zona ajardinada moviendo los brazos como si hubiera metido un dedo en un enchufe. Por el camino se tropezó con una raíz, con una piel de plátano, con una valla de carrera de obstáculos, y con su propia torpeza. Acabó metiéndose en una zona llena de zarzas, que fueron rompiendo su diminuto disfraz, dejando lo poco que ocultaba más a la vista.

El asesino iba tras ella caminando no muy deprisa, pero tampoco lento. Total, la víctima no hacía más que caerse y meterse en zarzales. Se preguntaba por qué las víctimas de los asesinos como él tenían que ser tan torpes. Aunque pensándolo bien, mejor para él.

Finalmente, la chica salió de la zona ajardinada, metiéndose en una de las calles de la ciudad, cómo no, arrastrándose de espaldas mientras miraba al asesino diciendo que no entre susurros. El asesino se le iba acercando satisfecho, alzando ya el cuchillo, pero no contó con que habían ido a parar al callejón no euclidiano. Cuando la joven entró en el área de influencia del callejón, el espacio-tiempo se distorsionó y ella fue tragada por un ángulo que no debería estar allí. El asesino se quedó mirando con frustración. Tenía que haberla apuñalado de forma sistemática de manera que un psicólogo freudiano pensara que había algún problema de virilidad, y en vez de eso, su víctima había desaparecido en un ángulo geométricamente imposible.

El asesino se giró y bajó los hombros. La adrenalina de la caza no había recibido su premio. Tenía que encontrar una víctima cuanto antes.

Mientras caminaba por las calles de Arkham, se encontró con una casa iluminada con una gran cantidad de adornos de Halloween bastante surrealistas. En el buzón decía que era el hogar de la familia N'kari o algo así. Por la ventana más iluminada, el asesino veía algo que casaba perfectamente con una víctima. Se trataba de una despampanante diosa de ébano que bailaba completamente desnuda en el salón. Perfecto. Sólo tenía que irrumpir en la casa y acabar con ella.

El asesino dio la vuelta, abrió la puerta trasera de la casa y entró furtivamente. Durante unos momentos, la mujer siguió bailando ignorante de lo que se le acercaba, y de pronto, las luces de la casa se apagaron. Desde la oscuridad se escuchó lo siguiente:

-¡Oh, mira, lo que estaba esperando! -dijo una voz de mujer.

-Oiga, señorita... quieta.. ¿pero qué hace? No toque ahí... tengo que clavarle mi puñal...

-Eso es lo que quiero, que me lo claves, macizorro.

-Suelte... no... no... ¡¡¡¿pero qué está haciendo?!!!

Varios orgasmos de N'kari despues...

La puerta principal de la casa se abrió y salió arrastrándose, completamente agotado,  el asesino. Cuando se levantó apenas podía andar recto y tenía la entrepierna como si hubiera pasado por allí un camión de mercancías. Mejor no hacer mención a lo que había sucedido en esa casa.

Después de pasar por una tienda de 24 horas y comprar un litro de bebida energizante, el asesino pudo reponerse más o menos del incidente en la casa N'kari. Preparado para seguir... o comenzar de una dichosa vez, con su masacre, comenzó a deambular por las calles entre sombras, con el cuchillo en mano, esperando a encontrar posibles víctimas. En una de las calles vio un grupo de gules corriendo mientras se disputaban un hueso y, detrás de ellos, iba un cocinero italiano con una barra de amasar en la mano maldiciendo. Ninguno de ellos era una víctima propicia. Tenía que encontrar algún jovenzuelo chistoso, alguno con las hormonas por las nubes, alguna joven voluptuosa o simplemente rubia, una pareja tonteando o directamente teniendo sexo prematrimonial, pero en vez de eso, con  todo lo que se cruzó durante bastante rato fue a unos ancianos combatiendo con andadores de guerra, un byakhee que no encontraba la dirección a la que tenía que llevar su paquete y una criatura ameboide que había surgido de las alcantarillas. ¡¿Dónde estaban las víctimas?!

La suerte pareció encontrar al asesino cuando vio en una de las calles de la ciudad, a una mujer caminando tranquilamente. No iba disfrazada ni vestía de manera provocativa, tan solo era una joven con unos libros en su mano. Pero era rubia. Joven y rubia valía como víctima. Además ¿qué hacía a altas horas de la calle por la calle? Decidido fue hacia ella con paso firme. A apenas una palmada de alcanzar a la mujer, esta se volvió. Le miró de arriba a abajo. El asesino esperó el susodicho grito, pero en vez de eso, lo que recibió fue una mueca.

-Veeeeenga, 31 de octubre ¿y qué me encuentro en las calles de Arkham? A un tipo vestido de asesino, y con cuchillo ¡cómo no! -exclamó la joven -. Yo pensando que podría trabajar hasta tarde sin encontrarme con ninguna de las cosas rara, pero no, en esta ciudad de locos no hay manera.

El asesino torció la cabeza confuso.

-A ver, déjame adivinar... hace tiempo unos imprudentes te pegaron fuego y tu muerte horrible hace que te levantes para vengarte de los que te mataron.

El asesino negó con la cabeza.

-No es eso... vale, unos jovencitos te atropellaron y abandonaron tu cuerpo destrozado, pero eso no te detuvo y has vuelto para vengarte.

El asesino volvió a negar.

-De niño presenciaste o te viste obligado a cometer actos horribles que te trastornaron y, años después, tu desquiciada mente hace que salgas a la calle a matar a todo el que te cruces.

El asesino negó de nuevo con la cabeza.

-¡Claro que no! Porque esto es la vida real, reeeeeaaaal. Y en la vida real esas cosas no pasan. En la vida real, los tipos que se visten como tú y salen a la calle ¿sabes lo que les pasa?

El asesino negó con la cabeza.

-Esto.

Antes de que pudiera reaccionar, la chica le dio un puntapié en sus partes nobles al asesino. Las pobres ya estaban hechas polvo por el incidente de la casa N'kari, así que el dolor de ese golpe fue una patada en la entrepierna multiplicada. Y si con esto no fue suficiente, la rubia sacó de un bolsillo un espray y cubrió la cabeza del asesino con el líquido que disparó. Afortunadamente la máscara evitó que su cara se cubriera, pero sus ojos estaban al descubierto, y comenzaron a picar y a escocer horriblemente. El asesino cayó al suelo tambaleándose y sin saber si llevarse las manos a la cara o a la entrepierna.

-Saludos de Daisy Springwood -dijo la chica mientras se marchaba de nuevo con sus libros, pareciendo una inocente estudiante, o profesora, o lo que fuese.

El asesino pasó casi un cuarto de hora revolviéndose en el suelo y lanzando tacos, insultos y palabras que ofenderían hasta a la criatura más blasfema del universo. Poco a poco, el dolor fue remitiendo, y pudo sentarse como una persona normal. Aquello era una desastre. Ya se había hartado de intentar seguir las normas del asesino. A la mierda las víctimas intermedias, él iba a por la final girl de una vez por todas ¡y esta no se le escaparía!

Residencia estudiantil La Llave y La Puerta. Madrugada del 31 de octubre al 1 de noviembre

 La fiesta de Halloween de la residencia había terminado hacía rato y el equipo de limpieza supervisado por Araknek estaba limpiando todo de la planta baja. Summanus había decidido que se hiciera una fiesta para los huéspedes para evitar que alguno de ellos terminara invocando a algo que no debía. El plan había salido a la perfección, aunque a Araknek no le hacía ninguna gracia tener que limpiar botellas, suelo mojado, y toda la porquería que habían dejado los estudiantes.

Mientras el equipo de limpieza hacía su trabajo, Kate, disfrazada de guarda de hotel psicópata, recogía sus cosas para dar por terminada su jornada de trabajo en la zona trasera de la residencia, donde sólo podían entra el personal. Estaba tarareando una cancioncilla mientras escuchaba a Araknek quejarse de alguien que debía estar haciendo algo como no debía, cuando las luces se apagaron. Kate miró a su alrededor y comenzó a imaginarse toda la clase de cosas que podían suceder en Arkham en la noche de Halloween. En otro lugar, habría pensado que era un simple corte de luz. Pero no estaba en otro lugar. Estaba en Arkham.

Se quedó en total silencio y escuchó a alguien que se le acercaba lentamente, intentando ser sigiloso. Se preparó para lo que fuera a acercarse a ella cuando escuchó un tremendo golpe y a alguien lanzando maldiciones. Volvió a haber silencio. Otro golpe y un grito seguido de varios saltitos. Estaba siendo el ataque sigiloso más patético que había presenciado.

-¿Por qué no enciendes mejor las luces? Te vas a matar antes de llegar a donde estoy yo -dijo Kate.

El misterioso asaltante fue retrocediendo, tropezándose con lo que fuera que había tirado al suelo una de las veces en las que se había golpeado y las luces iluminaron el lugar.

Kate vio por fin al asaltante. Era un individuo alto y desgarbado, con grandes músculos que se adivinaban debajo de una gabardina que le venía un poco grande, una máscara cutre de una tienda barata y un cuchillo de grandes dimensiones en su mano. Estaba parado junto al interruptor de la luz. Parecía el típico asesino de película de terror adolescente. Siendo Arkham, Kate había esperado un sectario, un brujo mutante o alguna cosa así... aunque ¿quién le decía que no fuera todo eso?

El asaltante salió corriendo alzando el cuchillo en dirección a Kate. Esta se giró y se dirigió hacia la puerta que daba a las zonas comunes de la residencia. El asaltante era rápido y estuvo a punto de alcanzarla, pero consiguió cerrarle la puerta en la cara, haciendo que volviera a lanzar un grito de dolor.

La puerta daba a la zona de recepción y al salón donde se había realizado la fiesta, donde estaba el equipo de limpieza siguiendo con su trabajo. Kate fue a decirles algo cuando la puerta se abrió tras un fuerte empellón y el asaltante salió gritando enloquecido y moviendo el cuchillo como si estuviera luchando contra un contrincante invisible. En su carrera enloquecida pasó de largo de Kate y llegó a la zona donde estaban limpiando, se resbaló con el suelo fregado y cayó en redondo, deslizándose  varios metros. Paró justo delante de unas patas quitinosas. El asaltante levantó la cabeza para poder ver contra qué había chocado.

-Tú... entras aquí como un loco... con un cuchillo en la mano... y encima ¡¡¡¡¿me pisas lo fregado?!!!!

El asaltante intentó apartarse de Araknek, pero esta fue más rápida y lo alzó con las patas delanteras.

-Compañeros, este tipejo no sólo ha pisado lo fregado, sino que se ha restregado llenando de mugre todo ¿qué hacemos con él? -dijo la araña.

Los trabajadores de la limpieza de la residencia desenfundaron sus escobas y fregonas de combate y se lanzaron como una jauría sobre el inconsciente que les había pisado lo fregado. Normalmente eran gente muy pacífica y tranquila... pero por lo que más quieras, no les pises lo fregado.

Campamento de los profundos en Martini Beach

Aquel triángulo amoroso horrendo estaba destruyendo la cordura de Eye Gore. La estupidez de los personajes tenía su paciencia a punto de reventar, pero aguantó como pudo hasta el final de la última película, aunque sucedieran cosas tan surrealistas como que un vértice del triángulo amoroso se enamorase de un bebé hecho con CGI cutre. ¡¡¡Pero que es un bebé!!! ¡¿Quién ha escrito eso?! Eye Gore vio como una victoria contra la welclon su aguante ante todas las películas de la infame saga, pero cuando esta le dijo que ahora la iba a poner otra vez, pero con audiocomentarios, no soportó más y contó todo su plan, entre sollozos que pedían que no volviar a poner aquello ante él.

Lady Cthulhu sacó su móvil con urgencia y marcó el número de Kate, temiendo que la llamada llegara demasiado tarde. Kate respondió. La welclon le explicó lo que pretendía Eye Gore, pero Kate le contó lo que había sucedido con el pobre asesino, así que Lady Cthulhu respiró aliviada y le dijo a Kate que la vería más tarde, cuando se juntaran en la fiesta de Halloween en Dunwich.

-Tu asesino ha sido un completo fracaso -dijo Lady Cthulhu.

-Vale... eso quiere decir que no he hecho nada... que puedes soltarme... -le respondió Eye Gore.

-Oh, no. Has intentado matar a la mujer más bella del mundo por una estúpida venganza.

-¿La mujer más bella del mundo? Pero si es una chica normal y corriente...

-No para nosotras -le dijo la welclon con amenaza en su mirada -. Así que, ahora, como premio para tu estupidez, voy a leerte los libros en los que se basó la saga de películas, después te haré un examen para comprobar si has estado atento, y si fallas, te los volveré a leer. Son muy bonitos, seguro que te gustan.

-No, eso no... tortura... lanzarme a una horda de criaturas hambrientas... pero eso no... no, no abras el libro... ¡no! ¡NOOOOOOOOO!

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Al día siguiente, un estudiante de Artes Escénicas se encontró con los drones cámara de Eye Gore estrellados en su jardín. Recogió las grabaciones y decidió hacer una película con ellas. El largometraje ganó el premio a mejor comedia costumbrista en el Festival de Cine del Valle del Miskatonic.

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